La Razón y el fascismo

El fascismo es el triunfo del tabú, de lo que hay que admitir sin discusión o análisis, del totalitarismo frente al debate libre, pilar de la democracia.

Por Eduardo Montagut

Uno de los aspectos más importantes y, a la vez, inquietantes, del fascismo tiene que ver con su relación con la Razón. Haremos algunas consideraciones, al respecto, en este breve artículo porque creemos que tiene bastante actualidad, y en vísperas del centenario del ascenso del fascismo al poder en Italia.

Hasta la llegada de las ideas fascistas el mundo occidental se asentó bajo la tradición del racionalismo inaugurado en la época clásica griega y romana, seguido en la Edad Media, una época menos oscura de lo que tradicionalmente se ha considerado, triunfando con el Humanismo renacentista, afianzándose con la Revolución Científica del siglo XVII, para encontrar en la Ilustración otra de sus grandes cimas.

Las grandes ideologías de la época contemporánea, tanto el liberalismo como el socialismo y el anarquismo, en sus distintas facetas, se construyeron sobre supuestos racionales; la democracia supuso el triunfo de todo este legado. Solamente el nacionalismo de tipo esencialista, más conservador que el liberal, apelaba a los sentimientos y a la tradición frente al análisis racional. Siempre ha sido, junto con el fanatismo de las posturas fundamentalistas religiosas los dos enemigos de la Razón, hasta que llegó el fascismo.

La doctrina fascista rompe con toda esta herencia y adopta un acusado irracionalismo. Se desconfía de la Razón y se fomenta el comportamiento irracional de las conductas, así como los sentimientos o manifestaciones intensas hasta la glorificación del fanatismo. Las ideas fascistas se construyen sobre ideas indiscutibles, como serían la superioridad del jefe o líder, del hombre sobre la mujer, el soldado sobre el civil, o la cuestión de las razas superiores e inferiores, además de glorificar el nacionalismo esencialista hasta su derivación imperialista. Es el triunfo del tabú, de lo que hay que admitir sin discusión o análisis, del totalitarismo frente al debate libre, pilar de la democracia.

Y terminamos con algunos interrogantes: ¿la tentación irracional y del fanatismo hacia la deriva fascista ha desaparecido de nuestra sociedad?, ¿no siguen esas pulsiones latentes y más en tiempos de crisis generalizada?, ¿el renacido nacionalismo en tantos lugares no tiene algo que ver?, ¿qué ocurre con los populismos de extrema derecha?, ¿no estamos ante un nuevo ataque a la Razón?

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