La teoría culpa a una élite global y liberal de dirigir un complot para llevar a cabo la destrucción de los pueblos europeos.
Por Lucio Martínez Pereda | 26/12/2024
Francia ha sido el país donde han surgido las principales teorías conspiranoicas de la Edad Contemporánea. En su origen tienen en común haber sido una respuesta propagandística contra la revolución francesa. Las primeras teorías conspiranoicas contrarrevolucionarias surgieron como reacciones conservadoras para impedir los cambios sociales y políticos de la Ilustración y frenar las posteriores revoluciones liberales derivadas de la revolución francesa de 1789 . La Iglesia jugó un papel central en su difusión: a través de su influencia doctrinal y política promovió narrativas que asociaban los movimientos revolucionarios y liberales con amenazas anticristianas. La Iglesia católica utilizó estas narrativas para vincular a los revolucionarios, primero franceses y después liberales, con el ateísmo, el satanismo y conspiraciones extranjeras. Se trataba de presentar las revoluciones como obra de fuerzas malignas que buscaban destruir el orden divino y social. La oposición a las ideas ilustradas y revolucionarias -propagadas por textos eclesiásticos- alinearon a la religión católica con la monarquía absoluta.
Los jesuitas tuvieron un papel importante en la formulación de las primeras teorías conspirativas sobre la Revolución Francesa. Augustin Barruel -un sacerdote jesuita francés- fue el primero que atribuyó la Revolución de 1789 a una conspiración masónica. En su obra «Memoria para servir a la Historia del Jacobinismo» (1797-1799), Barruel argumentó que la francmasonería estaba detrás de la Revolución. Lorenzo Hervás y Panduro, otro jesuita, publicó en 1803 la obra «Revolución religionaria y civil de los franceses en el año 1789: Sus causas morales y medios usados para efectuarla». Hervás sostenía que las causas de la Revolución no eran económicas, sino que procedían del mundo de las ideas. Hervás afirmaba que la Revolución era fruto de una conspiración de «filósofos incrédulos y herejes jansenistas» unidos para destruir la religión y el trono de Francia. En su obra, Hervás describía el nacimiento de lo que llamaba la «fiera democrática» y la libertad como un «fruto abominable de las sectas jansenista, filosófica y francmasónica». Según Hervás, la masonería buscaba la destrucción del catolicismo y las monarquías a través de la difusión de las ideas de libertad e igualdad. Estas teorías conspirativas formuladas por jesuitas como Barruel y Hervás sentaron las bases para una narrativa que atribuía la Revolución Francesa a una conspiración secreta de masones y otras sociedades, en lugar de a causas sociales y económicas más complejas.
En el siglo XIX estas teorías fueron reactivas en las sucesivas oleadas revolucionarias de 1820, 1830, 1848 y 1870. Solo se modificaron aquellos aspectos necesarios para adecuarlas a los distintos contextos nacionales y adaptarlas a las cambiantes circunstancias de cada coyuntura política. Exceptuando estas adaptaciones la tratadistica conspirativa se mantiene prácticamente inalterable hasta comienzos del Siglo XX. Es entonces cuando pasa a su segunda etapa con el texto de los Protocolos de los Sabios de Sión. Fueron publicados por primera vez en 1903 en el periódico ruso Znamya (La Bandera) y se difundieron ampliamente en 1905. El texto pretende ser la transcripción de reuniones de líderes judíos que planean dominar el mundo, describiendo una conspiración judeo-masónica. Sin embargo, es un documento fabricado que carece de autenticidad. A pesar de tenerse conocimiento de su condición fraudulenta desde 1922 , los Protocolos se tradujeron a múltiples idiomas y se distribuyeron globalmente, siendo utilizados como instrumento propagandístico por diversos movimientos antisemitas, incluidos los nazis. Adolf Hitler y otros líderes nazis utilizaron los Protocolos para justificar la persecución de los judíos, considerándolos parte de una conspiración para controlar el mundo. Los franquistas también emplearon propagandísticamente los protocolos. Numerosos estudios han demostrado que los Protocolos son un plagio de obras anteriores, como Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, y han sido identificados como un producto de la Ojrana, la policía secreta zarista. A pesar de su desacreditación, todavía continúan circulando en círculos ultraderechistas, especialmente a través de Internet.
Estos dos precedentes -como veremos posteriormente – son los que establecen las características principales de El gran Reemplazo, una teoría conspirativa de ultra derecha surgida en Francia y popularizada por el escritor Renaud Camus en 2012. En ella se afirma que existe un plan deliberado para sustituir a la población blanca y cristiana de Europa por pueblos no europeos, especialmente musulmanes y africanos. La cultura, civilización e identidad de Europa están en peligro debido a la inmigración masiva. El Gran Reemplazo culpa a las élites globales y liberales de orquestar este supuesto reemplazo demográfico. Camus fue quien introdujo el concepto en su libro «L’Abécédaire de l’in-nocence» en 2010 y lo desarrolló posteriormente en «Le Grand Remplacement» publicado en 2011. Camus sostenía que este reemplazo ocurriría «en el lapso de una generación». La novela «El campamento de los santos» (Le Camp des Saints) de Jean Raspail, publicada en 1973, sentó algunas bases iniciales de las propuestas de Camus al describir en clave de ficción una invasión masiva de inmigrantes a Francia.
