Por Daniel Seixo
«Nunca hemos tenido un peor resultado en el País Vasco, a pesar de las cosas que hicimos«
Felipe González
Los servicios secretos de Estados Unidos y específicamente su agencia de inteligencia, la CIA, tienen la costumbre de evidenciar lo obvio, desclasificar lo consabido y abandonar en el momento preciso a los caballos viejos o heridos, los inservibles. Todo ello, se esconde tras la oportuna «filtración» y puesta en escena de cara a la opinión pública de un viejo informe que señala al ex presidente español Felipe González y a su gobierno como principales organizadores, eso sí con más atisbos de dudas de lo que le gustaría a La Razón, de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL).
Por si a estas alturas de la partida alguno de nosotros todavía obviaba los cómplices silencios parlamentarios, la penetrante esencia de la argamasa de naftalina y cal viva procedente de la vieja chaqueta de pana o los cómplices abrazos con José Barrionuevo y Rafael Vera a la entrada de la prisión de Guadalajara en 1995, la CIA nos apunta hoy de nuevo a que según sus informes –que en estos asuntos rara vez suelen fallar, ya que a su vez ellos rara vez suelen andar muy lejos– la famosa «X», era en realidad la «G» de González.
No debemos olvidar los 28 asesinatos cometidos por el terrorismo de estado, las presiones a los periodistas que intentaron destapar estos crímenes o la complicidad manifiesta en la estrategia del terror y la venganza llevada a cabo por un gobierno socialista que apenas pagó con 11 meses de cárcel el socavar y deshonrar irremediablemente la escasa credibilidad de una democracia que aún a día de hoy hace gala en numerosas ocasiones de sus tintes autoritarios y su peligroso gusto por los ruidos de sables y la guerra sucia. Ya no suenan las balas en Moncloa, si bien los trapos sucios, los chantajes y la coacción, judicial, mediática o policial, siguen siendo instrumentos habituales a disposición del estado profundo y sus cloacas.
El terrorismo de estado ejecutado por los GAL y según el informe de la CIA, titulado «España: Terrorismo vasco y respuesta gubernamental«, acordado en apariencia por Felipe González para combatir, ignorando la ley, a supuestos terroristas señalados por el aparato del estado, no supuso el primer intento de erradicar de forma violenta en España a la oposición política, sino que previamente otras organizaciones terroristas parapoliciales como Anti Terrorismo ETA (ATE), la Alianza Apostólica Anticomunista (Triple A) y el Batallón Vasco Español, ya habían puesto en escena durante años su disposición a utilizar la violencia para contrarrestar cualquier exceso que hiciese peligrar los caminos previamente marcados para el proceso transicional. Al tiempo que vestidos con el uniforme gris las fuerzas del orden reprimían y sometían a las organizaciones sindicales y obreras, una vez librados de su aparente lazo con la incipiente democracia y legalidad, ciertos resortes del estado llevados por la sin razón y el autoritarismo y amparados por el gobierno de turno, no dudaban en hacer uso de la fuerza de la pistola y el tiro en la nuca para asesinar no solo a miembros de ETA, sino también a figuras incómodas para su guion preestablecido como lo pudieron ser Christian Olaskoaga, el fotógrafo del diario Egin Xabier Galdeano, el taxista José Martín Merquelanz Sarriegui, María Contreras Gabarri, la militante del Partido Socialista de los Trabajadores Yolanda González Martín o tantos otros nombres que a día de hoy siguen sin recibir un perdón sincero por parte de la sociedad española, acompañado por el trabajo de la justicia y el empeño del estado para limpiar sus nombres y enjuiciar a los culpables.
Conocer que el acaudalado ex socialista y mentor de posturas reaccionarias de toda índole, Felipe González, estuvo detrás del terrorismo de estado y los crímenes cometidos por los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) no supone sino constatar lo evidente, como también lo es el hecho de hablar de implicación estatal en el intento de asesinato del líder independentista canario Antonio Cubillo, las directas implicaciones del aparataje del estado el golpe fallido del 23-F, la guerra sucia contra Podemos o los intereses políticos e ideológicos de las actuaciones judiciales de la Audiencia Nacional contra activistas vascos, gallegos y catalanes que tienen su fiel reflejo en penas de prisión basadas en ensoñaciones y elucubraciones como las sufridas por los jóvenes de Altsasu, los independentistas gallegos o los miembros de los Comités de Defensa de la República.
Lo triste es que todavía hoy nadie se atreva a tirar de la manta, nadie recuerde a estas víctimas, ni nadie tampoco parezca dispuesto a poner fin a las triquiñuelas, corruptelas y la violencia ejercida desde unas cloacas que poco a poco, pero inexorablemente, continúan infectando los cimientos de nuestro estado, impidiendo con ello que de una vez por todas podamos hablar de democracia en España sin ruborizarnos al saber que inconscientemente o plenamente conscientes de ello, estamos mintiendo. Formando parte con nuestro silencio o nuestra desmemoria cómplice de un deleznable teatro en el que mientras los familiares de las víctimas de los GAL siguen sin ser indemnizadas, el fantoche que acordó la formación de un grupo de mercenarios que terminaría asesinando a sus seres queridos, puede seguir defendiendo el terrorismo de estado y a grupos de mercenarios y asesinos, esta vez, para llevar la muerte y el horror a Venezuela. Todo esto es lo que revela de nosotros que según los informes de la CIA, Felipe González sea señalado como la «X» tras los GAL.
Hola Bona nit Bona hora i Bona Sort
Me gusta el artículo.
Pero hay un detalle sobre los archivos que resulta interesante.
Y creo que los periodistas podríais tocar las narices haciendo preguntas, ó, investigando, y me refiero a quien citan sobre el control de los GAL, ni más ni menos que los militares.
Por lo tanto se abre una veta que daría mucho que hablar.
Gracias