Galiza: las cenizas de un ciclo

Carteles de la marea Ferrol en Común, que esta vez incluye a IU, partido por el que Yolanda Díaz fue candidata a la Alcaldía de la ciudad.ROSA GONZÁLEZ

Los resultados muestran la fuerza del PP gallego, con avances, como la recuperación de la Diputación de Pontevedra después de 8 años y la conquista con mayoría absoluta de la alcaldía de Ferrol, un retroceso del  PSOE, que pierde 171 concejales  y un crecimiento del BNG, que gana la alcaldía de Santiago de Compostela y 135 concejales más con respecto a 2019.

Por Xaquín Pastoriza e Patricia Grela / Viento Sur

Las elecciones municipales celebradas en Galiza este domingo suponen la ratificación del regreso a la normalidad tras el ciclo marcado por la irrupción de AGE y las mareas municipales en 2012-2015. Una normalidad marcada por la existencia de un sistema de partidos tripartito compuesto por PP, PSOE y BNG que copa la práctica totalidad de las instituciones (Concellos, Deputacións, Parlamento de Galiza) y que marcó la política electoral gallega en los 90 y primera década del siglo XXI.

La deriva derechista a nivel estatal tuvo cierta correspondencia en Galiza, pero dentro de un ecosistema político que presenta características particulares. Por ejemplo, Vox solamente ha conseguido un concejal, en Avión, Ourense (significativamente, uno de los municipios con la renta per cápita más alta del Estado). Conviene leer los resultados atendiendo a dinámicas políticas generales pero también teniendo en cuenta que unas elecciones municipales presentan casos locales específicos (véase el caso de Abel Caballero en Vigo o el delirio de Gonzalo Jácome en Ourense) que añaden complejidad a esa lectura.

Los resultados muestran la fuerza del PP gallego, con avances, como la recuperación de la Diputación de Pontevedra después de 8 años y la conquista con mayoría absoluta de la alcaldía de Ferrol, un retroceso del  PSOE, que pierde 171 concejales  y un crecimiento del BNG, que gana la alcaldía de Santiago de Compostela y 135 concejales más con respecto a 2019. También señalan la práctica desaparición del municipalismo alternativo que representaban las Mareas, ligadas en buena medida al espacio electoral de UP.

En Galiza  existe desde hace décadas una hegemonía en términos gramscianos del Partido Popular, que es un partido arraigado territorialmente, especialmente en el mundo rural y en las villas medias, como analiza Carlos Calvo Varela (1). Esa hegemonía explica por qué la ultraderecha de Vox tiene un carácter ultramarginal en Galiza. El PP gallego es un partido con una importante base social, que conecta con instituciones populares como las comisiones de fiestas o asociaciones de vecinos. De hecho, ha experimentado un avance electoral en la Galiza interior. Su talón de Aquiles lo representan las 7 ciudades, donde solo podrá gobernar en Ferrol.

El PSdG-PSOE, que a nivel autonómico presenta debilidades, basaba su fuerza en Galiza en el terreno municipal, de hecho su actual secretario general es el alcalde de As Pontes, pero ha perdido la alcaldía de Santiago, manteniendo Vigo, A Coruña y Lugo. En el caso de Vigo, Abel Caballero ha explotado un populismo localista cada vez más alejado de la marca PSOE, que le ha llevado a su tercera mayoría absoluta.  En las villas medias el PSOE ha retrocedido en general. Sin duda, ha pesado el desgaste del gobierno Sánchez.

