La «lista negra» de los Aliados desvela a Franco como protector de numerosos nazis fugados

El régimen pareció distanciarse del III Reich a partir de 1942, pero dio refugio a algunos de sus más importantes dirigentes tras la rendición de Alemania en 1945

Por Jayro Sánchez

A comienzos del mes de diciembre de 1943, el entonces embajador británico en Madrid, sir Samuel Hoare, envió a su superior, el secretario de Exteriores Anthony Eden, un informe en el que advertía por primera vez de que España podía convertirse en el escondite y nuevo cuartel general europeo del nazismo cuando Alemania fuera derrotada.

En aquel momento, apenas podían plantearse dudas sobre tal eventualidad. Los fracasos militares del Eje en el Frente Oriental y en el Mediterráneo habían hecho retroceder a sus tropas hasta el margen occidental del río Dniéper en Ucrania y hasta la ciudad de Cassino, situada a 136 km al sur de Roma, en Italia.

El líder del nuevo régimen español, el general Francisco Franco, siempre había tenido unas excelentes relaciones con Adolf Hitler y Benito Mussolini, quienes le habían suministrado armas, combatientes, dinero y apoyo diplomático durante la Guerra Civil española (1936-1939).

Tras alzarse con la victoria, el oficial golpista estrechó aún más los lazos que le unían a la Alemania nazi y la Italia fascista adhiriéndose a la alianza internacional antisoviética del Pacto Antikomintern. Y el 12 de mayo de 1940, dos días después de que la Wehrmacht comenzara la invasión de Francia, declaró de manera oficial la «no beligerancia» de España en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Estas dos palabras no significaban que el país fuera a intervenir de forma directa en el conflicto, pues había quedado muy debilitado por la destrucción causada por su propia contienda civil y Franco todavía estaba ocupado en garantizar su permanencia en el poder. Pero sí que venían a decir que la dictadura tenía claras simpatías hacia el Eje, por lo que cooperaría con sus integrantes antes, durante y después de la II Guerra Mundial.

El agradecimiento del Caudillo

La colaboración del franquismo con los nazifascistas se centró en tres ámbitos. En primer lugar, los nuevos líderes españoles pagaron a alemanes e italianos por la ayuda que estos les prestaron durante la Guerra Civil. Y no solo con dinero, sino a través materias primas indispensables para su esfuerzo de guerra.

El caso más conocido es el del wolframio o tungsteno, un mineral utilizado por los científicos e ingenieros de Hitler para incrementar la dureza del acero con el que se fabricaban el blindaje y los proyectiles de los tanques de la Wehrmacht. Una red de empresas gestionadas por ciudadanos alemanes se encargó de extraerlo de las minas gallegas y salmantinas en las que estaba enterrado.

Por otra parte, Franco dejó que los submarinos de la Kriegsmarine que operaban contra los convoyes de los Aliados en el Atlántico y el Mediterráneo repostaran en los puertos de Cádiz, Vigo y las islas Canarias. También permitió la presencia de una amplia red de observadores nazis que vigilaban los movimientos de las fuerzas militares y de los diplomáticos angloestadounidenses desde el territorio soberano español.

Según el historiador británico Antony Beevor, «solo en la embajada alemana trabajaban más de 500 empleados, un tercio de los cuales eran, probablemente, espías». Los hombres de las Schutzstaffel (SS), el cuerpo paramilitar del Partido Nacionalsocialista Alemán (NSDAP), se movían con completa libertad por los 42 consulados alemanes situados en la península ibérica y el Protectorado de Marruecos.

Además, el Abwehr, el servicio de inteligencia militar dirigido por el almirante Wilhelm Canaris, había construido en España una organización informativa propia de la que formaban parte «quince estaciones de radio, 220 empleados alemanes y 1.300 agentes españoles» distribuidos por las ciudades más importantes del país.

Y el grupo local del NSDAP, liderado por Hans Thomsen, contaba con sus propios hombres y muchos simpatizantes en el partido único del régimen franquista: Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET-JONS). De hecho, uno de sus líderes más importantes, Ramón Serrano Suñer, cuñado de Franco, arquitecto jurídico del régimen y ministro de Gobernación y de Exteriores, era un notorio aliado de los dirigentes nazis.

Vislumbrando la derrota

La última cuestión que atañó a las autoridades españolas respecto a sus homólogos en la Europa fascista fue la de su protección y ocultamiento tras la guerra. A finales del año 1943, estaba claro que el curso de esta había cambiado a favor de los Aliados.

Mussolini había sufrido un golpe de Estado y solo conservaba el control de la mitad del territorio de Italia gracias a la Wehrmacht, cuyas tropas paracaidistas le habían liberado de su prisión en los Apeninos para ofrecerle gobernar un nuevo Estado títere del III Reich germano: la República de Saló.

Los alemanes también habían vivido numerosos desastres en el campo de batalla, y algunos de los más altos jerarcas militares del país se cuestionaban la conveniencia de continuar luchando contra los Aliados occidentales.

El propio Walter Schellenberg, jefe de la sección de Información Extranjera de la organización de espionaje de las SS, el Sicherheitsdients des Reichfürers-SS (SD), envió a un agente de confianza a España para que intentara sondear las posibilidades de un pacto de paz entre Alemania y Occidente.

