Por Eduardo Montagut
La asistencia social de los desfavorecidos en Inglaterra hasta el siglo XX se basaba en la Old Poor Law de la época isabelina, y consistía en buscar trabajo a los desocupados y pobres, o atenderlos en asilos. Para ello se establecía un sistema de categorías: ancianos, enfermos crónicos y niños, que no podían trabajar, junto con los accidentados o enfermos que no podrían hacerlo temporalmente, circunstancias que los hacían ser susceptibles de ser ayudados. Después estarían los desocupados o parados a los que sí se les debía auxiliar buscándoles empleo, y, por fin, los denominados vagos, que eran los que había que obligar a trabajar o a ser confinados en instituciones correccionales. Pero este sistema planteaba dos problemas. En primer lugar, la consideración de vago era difícil de establecer y podía responder a criterios muy distintos y hasta arbitrarios de cada autoridad local. En segundo lugar, el sistema podía ser caro, y su financiación siempre fue problemática, basada en contribuciones locales.
Por otro lado, el aumento de la población del siglo XVIII generó una presión evidente. Esta cuestión incidió en la generación de un nuevo tipo de pobres, aquellos que, aunque trabajaban, no ganaban los suficiente para mantener sus crecidas familias.
Así pues, además de la teoría de Thomas Paine sobre la renta mínima, se plantean algunas alternativas al sistema de atención a los necesitados. Este el contexto en el que surge el sistema Speenhamland. Así es, en la primavera de 1795 en el condado de Berkshire, en el sur de Inglaterra, se planteó la creación de un subsidio para todos los que tuvieran necesidad. Los jueces de dicho condado se reunieron en Speen para tomar una serie de resoluciones con el fin de crear una especie de renta mínima garantizada, porque querían evitar la conflictividad social provocada por las subidas del precio del pan, con la consiguiente extensión del hambre. Tenemos que tener en cuenta que la cosecha había sido mala. Y, no olvidemos tampoco, que, en cierta medida, lo que estaba ocurriendo en Francia generó no poca preocupación al otro lado del Canal de la Mancha.
Así pues, se obligaría a las parroquias a proporcionar una cantidad en metálico para complementar los salarios de los trabajadores pobres con el fin de que alcanzaran un umbral que garantizase la subsistencia. Dicha renta debía calcularse en función del tamaño de la familia y del precio del pan en cada momento. En compensación, los beneficiarios de esta renta tenían que satisfacer por sí mismos sus necesidades sin tener que recurrir a una institución benéfica. Esta alternativa tuvo un relativo éxito porque se extendió por varias localidades inglesas.
Hemos consultado: Philippe Van Parijs y Yannick Vanderborght, La renta básica, con prólogo de Félix Ovejero, Barcelona, 2015, y Rodríguez Caballero, J. La economía laboral en el período clásico de la historia del pensamiento económico. Enciclopedia y Biblioteca Virtual de las Ciencias Sociales, Económicas y Jurídicas. pp 118-135. 2003.
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