El gran triunfador, con algún matiz, ha sido el BNG, que se ha beneficiado de la debacle electoral de las Mareas, manteniendo la alcaldía de Pontevedra y con el hecho cualitativamente relevante de conquistar la capital gallega, Compostela. Ana Pontón, su líder, coge impulso en la carrera hacia la Xunta, en la que cobra ventaja frente a un PSOE que carece aún de candidato. El caso del BNG representa una excepción en el panorama estatal de hundimiento de las izquierdas, lo que refleja, al igual que EH Bildu, que en tiempos de incertidumbre una fuerza con raíces territoriales (además de presencia en los movimientos sociales y el peso de un sindicato como la CIG, el mayor de Galiza) es capaz no solo de resistir el avance de las derechas, sino de ganar posiciones. Sin embargo, como aviso a navegantes, conviene tener en cuenta la pérdida de concejales allí donde lleva tiempo gobernando, como es el caso de Pontevedra, donde baja 2 ediles o villas medias como Allariz, Bueu o Tomiño. Además, pierde alcaldías como Ponteareas o Rianxo. Casos como el de Pontevedra, donde ha conseguido implantar un modelo de ciudad peatonalizada muy exitoso pero con la mayoría de servicios municipales privatizados.

Uno de los grandes perdedores ha sido el llamado “espazo galego de ruptura” ( que se correspondería grosso modo con las Mareas, UP y Anova), ya seriamente tocado después de las municipales de 2019 y las autonómicas de 2020. Estas elecciones del 28 M certifican la casi total defunción de las mareas municipales, que llegaron a gobernar A Coruña, Santiago de Compostela y Ferrol en 2015-2019, y que solo conservan presencia en Compostela, con 2 concejales de la confluencia Compostela Aberta y Ferrol, con Ferrol en Común, que con 2 concejales, representa en realidad el espacio tradicional de IU en la ciudad. Fuera de las ciudades, con la excepción de Sada, donde se reconquista una alcaldía perdida tras una moción de censura y Rianxo, donde la marea local gana a costa del BNG, el panorama de las mareas es también desolador, sobreviviendo en algunas villas medias como A Pobra, Vilalba o Ribadavia. Hay varios factores que explican esta debacle.

  • En primer lugar, la recuperación del BNG, que absorbe un voto volátil y prestado y que aparece como fuerza seria y solvente frente al caos y las fracturas del espacio de las Mareas, que quedó muy tocado tras el esperpéntico final de En Marea, el intento fallido de trasladar el modelo de confluencia a nivel nacional.
  • Las fragmentaciones y divisiones, como fue el caso de A Coruña, donde Marea Atlántica competía contra una lista de UP encabezada por un antiguo concejal de la Marea y ambas se quedaron fuera con resultados similares.
  • Y luego, la vinculación de buena parte de ese espacio a un modelo representado por el Gobierno de coalición del Estado, que se vio cuestionado en estas elecciones. En este sentido, resulta significativo que el discurso predominante en muchas de las candidaturas de Podemos, que se presentó en solitario por primera vez en más de 20 concellos (sin conseguir ninguna concejalía), hablaba de trasladar el modelo del Gobierno del Estado a nivel municipal, como muleta del PSOE. En 2012, AGE (coalición de Anova e IU liderada por Xose Manuel Beiras y Yolanda Díaz) había irrumpido con un discurso de ruptura, no subalternizado al PSOE y con tintes anticapitalistas(2). Sin embargo estos elementos se fueron diluyendo hasta alcanzar el  gobernismo transformista (reformismo sin reformas) que hoy defiende la misma Yolanda Diaz.

En las elecciones de 2015 aparecieron con mucha fuerza unas mareas municipales que recogían también ese discurso rupturista y que en muchos casos tenían un fuerte arraigo en los movimientos sociales: Proponían unas prácticas políticas distintas basadas en metodologías participativas, como programas colaborativos, y un discurso basado en la impugnación del modelo de ciudad neoliberal, la remunicipalización de servicios públicos y la defensa de la radicalidad democrática, con auditorías y rendiciones de cuentas. El ejemplo más paradigmático de este modelo era el de la Marea Atlántica de A Coruña, en la que los partidos políticos que la apoyaban (Anova, IU, Podemos) jugaban un papel secundario. Este modelo se replicó con matices en otros puntos de la geografía gallega, alcanzando resultados históricos en 2015, con la victoria en 3 de las 7 ciudades .

