Un papel importante en el impulso del sentimiento y de los movimientos políticos nacionalistas bálticos lo jugarán los Festivales de la Canción, donde se entonaban canciones patrióticas y tradicionales locales.
Por Alex Erofeev / Descifrando la guerra
La «Revolución Cantada» es el término utilizado para referirse al conjunto de sucesos ocurridos entre 1987 y 1991 que tuvieron como resultado la independencia de los Países Bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) de la Unión Soviética. Recibe este nombre debido a la importancia que tuvieron los festivales de la canción celebrados en Estonia y Letonia (si bien no tanto en Lituania) a la hora de impulsar un sentimiento nacionalista en estas repúblicas que desembocó en un movimiento de masas a favor de la independencia de la URSS.
Pero, ¿cómo fue exactamente el proceso que siguieron las repúblicas bálticas para alcanzar su independencia? ¿Estuvieron de acuerdo todos sus habitantes en la separación de sus repúblicas del resto de la URSS? ¿Qué oposición interna y externa hubo a la independencia? ¿Y qué había del derecho de autodeterminación que en teoría se reconocía en la Constitución de la Unión Soviética? En este artículo se pretende relatar de principio a fin la llamada “Revolución Cantada” y de paso responder a todas las preguntas que uno pueda tener sobre el proceso de independencia de los Países Bálticos.
Contexto geográfico e histórico
Antes de nada, habría que situarnos en el contexto de los países bálticos y hablar de estos países en sí. Los Países Bálticos son tres pequeños países europeos bañados por el Mar Báltico (de norte a sur): Estonia, Letonia y Lituania (esto es ampliamente conocido por todos).
Estos tres países tienen bastantes cosas en común:
– Se encuentran geográficamente en el mismo sitio (bañados por el mar báltico).
– Tienen un tamaño similar y son países relativamente pequeños (tanto en tamaño como en población). Estonia tiene un tamaño de 45.228 km2 y una población de 1.319.133 habitantes. Letonia tiene una superficie de 64.589 km2 y una población de 1.925.800 habitantes. Lituania tiene una superficie de 65.300 km2 y una población de 2.853.500 habitantes.
– Se podría decir que, por lo menos desde su «primera independencia» de Rusia como resultado de la Guerra Civil de 1918-1920, estos países han tenido una historia común en casi todos los aspectos, su política internacional ha sido muy similar cuando no directamente conjunta, y hasta su política interior ha seguido un patrón parecido en los tres países(probablemente este sea el punto más importante).
Sin embargo, también hay algunas diferencias destacables:
– Lituania es un país de mayoría católica, mientras Estonia y Letonia son de mayoría protestante.
– Los idiomas lituano y letón pertenecen a la familia de lenguas bálticas, mientras el estonio pertenece a la familia fino-úgrica y está emparentado con el finés.
– Mientras Lituania sí existió como Estado independiente e incluso llegó a ser una potencia importante en el medievo como Gran Ducado y Reino de Lituania y posteriormente en la Edad Moderna como parte de la Mancomunidad Polaco-Lituana, Estonia y Letonia nunca llegaron a ser independientes hasta que alcanzaron su independencia por primera vez en el contexto de la Guerra Civil Rusa (de ahí que antes «primera independencia» estuviese entre comillas).
Además de situar a los países bálticos en su respectivo contexto geográfico, conviene hablar brevemente de la historia de los Países Bálticos previa a la Revolución Cantada.
En la Edad Media, Lituania llegó a ser una potencia regional. La nobleza lituana fue estrechando cada vez más lazos con la nobleza polaca, para ya en la Edad Moderna formar la Confederación Polaco-Lituana en 1569 en la llamada Unión de Lublin.
Mientras, la situación de los estonios y de los letones era distinta: en los territorios de las actuales Estonia y Letonia se estableció la Orden Teutónica, y los barones y comerciantes alemanes acabarían convirtiéndose en los auténticos señores de la zona, con una población local sometida.
Ya con la reforma protestante y la decadencia de la Orden Teutónica en el siglo XVI, varios Estados se disputarán los territorios de las actuales Estonia y Letonia, y finalmente estos territorios acabarán en manos de Suecia.
En 1721, tras la victoria de Rusia frente a Suecia en la Gran Guerra del Norte, el territorio de la actual Estonia y buena parte de Letonia pasarán a formar parte del Imperio Ruso. Posteriormente, tras los sucesivos repartos de Polonia finales del siglo XVIII, Lituania y el resto de Letonia también pasarían a formar parte del Imperio Ruso.
