La votación para elegir al nuevo jefe del Estado rumano se tendría que haber dirimido a finales del año pasado, pero el Tribunal Constitucional decidió anular los resultados de la primera vuelta de las elecciones.
Es una enorme multitud indignada que comienza a corear lemas y a soltar pitidos a través de pequeños silbatos con la finalidad de llamar la atención sobre la batalla que sostiene contra un Estado que, según sus miembros, no se hace cargo de sus competencias.