Su hombre, un capitán del cuerpo paramilitar del NSDAP llamado Reinhard Spitzy, se reunió con Allen Dulles, un funcionario de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) estadounidense que años después llegaría a ser director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en la ciudad suiza de Berna. Sin embargo, nunca consiguieron llegar a un acuerdo.

Un último refugio en Europa

La situación no había mejorado a comienzos de 1944. Durante el mes de marzo, Hitler ordenó que sus tropas ocuparan Hungría porque ya no confiaba en que el regente del reino, Miklós Horthy, que había sido su aliado en la campaña contra la Unión Soviética, se le mantuviera leal.

En junio, británicos y estadounidenses liberaron la ciudad de Roma y abrieron un nuevo frente al desembarcar en las costas septentrionales de Francia. Poco después, el Ejército Rojo inició una ofensiva en Bielorrusia y avanzó a toda velocidad hacia el río Vístula y la capital polaca: Varsovia.

Alemania se derrumbaba, y los Aliados sabían que su desplome iba a provocar la huida de muchos de los perpetradores de los terroríficos actos ejecutados por el régimen nazi en los territorios que este controlaba. Dados los vínculos entre las dictaduras de Franco y Hitler, parecía razonable pensar que el primero acogería a sus antiguos amigos y les proporcionaría una base en la que reorganizarse.

Hasta los primeros días del mes de septiembre, los que escapaban hacia España podían hacerlo a través de un paso habilitado en el sur de Francia. Pero, cuando la Wehrmacht se retiró de los Pirineos, la única posibilidad que tenían residía en los vuelos organizados por la compañía aérea Lufthansa entre Berlín y Barcelona. Esta ruta también fue cerrada el 17 de abril de 1945.

Guardando las apariencias

Mientras todo esto ocurría, la intensa germanofilia del Gobierno español había comenzado a transformarse en una actitud de simpatía moderada. Franco había sido un fiel aliado del Eje mientras este ganaba la guerra, pero su amistad con Hitler y Mussolini no era tan profunda como su deseo de mantenerse en el poder.

Además, las entrevistas que había mantenido en Hendaya (23 de octubre de 1940) y Bordighera (12 de febrero de 1941) con ambos líderes le habían hecho ser consciente de que, para ellos, él solo era un socio menor en el tablero internacional.

Por lo tanto, cuando los Aliados desembarcaron en el norte de África en noviembre de 1942, se cuidó mucho de intentar dificultar sus operaciones o de atacar la base británica en Gibraltar. Pocos meses después, al llegarle las noticias del desastre alemán en Stalingrado, la invasión de Sicilia y la caída de Mussolini, supo que su decisión había sido la más acertada.

El inicio de la política de distanciamiento con respecto al Eje lo marcó la destitución de Serrano Suñer como ministro de Asuntos Exteriores. El general monárquico Francisco Gómez-Jordana, uno de los más destacados anglófilos de la cúpula dirigente española, le sustituyó e intentó acercarse a EE. UU. y Gran Bretaña.

Asimismo, la División Azul, la unidad militar formada por «voluntarios» que España había enviado al Frente Oriental en 1941 para luchar contra los soviéticos junto a la Wehrmacht, fue repatriada por orden de Franco en noviembre de 1943.

La política «subterránea»

No obstante, todas estas medidas estaban destinadas a cubrir las apariencias. Aunque el dictador español no hubiera simpatizado con Hitler y Mussolini, la estabilidad de su propio régimen dependía de un delicado juego de equilibrios en el que los miembros de Falange, familiares políticos de los nazis y los fascistas, tenían un papel fundamental.

Los Aliados occidentales vigilaban de cerca a Franco y, según se acercaba el final de la guerra en Europa, le presionaban cada vez más para que entregara a los nazis que se refugiaban en España. Muchos de ellos habían conseguido fugarse y crear sofisticadas redes de evasión con la venta de los bienes expoliados a sus víctimas. Y todavía contaban con aliados en varios Gobiernos europeos y en El Vaticano.

El 8 de mayo de 1945, Alemania, con Hitler muerto y gran parte de su territorio ocupado, se rindió de forma incondicional ante sus enemigos. Pocos días antes, el último embajador nazi en España, Sigismund von Bibra, entregó dos toneladas de lingotes de oro «alemán» al director general de Política Económica del Ministerio de Asuntos Exteriores franquista, Emilio de Navasqüés.

El objetivo que tenía esta transferencia nunca ha sido determinado con seguridad, pero lo más probable es que Bibra creyera que esos fondos permitirían el resurgimiento de las organizaciones nacionalsocialistas en la península ibérica. Más tarde, Navasqüés dijo habérselos remitido a los representantes británicos de los Aliados en Madrid por orden directa de Franco, aunque nunca se han encontrado pruebas fehacientes de tal hecho.

La entrada en escena del catolicismo

Los vencedores de la Segunda Guerra Mundial tenían conocimiento de la mayoría de estos hechos y no pensaban perdonar a Franco sus antiguas amistades ni los juegos manipulatorios en los que intentaba introducirles. A pesar de ello, EE. UU. y Gran Bretaña tampoco querían derrocarle y fomentar el desarrollo de una posible «revolución comunista» en un punto de tanta importancia estratégica como España.

