Se permiten el lujo de gastar cientos de millones de euros en ser el perro faldero de un imperio que se desmorona, presidido por un tipo senil que es incapaz de recordar el nombre de su acompañante.
Por Jesús Ausín
Al sur de la colina, dónde el Maravillas se hace río con las aguas de los numerosos arroyos y encañados que recorren el humedal, se abre la llanura en la que antiguamente crecían hermosas sabinas, sauces, encinas y robles. La pobreza de unas tierras duras, arcillosas en numerosos lugares del término municipal y areniscas en la mayor parte, hicieron creer a los pequeños labradores que era buena idea destroncar el monte bajo para dedicarlo a la siembra de cereal.
Como no contaban con una economía boyante que les permitiera emprender la tala y apeo del monte con fondos propios y el Ayuntamiento, bastante tenía con aportar los terrenos municipales a la economía de subsistencia de las familias que vivían de la labranza, el Anselmo, que era el más avaro y al que se le ocurrió la idea de convertir el soto en tierra de labor, también había buscado la solución para el destronque sin coste aparente para sus convecinos. Esta idea era bien sencilla. Él, era un empresario que tenía excavadoras. Y, se comprometía a talar y quitar tocones de las cuarenta hectáreas de monte bajo a cambio de labrar las tierras durante veinte campañas seguidas. Con lo que sacara de la siembra y recogida del cereal, se daría por pagado. Y así lo hicieron.
Pero el negocio de labrar unas tierras cuyo suelo es de cascajo, estaba precisamente en los primeros años de siembra cuando la capa superficial de humus resultante de la putrefacción de las hojas de los robles y de los sauces que mudaban todos los años y las que iban renovando más lentamente sabinas y encinas, estaba intacta. Según fueron pasando los años, los nutrientes fueron desapareciendo, hasta el punto de que, pasados veinticinco años desde que el monte se convirtió en rastrojo, ninguno de los vecinos quería sembrar las parcelas municipales que les habían tocado en sorteo porque era más el gasto en abonos químicos que el ingreso por las fanegas de cebada o trigo recogidos.
Así, había desaparecido el sabinar y con él la mayor parte de los humedales en los que antaño crecían los sauces. Así, cuarenta hectáreas de llanura, a cincuenta metros del casco urbano, se habían convertido en un páramo donde la hierba y los cardos crecían a sus anchas y dónde en los meses de mayo y octubre, podías ver decenas de personas con la mirada fija en el suelo, en busca de rebozuelos, setas de cardo y de carrerilla. Así, cuarenta y cinco años después del estropicio medioambiental, el mismo caradura que había propuesto librarse del monte para convertirlo en sembrado, había conseguido sacar adelante primero una urbanización con más de quinientos chalets que la crisis del ladrillo había dejado solo en cincuenta, y ahora atacaba de nuevo con el proyecto para que una empresa cárnica colocara 2.700 jaulas en las que meter otras tantas cochinas criaderas.
Entre tanto, el pueblo se había modernizado y sacaba el agua para el abastecimiento público del único manantial que aún quedaba en el antiguo sabinar. El Anselmo, que vivía en la parte alta del pueblo, a resguardo del viento del este por la ladera del Alto de las Viñas y que tenía agua corriente en casa desde siempre, sacada de un pozo horadado en lo más alto del cerro, era consciente de que los cerdos podrían contaminar el acuífero de dónde se sacaba el agua que abastecía tanto al pueblo como a los chalets. Pero, para él, lo único importante eran los miles de euros que se llevaría, bajo cuerda, de la cárnica si al final lograba convencer a los vecinos para que dejaran instalar los millares de cerdos en el terreno municipal. Si venían mal dadas, él podría seguir bebiendo agua limpia sin problemas. Su pozo estaba mucho más alto que el cardizal y lo suficientemente resguardado del viento regañón como para que le llegaran los olores.
