El saqueo policial de Renteria en 1978, el Capitán Farizo, Martín Villa, Santiago Carrillo y Juan María Bandrés

la compañía de la Policía Armada, al mando del Capitán José Luis Farizo Martín, formada por 200 agentes antidisturbios, procedente de Miranda del Ebro, eran los mismos que habían participado en los sucesos de Pamplona y Donostia, en los que habían sido asesinados Germán Rodríguez y Joseba Barandiaran

Por Angelo Nero

Victorino Ruiz de Azúa, el periodista de El País, que antes de dejarnos nos legó revelaciones tan interesantes como esta: «Juan Luis Cebrián se ha convertido en el símbolo del capitalismo de rapiña que se ejerce en este país», era el firmante de una curiosa noticia, fechada en San Sebastián el 14 de julio de 1978, y cuyo titular era verdaderamente impactante: “Actuación vandálica de una compañía de la Policía Armada Rentería”. Hay que recordar que no hacía ni dos años y medio de la desaparición del Franco, y que muchas de las estructuras franquistas, que durante cuarenta años habían sostenido la dictadura, seguían intactas, una de ellas, precisamente, la policial. Muy grave tenía que haber sido la actuación de la Policía Armada, los odiados grises, para que el periodista, que había comenzado su carrera profesional en el semanario abertzale Berriak, comenzase así su crónica, que seguía de esta manera:

Fuerzas de la Policía Armada pertenecientes a una compañía de la reserva general, con sede en Miranda de Ebro y al mando de un capitán, arrasaron ayer establecimientos públicos y domicilios privados de Rentería, actuando vandálicamente durante cuarenta minutos. Decenas de cristaleras han quedado destruidas y en algunos comercios, los policías se llevaron objetos expuestos en los escaparates para luego arrojarlos desde sus vehículos en marcha. El gobernador civil, al que se dirigieron telefónicamente de inmediato el presidente de la comisión gestora municipal y el secretario del Ayuntamiento, manifestó que las fuerzas no habían actuado de acuerdo con sus órdenes y que no podía controlarlas.”

Esta acción de saqueo, actuando realmente como una fuerza de ocupación, vino precedida de la durísima represión policial, por orden del ministro de interior, Rodolfo Martín Villa, en los Sanfermines de Pamplona, en el día 8 de ese mismo mes de julio de 1978, con el resultado de más de 150 heridos, muchos de ellos con munición real, y con el asesinato de Germán Rodríguez. Esto provocó la inmediata convocatoria de una huelga general en los cuatro herrialdes de hego Euskalherria, y un buen número de movilizaciones, que también fueron duramente reprimidas, siendo también asesinado, en la realizada en San Sebastian el día 11, de Joseba Barandiaran.

Pero volvamos al relato de Victorino Ruiz de Azúa, que es bastante ilustrativo de los hechos:

Contrastando con la vuelta a la normalidad ciudadana y laboral que ayer se registró en toda Guipúzcoa, en Rentería, comenzaron a producirse cierres de comercios sobre las diez de la mañana. Paralelamente las asambleas de numerosas empresas locales decidieron interrumpir el trabajo para protestar por la actuación de la Guardia Civil, que anteayer por la tarde causó dos heridos de bala al tratar de eliminar las barricadas que interrumpían el tráfico en la carretera nacional, de Madrid a Irún. A las doce, tres o cuatro vehículos de la Guardia Civil se aproximaron a la principal entrada del pueblo desde San Sebastián, permaneciendo a cincuenta metros de un trader cruzado que impedía el tráfico.

A las dos, según todos los testigos que explicaron a EL PAIS lo sucedido, un numeroso grupo de autobuses y camionetas de la Policía Armada apareció en la carretera. Los policías comenzaron inmediatamente a retirar las barricadas, disolviendo pequeños grupo con procedimientos expeditivos.