Durante los dos años que transcurrieron entre la rendición del Eje en Europa y el inicio de la Guerra Fría (1947-1991), el régimen franquista quedó excluido del nuevo orden internacional por su cooperación con Alemania e Italia mientras los líderes occidentales buscaban una fórmula que acabara con el caudillismo del general golpista sin que España deviniera en un Estado democrático susceptible a la influencia del «comunismo» soviético.

Franco se vio forzado a blanquear su dictadura para poder sobrevivir. La Falange siguió teniendo un gran poder en la sombra, pero, poco a poco, fue arrebatándole su protagonismo en la vida pública e institucional para dárselo a otro de los colectivos más importantes en los que se apoyaba: los tecnócratas católicos.

A esta estrategia respondió el nombramiento de Gómez-Jordana como ministro de Exteriores, a quien sucedieron José Félix de Lequerica y Alberto Martín-Artajo. Este último era miembro de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNdP) y habitual colaborador de Ángel Herrera Oria, director del periódico católico El Debate, en los tiempos de la II República (1931-1939).

Antes de su nombramiento como ministro de Exteriores, también fue presidente de la Junta Técnica de Acción Católica, y tenía un estrecho contacto con importantes cargos de la Iglesia española y del Vaticano. Era el hombre perfecto para limpiar la imagen de España en el exterior.

Los «malabares» de Martín-Artajo

Entre 1945 y 1947, los Aliados reclamaron a Martín-Artajo su colaboración para que les entregara a 750 personas a las que acusaban de haber realizado actividades de espionaje en favor del régimen nazi. Los altos cargos del Ministerio de Exteriores y de la Dirección General de Seguridad (DGS) detuvieron a 200 de ellas, pero la mayoría eran de segunda y tercera fila.

Las más importantes habían recibido la protección extraoficial del Estado español y se habían escondido con la ayuda de amigos situados en las altas jerarquías eclesiásticas y falangistas.

Los negociadores estadounidenses y británicos eran conscientes de que no podían presionar al Gobierno franquista. Desde un punto de vista jurídico, este tenía todo el derecho a admitir o rechazar las solicitudes de extradición de personas residentes en su territorio soberano.

Y, si los que enviaban estas solicitudes imponían sanciones económicas a España por rechazar sus peticiones, corrían el riesgo de hacer caer a Franco y provocar el «caos revolucionario» en un país desde el que se podía invadir con facilidad uno de los puntos clave para controlar el Mediterráneo: el peñón de Gibraltar.

Por eso intentaron planear un «acuerdo entre caballeros» con el Gabinete español. En octubre de 1947, le enviaron una lista con los nombres, apellidos y direcciones de los 104 agentes nazis más peligrosos que seguían viviendo en España. Y le explicaron a Martín-Artajo que, si esos individuos eran detenidos y repatriados, la cuestión de los refugiados alemanes quedaría solucionada de manera definitiva.

Lazar, la paradoja del nazismo

A continuación, se describen a algunos de los sujetos más relevantes del listado.

Uno de sus hombres más buscados era el agregado de prensa de la embajada alemana en Madrid: Josef Hans Lazar. Nacido en Constantinopla en 1895, era hijo de un funcionario del consulado austriaco en Estambul y una de las pocas personas de origen judío que colaboró con el NSDAP.

Fue un firme partidario de la anexión de Austria a Alemania en 1938, y llegó a España ese mismo año para trabajar como corresponsal de guerra en la Transocean News Service, una agencia de noticias propiedad del Ministerio de Propaganda alemán. Más tarde, se convirtió en jefe de prensa del III Reich en Madrid debido a su habilidad para publicitar la causa nacionalsocialista en la península ibérica.

Cuando su país fue derrotado, Lazar, que era un conocido coleccionador de objetos lujosos, se dedicó a saquear todos los bienes de valor de la embajada alemana ante la indiferencia de los funcionarios policiales españoles encargados de sellar y vigilar sus accesos. Nunca se planteó huir porque daba por sentado que Franco lo protegería, y estaba en la cierto.

Las autoridades españolas se negaron a que los Aliados lo repatriaran afirmando que tenía una grave enfermedad. En la década de 1950, pasado el peligro, llegaría a ser director comercial de una empresa madrileña y a escribir artículos de corte anticomunista en la prensa ibérica. Años más tarde, viajaría a Brasil y volvería a la capital austriaca de Viena, donde moriría en 1961.

Hoffman, el titiritero de la República Federal

Hans Hoffmann nació en Alemania en 1916, pero emigró con su familia a Barcelona cuando tenía 12 años. Sirvió en la Legión Cóndor, la unidad aérea de voluntarios germanos responsable del bombardeo de Guernica (1937), durante la Guerra Civil española.

En 1941, el NSDAP lo nombró intérprete del primer comandante de la División Azul, el general Agustín Muñoz Grandes, con quien había entablado una estrecha amistad a raíz de su servicio militar en las unidades sublevadas del Ejército español. Conspiró con este oficial y el general Juan Yagüe, conocido como el «carnicero de Badajoz», para que España entrara en la Segunda Guerra Mundial del lado del Eje.

Tras el final de la contienda, se estableció en Marbella y no fue extraditado gracias a la labor diplomática de las autoridades franquistas. En 1954, actuó como traductor del falangista Rafael Cavestany de Anduaga, ministro de Agricultura del régimen, durante un viaje a Alemania Occidental.

