Estuvo nueve días incomunicado en dependencias policiales en Donostia, y en la Comandancia de la Guardia Civil, en Madrid. Al décimo día fue puesto en libertad, pero ya no era el mismo, la tortura lo había quebrado
Por Angelo Nero
Esteban Muruetagoiena Scola, nació en Ondárroa, el 6 de agosto de 1943, y desde 1970 trabajaba como médico en el Centro de Salud de Oiartzun. Estaba casado con Elixabete Hormaza, y en 1974, nacería la hija de ambos, Tamara. Eran tiempos de esperanza, la dictadura estaba agonizando, como el dictador, aunque el régimen ya estaba organizando la operación Transición, “que todo cambie para que no cambie nada”. Euskalerria había sido uno de los focos más activos de contestación a la dictadura, y también lo fue a esta Transición que nos dibujaron como modélica, pero que se había construido, además de con la cooperación necesaria de los medios de comunicación, y de las instituciones heredadas de la dictadura, con mucha sangre. Eran muchos los heridos y los muertos en manifestaciones, huelgas, controles policiales, también víctimas de las bandas fascistas que actuaban al servicio de las cloacas del estado. La vida del doctor Muruetagoiena se truncó, precisamente, por atender a uno de esos heridos en aquellos años de la Transición sangrienta, en 1977, por lo que sería detenido dos años más tarde, en 1979, aunque en esa ocasión el caso fue sobreseído. Así lo cuenta su hija, que entonces tenía cinco años, en una entrevista al semanario 7K:
“Pero de repente nuestra vida cambió para siempre. Un día llega un comando de ETA a la consulta de mi aita, después de un altercado con la Policía, y pide a mi padre que les cure. Yo tengo cinco años, y hay unos hombres ensangrentados en mi casa (donde estaba su consulta) y están llenos de armas y mis padres están en estado de pánico. Ese episodio duró varios días, el tiempo que se tardó en curarles. Al poco tiempo mi padre va a juicio y queda absuelto. Es médico, es su obligación. Mis padres ya no fueron los mismos desde entonces, su relación cayó en picado y acabó en separación. Mi madre rehízo su vida, con su actual marido, y nos fuimos a vivir a Madrid. Ahí se acaba Oiartzun para mí. A los pocos meses de llegar a Madrid, a mi padre le detienen. A mi ama también le detienen mientras estábamos solas en casa. Mi padre salió a los nueve días sin cargos; mi madre en dos, también sin cargos. Dos días después, mi padre muere. Tenía casi ocho años y me quedé sin padre y nunca tuve la oportunidad de despedirme de él.”
Esteban Muruetagoiena fue detenido el 15 de marzo de 1982 en Oiartzun, y se le aplica la Ley Antiterrorista, que suspendía el asesoramiento jurídico a los detenidos, la incomunicación y un máximo de nueve días de detención policial, antes de pasar a disposición judicial. Estuvo nueve días incomunicado en dependencias policiales en Donostia, y en la Comandancia de la Guardia Civil, en Madrid. Al décimo día fue puesto en libertad, pero ya no era el mismo, la tortura lo había quebrado.
Otro de los detenidos en la misma operación antiterrorista, Bixente Ibarguren, que también sufrió la indignidad de la tortura en esos mismos días, recordaba años más tarde: “Cuando lo vimos en los juzgados después de que lo dejaran libre, no entendíamos su comportamiento. Estábamos sorprendidos por las cosas que decía, algunas totalmente incoherentes. En ocasiones pensaba que éramos policías y ni siquiera sabía dónde estaba. He visto a personas golpeadas y medio muertas, pero lo de Esteban era diferente. A nivel sicológico estaba derrumbado. Cuando a los pocos días murió, lo entendí”. Bixente relató los detalles de aquellos terribles diez días en los que sufrió todo tipo de suplicios a manos de la Guardia Civil: “Me pusieron la bolsa, los electrodos y me sometieron a la tortura conocida como el quirófano, apretándome fuertemente los testículos. También nos hicieron el gimnasio, es decir, andar agachado o en posturas forzadas. Cuando te caías te daban cuatro hostias y vuelta a empezar. Para Esteban, aquello fue lo más duro por la poliomielitis que sufría.”
