Desde hace tiempo sobre Bolivia una de las constataciones y virtudes reconocidas del gobierno de Evo Morales ha sido el crecimiento económico sostenido, siendo a su vez patente una redistribución de la riqueza, hasta entonces inédita. De este modo podría explicarse, desde un punto de vista mercantilista, las sucesivas reelecciones y la alta aceptación del mandatario.
Sin embargo, en el desarrollo y progreso social no debe menoscabarse la relevancia que representa la cultura. Esta va más allá de toda estadística economicista, ya que representa una interacción inmediata de la persona y el contexto en el que vive. De este modo, como escribió Sascha Unamuno para el CELAG, «la revolución propuesta por Evo consideró una transformación más profunda que la distribución equitativa de la riqueza».
Durante este período «ya la mera aparición de Evo Morales, indígena, representó en lo simbólico un gran cambio», explica una experimentada actriz de teatro boliviana, que por la situación actual prefiere mantener el anonimato. «Antes de esto era impensable que una persona indígena asumiera este cargo. Mis abuelos decían que ese cargo era reservado solamente para hombres blancos y académicos», pero matiza que «en Bolivia realmente no se puede hablar de que tenemos una cultura, son culturas diversas que conviven de una o de otra forma. Tenemos 37 pueblos originarios reconocidos y cada pueblo tiene su cultura, además de la cultura que se desarrolla en las ciudades, que es de un carácter más occidental por decirlo de algún modo».
Así pues, con la llegada de Evo Morales este cambio simbólico llevo a que se permitiera «reafirmar mucho de la identidad cultural de cada pueblo. Antes incluso – asegura la actriz – no estaba bien visto que alguien hablara Aymara, por ejemplo. Había una mirada única y occidental de desarrollo que hacía que nos olvidáramos de nuestros orígenes, de donde venían tus abuelos y abuelas. Conseguían que se dejara todo atrás».
En lo concreto, y para esto, «un hecho importante es que Bolivia pasa de ser una República a ser un estado Plurinacional» tras la reforma constitucional, «donde se reconoce toda esta diversidad». Y es que como República «generalmente se generalizó, válgase la redundancia, y trató de homogenizar estas distintas miradas culturales».
Esto, según la actriz, que desempeña mayoritariamente su labor en las grandes urbes, no solamente ha tenido repercusión en las distintas comunidades, ya que «en las ciudades también se ha empezado a dar valor a lo popular».
En su caso específicamente, junto con su grupo, provenientes de El Alto, «hemos podido tener más acceso al uso de teatros municipales y a su vez se ha favorecido que haya un público distinto, gente de clase media baja», ante esta situación «nosotros también hemos respondido, nuestro grupo, cobramos la mitad que la mayoría, no porqué creamos que nuestro trabajo no es válido, sino que consideramos que debemos facilitar esa accesibilidad».
También es cierto, como bien expone la actriz, debemos considerar que «desde siempre en Bolivia la sanidad o la educación fue muy precaria, imagínate el arte y la cultura, es la quinta rueda, y aquí es donde debemos tener conciencia de clase y exigir primero escuelas o hospitales».
Y es bien cierto que la educación, al igual que la sanidad, supuso otro de los pilares de la gestión del gobierno de Evo. En la nueva constitución la educación se postuló como derecho humano universal, por lo que el estado debe ocuparse de garantizarla. Prueba del desarrollo en este ámbito, recurriendo de nuevo a Unamuno, «fue el incremento en la inversión, que pasó del 6% del PBI en 2006 al 9% en el 2018. Uno de los primeros programas que llevó adelante el presidente, fue el programa “Yo sí puedo seguir” de alfabetización de adultos, que se inició en el año 2006 y logró prácticamente erradicar el analfabetismo del territorio boliviano, pasando de un 13% a un 2,5%. Se calcula que alrededor de más de un millón de personas se beneficiaron con este programa entre el 2006 y el 2018.
Los esfuerzos por disminuir la población que no tiene ningún nivel educativo muestran un avance, ya que en el censo de 2001, 14 de cada 100 personas no tenían ningún nivel educativo completo, en tanto que en 2012 se redujo a 8 de cada 100 personas. Por el contrario, en 2001, se registró un 17% del total que alcanzó el nivel superior, y esta cifra asciende a un 24% en 2012″.
Aún y así, y retomando el aspecto del arte, «si que es cierto que también ha habido mayor circulante económico, la gente ha podido a acceder a un mayor número de funciones, pero no puede hablarse de una total democratización de la cultura, queda trabajo por hacer».
A partir de el golpe, y enlazado con lo simbólico, la actriz expone claramente que «la primera imagen que nos llega de frente es el ingreso en el palacio con la biblia en mano y la quema de la whipala, que representa a nivel cultural una gran indignación en el seno social… Nunca más ritos satánicos… Esto significa volver al gigante retroceso. Ahora mayoritariamente parecía que estábamos llegando a una sociedad cerca de superar el racismo, la discriminación, o por lo menos de pensar que este no debiera existir, y ahora volvemos a 1930 donde todo lo indígena es satanizado, castigado, perseguido… Esto ha sido muy fuerte. Ahora en todos los discursos de ministros, viceministros se habla de Dios para introducirlo de nuevo a la fuerza, ahora que vivíamos en un estado laico. Estos elementos simbólicos han despertado la rabia de la gente, por ello estamos viendo todas las marchas».
Tras este período convulso se acercan nuevas elecciones, un tanto atípicas por el contexto, el modo y el proceder que conllevan las mismas, y es que «ya hay un panorama claro sobre lo que significa que el bando golpista gane las elecciones. Que espero que no pase, porqué nos haría desandar todo aquello en lo que hemos avanzado, sería terrible».
Queda así expuesta, como concluye Unamuno, «la batalla cultural, que es, sin dudas, el principal desafío que tienen los procesos populares en América Latina – y en este caso Bolivia – para poder establecerse definitivamente en el continente».
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