Aprovechó la oportunidad para recabar contactos en el Gobierno de Bonn, manteniendo unas relaciones especialmente cordiales con el ministro federal de Asuntos Especiales de uno de los Gobiernos del canciller Konrad Adenauer: Franz Josef Strauss. Debido a su papel como mediador entre los dos Gobiernos, fue nombrado cónsul honorario de la República Federal alemana en Algeciras en 1961 y cónsul honorífico en Málaga en 1974.

Desarrollaría varios negocios con su amigo y socio José Antonio Girón de Velasco, un falangista radical que había sido ministro de Trabajo durante los primeros años de la posguerra, en la Costa del Sol. Murió en octubre de 1998.

Bernhardt, el «cerebro» económico del NSDAP en España

Johannes Bernhardt fue el dirigente del mayor conglomerado empresarial alemán sito en España durante los años 1930 y 1940. Nació en Osterode en 1897. Creció en una familia de comerciantes y, después de luchar en el Frente Oriental durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y de ser condecorado con la Cruz de Hierro por su valentía en el combate, se convirtió en uno de los más exitosos empresarios de Hamburgo.

Pero la próspera compañía naviera que poseía quebró por los efectos de la grave crisis económica de 1929, por lo que se vio forzado a emigrar al Marruecos español, donde se afilió al NSDAP cuatro años más tarde.

Cuando se produjo la sublevación militar contra la II República española, fue Bernhardt quien convenció a Hitler de que apoyara a Franco. También fue uno de los fundadores de la Sociedad Hispano-Marroquí de Transportes (HISMAS), el negocio «tapadera» que los alemanes utilizaron para enviar suministros bélicos a los rebeldes españoles.

Con posterioridad, sería el líder de la Sociedad Financiera Industrial (Sofindus), un consorcio empresarial alemán que velaba por los numerosos intereses del III Reich en España. Los éxitos económicos de sus proyectos provocarían que se le concediera el título honorífico de coronel de las SS, aunque también le granjearían la enemistad de los Aliados.

Estos intentaron repatriarlo, pero Franco, quien le estaba agradecido por los servicios prestados en la Guerra Civil, le protegió de todas las amenazas y llegó a otorgarle la nacionalidad española en 1946.

En los últimos 1940, se trasladó a Denia y creó la productora Sagitario Films para blanquear todos los ingresos que le habían reportado sus actividades en favor de los nazis. En 1953, se trasladó a Argentina, donde siguió dedicándose al comercio. Falleció en Múnich en 1980.

Liesau, el «marchante» de simios del III Reich

En la actualidad, se posee escasa información sobre el doctor Franz Liesau Zacharias. Se sabe que llegó a España muy joven, en la década de 1920, y que poseía un título en Ciencias Naturales. También que, cuando emigró, se dedicó a trabajar en la Tabacalera durante unos años y que vivió la Guerra Civil en Sevilla.

Alguno de los residentes de la comunidad hispano-alemana informó a los representantes del III Reich en España de que Liesau estaba incumpliendo el deber de servir en las filas de la Wehrmacht, así que este, para evitar ser enviado al Frente Oriental, no tuvo más remedio que poner sus conocimientos científicos a disposición del Abwehr.

Según los informes emitidos por los servicios de espionaje de los Aliados, sus frecuentes viajes al Protectorado marroquí y a la colonia española de Guinea Ecuatorial tenían como objetivo la adquisición de monos que pudieran ser utilizados para fines experimentales. Uno de ellos era el de la propagación de espantosas enfermedades en los campos de concentración.

Después de la guerra, el doctor conseguiría la nacionalidad española y trabajaría en negocios relacionados con la maquinaria. Moriría en 1992, con 84 años, en el número 52 de la calle Alcalá, en pleno centro de la capital española.

Stauffer, la directora de la fuga nazi a Sudamérica

Clara Stauffer nació en Madrid en 1904. Era hija de Konrad Stauffer, el químico alemán que fundó la fábrica de cervezas Mahou. Los exitosos negocios de su padre le costearon una privilegiada educación en el extranjero que pudo sumar a sus ya de por sí extraordinarios talentos deportivos e intelectuales.

Fue amiga de Pilar Primo de Rivera, la hermana del conocido líder falangista José Antonio Primo de Rivera e hija del dictador Miguel Primo de Rivera. Fue miembro de la Sección Femenina de Falange. La Oficina de Prensa y Propaganda de esta organización funcionó a sus órdenes durante la Guerra Civil.

Era una ferviente admiradora de Hitler, Mussolini y Franco, y, tras la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, se dedicó a gestionar varias de las redes de huida que los nazis habían instalado en España.

No solo se dedicaba a ocultar a los perseguidos de las SS y la Wehrmacht en su propio país, sino que se encargaba de organizar su traslado a naciones latinoamericanas como Argentina, Paraguay, Uruguay, Brasil o Chile. Con la «generosa» ayuda de la Iglesia y del régimen franquista, convirtió su piso del madrileño barrio de Argüelles en un centro de operaciones desde el que proporcionaba nuevas identidades y vestimentas a los fugitivos.