Estos territorios seguirán formando parte de Rusia hasta bien avanzada la I Guerra Mundial, el estallido de la Revolución Rusa de Octubre y la firma del Tratado de Brest-Litovsk. En los últimos años del siglo XIX y en los primeros del siglo XX hubo bastantes reivindicaciones nacionalistas por parte de estonios, letones y lituanos exigiendo autonomía, reconocimiento y mayor implantación de su idioma en las instituciones públicas. No obstante, al mismo tiempo, tampoco existían partidos de índole nacionalista fuertemente asentados: aquellos que clamaban por resolver la cuestión nacional de estos pueblos habitualmente lo hacían desde las secciones regionales de los grandes partidos (bolcheviques, mencheviques, kadetes…).
Además, en ese momento nadie reivindicaba abiertamente la independencia de estas regiones, pues entonces la mayoría de los habitantes del báltico se conformaban con una autonomía. Los bolcheviques tenían bastante fuerza en el báltico, sobre todo debido a la gran concentración de industria y a la gran masa de trabajadores que había allí.
En agosto de 1917, el Gobierno Provisional ruso convocó la celebración de elecciones a finales de noviembre de 1917 para elegir la Asamblea Constituyente, que debería ser la encargada de elaborar una nueva constitución para Rusia y todos sus territorios. Los bolcheviques tomarán el poder el 7 de noviembre de 1917, y a pesar de que ahora el poder estaba en sus manos, no cancelarán los planes de celebración de las elecciones a la Asamblea Constituyente, que se celebrarán el 25 de noviembre. Para sorpresa de los propios bolcheviques, éstos obtendrán únicamente un 23,5% de los votos (siendo la segunda fuerza más votada), frente al 41% de los social-revolucionarios, que obtendrán el primer puesto. No obstante, a pesar de estos resultados a nivel general, bastante peores de lo esperado, concretamente en los territorios correspondientes a los países bálticos (excluyendo Lituania y una pequeña parte de Letonia que en ese momento estaban ocupadas por Alemania) los bolcheviques obtendrán unos resultados excelentes y resultarán ser la fuerza política más votada y popular. En Estonia, los bolcheviques serán la primera fuerza con un 39,98% de los votos, seguidos del Bloque Democrático Estonio (nacional-liberales de centro-derecha) con un 22,71%. El resto de votos corresponderán a otros partidos de izquierdas y obreros (social-revolucionarios, etc.). En Livonia (parte correspondiente a la Letonia no ocupada) los bolcheviques obtendrán un aplastante 71,86% de los votos. Estos datos (desconocidos para el gran público y completamente fiables, pues precisamente a nivel de toda Rusia los bolcheviques perdieron las elecciones frente a los social-revolucionarios) prueban la fuerza y la popularidad que tenían los bolcheviques en los países bálticos (al menos en Estonia y en Letonia) durante la Revolución Rusa [1].
Tras la firma del Tratado de Brest-Litovsk, Alemania ocupará toda Letonia y Estonia, y en el contexto de la Guerra Civil Rusa, primero Alemania y luego el Reino Unido (y en menor medida, otros actores) intervendrán en los Países Bálticos contra la Rusia Soviética apoyando la consolidación de nuevos gobiernos nacionalistas locales. La Rusia Soviética, que en ese momento estaba ocupada combatiendo en varios frentes, fue incapaz de vencer a estas fuerza, firmó tratados de paz y reconoció a las tres repúblicas bálticas en 1920.
Los países bálticos pasaban a ser independientes. En la década de 1920 se implantará un sistema político demoliberal en los tres países, aunque los comunistas (que habían sido una fuerza con grandes apoyos) estarán ilegalizados y perseguidos.
En la política de los tres países se alternarán en el poder fuerzas liberal-conservadoras y socialdemócratas (herederos de los antiguos mencheviques), aunque casi siempre buscando el apoyo de terceros partidos, pues rara vez un partido alcanzaba la mayoría absoluta y gran parte de los gobiernos solían ser bastante inestables.