La teoría culpa a una élite global y liberal, en la que incluyen a Soros, de dirigir un complot para llevar a cabo la destrucción de los pueblos europeos. A partir de la crisis de refugiados de 2015, se añadió un nuevo elemento a la teoría, acusándo al financiero de estar detrás de la supuesta operación del «gran reemplazo». La inclusión de Soros en la teoría añade un componente antisemita a la narrativa original, uniendo así islamofobia y antisemitismo. Al ser Soros un financiero judío conocido por su filantropía liberal, su figura encaja en el perfil que la teoría atribuye a los supuestos conspiradores.
Desde Francia la teoría se extendió a otros países europeos y Estados Unidos a través de redes sociales y ha sido adoptada por partidos y movimientos de ultra derecha. La teoría del gran reemplazo se ha difundido a través de los Sitios web como Gates of Vienna, Politically Incorrect y Fdesouche, desde estos sitios se han proporcionado plataformas para que blogueros difundan la teoría. Youtubers e influencers como Lauren Southern, Roma Gallardo y Daniel Esteve han ayudado a popularizarla.
La teoría del gran reemplazo ha tenido una influencia significativa en la radicalización de movimientos extremistas y ha servido de motivación intelectual en varios ataques terroristas y tiroteos masivos: Christchurch (Nueva Zelanda), Buffalo y Pittsburgh (Estados Unidos). Los perpetradores de estos ataques justificaron sus acciones como una «defensa» contra el supuesto reemplazo de la población blanca.
La teoría ha pasado de ser marginal a normalizarse en el debate político en varios países. El Gran Reemplazó crea ecosistemas de comunicación donde se normalizan y fomentan actitudes extremistas, actuando como paraguas que engloba y amplifica otras formas de xenofobia y racismo. Proporciona una narrativa coherente que une diferentes formas de extremismo de derecha y ha contribuido a desplazar los límites de lo que se considera aceptable en el discurso político. Figuras como Éric Zemmour en Francia han promovido el discurso del Gran Reemplazo no solo en sus programas políticos, sino también en medios de comunicación. Zemmour, candidato presidencial en 2022, incorporó explícitamente la teoría en su discurso, afirmando que su deber era «salvar a Francia del ‘gran reemplazo'» Marine Le Pen- más cauta en el uso directo del término- aprovechó la gran aceptación de esta teoría entre sus potenciales votantes para endurecer su retórica antiinmigración. Incluso Valérie Pécresse- candidata de la derecha moderada- mencionó el concepto en un mitin. En Estados Unidos algunos políticos republicanos han adoptado versiones de esta teoría, acusando a los demócratas de promover la inmigración con fines electorales. Tucker Carlson, influyente presentador de Fox News, ha mencionado las «teorías de reemplazo» más de 400 veces en su programa de televisión. En Europa, Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, ha discutido esta teoría en conferencias conservadoras. Santiago Abascal ha utilizado retórica similar, acusando al gobierno de promover un «reemplazo generacional y poblacional» y una “ invasión migratoria” Matteo Salvini, el líder de la Liga en Italia ha abrazado este planteamiento, denunciando una supuesta «sustitución étnica» en su país.
Los promotores del Gran Reemplazo utilizan varias técnicas para intentar dar credibilidad a su teoría conspirativa, veámoslas:
1. Uso selectivo de datos demográficos: utilizan estadísticas sobre inmigración y tasas de natalidad sacadas de contexto para crear una falsa impresión de «reemplazo» demográfico inminente. Exageran las tasas de natalidad de los inmigrantes en comparación con la población nativa, sin considerar otros factores demográficos. Presentan datos sobre cambios en la composición étnica de la población sin considerar las causas complejas y los procesos históricos detrás de estos cambios.
2. Presenta la teoría como una «amenaza existencial» a la cultura y civilización europea para generar miedo y resentimiento. Usan un lenguaje alarmista: emplean términos como «invasión» o «sustitución étnica» para intensificar el miedo a la pérdida de la identidad cultural y racial, y construir un escenario apocalíptico similar al que se encuentra en muchas teorías conspirativas que anticipan un futuro catastrófico si no se toman medidas inmediatas.
3. Datos económicos: minimizan las contribuciones económicas de los inmigrantes a la sociedad mediante datos parciales o descontextualizados.