La mujer de Esteban, también fue detenida en la misma operación, entonces era una práctica habitual, la de detener a familiares y amigos de un sospechoso de colaboración con banda armada, aunque no era exclusiva de las fuerzas policiales del estado español, como quedó bien retratado en la película de Jim Sheridan, “En el nombre del padre”. Elixabete Hormaza también dio su testimonio del paso por las salas de tortura de la Guardia Civil: “Vinieron a casa. No recuerdo qué me dijeron. Me llevaron por las afueras de Madrid. Tardé dos horas en hacer un trayecto que cuesta un cuarto de hora. Nunca he sentido tanto terror como en aquellos días. Me quedé bloqueada. Me amenazaron con violarme y me hicieron firmar unos papeles que, a día de hoy, sigo sin saber qué eran. Adelgacé entre ocho y diez kilos, me quedé en los huesos.”
Tres días después de ser puesto en libertad, el29 de marzo de 1982 Esteban muere, como consecuencia de las torturas, aunque las autoridades rápidamente reaccionan para fabricar una versión oficial, y se ponen en contacto con el médico Faustino Alfageme, para que le realice la autopsia y certifique que su muerte se debe a causas naturales, obviando las evidencias de la tortura, tal como confesó el propio Alfageme ante dos forenses enviados por el organismo internacional Anti Torture Research: “Me llama el gobernador de Gipuzkoa y me dice: oye, hay un lío muy grande y te pedimos, como amigo, que por favor, hagas la autopsia. Hay un lío muy grande porque la Gestora pro-Amnistía ha conseguido que se haga la autopsia y te lo pedimos como amigo.” Tan solo un medio de comunicación, Egin, señalaría que la muerte de Esteban se debía a las torturas sufridas en los días anteriores, por lo que fue el diario abertzale fue objeto de una querella por parte de la Guardia Civil, por “difundir noticias falsas, calumniosas y malintencionadas”.
Hubo una fuerte movilización popular tras la muerte del doctor Muruetagoiena, en una veintena de localidades de Euskalherria se sucedieron las manifestaciones, concentraciones y huelgas. Anti Torture Research, desde París, denunció las irregularidades que rodearon a su autopsia.
Al cumplirse el 25 aniversario de su muerte, el nuevo centro de salud de Oiartzun, a petición de los vecinos, pasó a llamarse “Esteban Muruetagoiena”, y se colocó una placa en su memoria. Su hija Tamara, que a través del ecologismo y la ciencia llegó a ser la directora ejecutiva del Great Mountain Forest de Connecticut, dirigió un corto documental sobre la muerte de su padre, “The Doctor”, que no conoció hasta los 18 años los motivos reales de su muerte y que, desde entonces, hizo su propio viaje hacia el propio reconocimiento como víctima: “Tuve muchos conflictos con esa palabra porque siento que se utilizaba, no para buscar el dialogo, la resolución y reparación del conflicto, sino para crear más conflicto y enfrentar a distintos grupos. Yo decidí entonces hacer mi propio recorrido y encontrar la verdad que funcionaba para mí. Empecé con Elkarri, donde conocí la metodología de resolución de conflictos mediante el diálogo. Después vino Bidea Helburu, que me enseñó lo que era la no-violencia activa, viajé a Sudáfrica y conocí a los líderes de la resolución del conflicto en aquel país, a personas de Irlanda del Norte, víctimas del conflicto vasco de distintos lados. Conocí el amplio y profundo mundo de la tortura con Torturaren Aurkako Taldea.”
Este 29 de marzo, cuando se cumplieron 40 años de este crimen de estado, el pueblo de Oiartzun volvió a rendir homenaje a Esteban Muruetagoiena, donde también recibió el primer reconocimiento institucional. Tamara estaba allí, para afirmar que “hay heridas que no están curadas”. Ella no olvida que fue el estado el responsable de la muerte de su padre, y que todavía no se ha responsabilizado por ello. Nosotros tampoco queremos olvidar a Esteban, y a todos los muertos, heridos y torturados de la Transición Sangrienta.
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