El bipartidismo no solo no invirtió en reindustrialización, sino que fomentó un modelo basado en la externalización, la competencia desleal y la precarización laboral.
Por Fernando Ariza | 11/06/2025
En las últimas tres décadas, España ha experimentado un profundo proceso de desindustrialización que ha transformado su estructura económica, reduciendo drásticamente el peso de la industria y la agricultura en el Producto Interior Bruto (PIB) en favor del sector servicios, particularmente el turismo y la hostelería. Este cambio, impulsado por los sucesivos gobiernos del bipartidismo (PSOE y PP), ha debilitado la capacidad productiva del país, precarizado el mercado laboral y generado problemas estructurales como el acceso a la vivienda, exacerbado por la masificación turística.
La desindustrialización: un proceso estructural
El proceso de desindustrialización en España se intensificó tras la integración en la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1986, un momento clave en el que se priorizó la privatización masiva de determinados sectores y la especialización en el turismo y los servicios. Este cambio se consolidó durante las décadas de 1990 y 2000, acompañado por políticas de reconversión industrial que desmantelaron sectores clave como la siderurgia, la construcción naval y la minería.
En 1970, la industria representaba el 34% del PIB español, mientras que los servicios aportaban el 46,2%. Para 2023, la industria se había reducido al 17%, y los servicios habían crecido hasta el 75% del PIB. La agricultura, por su parte, pasó de un 11% en 1970 a un 2,6% en 2023. Entre 1970 y 2009, el peso de la industria en el PIB cayó del 34% al 15%, y el empleo industrial se redujo a apenas el 14% de la población ocupada. Desde 2008, la industria perdió 370.000 empleos, pasando de 3 millones a 2,7 millones de trabajadores, mientras que los servicios ganaron 770.000 empleos, alcanzando los 14,7 millones en 2018. En 2024, el empleo industrial representó solo el 13% del total, un mínimo histórico.
Estos datos reflejan una tendencia clara: España se ha convertido en una economía de servicios, con un enfoque desproporcionado en sectores de bajo valor añadido como la hostelería y el turismo. La producción industrial ha caído un 21% desde 2007, y en los últimos tres años antes de 2019, se desplomó un 32% según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este colapso no solo responde a factores coyunturales, como la crisis de 2008, sino a un proceso estructural impulsado por decisiones políticas.
El papel del bipartidismo en la desindustrialización
Los gobiernos del PSOE y el PP han jugado un papel central en este proceso. Durante la década de 1980, bajo el mandato de Felipe González, se llevó a cabo una reconversión industrial que desmanteló sectores estratégicos como los astilleros (Ferrol, Cádiz, Vigo), la siderurgia (ENSIDESA, Altos Hornos de Vizcaya) y la minería (HUNOSA). Estas políticas, justificadas como una adaptación a las exigencias de la CEE, priorizaron la venta de empresas públicas saneadas a bajo precio a corporaciones extranjeras, en lugar de fomentar un sector industrial competitivo.
En los años 1990 y 2000, el modelo productivo español se reorientó hacia el turismo, la construcción y los servicios, en un contexto de liberalización económica y globalización. La entrada en la zona euro y las políticas de austeridad impuestas por la Unión Europea agudizaron la desindustrialización, especialmente en las regiones periféricas, que sufrieron una ‘desindustrialización prematura’ antes de alcanzar niveles de renta suficientes para transitar hacia servicios de alto valor añadido.
El bipartidismo no solo no invirtió en reindustrialización, sino que fomentó un modelo basado en la externalización, la competencia desleal y la precarización laboral. Las reformas laborales de 2010 y 2012 facilitaron la ‘devaluación interna’, reduciendo salarios y aumentando la precariedad para mejorar la competitividad a corto plazo, a costa de la capacidad productiva a largo plazo. Como resultado, España perdió peso en sectores de tecnología intermedia, como el automotriz, frente a competidores asiáticos y del este de Europa.
Consecuencias para la clase trabajadora
La desindustrialización ha tenido un impacto devastador en el mercado laboral español. La industria, históricamente asociada a empleos estables y bien remunerados, ha sido reemplazada por un sector servicios dominado por la hostelería y el turismo, caracterizados por empleos precarios y salarios bajos. Mientras que la industria genera mayor valor añadido con menos mano de obra, los servicios requieren más trabajadores por unidad de producto, lo que reduce la productividad y los salarios. En 2020, la productividad de los servicios en España era significativamente menor que la de la eurozona, especialmente en hostelería y servicios profesionales.
