Economía | ¡Es la economía, estúpido!

Por Xavier Tarazona @XavierTarazona | Ilustraciones de JRMora @JRMora


Cogida por los pelos esta frase, atribuida a James Carville, asesor de Bill Clinton en la campaña presidencial del 92, nos remite a la idea que todos nuestros males parten del momento en que una parte de la humanidad, generalmente minoritaria, necesita esclavizar al resto para su provecho personal. Los sistemas y las formas de ejercer esta opresión han ido variando a lo largo del tiempo, desde el uso de armas rudimentarias de los pueblos primitivos para someter a otras tribus, al uso de los “mercados” como arma letal para someter a toda la población mundial del actual capitalismo especulativo. También desde los tiempos primitivos, los oprimidos siempre han intentado librarse de ese dogal, sin demasiado éxito, todo se ha de decir, sobre todo después del gran fracaso de la aplicación práctica de una doctrina liberadora cómo es el marxismo. A día de hoy todavía no hemos encontrado un sistema económico que respete a las personas en todas sus dimensiones y procure por el desarrollo de la raza humana en convivencia y en armonía con la naturaleza.

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A pesar de todo, a partir de la Revolución Francesa en el siglo XVIII y a la lucha de organizaciones obreras durante los siglos XIX y XX, el sistema capitalista había mantenido un cierto equilibrio y los Estados un cierto control a favor de las clases más desfavorecidas, incluso firmando un acuerdo tácito a partir de la II Guerra Mundial de fomentar “estados del bienestar” en los países del Primer Mundo. El Estado fuerte ha garantizado medidas para la redistribución de la riqueza, sobre todo con gobiernos social-demócratas, incluso algunos estados nórdicos se declararon cómo capitalistas sociales. Nada más lejos de la realidad o de la deriva del sistema. El capitalismo especulativo no necesita aparatos productivos para dirigir el mundo, ya lo controlan a través de sus apéndices industriales financiados con su dinero, y, al mismo tiempo, sus “mercados” controlan los Estados. Estos últimos han sido arrasados desde dentro por los propios dirigentes políticos, como empresarios públicos, privatizando para las élites del dinero todo lo que es rentable (si es rentable para el sector privado, también es rentable para el sector público y estas ganancias se pueden reinvertir en inversiones públicas y en mantenimiento de servicios deficitarios. Los ingresos estatales de las privatizaciones son pan para hoy y hambre para mañana) y manteniendo en el sector público todo el que es deficitario, además de bajar impuestos para los más ricos y subir tasas para todo el mundo, que es la forma más injusta de tributación. Es una de las máximas de esta tropa de piratas de guante blanco escondidos detrás de la doctrina económica neo-conservadora dominante: privatizar los beneficios, socializar las pérdidas y no pagar nada de impuestos.

La teoría (y la práctica) de este capitalismo especulativo es escapar del control de toda forma de estado y crear una superestructura dirigente al margen de las normas y el control de los gobiernos para que toda la estructura productiva favorezca sólo a sus intereses, es más tienen a los Estados secuestrados con las deudas de dinero que los gobiernos piden para financiarse. Quién marca el paso de la economía no es ningún Estado u organismo supraestatal, sino esta élite del dinero que se retro-alimenta del mismo dinero que acapara. Esta situación ha sido propiciada por los mismos dirigentes políticos del mundo occidental, ya sea por convencimiento o por dejadez, la mayor parte de los políticos de la derecha occidental han abrazado entusiastamente desde hace años la teoría neoliberal (o neo-conservadora) que defiende esta posición y los llamados de izquierdas no han sido capaces de crear, o apoyar, un cuerpo teórico que prime el Estado frente los “mercados” y se han dejado arrastrar por estos de forma vergonzosa (el ejemplo más patente lo tenemos en la apresurada reforma en 2011 de la Constitución, art. 135, sobre el límite de déficit y pago prioritario de la deuda por encima de las personas, para dejarnos rendidos y vencidos a los pies de los “mercados”).

Esta casta financiera dirigente necesita cada vez más y más dinero para reforzar el poder que ya tienen, por lo que necesitan imperiosamente cargarse la mayor parte de los derechos conseguidos durante años de lucha por las trabajadoras y trabajadores de los países del primer mundo con dos objetivos claros: avanzar hacia la esclavización global del trabajo y servir de ejemplo a las trabajadoras y trabajadores de los países emergentes. Si por ellos fuera el modelo a seguir tendría que ser el del mercado laboral chino, donde la mayoría de los asalariados todavía trabajan por la comida y un lecho donde dormir, y las reformas laborales iniciadas en la mayoría de países desarrollados van en este sentido. Colaboradores necesarios son los dirigentes de los gobiernos de los diversos Estados que, o no han hecho nada para parar este latrocinio a sus ciudadanas y ciudadanos, o lo han favorecido, saqueando, de paso, las arcas públicas, así se explica la corrupción desbocada y el nulo rechazo social que genera, puesto que nos tienen donde querían, acojonados y desmovilizados (“Cuando la gente tiene algo que perder, siempre surge el miedo, y el sistema capitalista sabe manejar a la perfección ese miedo de los ciudadanos. Cuando los ciudadanos avanzan en la consecución de derechos, incluso cuando ejercen ciertos derechos libremente, el capitalismo se encarga de esparcir ciertas dosis de miedo. El miedo llega de manera individual y colectiva. Si a eso le añadimos que si desaparece la democracia, y lo está haciendo, las personas nos sentimos desamparadas y el miedo es brutal, porque sientes que no hay nada que te proteja, ni siquiera lo que debería hacerlo siempre, la ley, la justicia”. Susan George, Presidenta del Observatorio de la Mundialización).