Su estrategia era sencilla: engañar a sus paisanos con promesas de trabajo y prosperidad. A los cerdos, se oponían todos los de la urbanización nueva que estaba aguas abajo del lugar escogido para instalar las jaulas y solo a una treintena de metros del límite establecido para la granja y muchos de los del pueblo que vivían en la parte baja del casco urbano a cincuenta metros del antiguo sabinar. A favor, los indeseables que creían que los cerdos traerían personas a sus negocios de bares y tiendas de alimentación, los que lo estaban por llevar la contraria a los de la urbanización, porque eran foráneos y los que creían que eso, daría vida a un pueblo cada vez más apagado, con menos gente y más paro.
Al final, el Anselmo, se llevó setenta mil euros en comisión, ganó la votación (si había sido elegido alcalde con todas las que había hecho antes, era de suponer). Industrias Cárnicas del frío (INCARFRI) instaló 3.500 cerdas y en dos años, el agua de abastecimiento público fue declarado insalubre. El pueblo tuvo que abastecerse de camiones cisterna a falta de otro manantial, porque el Anselmo, que perdió la votación para municipalizar el agua de su pozo, lo llevó a los tribunales. No se creó ningún puesto de trabajo porque todo estaba automatizado y los dos operarios los trajeron de fuera, y el pueblo solo sufría el tránsito de los camiones de cerdos sin que ninguno de los conductores parase ni a por agua.
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La guerra Ducados
Corría el año 2013, cuando en Ucrania, que era una república con un gobierno democrático, una insurrección armada llevada a cabo utilizando mercenarios, acabó alzando a los nazis al gobierno de la república. En aquel golpe de estado armado, el senador por Arizona John McCain, candidato a la presidencia del Imperio en 2008 frente a Obama, a quién acompañaba como vicepresidenta elegible aquella señora aún más ultra del Tea Party, Sarah Palin, se paseaba libremente entre las barricadas haciendo gala del apoyo del gobierno del imperio a los nuevos pretendientes a gobernantes del país. El nuevo gobierno ucraniano ilegalizó el Partido Comunista, comenzó una persecución de exterminio contra la población rusófona, y acabó instigando en 2014 una contramanifestación en Odessa dónde los prorrusos fueron arrinconados hasta el punto de no tener escapatoria y tener refugiarse en el edificio “Casa de los Sindicatos”, dónde los proucranianos comenzaron a dispararles desde la calle, arrojando cócteles molotov en el interior, que acabó provocando el incendio del edificio y la muerte de 50 personas.
Imaginemos que España comenzara a acumular militares, carros de combate y munición en la comarca de Jaca, porque Francia amenazara con dejar que Rusia fuera a instalar cabezas nucleares que apuntaran directamente a Barcelona y a Madrid. ¿Creerían ustedes que España estaría pensando en invadir Francia? Y si así fuera, ¿No sería para evitar una amenaza permanente contra su población?
El hijo del actual presidente de USA, Hunter Biden, obtuvo un puesto de dirección en Burisma Holdings en abril de 2014, la mayor empresa privada de Gas de Ucrania. Si bien el cargo se lo dio el depuesto presidente ucraniano por el golpe de estado de los nazis, Viktor Yanukovych, las sospechas de financiación de los demócratas desde Ucrania fueron uno de los caballos de batalla del derrotado Donald Trump.
Estos son los antecedentes de una situación catastrófica que puede llevar a Europa al caos, a los Estados Unidos a perder su tercera guerra consecutiva y a España al ridículo más espantoso, si es posible superar el servil comportamiento de la Sargento Ducados al frente del Ministerio de Defensa y el de lameculos oficial del imperio del fraude socialista. No debemos olvidar los intereses de USA para que el gas que ahora procede de Rusia, sea suministrado en barco desde Qatar.
De entrada, Alemania, dónde los gobiernos no tienen la función fundamental de servir a los intereses de bancos, eléctricas y holdings fascistas (también lo hacen, aunque disimulan), de momento, se han negado a hacer de matón de colegio y se niegan a una solución armada contra Rusia. Lógico si pensamos que Rusia es el principal suministrador de gas de la Unión Europea, que las guerras se saben por dónde empiezan, pero nunca cómo acaban y que la falta de suministro de gas podría provocar en la Unión una insurrección popular que acabara con todas las instituciones actuales. Eso, si una guerra con Rusia no acaba en un conflicto nuclear que nos mande a todos a criar malvas.