Después, con todas las calles desiertas y la población atemorizada, piquetes de policías armados recorrieron a pie las principales calles de Rentería, destrozando con disparos de pelotas de goma y culatazos todo lo que encontraron a su paso. Los policía armados, descompuestos y en un gran estado de excitación, rompieron con las culatas de sus armas escaparates y cristaleras de portales, destrozaron porteros automáticos y se llevaron de varios establecimientos aparatos de radio, relojes y productos de pastelería. Los objetos sustraídos fueron destrozados más tarde lanzándolos desde los vehículos en marcha.”

Aunque la información de El País no lo menciona, la compañía de la Policía Armada, al mando del Capitán José Luis Farizo Martín, formada por 200 agentes antidisturbios, procedente de Miranda del Ebro, eran los mismos que habían participado en los sucesos de Pamplona y Donostia, en los que habían sido asesinados Germán Rodríguez y Joseba Barandiaran. El Capitán Farizo, dejaría la Policía Armada en agosto de ese año, pero no porque se le hubiera investigado, juzgado y condenado por estar al mando del saqueo de Rentería, sino porque “voluntariamente” pidió su reingreso en el ejército, siendo destinado al regimiento de Infantería de Tarragona. Otra muestra más de la impunidad con la que este pilar del franquismo sin Franco siguió actuando. Farizo Martín ascendió a coronel, y llegó a mandar una compañía de operaciones especiales en el Pirineo. Nadie le pidió cuentas por el saqueo de Renteria.

Pero regresemos a la crónica de ese 13 de julio de 1978 que quedaría grabado en la memoria de muchos ciudadanos de Errentería:

El punto donde se registró mayor violencia fue situado por los vecinos que presenciaron lo ocurrido en una confluencia de calles donde existe un centro de trabajo de la compañía eléctrica Iberduero. Los operarios que se encontraban en aquel momento en las dependencias de Iberduero manifestaron a EL PAIS que habían escuchado en los portales próximos un gran estrépito acompañado de gritos, imprecaciones y risas. Pensaron al principio, que se trataba de algún piquete de manifestantes incontrolados pero al asomarse para comprobar lo que sucedía pudieron ver a los policías armados, de uniforme, destrozando a patadas y culatazos todo lo que encontraban.

Estos portales, que se encuentran en la calle Aralar, seguían por la tarde tal y como quedaron, tras la actuación de la fuerza pública. Los porteros electrónicos quedaron inservibles, todos los cristales de las puertas estaban rotos, al igual que las lámparas del interior. Sobre grandes espejos hechos añicos, en los números 1 y 2 de la calle Aralar, aún podían verse nítidamente las huellas de los tacos de goma de botas militares. En uno de estos portales, el número 1, los policías armados introdujeron un bote de humo en el ascensor, activándolo y tratando de hacerlo llegar a las plantas superiores sin conseguirlo, ya que sólo atiende a llamada desde los pisos. En un portal próximo, los miembros de la fuerza pública defecaron y orinaron repetidamente.”

Unos días después del saqueo de Renteria, Martín Villa comparecía en el Congreso, y exculpaba a las fuerzas de orden a su mando: “Es absolutamente injusto hacer recaer sobre la honorabilidad de los Cuerpos de Seguridad de Estado, encargados de salvaguardar los derechos y libertades del ciudadano, el reproche a conductas individualizadas de indisciplina o extralimitación merecedoras por ello de la sanción correspondiente. Son los proprios Cuerpos de Seguridad del Estado los más interesados en eliminar de su seno conductas de indisciplina o de violencia innecesaria, pero tienen derecho a exigir de la sociedad y de todas las fuerzas sociales y políticas, el reconocimiento a su misión esencial y al respaldo debido a su actuación para preservar el orden y garantizar la seguridad ciudadana.” Realmente es recomendable leer toda la declaración ante la Comisión de Interior del ministro franquista sobre los sucesos de Pamplona, San Sebastián y Renteria, todo un ejercicio de cinismo político, que todavía hoy en día forma parte de su relato.

