Georges Ibrahim Abdallah

Para comprender la profundidad de su compromiso político, resulta esencial situar su historia en el contexto del colonialismo y la lucha contra la ocupación sionista.

Por Dani Seixo | 15/11/2024

Georges Ibrahim Abdallah, nacido en 1951 en el Líbano, es uno de los rostros más visibles de la resistencia contra la opresión y el imperialismo en Oriente Medio. Desde un inicio su vida y trayectoria han estado profundamente marcadas por su inquebrantable compromiso con la causa palestina, una lucha que lo ha llevado a enfrentarse frontalmente a la bestia sionista y finalmente lo ha convertido en el preso político con más tiempo de encarcelamiento en Europa.

Para comprender la profundidad de su compromiso político, resulta esencial situar su historia en el contexto del colonialismo y la lucha contra la ocupación sionista. En 1948, la creación del Estado de Israel, apoyada por las principales potencias occidentales, desencadenó la Nakba, una catástrofe para el pueblo palestino que dejó a casi un millón de personas sin hogar y provocó un desplazamiento masivo. Este evento y la ocupación posterior de territorios palestinos, marcaron el inicio de un conflicto permanente, en el que las intervenciones extranjeras en apoyo de la creación de un Estado israelí exacerban las tensiones y legitiman políticas de ocupación y despojo.

La historia de Abdallah se sitúa en este contexto de despojo y violencia colonial. Nació y creció en un Líbano marcado por esta herida regional y, en su juventud, se sumergió en los ideales de justicia y libertad. Primero, se dedicó a la enseñanza en el valle de la Bekaa, una región de convivencia entre diversas comunidades, y luego se unió al Partido Social-Nacionalista Sirio (PSNS). A medida que la ocupación israelí se consolidaba y la guerra civil libanesa dividía a las comunidades, Abdallah tomó partido, integrándose en el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), donde bajo el liderazgo de figuras como el Dr. George Habash, comenzó a luchar contra la ocupación israelí y sus aliados. En esta época, la situación en el Líbano era crítica, marcada por una guerra civil en la que distintas facciones políticas y religiosas se enfrentaban en un conflicto que también era alimentado por las intervenciones extranjeras.

Durante las invasiones israelíes de 1967 y 1982, Abdallah fue herido en combate, lo que reforzó su convicción en la necesidad de forjar una resistencia firme. Posteriormente, adoptó los seudónimos de Salih al-Masri y Abdu-Qadir Saadi y se unió a las Facciones Revolucionarias Armadas Libanesas (FARL), una organización dedicada a la defensa de Palestina y a la lucha anticolonial. Las FARL no se limitaban a operaciones en Líbano o Palestina, contaban con una red de alianzas internacionales y realizaban acciones contra intereses israelíes, franceses y estadounidenses en Europa. Abdallah y sus compañeros establecieron lazos con movimientos revolucionarios como las Brigadas Rojas, la Rote Armee Fraktion y las Cellules Communistes Combattantes, formando una red de resistencia global contra el imperialismo. Esta red no solo compartía la ideología anticolonial, sino que también se oponía a la explotación y opresión ejercida en todas sus formas por las potencias occidentales.

En 1984, su activismo lo llevó a Francia, donde fue arrestado bajo cargos de falsificación de documentos. Sin embargo, pronto las autoridades francesas cederían a la presión de Israel y los Estados Unidos, presentando cargos adicionales de homicidio. En una serie de maniobras jurídicas que incluían el cambio constante de acusaciones y la manipulación de pruebas, Abdallah fue condenado a cadena perpetua a pesar de que las pruebas eran, en el mejor de los casos, poco concluyentes. Este proceso ha sido ampliamente denunciado como una farsa judicial diseñada no para hacer justicia, sino para castigar y silenciar a un referente del movimiento anticolonialista.

Desde 1999, la legislación francesa permite la liberación de Abdallah, pero una serie de maniobras políticas y legales han frustrado todos sus intentos. En 2003, se le concedió la libertad condicional, pero el ministro de Justicia francés intervino para revocar la decisión, demostrando el poder de la influencia sionista en el caso. En 2007, las autoridades aplicaron retroactivamente la Ley Dati, una legislación que permite encarcelar a personas consideradas «de especial peligrosidad», para prolongar su detención de forma indefinida. Georges Ibrahim Abdallah sigue encarcelado en una clara violación de sus derechos humanos y en un contexto de constante presión estadounidense e israelí sobre las autoridades francesas.

La figura de Abdallah trasciende la imagen de un prisionero político. Su resistencia en prisión se ha convertido en un símbolo de la lucha contra el imperialismo, y su nombre resuena en los movimientos solidarios de todo el mundo. Diversas organizaciones de derechos humanos, colectivos de solidaridad y activistas han denunciado la injusticia de su detención. Exigen su liberación y ven en él a un símbolo de la resistencia global contra la opresión colonial. A través de sus escritos y declaraciones, Abdallah ha dejado claro que la opresión no es solo un acto de agresión física, sino también un intento de borrar la memoria histórica y colectiva de quienes se oponen a la hegemonía. En sus palabras: “Ya no les interesan nuestras organizaciones, sino nuestra memoria colectiva y una parte del patrimonio de la izquierda revolucionaria internacionalista. El objetivo es aniquilar la experiencia de lucha que se desarrolló en Europa y Oriente Medio”.

Georges Ibrahim Abdallah sigue siendo, tras décadas de prisión, un referente de la resistencia palestina y un emblema de la memoria viva de la lucha anticolonial. Su caso simboliza las múltiples injusticias que enfrentan los pueblos colonizados y sirve de inspiración para todos aquellos que creen en la autodeterminación y la justicia para el pueblo palestino. La liberación de Abdallah es una cuestión urgente para el movimiento global por los derechos humanos y la lucha antiimperialista, una causa que necesita solidaridad activa y conciencia sobre el impacto continuo del colonialismo en la región y en la vida de quienes, como él, siguen pagando un precio elevado por su compromiso con Palestina.

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