El turismo, que representa más del 10% del PIB y espera alcanzar los 95 millones de visitantes en 2024, ha sido un pilar de la economía española desde los años sesenta. Sin embargo, su crecimiento descontrolado ha generado una dependencia excesiva, con efectos negativos para los trabajadores. Aunque los sueldos en la hostelería han crecido un 34% en los últimos diez años, según la patronal, siguen siendo bajos en comparación con los de la industria, y la precariedad laboral es generalizada. La ‘devaluación interna’ ha incrementado el número de horas trabajadas y la inestabilidad laboral, afectando especialmente a los sectores de servicios.
Masificación turística y el problema de la vivienda
El auge del turismo ha contribuido a un grave problema de acceso a la vivienda, especialmente en las grandes ciudades y destinos turísticos como Barcelona, Madrid y Baleares. La masificación turística, con un aumento del 13% en las llegadas de visitantes extranjeros en 2024, ha disparado la demanda de alquileres vacacionales, reduciendo la oferta de vivienda residencial y encareciendo los precios de compra y alquiler. Este fenómeno ha generado protestas en varias ciudades, donde los residentes denuncian la pérdida de calidad de vida y la dificultad para acceder a una vivienda asequible.
El boom inmobiliario de principios de siglo, combinado con la terciarización de la economía, atrajo inversiones poco productivas hacia la construcción y los servicios, en lugar de hacia sectores industriales de mayor valor añadido. Como resultado, los precios de la vivienda se han disparado, mientras que los salarios, ligados a sectores de baja productividad como la hostelería, no han crecido al mismo ritmo, agravando las condiciones materiales de la clase trabajadora.
Un modelo económico insostenible
El modelo económico basado en el turismo y los servicios es insostenible a largo plazo. La desindustrialización ha reducido la capacidad productiva de España, haciéndola dependiente de sectores vulnerables a crisis externas, como la pandemia de 2020, que devastó el turismo y la hostelería. Sin una industria fuerte, España carece de la resiliencia necesaria para enfrentar choques económicos, como demuestra la dificultad para obtener productos esenciales (mascarillas, respiradores) durante la crisis sanitaria.
Además, la terciarización ha limitado el crecimiento económico potencial. Según estimaciones, la baja productividad de los servicios podría reducir el crecimiento anual del PIB en 0,6 puntos hasta 2050, a menos que se equipare a los niveles de la eurozona. La falta de inversión en sectores industriales y en innovación tecnológica perpetúa un círculo vicioso de precariedad y dependencia.
El desmantelamiento industrial de las últimas tres décadas, impulsado por el bipartidismo y las exigencias de la Unión Europea, ha transformado a España en una economía de servicios con un mercado laboral precario y un grave problema de acceso a la vivienda. La dependencia del turismo y la hostelería, aunque rentable a corto plazo, no compensa la pérdida de capacidad productiva ni los bajos salarios que afectan a la clase trabajadora. Revertir este modelo requiere políticas de reindustrialización, inversión en sectores de alto valor añadido y una regulación del turismo que priorice la sostenibilidad y el bienestar de los residentes. Sin un cambio estructural, España seguirá atrapada en un modelo económico que beneficia a unos pocos mientras condena a la mayoría trabajadora a la precariedad.
En Cadiz sabemos muy bien del impacto de la desindustrialización como buen lo explica el artículo, hemos pasado de ser de los mejores caldereros y soldadores, a ser una mierda de camarero para guirris jubiladxs y masas de turistas borrachos.
Pronto estaremos en la calle nuevamente con la huelga del metal, defiendo este reducto de industria que queda por la bahía de Cadiz y el campo de Gibraltar.
Sabemos desde hace años que es una batalla perdida de antemano, pero seguiremos luchando por ello,porque no queremos que la bahía sea otro Benidorm.
Somos como los galos de Asterix y Obelix defiendo una quimera llamada a ser borrada del mapa industrial.
Pero estaremos en los piquetes y detrás de la barricada, como un último grito de resistencia de la clase obrera gaditana .
Que viva la lucha de la lucha obrera,ni un paso atrás en la lucha del metal.
Que arda Troya, en nombre de la dignidad de nuestra clase frente al fascismo subyacente del gobierno reformista vendeobrerxs de psoesumar.
Salud y anarkia