En marzo de 2015 lanzó una operación militar contra el movimiento rebelde Houthi, aliado de Irán, tras este derrocar al gobierno yemení, a finales de 2014. Esta influencia iraní fue la esgrimida entonces por el presidente de EEUU, Barak Obama, para apoyar la intervención saudí.
Por Angelo Nero
“El contrato me parece necesario. Significa trabajo y nosotros somos constructores de barco, lo hemos hecho desde a época de los fenicios. En Arabia Saudí los derechos humanos no son respetados y estoy en contra de eso, pero mientras, ¿qué comemos? Hoy en día soy alcalde de esta ciudad y la responsabilidad es mirar por el interés de sus vecinos y la construcción de los barcos no va a acabar con la guerra en Yemen. Si no los hacemos nosotros, los harán otros. Quién me iba a decir que iba a defender un contrato de Navantia con Arabia Saudí, pero hay que ver la situación real de las familias de Cádiz.”
Con estos argumentos se defendía el alcalde de Cádiz, José María González, Kichi, en 2018, la construcción de barcos militares para la dictadura petrolera saudí, ante “el dilema de fabricar armas o comer”, frente a un Jordi Évole perplejo de que el anticapitalista –entonces miembro de Podemos y ahora de Adelante Andalucía- esgrimiera el razonamiento de “paz o pan”, del mimo modo que podría haberlo hecho su antecesora en el cargo, Teófila Martínez, del Partido Popular.
En marzo de 2017, Ignacio Robles, un bombero de la Diputación Foral de Bizkaia, rechazó participar en un retén de seguridad en el puerto de Bilbao, durante el embarque de un cargamento de bombas, con destino a Arabia Saudí, alegando motivos de conciencia, por entender que esas bombas serían utilizadas contra civiles, en la guerra de Yemen. El bombero fue sustituido y la carga mortal fue embarcada, pero este acto de desobediencia inició una campaña de movilizaciones, que continúan hasta hoy.
Joseba Sanz recogió la historia en el documental “La guerra empieza aquí”, donde se recoge el testimonio de Ina Robles, y de las manifestaciones contra la producción y exportación de armas que llevó a cabo el grupo antimilitarista KEM-MOC de Bilbao y Ongi Etorri Errefuxiatuak, a los que, posteriormente se uniría Greenpeace. En la película se documenta la fabricación de armamento en Euskalherria, en diversas épocas, y también viajan a Yemen, para mostrar los efectos de esas bombas y la labor del equipo de mujeres de la ONG “Solidarios sin fronteras”, que intenta mitigar los efectos de los bombardeos saudís, repartiendo comida en las escuelas e instalando depósitos de agua.
En marzo de 2015 lanzó una operación militar contra el movimiento rebelde Houthi, aliado de Irán, tras este derrocar al gobierno yemení, a finales de 2014. Esta influencia iraní fue la esgrimida entonces por el presidente de EEUU, Barak Obama, para apoyar la intervención saudí.
Esta misma semana arribó al puerto de Sagunto otro “barco de la muerte” saudí, el Bahri Jeddah, dispuesto a cargar sus bodegas con armas españolas para seguir masacrando al sufrido pueblo yemení. El buque llega en medio de un recrudecimiento de los bombardeos sobre Yemen, por lo que Amnistía Internacional ha pedido al gobierno español que suspenda “el suministro de armas, municiones y material de defensa asociado a la coalición, encabezada por Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, mientras siga habiendo un riesgo sustancial de que podrían emplearse para cometer o facilitar violaciones graves del derecho internacional en el conflicto de Yemen.”
Esta semana también se ha publicado un informe de la Unión Europea en el que España figura como el segundo suministrador de material bélico al régimen saudí. El informe Smoking Guns, del Tansnational Institute, no puede ser más claro: “Las armas y los equipos militares fabricados y autorizados en Europa y vendidos a terceros países provocan el desplazamiento forzado y la migración. Además, el comercio de armas está impulsado por las ganancias y está poco regulado; las armas europeas se utilizan directamente para desestabilizar países y regiones enteras y una vez que se comercializan las armas, y aunque se pueden rastrear, es virtualmente imposible controlar cómo pueden eventualmente usarse. Así mismo, los países europeos se encuentran entre los principales exportadores de equipos para armas letales en todo el mundo, y representan aproximadamente el 26% de las exportaciones mundiales de armas desde 2015. Los cinco principales exportadores de armas europeos son Francia, Alemania, Italia, España y el Reino Unido, que juntos representan el 22% de las exportaciones en el período 2016-2020.”
La guerra de Yemen ha dejado un país desolado, donde se cifra en un cuarto de millón las personas que han podido morir a causa de las bombas, el hambre y las enfermedades derivadas de la destrucción de infraestructuras civiles, colegios, mercados y hospitales. Dos millones de personas han perdido su hogar, 22 millones (de un total de casi 30) necesitan ayuda humanitaria, y 400.000 niños sufren malnutrición, a lo que hay que sumar la pandemia del Covid-19 y una epidemia brutal de cólera, en un país donde el sistema sanitario está colapsado.
“Si no lo hacemos nosotros, otros lo harán”, decía Kichi en Salvados. Es una excusa igual de válida para el tráfico de armas, para la explotación infantil o para la trata de mujeres, igual de válida para los que, ahora mismo, están bombardeando Yemen con bombas españolas.
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