Entre Pandora Papers y el arte de mentir

El arte de mentir se transforma en una práctica cotidiana de sectores privilegiados que desinforman a toda la sociedad en aras de conquistar nuevos sectores oprimidos que engrosan a las élites financieras.

Por Carlos Prigollini

Durante el año 2016 el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) nos daban suficiente información acerca de empresarios, políticos y clientes corruptos que evadían grandes sumas de dinero hacia paraísos fiscales.

Los acusados de estos delitos eran los mismos que hoy aparecen a través de la llamada Pandora Paper’s, que una vez más demuestra las empresas fantasmas y off-shore que estos delincuentes de cuello blanco mantienen en paraísos fiscales.

Allí encontramos más de 330 políticos de casi 90 países, reyes de España como Juan Carlos, escritores famosos que dan letra a gobiernos de derecha como el inefable Mario Vargas Llosa, empresarios que se han beneficiado con la estatización de sus deudas que pagarán los pueblos, presidentes que reprimen y hambrean a sus pueblos, como Macri y su familia, Piñera y sus hijos, o Duque, junto a su vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, así como también los ex presidentes colombianos César Gaviria y Andrés Pastrana. La acusación de los periodistas se extiende a los ministros de Economía y presidente de Banco Central de Brasil, como los casos de Paulo Guedes y Roberto Campos Neto, respectivamente, funcionarios del excéntrico Jair Bolsonaro.

También famosos futbolistas y estrellas de la farándula componen el lamentable listado dónde su dinero sucio se mezcla con el dinero de narcos, tratantes de blancas o traficantes de armas, entre otros.

Resulta paradójico que simultáneamente los medios que publican el movimiento de este dinero mal habido sean los mismos que bajo las órdenes estrictas de empresarios inescrupulosos, tergiversen, mientan y desarrollen constantemente actividades goebellianas, mintiendo a sus lectores para publicar fake news que vayan de acuerdo a sus intereses, lejos de la verdad periodística y de todo código de ética.

«Nunca como antes en la historia de América Latina, la prensa hegemónica estuvo tan sometida al poder económico y político, utilizando una gran cantidad de mentiras y operaciones». (Víctor Hugo Morales, Mentime que me gusta, Ediciones Aguilar, 2015).

Al mismo tiempo los mismos medios omiten la fuga de divisas y el endeudamiento indebido, ya que no se refleja el dinero prestado a estos gobiernos con las obras o servicios realizados, como tampoco se audita la ruta del dinero llegado desde diferentes organismos multilaterales como el FMI (Fondo Monetario Internacional) o el BM (Banco Mundial).

El arte de mentir se transforma en una práctica cotidiana de sectores privilegiados que desinforman a toda la sociedad en aras de conquistar nuevos sectores oprimidos que engrosan a las élites financieras, las mismas élites que ocultan sus cuentas foráneas, que lejos de pagar impuestos y contribuir al desarrollo nacional, inundan los paraísos fiscales.

Más allá de las diferencias políticas de los países de Nuestra América, es obvio que, con la fuga de divisas realizadas por los multimillonarios de cada país, en complicidad con los políticos de turno, la llamada deuda externa se podría pagar varias veces repatriando esos capitales, no solo para el legítimo pago de la deuda sino también para una mejor distribución de la riqueza.

Por ejemplo, en el caso argentino la deuda contraída de aproximadamente 200.000 millones de dólares podría pagarse tres veces repatriando los más de 600.000 millones de dólares descubiertos en el exterior, fugados por diversos personajes de la política y el empresariado nacional. Lo mismo sucede con las fortunas obscenas guardadas en paraísos fiscales por los ricos de México, Brasil y Colombia, entre otros países.

Sin embargo, para ello se necesita la voluntad política de nuestros gobiernos, que sólo arriban vía electoral a la administración del mismo, pero que carecen del poder real.

En síntesis, el poder real fue y sigue siendo de aquellos poderes fácticos que en alianza con el gran capital inundan de dinero sucio la economía, por lo tanto, no hay democracia si la pobreza extrema y la desigualdad continúan en ascenso, simultáneamente al aumento de grandes fortunas en las guaridas fiscales.

Corresponde ya establecer los mecanismos legales y tener el coraje y la voluntad política esperada para terminar con el manto de impunidad que gozan los fugadores de divisas y evasores de miles de millones de dólares en el exterior, más conocidos como delincuentes de cuello blanco.

No debemos olvidar que la impunidad es un flagelo igual o peor que la corrupción.

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