Ya en los años 30, como resultado de la crisis y una mayor actividad clandestina de los comunistas, así como de la pérdida de hegemonía de los partidos liberal-conservadores frente a socialdemócratas moderados, harán que algunos de los «hombres fuertes» de la política, que hasta entonces habían liderado partidos de centro-derecha, se radicalicen y vean la implantación de un régimen autoritario como algo válido (siguiendo un patrón similar al de Dollfus en Austria), y den golpes de Estado. En los tres países se implantarán dictaduras, que, si bien no eran abiertamente fascistas, eran bastante nacionalistas y derechistas. En Estonia, en 1934 Konstantin Päts da un golpe de Estado y establece una dictadura nacional-derechista (si bien, en el caso de Estonia, también se utilizó como argumento para justificar el golpe la amenaza por la derecha del Movimiento Vaps). En Letonia, Karlis Ulmanis haría lo mismo también en 1934. En Lituania, este proceso se producirá incluso antes, con un golpe de Estado de Antonas Smetona en 1926. Ahora (en los tres países) los socialdemócratas también serán reprimidos con dureza, y éstos acercarán posiciones con los comunistas (a pesar de que anteriormente ambos grupos fuesen rivales) en su lucha contra las dictaduras bálticas.
En agosto de 1939 Alemania y la URSS firman el Pacto Ribbentrop-Molotov, en el que se comprometen a no agredirse mutuamente, y que contiene una cláusula secreta, según la cual se repartían Europa del este en zonas de influencia (y donde Letonia y Estonia pasaban a formar parte de la zona de influencia soviética). Estas zonas se redefinirán posteriormente en el Tratado de Amistad, Cooperación y Demarcación firmado en septiembre e incluirán también a Lituania (que originalmente estaba en la zona de influencia alemana) en la órbita soviética.
Hay que tener en cuenta que el Pacto Ribbentrop-Molotov no dejaba de ser un pacto únicamente de no agresión que ambos contendientes habían firmado para ganar tiempo, y ambos sabían que tarde o temprano la guerra entre ambos estallaría.
La URSS aprovechó que los países bálticos habían quedado en su zona de influencia para presionar a estos países para que firmasen «Pactos de ayuda mutua» en septiembre-octubre de 1939 y establecer bases militares y contingentes de hombres de entre los 20.000-25.000 personas. Sin embargo, de momento, más allá del establecimiento de fuerzas militares, los países bálticos seguían siendo independientes (especialmente en política interior) e incluso continuó la represión hacia los partidos de izquierdas (que se volverían más activos).
La URSS, en principio, se conformaba con tener bases militares en estos países y no tenía intención alguna de anexionarlos. Todo cambió con la caída de Francia en junio de 1940. Alemania había demostrado ser demasiado fuerte y la URSS se apresuró a organizar sus defensas de manera más enérgica, y eso implicaba tomar el control directo de los países bálticos, y que estos pasasen a ser unas repúblicas más de la URSS. En junio de 1940 la URSS emite unos ultimátums a los gobiernos de estas repúblicas en los que se les acusa de violar los Pactos de Ayuda Mutua y se exige la formación de nuevos gobiernos, no abiertamente comunistas, pero sí más izquierdistas y algo más afines a la URSS.
Se formarán nuevos gobiernos, estos ya sí, abiertamente comunistas. En julio, los gobiernos de los tres países declaran su intención de unirse a la URSS, y en agosto de 1940 la URSS los acepta como miembros plenos. Muchos de los que habían formado parte o simpatizado con los regímenes anteriores serán reprimidos, y bastantes familias campesinas que disponían de pequeñas propiedades sufrirán la colectivización forzosa.