El evadido más conocido al que ayudó fue el teniente coronel de las SS Adolf Eichmann, uno de los máximos planificadores del Holocausto y el responsable de la aplicación de la «solución final» en los campos de exterminio construidos por los nazis en Polonia. Eichmann huyó a Argentina, donde vivió oculto durante dos décadas hasta que un equipo del Mossad, el servicio secreto israelí, lo secuestró y lo llevó a Israel. Allí, se celebró un juicio en el que se le condenó a muerte por genocidio. Murió ahorcado en 1962.

Stauffer fue la única mujer a la que los Aliados nombraron en la «lista negra» enviada al Ministerio de Exteriores español. El motivo que alegaron para ello fue el de que había colaborado en la fuga de más de 800 alemanes buscados por la justicia. Sin embargo, Franco no permitió que rindiera cuentas por sus actos. Falleció en el mes de octubre de 1984 en Madrid. Tenía 80 años.

Spitzy, el negociador de Schellenberg

Reinhard Spitzy nació en Graz en 1911. Era el hijo del médico de cabecera del emperador de Austria. Por ello, se educó junto a otros miembros de la nobleza del país en un convento de monjes benedictinos. Pasó su juventud militando en varios grupos: las juventudes católicas, la milicia nazi de las Sturmabteilung (SA) y las SS.

Participó en el fallido golpe de Estado de julio de 1934, promovido por los nazis austriacos contra el canciller austrofascista Engelbert Dollfuss. Pero el putsch fracasó y él tuvo que exiliarse en Alemania, donde Rudolf Hess, el secretario personal y principal lugarteniente de Hitler, le reclutó para que trabajara como diplomático del III Reich.

Spitzy actuó como ayudante del ministro de Exteriores alemán, Joachim von Ribbentrop, cuando este era embajador en Londres. También sirvió como analista internacional del Abwehr bajo el mando del almirante Canaris.

En 1942, el príncipe austriaco Maximiliano Hohenlohe, un amigo que era representante de la empresa armamentística Skoda-Brunner en España, le ofreció trabajar como organizador de una inspección rutinaria de su material. Spitzy aceptó el trabajo y pudo salir de Alemania gracias a los manejos del jefe del SD, Walter Schellenberg, quien, además, le encargó la misión de contactar con los Aliados occidentales para pactar la paz a espaldas de Hitler.

El oficial austriaco solo llevó a cabo un único intento respecto a este asunto, y no obtuvo resultados positivos. Aun así, siguió viviendo en España con su mujer y sus hijos. Primero en Madrid, y, después de que se produjera el intento de asesinato de Hitler en julio de 1944, en la localidad cántabra de Santillana del Mar. Allí, permaneció escondido de los SS de la línea dura, que consideraban a Spitzy un traidor por su asociación con Canaris, y de los Aliados.

Cuando estos le incluyeron en la lista de los nazis que debían ser repatriados, el capitán de la organización paramilitar del NSDAP recurrió a sus amigos en la Iglesia, que le ocultaron durante años y le presentaron al general Juan Yagüe para que pudiera venderle los planos de fabricación del cohete antiaéreo ZB60.

Con el dinero que le proporcionó esta transacción y la ayuda del coronel Carlos Alberto Vélez, agregado militar argentino en Lisboa y Madrid, consiguió huir a Argentina con su familia. En 1958, pudo regresar a Austria. Residió en Maria Alm am Steinernen Meen hasta su muerte, en el año 2010.

Lipperheide, los magnates colaboracionistas en el País Vasco

Los hermanos Friedrich y José Lipperheide nacieron en Neheim en 1898 y 1906. Emigraron al País Vasco huyendo de la crisis económica que había sumido a Alemania en la miseria tras la Primera Guerra Mundial y fundaron la empresa Lipperheide y Guzmán S.A., dedicada a los sectores de la minería y la metalurgia.

El periodista Ferrán Barber afirma que «existen numerosas evidencias de que, en primer lugar, colaboraron estrechamente con un holding alemán llamado IG Farben involucrado en los asesinatos perpetrados en los campos de exterminio y, en segundo lugar, proporcionaron al III Reich materias primas estratégicas que permitieron al Führer mantener su pulso bélico y, por lo tanto, seguir aniquilando judíos, gitanos y opositores políticos».

Tras el derrumbamiento del régimen nazi, colaboraron en la organización de las redes de huida en España. Los Aliados les incluyeron en su lista de 104 nombres citando a Friedrich como integrante de las SS y miembro de la Organización de Espionaje de la Marina en Bilbao.

Nunca pudieron repatriarles debido a sus contactos con altos cargos del régimen, entre los que se encontraban el cardenal, arzobispo de Toledo y primado de España, Enrique Plá y Deniel, y el político carlista Esteban Bilbao, presidente de las Cortes franquistas.

José fue secuestrado por la organización terrorista nacionalista vasca Euskadi Ta Askatasuna (ETA) en la década de 1980, pero fue liberado de su cautiverio y murió en Pamplona en 1986. Su hermano Friedrich falleció en el año 2010, en Bilbao.

Moser, el exitoso empresario nazi de Cataluña

Existen pocos datos públicos sobre la figura de Karl Andress Moser. La documentación disponible acredita que se afilió al NSDAP en 1933 y que fue un destacado hombre de negocios en Cataluña. Dirigía los laboratorios Merck, y los utilizó como tapadera para extender una sofisticada red de espionaje nazi por Barcelona.