El relato de Victorino Ruiz de Azúa, escrito todavía con el eco de los cristales rotos de Rentería, continuaba así:

Otro establecimiento afectado fue el cine Alameda, en el paseo de Navarra, con amplias superficies acristaladas en dos fachadas. Ayer por la tarde no quedaba una sola luna en él. Un camión matrícula SS-12445, que estaba cruzado sobre la misma avenida, a pocos pasos del cine, quedó completamente calcinado al prenderle fuego los policías, según algunos testigos, aunque otras personas declararon que no existe aún completa seguridad sobre este hecho. Más de cincuenta comercios y portales fueron afectados por la actuación destructora de la fuerza pública, aunque: el número de cristaleras destrozadas es muy superior. Los disparos de pelotas de goma fuerori. dirigidos en ocasiones contra los pisos, rompiendo cristales y persianas. «Trataban -manifestó un testigo a EL PAISde que nos encerráramos aterrorizados y no pudiéramos ver nada.» Todos los vecinos consultados hicieron hincapié en que no hubo provocación alguna por parte de la población ni se produjeron enfrentamientos, ya que las calles permanecieron desiertas.

La gestora municipal, enterada de lo ocurrido, trató de establecer diálogo con el capitán de la Policía Armada que estaba al mando de la fuerza. Varios de sus miembros se dirigieron hacia él acompañados de dos policías municipales, siendo recibidos con palabras despectivas y amenazantes y, se les transmitió la orden de que se alejaran inmediatamente. Con anterioridad el presidente de la gestora municipal y el secretario del Ayuntamiento habían hablado por teléfono con el gobernador civil, Antonio Oyarzábal, quien lamentó lo que sucedía y declaró que ra fuerza pública estaba actuando en contra de sus órdenes y fliera de su control. «Estoy indignado y dispuesto -manifestó- a que esto no quede impune.» El señor Oyarzábal ha sido jefe del gabinete técnico de Carlos Arias Navarro cuando éste era presidente del Gobierno.”

En la Comisión de Interior posterior a los sucesos de Renteria, Martín Villa encontró apoyos, al menos de forma parcial, en diputados de la oposición que le echaron un capote, como el secretario general del PCE, Santiago Carrillo: “Quiero decir, aunque se pueda acusar de estar de acuerdo con el señor Martín Villa -con el que lo estoy raramente, que, de todos modos, es la primera vez que he visto a un gobierno en este país, desde que tengo uso de razón, dar información e, incluso información interna del carácter de la que se nos ha proporcionado de las Fuerzas de Orden Público. Y quiero decir también, desde que tengo uso de razón, es la primera vez que he visto sancionar, con relativa rapidez, a Oficiales y Jefes de las FOP, que han incurrido en faltas graves en el ejercicio de su misión.” La música de la Transición, hacía estos extraños compañeros de baile, y les obligaba a cantar en versión oficial.

Otro protagonista de la Transición, el dirigente de Euskadiko Ezkerra, Juan María Bandrés, que acabaría su vida política integrando a su formación en el PSOE, aparecía en la parte final del artículo citado de El País:

Una asamblea popular en la plaza del Ayuntamiento no llegó a ninguna. conclusión, al contestar violentamente muchos de los presentes al senador y consejero de Transportes, Juan María Bandrés. A última hora se formó una manifestación de 2.000 personas, que recorrió las calles de Rentería a los gritos de «Gora ETA militar», «Disolución de los cuerpos represivos» y «ETA, ETA, más metralletas».

El senador Bandrés, en su intervención ante la asamblea, dijo: «Yo he visto con mis propios ojos la barbarie ocasionada por la gente’ uniformada.» «Hoy, Rentería -añadió- tiene que darse cuenta de que sólo tiene un enemigo público común: las fuerzas de orden público.»

Juan María Bandrés, visiblemente indignado, dijo que Rentería debía dejarse de tonterías y que «el pueblo tiene ahora que mostrarse más unido que nunca». Pidió la autodeterminación para Euskadi de una puñetera vez y declaró: «Hoy haré de notario del dolor de este pueblo ante el Consejo General vasco.» Puso a disposición del pueblo de Rentería al CGV, y antes de dejar la palabra grito: Gora Euskadi askatuta, consigna que fue respondida con el gora de los asistentes.”

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