¿Qué ocurrió para que que las mareas ciudadanas se hundieran? (la Marea Atlántica pasó de 10 a 0 concejales en 8 años). Por un lado, el fin del ciclo impugnatorio abierto por el 15M, la institucionalización, el reflujo de los movimientos sociales que nutrieron buena aparte de estas candidaturas y la desilusión generada por un paso por las instituciones que no tuvo efectos materiales importantes sobre las clases populares ni modificó las relaciones de poder.

Desde luego, también influye la situación de los propios partidos que contribuyeron a alimentar las mareas municipales (el llamado “espazo galego do cambio”), patrones que se dieron a nivel estatal y que también se reprodujeron en Galiza:  luchas internas fratricidas,  competitividad por puestos en listas, subalternización a las direcciones estatales, sustitución del proyecto político original  por electoralismo transformista, abandono de un programa radical y de los procesos participativos (especialmente en el caso de Podemos, con unos círculos vaciados de capacidad de decisión desde Vista Alegre I). En muchos casos centrar fuerzas en las instituciones supuso dejar las calles a la derecha. Después del inicio de la caída electoral, en 2019, faltó autocrítica y se tiró hacia adelante como si el ciclo no hubiera terminado y fuera posible darle continuidad, sin un proceso de debate colectivo estratégico profundo más allá de la lógica del mal menor y frenar a la derecha. Todo ello, mientras la construcción de contrapoderes que pudieran servir de contrapeso a la cooptación institucional pasó a tener un papel secundario, entre la desilusión y la caída de participación.

En resumen, el espacio político que representaron las mareas y el llamado “espazo galego do cambio”, ha quedado reducido en la práctica a un espacio similar al que tuvo IU en los 90 en Galiza, muy débil. De cara a las elecciones generales parece difícil que Sumar, que cuenta como principal referente en Galiza a una integrante de Compostela Aberta, Marta Lois, además de la afinidad de la dirección de Podemos Galiza y de CCOO, pueda arrancar resultados positivos en Galiza, mientras que el BNG aspira a conseguir 5 diputados en las Cortes, con grupo parlamentario propio (el resultado que consiguió En Marea en las generales de 2015-2016). En ese sentido, se abre la posibilidad de que el BNG llegue a encabezar el Gobierno de la Xunta en las próximas elecciones autonómicas, lo que contribuiría a frenar la ofensiva reaccionaria a nivel estatal en Galiza. Una posibilidad que abre expectativas pero también genera interrogantes, como la contradicción interclasista que vive el BNG con respecto a Amancio Ortega, el dueño de Inditex, con el que Ana Pontón tuvo a bien reunirse mientras su sindicato afín, la CIG, se movilizaba contra la explotación en Inditex.

Es precisamente de los conflictos, y no de los despachos, de donde debe y puede (re)construirse una alternativa de ruptura. De la movilización de las dependientas de las tiendas de Inditex que consiguieron una histórica subida salarial, de las masivas huelgas del metal de Ourense y Lugo, de la multitudinaria defensa de la sanidad pública, de la lucha de una constelación de plataformas locales contra macroproyectos depredadores del territorio, del feminismo que llena las calles cada 8M, del orgullo LGBTI. Porque, pese a todo, eppur si muove, las luchas siguen vivas y de esas experiencias es de donde debe brotar un proyecto ecosocialista que no se limite a la gestión de un sistema que nos conduce hacia el abismo.

Xaquín Pastoriza Patricia Grela son militantes de Anticapitalistas Galiza

(1) Calvo Varela, Carlos, viento sur, 178 https://vientosur.info/el-pp-de-galicia-y-la-disputa-hegemonica-del-apoliticismo/

(2) Brais Fernándezviento sur, 129, entrevista a Yolanda Díaz https://vientosur.info/wp-content/uploads/spip/pdf/VS129_B_Fernandez_Entrevista-Yolanda_Diaz.pdf

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