Contactaba con frecuencia con el coronel de las SS Karl Resenberg, cónsul alemán en Barcelona y cercano amigo de Heinrich Himmler, líder de la organización paramilitar del NSDAP, y de Von Ribbentrop. Envió a sus hijos a luchar al norte de África bajo el mando del mariscal de campo Erwin Rommel, conocido como el Zorro del Desierto.

Además, una de sus empresas, Aduanas Pujol-Rubio, estaba implicada en las actividades de expoliación de obras artísticas iniciadas por las tropas de Hitler en los países que habían ocupado. A pesar de ello, nunca fue extraditado porque los funcionarios franquistas le consideraban un líder empresarial demasiado importante como para dejarle marchar.

Kutschmann, el genocida de Polonia

Walter Kutschmann nació en Dresde en 1914. Se unió a las Juventudes Hitlerianas en 1928 y al personal terrestre de la Luftwaffe, la rama aérea de la Wehrmacht, en 1932. En 1936, se integró como voluntario en la Legión Cóndor y, terminada la Guerra Civil española, pasó a ser uno de los secretarios del cónsul alemán en Cádiz.

No se quedó mucho tiempo allí. Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, se trasladó a Leipzig, ciudad en la que fue reclutado por las SS. Ascendió al grado de teniente y estuvo a cargo de uno de los escuadrones de la muerte que rastreaban los territorios ocupados por Alemania en busca de judíos, gitanos y otros sujetos considerados «indeseables» por Hitler.

Cometió crímenes de guerra y genocidio en las ciudades polacas de Lvov, Brzezany y Drobobyca durante el verano de 1941. Fue el responsable del asesinato de más de 3.000 civiles polacos, entre los que había mujeres y niños. En 1944, se le ordenó trasladarse a París para actuar como jefe de la temible policía política nazi, la Gestapo, en Francia.

A finales de ese mismo año, desertó y entró en España. Las autoridades le recluyeron de manera provisional en el campo de concentración burgalés de Miranda de Ebro. Cuando fue puesto en libertad, se le proporcionó un pasaporte falsificado a nombre de un sacerdote carmelita, Pedro Ricardo Olmo Andrés, y se refugió en la ciudad costera de Vigo.

Desde allí, cruzó el Atlántico en barco hasta llegar a Argentina. La Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) no pudo capturarle hasta 1985. Dado su frágil estado de salud, fue internado en un hospital prisión bonarense en el que falleció por un ataque cardiaco un año más tarde.

Heinemann, el «señor» de la noche de Barcelona

La lista de los Aliados caracterizaba a Hans Heinemann, que emigró a Barcelona en 1943, como «uno de los alemanes más peligrosos». Dirigió una organización nazi que actuaba en Francia, Córcega y España.

Colaboró con los funcionarios policiales españoles en la detención de opositores al régimen y tuvo dos clubes nocturnos, el Bar Cádiz y La Jungla, en los que reclutó y gestionó a sus espías. Los vencedores de la Segunda Guerra Mundial le buscaban porque había asesinado a dos aviadores canadienses derribados en Francia que intentaban huir a territorio español a través de los Pirineos.

En julio de 1944, fue acusado de participar en la conspiración militar contra Hitler y tuvo que esconderse en Sitges.

Von Merode, el torturador de San Juan de Luz

El rastro documental dejado por Rudolf von Merode es escaso. Se ha constatado que fue uno de los más eficaces torturadores de la SD en Francia y España. Era conocido por aplicar la técnica del «baño de hielo» a sus víctimas. La última vez que se le vio fue en Figueras, al otro lado de la frontera pirenaica.

Delfanne, el infiltrado en la Resistencia francesa

George Henri Delfanne nació en Bruselas en 1913. Se afilió al Partido Rexista, la formación política ultraderechista más importante de Bélgica, antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial, y fue reclutado por el Abwehr para averiguar qué posiciones ocuparía el Ejército belga en el caso de una eventual invasión alemana.

Cuando la Wehrmacht aplastó a Francia y sus aliados continentales durante la campaña de la primavera de 1940, Delfanne se trasladó a territorio francés para actuar a las órdenes de la Gestapo, infiltrándose en varias redes de la Resistencia. Estuvo implicado en las torturas y los asesinatos de más de 200 personas.

Huyó a España tras el golpe de julio de 1944 y la detención del almirante Canaris. Se hizo socio de Alois Miedl y de Adrien Otlet Linden, que se dedicaban al tráfico ilegal de las obras artísticas expoliadas por los nazis a sus víctimas, y también se relacionó con el agregado de prensa de la embajada alemana, Lazar.

Pocos meses después, un equipo de policías franceses que había pasado la frontera de incógnito estuvo a punto de secuestrarlo. Las autoridades españolas arrestaron a los funcionarios, aunque Delfanne no pudo reírse de su fracaso durante mucho tiempo.

En 1945, volvió a Alemania, donde vivió el fin de la guerra y fue capturado. Entregado a Francia, se le juzgó y condenó a muerte. Murió fusilado el 1 de octubre de 1947 en un castillo situado a las afueras de París.

Laval, el primer ministro colaboracionista de Pétain

Pierre Laval nació en Châteldon en 1883. Estudió Derecho en París y, durante los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX, actuó como abogado laboralista para los obreros sindicados en la Confederación General del Trabajo (CGT) francesa.