Determinado el problema, hay que terminar dos cuestiones básicas para intentar cambiar esta situación: hacia donde se quiere ir y cómo se puede ir. Quizás nos podemos atrever a decir algunas cosas de ambas cuestiones, centrando las propuestas en nuestro Estado, sobretodo ahora con la que nos viene encima con un nuevo gobierno del PP, sustentado por la pseudo-izquierda del PSOE, que continuará las políticas neoconservadoras de ajustes y recortes sin piedad a la población en sistemas de protección social y fomentando más la precarización laboral y la desigualdad económica.

En la primera cuestión (a dónde) pensamos que tenemos que ir hacia un nuevo modelo de sociedad. Para plantear un modelo primero hay que definir el objetivo principal de este modelo. El objetivo principal que proponemos para el modelo es conseguir una sociedad más igualitaria, complementada por los adjetivos de justa, respetuosa (personal y social) y ecológica, donde las generaciones futuras tengan más posibilidades de vivir. Lo que se pretende es cambiar el modelo a favor de las personas. El modelo se tendría que definir con la participación amplia de organizaciones diversas y la población, pero, pensamos que tendría que incidir alrededor de dos cuestiones importantes: economía y protección social.

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En cuanto a la segunda cuestión (cómo), en primer lugar, partiendo de la situación actual, es necesaria la recuperación de la acción política (en el Parlamento, las Cámaras Autonómicas, los Ayuntamientos) y cívica (en la calle) que plante cara a las castas dominantes con exigencias firmes de recuperación y aumento de los gastos públicos en desarrollo social, principalmente en la educación (puesto que una sociedad desinformada, dormida, acrítica y pasiva es su garantía de pervivencia) y en emergencia económica (no se puede soportar un país con cerca de un 30% de la población en la pobreza o en riesgo inminente de pobreza), sin olvidar inversiones en la sanidad y los servicios sociales. Al mismo tiempo hay que forzar la limpieza total de corrupción en los ámbitos de decisión pública, expulsando de la vida política a todos los personajes manchados con esta lacra social y penal. La esfera pública es la única que puede recuperar los derechos y la dignidad de las personas maltratadas por su origen, por su situación económica o social o por su firme conciencia cívica. La educación de calidad y al alcance de todo el mundo es la única garantía de que las personas estarán capacitadas para enderezar la situación y crear expectativas de futuro. Las dictaduras, sean políticas, de dinero o de sistema productivo, sólo quieren personas analfabetas (reales o funcionales) que no cuestionen nunca su poder.

Es difícil hacer propuestas concretas para solucionar este desaguisado, pero lo cierto es que para solucionar problemas globales se tiene que empezar a trabajar desde el ámbito local, desde la base. Por un lado con la participación política en los ayuntamientos, tanto desde dentro como desde fuera, sea entrando a la institución para cambiarla, como presionando para que la institución cambie sus formas de actuación y que las inversiones sociales se apliquen donde hace falta para desarrollar una verdadera política de servicio a la ciudadanía. Han cambiado muchos ayuntamientos desde las elecciones del 2015, pero la gran mayoría de ellos parece que están funcionando sin un modelo claro de lo que quieren y como conseguirlo, puesto que no se nota demasiado su acción. Otros, en cambio, están marcando líneas de trabajo de éxito para ir cambiando el modelo económico y social de las desigualdades.

Por otro lado hay que ir buscando alternativas económicas (otra economía es posible fuera de los planteamientos neocons), puesto que se hace obligatorio un cambio de modelo económico, este cambio pasa para buscar alternativas personales y colectivas de trabajo para sortear la exclusión, huyendo de la precariedad y la marginación laboral, a través de la creación de nuevas formas de trabajo, autónomo o cooperativo, arraigadas en las necesidades de la sociedad más cercana, que aprovechen las capacidades de cada persona en toda su potencialidad y escapen económicamente de las derivas y las decisiones de los famosos “mercados anónimos”, la economía social quizás es el camino. Es evidente que para poder crear estas alternativas de modelo económico en formas de trabajo, tanto sean autónomos o empresariales de diversa naturaleza jurídica, hace falta una financiación económica, por lo que se tiene que encontrar quién la proporcione, ya que las entidades que se crearon hace más de cien años para esta función, las cajas de ahorro, han sido saqueadas, quebradas y malvendidas y ya nunca podrán cumplir su función fundacional. Podemos constatar que todavía quedan entidades financieras éticas, socialmente responsables y arraigadas en el territorio que pueden hacer este papel. También es imprescindible una actuación en este sentido, con compromiso y convencimiento, de la Administración Pública, fundamentalmente la Local y la Autonómica que es la más cercana, tanto favoreciendo y ofreciendo la formación necesaria, como fomentando y proporcionando la financiación económica.

Las propuestas son una opinión y como tal rebatible y/o ampliable, pero, es necesario abrir el debate del modelo que queremos, como se puede poner en marcha y las herramientas con las que contamos. Ahora lo que tocaría es ponerse a trabajar en este sentido.

 

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