La “anexión” de los Países Bálticos por parte de la URSS siempre se ha presentado por parte de la historiografía báltica actual y por la historiografía occidental dominante como el inicio de la “ocupación soviética”, como una “anexión ilegal que se produjo como consecuencia de un pacto de no agresión entre dos potencias totalitarias”, y, en definitiva, como una “tragedia nacional” que sufrieron los tres pueblos bálticos. Ciertamente, el proceso de incorporación de las repúblicas bálticas a la URSS fue de todo menos limpio y democrático, pues en las elecciones que se celebraron solamente se pudieron presentar candidatos afines a la izquierda prosoviética, y la decisión de incorporarse a la URSS la tomaron los nuevos gobiernos comunistas de manera unilateral, sin celebrarse ningún referéndum de autodeterminación en el que los pueblos bálticos pudiesen decidir libremente si querían pertenecer a la URSS o permanecer siendo independientes. Sin embargo, es enormemente tendencioso insistir en la coacción externa de la URSS y en la naturaleza antidemocrática de la incorporación de los países bálticos a la Unión Soviética en 1940, y al mismo tiempo obviar que en 1917 estas repúblicas (o por lo menos Estonia y Letonia) votaron en masa a los bolcheviques en las elecciones a la Asamblea Constituyente, y que a pesar de ello, precisamente fue debido a la coacción externa y a las intervenciones militares de Alemania y del Reino Unido en la Guerra Civil Rusa que los Países Bálticos consiguieron la independencia y se establecieron gobiernos nacionalistas. Ni tampoco se puede obviar que, en ese momento, los países bálticos no eran precisamente democracias, y que realmente hubo muchísimos estonios, letones y lituanos (especialmente de clase trabajadora) que simpatizaban con ideas izquierdistas y que, oponiéndose a las dictaduras nacional-derechistas bálticas (que no solo reprimieron duramente a los comunistas, sino también a los socialdemócratas), consideraron a la URSS como un referente y saludaron la implantación del poder soviético.
De la misma manera que es erróneo afirmar que absolutamente todos los estonios, letones y lituanos recibieron al poder soviético con los brazos abiertos (como afirmaba la historiografía soviética), es igual de erróneo afirmar que la “anexión” de los países bálticos fue una “gran tragedia nacional” para absolutamente todos los habitantes de estos países y que absolutamente todos se opusiesen al poder soviético (como continúa afirmando parte de la historiografía occidental). La cuestión es que, debido a la ausencia de procesos electorales limpios, tanto durante el proceso de incorporación a la URSS como anteriormente durante las dictaduras nacional-derechistas, es difícil saber el apoyo real que tenían unos y otros y las preferencias reales de los habitantes de estos países.
Posteriormente, cuando Alemania invade la URSS en 1941, los antiguos ejércitos bálticos se habían integrado en el Ejército Rojo, y muchos estonios, letones y lituanos combatirán en las filas del ejército soviético contra el invasor alemán. No obstante, también habrá otros que, a veces forzados, y a veces desencantados con las autoridades soviéticas y de manera voluntaria, colaboren con los alemanes. Se formarán varias unidades militares de colaboracionistas subordinadas al mando alemán, entre las que destaca la 20ª División de Granaderos de las Waffen SS (formada por estonios), las 15ª y 19ª Divisiones de Granaderos de las Waffen SS (formadas por letones) y la Fuerza de Defensa Territorial Lituana.
Durante el periodo comprendido entre 1945 y 1991, la Unión Soviética invertirá una inmensa cantidad de dinero y recursos en las repúblicas bálticas. La escasa industria que había en los países bálticos en el periodo de entreguerras y que había sido destruida durante la guerra, será sustituida por un industria completamente nueva y renovada. Se construirán numerosas fábricas nuevas, y además de la industria más tradicional, destacará la industria de producción de vehículos (en especial de vagones de tranvía y tren) y la industria electrónica, además de la construcción de varias centrales hidroeléctricas. También se desarrollará la industria del turismo, y después de Crimea y la costa del Cáucaso que bañaba el Mar Negro serán el tercer destino turístico más popular de la URSS. En el año 1988, la balanza de importaciones y exportaciones entre las distintas repúblicas soviéticas en billones de rublos era de -3,7 en Lituania, -1,3 en Letonia y -1,3 en Estonia, por lo que, en ese momento, las repúblicas recibían de la URSS más de lo que daban. Debido a las grandes inversiones económicas de la URSS en la región, el nivel de vida también aumentará y los salarios serán más altos en comparación con otras repúblicas de la Unión Soviética. Si bien los datos (1990) varían bastante según el sector (por ejemplo, en el campo las tres repúblicas tenían los mayores salarios de toda la unión, mientras que, en cuanto a salarios de los trabajadores y peones, Estonia ocupaba el primer puesto, Rusia el 2º, y Letonia y Lituania el 3º y 4º), los países bálticos formaban, junto a Rusia, el top-4 de repúblicas con salarios más altos en todos los sectores. Asimismo, la fuerte inversión económica en industria vino acompañada de la necesidad de mano de obra, y es por ello por lo que decenas de miles de trabajadores de otras repúblicas (fundamentalmente Rusia, y en menor medida Bielorrusia y Ucrania) emigrarán a las repúblicas bálticas para trabajar y acabarán asentándose ahí. Al producirse esta emigración masiva, la composición étnica de las repúblicas bálticas cambiará, aumentando notablemente el peso de la población eslava [2][3][4].