Este no pretende ser un artículo geopolítico porque entre otras cosas, no me siento capacitado para analizar todos los motivos por los que se ha llegado a la situación actual. Aunque como decía el otro día el señor Milikito (@sergiescudero1) en Twitter, si está la OTAN por medio (o el indeseable Borrell), yo siempre en contra y a favor del otro. Porque además de los intereses comerciales que el Imperio siempre tiene allá dónde quiera que sus empresas de armamento pongan la vista, hay causas internas del propio imperio que se desmorona a trozos, en el que Biden, con un 56 % de los norteamericanos en contra de su gestión, empieza a ver muy negra su reelección e incluso la de acabar su mandato aunque la ley de la vida no le llegara antes de esa fecha.
Lo que me parece increíble es que en este país de carcas en el que vivimos, la mayoría de la prensa casposa se posicione a favor de una guerra que España no puede ganar, que nos provocará un agujero económico insostenible y que sean tan simplistas como para llevar a cuñados a las mesas camilla televisivas, que hacen de expertos geopolíticos, que dicen cosas tan serias como que Rusia tiene el armamento oxidado que le dejó la URSS. Y es curioso que lo que vale para Rusia en una supuesta invasión de Ucrania, no valga para una invasión y genocidio real cometida por Israel en Palestina, en los Altos del Golán, en el Líbano o en Siria.
Somos muy de olvidar, pero aun recuerdo que la pregunta para la permanencia de España en la OTAN incluía no integrarse en su estructura militar, además de otros dos preceptos que tampoco se han cumplido. ¿Dónde está el tan manido respeto a la ley que los carcas del Régimen del 78 siempre tienen en boca?
Pero sobre todo, como vengo denunciando, lo que más me cabrea es la estupidez nacionalista del español medio que se cree que una guerra servirá para que España recupere un prestigio perdido, que prefieren que mueran sus jóvenes en un conflicto que nos pilla tan ajeno y, sin embargo, no sean capaces de ver que están dejando morir a los ciudadanos a base de desmantelar una sanidad que han desmontado hasta el punto de hacerla inservible (pruebas de diagnóstico a un año y medio vista) porque cualquier cáncer puede llevarte a la tumba por falta de un diagnóstico a tiempo. Lo que más me cabrea es que un partido muleta que es en lo que se ha convertido PODEMOS, siga en un gobierno de gentes sin escrúpulos que siguen trabajando para los poderosos en lugar de para sus votantes. Podemos se jacta de que ha acabado con el bipartidismo. Pero no es verdad. El gobierno de coalición lo hace como lo han hecho siempre los gobiernos del infiltrado de Carrero, González y como lo han hecho cuando han podido los del PP. De hecho, en esta cagada de la Sargento Ducados de enviar barcos y aviones a la frontera de Ucrania, el PP del precario intelectual, ya se ha posicionado a favor de la medida.
No solo nos están arruinando la vida a base de subidas de precios que ya no podemos asumir (recibos de la luz de 150 euros sin poder encender casi la calefacción, bombona de butano casi 20 euros, carne y verduras imposibles de comprar como judías verdes a 12 euros el kilo…), sino que además se permiten el lujo, con nuestro consentimiento, de gastar cientos de millones de euros en ser el perro faldero de un imperio que se desmorona, presidido por un tipo senil que es incapaz de recordar el nombre de su acompañante. Ucrania no es miembro de la OTAN, por tanto, España no está obligada a seguir las directrices del Imperio. Y puestos a ser nacionalistas, debemos recordar que en los conflictos de España con Marruecos, el Imperio y la OTAN, siempre se han posicionado a favor de Marruecos y no de su socio en ese instrumento imperialista de los yanquis.
España siempre ha sido una película de Berlanga, pero ahora es el argumento del Ángel exterminador de don Luis Buñuel.
Salud, feminismo, ecología, república y más escuelas.
¡No a la guerra!
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