Militó un tiempo en las filas de la Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO), llegando a ser alcalde del suburbio parisino de Aurbilliers y diputado de la Asamblea Nacional de la III República (1870-1940).

Se alejó de la ideología socialista durante la década de 1920. Su pensamiento evolucionó hacia posiciones más conservadoras y acabó ocupando varios ministerios y presidencias de los diversos Gobiernos formados entre 1925 y 1935. Tras la ascensión del nazifascismo en Europa, Laval se convirtió en un firme partidario de la línea apaciguadora y colaboracionista con respecto a Alemania y a Italia.

En 1940, cuando Francia fue invadida por la Wehrmacht y el mariscal Philippe Pétain anunció el fin de la III República y su proclamación como presidente del régimen títere de Vichy, Laval se convirtió en uno de los más leales colaboradores del régimen nazi y en primer ministro del nuevo «Estado» francés. Ordenó la labor represiva de las nuevas fuerzas policiales francesas contra la Resistencia y apoyó a organismos criminales hitlerianos como la Gestapo en la ejecución de sus políticas antisemitas.

La reconquista de Francia en 1944 obligó a Laval y a su equipo ministerial a huir al castillo de Sigmaringen, en territorio alemán. Más tarde, utilizaría su amistad con el ministro de Exteriores español, José Félix de Lequerica, para conseguir refugio en la península ibérica junto con Abel Bonnard, ministro de Educación Nacional de Vichy, y Maurice Gabolde, ministro de Justicia.

Aun así, sería deportado a petición de los Aliados y juzgado por traición y colaboracionismo con los alemanes, crímenes de los cuales resultó culpable. Fue fusilado en el patio de la prisión de Fresnes el 15 de octubre de 1945.

Burbach, el primer plenipotenciario nazi en España

Friedhelm Burbach fue uno de los militantes históricos del NSDAP y el primer comisionado de Hitler en España y Portugal. Se aproximó a los sectores sociales más conservadores de los dos países para ampliar la influencia nazi en la zona, y llegó a fundar negocios en Barcelona, Vigo y Bilbao.

Fue una de las personas que convenció a Hitler para que apoyara a los militares sublevados durante la Guerra Civil española. En 1939, le nombraron cónsul general en Bilbao, desde donde organizó una de las numerosas redes de espionaje nazis que actuaron en España en los años 1940.

Perseguido por los Aliados, fue escondido por el régimen franquista en distintos refugios de Cantabria, el País Vasco y Burgos. Murió en un accidente de tráfico en 1959.

Dregelle, el comandante de la Legión Valona

León Degrelle nació en Bouillon en 1906. Provenía de una familia de emigrantes franceses que habían huido de su país ofendidos por el laicismo de la III República. Militó durante un tiempo en el Partido Católico Belga (PCB), el cual abandonó en 1935 para fundar el Partido Rexista, inspirado en la organización fascista de Mussolini.

En el verano de 1940, al producirse la derrota de Francia y la invasión alemana de la mayor parte de Europa Occidental, Degrelle, que también era antisemita, se mostró como un hábil aliado de los nazis en Bélgica. Al igual que Franco creó la División Azul para que esta apoyara a los ejércitos de Hitler en el avance contra la Unión Soviética, el ultraderechista belga fundó la Legión Valona, que combatiría bajo su mando en territorio soviético.

En mayo de 1945, ostentando el cargo de comandante de las SS y habiendo retrocedido de nuevo con su unidad hasta territorio alemán, escapó a España en el avión personal del ministro de armamento del Reich, Albert Speer. El régimen franquista le protegió de las reclamaciones de los Aliados y del Gobierno de Bruselas, que le había condenado a muerte por traición.

Pasó varios años escondido en Extremadura y luego se trasladó a la Costa del Sol. Durante los últimos años de su vida se convirtió en una de las figuras públicas más reverenciadas por los grupos neonazis de toda Europa. Siempre negó la existencia del Holocausto, por lo que llegó a ser multado pero no encarcelado. Murió en marzo de 1994, con 87 años.

Winzer, el instructor de la policía política franquista

Paul Winzer nació en Cottbus en 1908. Estudió Derecho en Breslau y Berlín, aunque no pudo obtener su título de abogado porque suspendió los exámenes finales. En la década de 1930, se afilió al NSDAP y fue integrado en las SS. También ingresó en la Kriminalpolizei y la Gestapo.

En 1936, Himmler le ordenó viajar a España para, entre otras cosas, vigilar a los exiliados izquierdistas alemanes que debían participar en las Olimpiadas Populares de Barcelona. En noviembre, Winzer se convertiría en el agregado policial de la embajada alemana en Madrid. En realidad, como jefe de la policía política nazi en territorio español, fue el encargado de monitorizar las actividades de los alemanes que residían en la península ibérica.

Según se acercaba la victoria del bando sublevado en la Guerra Civil española, Winzer colaboró con el general Franco enseñando a sus hombres cómo construir campos de concentración para albergar a los presos republicanos y entrenando a los funcionarios de la Brigada Político-Social (BPS), la nueva policía política del régimen.

Algunos investigadores afirman que murió en septiembre de 1944, cuando un avión en el que supuestamente viajaba fue derribado por los Aliados mientras atravesaba Francia. No obstante, existen documentos que aseguran que estaba vivo en febrero de 1945.