Las repúblicas bálticas serán conocidas popularmente en la URSS como la “vitrina” de la Unión Soviética. ¿Por qué la URSS decidió llevar a cabo estas inversiones y proporcionar este trato a las repúblicas bálticas? En primer lugar, por una pura cuestión práctica: la región bañada por el Mar Báltico era una región muy estratégica para establecer ahí la industria, pues el acceso al Mar Báltico facilitaba el comercio con otras potencias. Y, en segundo lugar, dado que hubo una opinión dividida respecto a la entrada a formar parte de la Unión Soviética, era una forma de ganarse a la población potencialmente descontenta. Además, se podía utilizar como argumento frente a las potencias occidentales que cuestionaban la anexión de los países bálticos a la URSS.
Manifestaciones ecologistas y festivales de la canción. El resurgir del nacionalismo (1986-1988)
En 1985, Mijaíl Gorbachov se convierte en el Secretario General del PCUS (el máximo cargo político de la URSS) y decide llevar a cabo la «glasnost» y la «perestroika», es decir, reformas económicas que implicasen cierta liberalización, y reformas políticas que implicasen respetar libertades que antes habían estado restringidas, así como llevar a cabo un proceso democratizador.
En los países bálticos, los primeros movimientos de protesta que aparezcan serán de carácter ecologista. En Estonia, en la primavera de 1987 una asociación ciudadana de Tartu consiguió detener los planes del gobierno soviético de crear nuevas minas de fosfato mediante resistencia no violenta. En Letonia, en 1986 se produce una protesta contra la construcción de una central hidroeléctrica sobre el río Daugava. En Lituania, en 1987 se producen protestas contra la construcción del tercer reactor de la central nuclear de Ignalina.
Estas protestas, más allá del contenido ecologista, no tenían ningún carácter político nacionalista e incluso ni siquiera «liberalizador». Sin embargo, el éxito de estas protestas inspiró a organizarse a aquellos movimientos políticos que sí eran nacionalistas (y liberales) de verdad.
Un papel importante en el impulso del sentimiento y de los movimientos políticos nacionalistas bálticos lo jugarán los Festivales de la Canción, donde se entonaban canciones patrióticas y tradicionales locales. Especialmente en Estonia, donde en 1988 a estas celebraciones llegarán a acudir entre 100.000 y 300.000 personas. También en Letonia el estreno de la rock opera patriota Lacplesis en 1988 y el festival de la canción de 1990 servirán de altavoz de las reivindicaciones nacionalistas.
En cambio, en Lituania estos festivales, si bien existían, tendrán una afluencia menor y no jugarán un papel relevante. Estos festivales llevaban celebrándose desde finales del siglo XIX, en la época del posromanticismo, y curiosamente fueron en parte promovidos por el Imperio Ruso, pues aun perteneciendo los países bálticos al Estado ruso, estos seguían de facto en manos de los barones alemanes, y fomentar estas manifestaciones era una forma de contrarrestar la influencia germana (que además, justo se concentraba en Estonia y Letonia y no tanto en Lituania).
El éxito de estos festivales hizo que Heinz Valk, un activista nacionalista estonio, acuñase el término «Revolución Cantada» para referirse a los procesos de independencia de los países bálticos.
Referencias
[1] Elecciones a la Asamblea Constituyente rusa https://ru.qaz.wiki/wiki/Results_of_the_1917_Russian_Constituent_Assembly_election#Baltics
[2] Datos acerca de los salarios en los últimos años de la URSS
[3] Inversiones en industria en la época soviética
[4] Datos acerca de importaciones y exportaciones https://novijmir.livejournal.com/216340.html
Bibliografía
Historia de Letonia. Del Imperio Ruso a la URSS. Lyubov Mijalovna Vorobeva
6 años que conmovieron al mundo. Helene Carrère
Los Nuestros. Reportaje del periodista Alexander Nevzorov sobre los sucesos de Riga y Vilna
La independencia de los países bálticos y la cuestión rusa. Paper del doctor en historia por la Universidad de San Petersburgo Vadim Musayev
Historia del OMON de Riga https://imhoclub.lv/ru/material/rizhskij_omon_mezhdu_molotom_i_nakovalnej
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