Entender la virtud para luchar contra lo posmoderno

«Un mundo sin justicia, sin equidad, sin derechos, es un mundo inútil contra el que hay que luchar». 
Por José Antonio Martín Acosta
Entendiendo la acepción moral del término, ¿Cuánto tiempo hace que no escuchas que una persona o un acto es virtuoso? La palabra virtud dispone de, al menos, cuatro acepciones en el diccionario; capacidad que tiene una cosa de producir un determinado efecto positivo, disposición habitual para hacer el bien, cualidad moral que se considera buena y castidad u honestidad. Desterraremos la última acepción por considerarla machista y obsoleta, pero nos detendremos a su significado moral. Así se especifica la diferencia entre virtud cardinal y virtud teologal, esta última también la desecharemos. Lo que nos interesan son esas cuatro virtudes cardinales que se consideran el fundamento de todas las virtudes morales: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.
No podemos confundir la prudencia con la inacción, de la misma manera que no podemos confundir el valor y la temeridad. La prudencia, en esta época de desengaño, no es más que una parte del miedo. Pero no debería serlo ya que se trata de la capacidad de pensar los riesgos de cualquier acción para evitar perjuicios innecesarios. La prudencia en el mundo de la lucha social reside en estar debidamente informado y asumir las posibles consecuencias de los actos. Algo de lo que nos ha privado el mundo posmoderno es ese orgullo de las heridas de la batalla. Cuando las primeras sufragistas salían de la cárcel tras una de sus acciones se las recibía y agasajaba con un premio simbólico que solían lucir orgullosas en la solapa. Esas mujeres extraordinarias sabían a lo que se enfrentaban, conocían los límites y los castigos y, aunque eran prudentes, los asumían. Es esa asunción de lo que supone la lucha obrera lo realmente virtuoso. Conozcamos pues lo que nos puede ocurrir en nuestras acciones colectivas, seamos prudentes a ese respecto y asumamos las consecuencias porque sólo así conseguiremos llegar a perpetuar los derechos conquistados.
“La contraria fortuna hace a los hombres prudentes.” Decía Mateo Alemán, y aquí creo que es necesario pararnos un momento porque, como reseñaba Carlos Blanco, “La prudencia es hija del fracaso.” Y, efectivamente, fracasaremos muchas veces pero en ese fracaso estará implícita la semilla del éxito futuro. Si no viéramos la injusticia de lo que nos está ocurriendo no seríamos obreros y obreras y sentir esa injusticia que le ocurre a otros como propia, nos convierte en socialistas, en comunistas, en anarquistas o en feministas. Y hemos de estar orgullosas y orgullosos de serlo.
Por otra parte esa gran virtud que es la justicia, la voluntad constante y consciente de dar a cada cual lo que es suyo, el sentimiento de rectitud que gobierna las buenas conductas, el acatamiento sin parangón de todos los derechos humanos, es, sin lugar a dudas, el motivo por el cual se hacen las revoluciones. Un mundo sin justicia, sin equidad, sin derechos, es un mundo inútil contra el que hay que luchar. Nuestro mundo es injusto por definición, luego resulta casi un insulto no luchar contra él. En el desarrollo de esta virtud reside el propósito de la izquierda de todo el planeta. Es injusto que no se distribuya mejor la riqueza, luchemos pues para que los ricos paguen más y para que los empresarios paguen un salario digno a sus trabajadores. El reguero de injusticias es enorme y no podría aquí disponer una tras otra todas las injusticias del mundo pero valga una frase para intentar resumirlas, todo lo que quebrante los derechos humanos, lo que niegue la posibilidad y equidad de salud, educación y acceso a los recursos de cualquier país, es injusto y resulta imperiosa la necesidad de luchar contra ello. Porque la justicia no es ciega, suele ver muy bien por el ojo derecho.
Decía Ulpiano que es lícito repeler la fuerza con la fuerza, esa será nuestra consigna, la fortaleza de cualquier movimiento social debe usar de la fuerza de diversas maneras. No es lícito dejarse apalear en una manifestación, hay que responder de manera acertada. Y no hace falta responder con violencia, es más sencillo que todo quede grabado para desacreditar a la policía. Ellos ya se dedican a ejercer la violencia, romper escaparates y quemar contenedores como modo de achacarlo a cualquier movimiento social y hemos de estar, como decía antes, prevenidos de los modos y maneras de la policía. La fortaleza vence al temor pero también a la temeridad.
Fortaleza ante las dificultades es otra de las virtudes que no ha sido sustraída ya que en el mundo posmoderno se deifica la debilidad para ser mejor acogida en el seno de cada individuo. No hay mejor manera de desterrar la debilidad que unirse a un grupo voluntarioso de seres como tú y ser partícipe de la fuerza del grupo. Fuerza, vigor, firmeza, resistencia, aparecen en todas las definiciones pero la más útil de todas es la resistencia. Esta virtud que une paciencia, entrega, sacrificio y voluntad es cardinal para cualquier movimiento. La resistencia ha ganado batallas, ha destronado reyes, ha cambiado regímenes milenarios. Nada resiste a la resistencia. Si un grupo es firme y está decidido, por mucho que mermen las fuerzas, por mucho que se utilice la vileza de la persecución, la mentira y el agravio, permanecerá unido y elevará su grito poderoso sobre todas las vicisitudes. Hemos de cantarle más a la resistencia para poder conseguir un país digno.
Pero no siempre se pueden usar los métodos más duros cuando un conflicto se está desencadenando. La virtud de la templanza social requiere del conocimiento y del buen uso de los medios de comunicación a nuestro alcance. Esa moderación para saber cómo y cuándo dar el golpe mortal que acabe con la victoria de un movimiento social sobre el engendro posmoderno y capitalista requiere del conocimiento humano y de la psicología como base para lograr el poder. Ya decía San Isidoro que si no puedes evitar la ira, témplala al menos, y eso debemos hacer porque toda lucha es siempre larga. Hipólito Yrigoyen tiene una gran frase: “un carácter templado para la adversidad; sereno en la lucha y magnánimo en la victoria…, un alma recia para no embotarse en los dardos de las perfidias, un gran espíritu de sacrificio y una alta conciencia del deber.” Y el deber más sagrado para las personas que luchan en cualquier causa es llegar a conseguirla. Destruir el mundo posmoderno es destruir el capitalismo salvaje y usando de las virtudes humanas podremos soliviantarlo, violentarlo, hacer que se hunda en sus contradicciones y recibir el impulso necesario para abrir un mundo nuevo cuya mayor virtud sea la justicia social y la dignidad perpetua.

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