Bremer, el «conquistador» de Mariupol

Gerhard Bremer nació en Delligsen en 1917. Se alistó como alférez en la 1ª división Leibstandarte SS Adolf Hitler en 1938 y participó en casi todas las campañas militares alemanas hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial: los Sudetes, Polonia, Holanda, Yugoslavia, Grecia…

Durante la invasión de la Unión Soviética, se destacó en la toma de la importante ciudad portuaria ucraniana de Mariupol. En 1944, fue acusado como criminal de guerra al ser partícipe de la ejecución de prisioneros de guerra canadienses en el pueblo normando de Putot-en-Bessin. Aun así, fue condecorado por cubrir la retirada de las tropas alemanas destacadas en Francia.

A finales de 1944, fue parte de las fuerzas germanas que lucharon en la batalla de las Ardenas. Durante los últimos meses del conflicto, fue destinado a Hungría y Austria, en la última de las cuales se rindió ante las fuerzas soviéticas. Cumplió condena como prisionero de guerra en Francia, aunque fue liberado en 1948.

Emigró a la localidad española de Denia, punto de referencia para muchos exiliados nazis, donde mantuvo relaciones con Otto Skorzeny, Johannes Bernhardt, Anton Galler y otros conocidos criminales nazifascistas. Falleció en octubre de 1989.

Skorzeny, el comando favorito de Hitler

Otto Skorzeny nació en 1908 en Viena. Se crio en el seno de una familia de clase media con ideas nacionalistas radicales provocadas por los efectos del Tratado de Versalles (1919) sobre Austria. Estudió Ingeniería en la Universidad de Viena.

En los 1930, se afilió al NSDAP y a las SA. Cuando se inició la Segunda Guerra Mundial, sirvió en dos de las divisiones de élite de las SS: la 1ª división Leibstandarte SS Adolf Hitler y la 2ª división SS Das Reich. Participó en varias de las campañas más importantes de los conflictos y se convirtió en el líder de una unidad de comandos de operaciones especiales conocida como Friedenthal.

Se distinguió dirigiendo: el rescate de Mussolini, un intento de asesinato del partisano comunista yugoslavo Josip Broz Tito, la captura y traslado a Alemania del almirante Horthy, el desbaratamiento en Berlín del golpe de Estado contra Hitler, un engaño orquestado contra las tropas estadounidenses en la ofensiva de las Ardenas, la línea de defensa del río Óder en la batalla de Berlín y un intento de sabotaje sobre el puente Ludendorff en el Rin.

Sus últimas órdenes fueron las de organizar la defensa del último baluarte nacionalsocialista alemán: el «Reducto Alpino», en el lago Toplitz. Cuando descubrió que este nunca se había construido, Skorzeny se entregó como prisionero ante un destacamento de las tropas estadounidenses.

Pasó dos años en diferentes campos de presos construidos por los Aliados en Alemania. Se le juzgó en Núremberg por diversos crímenes, pero se le declaró inocente de todos los cargos. Tras ser liberado, marchó a España, donde trabajó como ingeniero para importantes compañías acereras alemanas. También participó en diversos proyectos de espionaje relacionados con la Guerra Fría.

Fue un nazi convencido hasta el final de su vida. Murió en julio de 1979 en Madrid, donde fue incinerado. Sus restos fueron enterrados en el panteón de su familia en Viena después de ser objeto de varios homenajes neonazis en buena parte de Europa.

Jugler, el escolta del Führer

Wolfgang Jugler nació en 1922 en Austria. Fue el líder de la escolta personal de Adolf Hitler y el jefe de una unidad SS que estuvo implicada en las matanzas masivas de judíos en Polonia y en otros crímenes cometidos por los nazis durante la guerra.

Después de ella, se estableció en Marbella como «diseñador gráfico». Nunca se avergonzó de su pasado. De hecho, un gigantesco retrato del Führer colgó de una de las paredes de su apartamento malagueño hasta su fallecimiento, que se produjo en el año 2011.

Pattis Joustra, el encarcelador de los judíos de Ámsterdam

Hauke Bert Pattis Joustra nació en Holanda en 1920, pero adoptó la ciudadanía alemana en 1941. Fue condenado a cadena perpetua en su país de origen por la comisión de crímenes de guerra como segundo al mando de la compañía de instrucción de reclutas de las Waffen-SS, que entre los años 1942 y 1943 arrestó a más de 2.000 judíos escondidos en Ámsterdam.

Tras la caída de Alemania, estuvo detenido en un campo de prisioneros de guerra hasta noviembre de 1946, fecha en la que consiguió iniciar una fuga que le llevaría hasta España por las Repúblicas Federal y Democrática de Alemania, Sudáfrica y Francia. Fue capturado por las autoridades españolas cuando cruzaba la frontera pirenaica en una moto, aunque un exmando de las SS en Madrid utilizó su influencia para liberarle.

Se estableció en Oviedo, donde se casó y engendró cinco hijos españoles. Una década después de su llegada, consiguió la nacionalidad, lo que le evitó ser deportado a España para que respondiera por sus crímenes. Dirigió una academia de idiomas y se alejó de cualquier actividad política hasta su muerte, acaecida en marzo de 2001.

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