4. Cifras de criminalidad: a menudo se recurre a estadísticas de criminalidad de manera sesgada para asociar la inmigración con un aumento del crimen.
5. La teoría del Gran Reemplazo está relacionada con la idea más amplia del «genocidio blanco», popularizada en los Estados Unidos por el neonazi David Lane en su «Manifiesto del Genocidio Blanco» de 1995. Lane afirmaba que los gobiernos occidentales estaban orquestando un plan para extinguir a la población blanca mediante la inmigración y el mestizaje. Esta narrativa ha influido en el discurso de grupos supremacistas blancos y ha sido un precursor ideológico de la teoría del Gran Reemplazo. La noción de un reemplazo poblacional bajo la dirección de una élite hostil se remonta a teorías de conspiración antisemitas que surgieron antes de la Segunda Guerra Mundial. Estas teorías -pivotando entorno al texto de los Protocolos- postulaban la existencia de un complot judío para destruir Europa a través del mestizaje y la inmigración, como se muestra en el libro de Édouard Drumont, que fue un éxito entre los antisemitas de su tiempo
6. Narrativa de un enemigo oculto: al igual que las teorías conspirativas surgidas de la Revolución Francesa el Gran Reemplazo postula la existencia de un enemigo oculto, en este caso, una élite global que supuestamente conspira para reemplazar a la población nativa. Esta idea se asemeja a las teorías antisemitas históricas que acusaban a los judíos de conspirar para dominar el mundo.
7. Pseudo-academicismo: intentan dar una apariencia de respaldo académico – citando selectivamente estudios o datos fuera de contexto- a una teoría que carece de fundamento científico alguno y se basa en prejuicios raciales y xenófobos. Conectan la teoría con otras conspiraciones para reforzar una visión del mundo paranoica.
Se ha demostrado que «la creencia en el Gran Reemplazo está vinculada a rasgos de personalidad antisocial, así como a una predisposición hacia comportamientos violentos». Diversos estudios han revelado que «quienes creen en el ‘Gran Reemplazo’ son más propensos a justificar la violencia como un medio necesario para defenderse de esta supuesta amenaza» Dentro de esta mentalidad de «ellos contra nosotros», la violencia es contemplada como una respuesta legítima para proteger la cultura e identidad racial. Esta menor empatía hacia los demás, facilita la deshumanización de quienes perciben como amenaza. El rechazo hacia los cambios sociales que promueven la inclusión y la equidad provoca niveles más altos de resentimiento racial y hostilidad hacia inmigrantes, minorías y mujeres.
A continuación haremos un breve repaso de los principales científicos sociales que han contribuido a estudiar esta teoría
Nicole Hemmer, historiadora estadounidense, ha analizado cómo la teoría del Gran Reemplazo ha sido asimilada e institucionalizada por movimientos de ultraderecha en Europa y América, destacando su impacto en el discurso político contemporáneo. Cas Mudde, el Politólogo neerlandés, ha analizado el sustrato de la naturaleza racista de la teoría y su conexión con movimientos populistas y de extrema derecha, ofreciendo un análisis crítico sobre su propagación. David Neiwert ha investigado el extremismo de derecha en Estados Unidos y ha explicado los mecanismos empleados por teorías como las del Gran Reemplazo para alimentar la violencia y el terrorismo. Matthew Goodwin, el politólogo británico, ha estudiado el ascenso de partidos populistas en Europa y cómo estas teorías se integran en sus plataformas políticas. Hervé Le Bras, el Demógrafo francés ha demostrado científicamente que no hay evidencia que respalde las afirmaciones sobre un «reemplazo» demográfico ni inminente ni posible en el medio plazo temporal.
Las similitudes entre la teoría del «Gran Reemplazo» y su precedente modélico Los Protocolos de los Sabios de Sion se pueden resumir en los siguientes puntos clave:
1. Naturaleza Conspirativa
Ambos textos presentan una narrativa conspirativa que atribuye a un grupo específico (judíos en el caso de los Protocolos y élites globales o inmigrantes en el caso del Gran Reemplazo) la intención de dominar o reemplazar a una población nativa. Los Protocolos argumentan que los judíos planean controlar el mundo, mientras que la teoría del Gran Reemplazo sostiene que hay un complot para sustituir a las poblaciones blancas europeas mediante la inmigración.
2. Miedo a la Pérdida Cultural
Ambas teorías fomentan el miedo a la pérdida de identidad cultural. Los Protocolos alimentan el temor a que los judíos desestabilicen las sociedades europeas, mientras que la teoría del Gran Reemplazo advierte sobre la desaparición de la civilización occidental debido a la inmigración masiva y el multiculturalismo.
3. Uso de Estereotipos
Los dos conceptos se basan en estereotipos negativos. Los Protocolos describen a los judíos como manipuladores y poderosos, mientras que el Gran Reemplazo presenta a los inmigrantes como una amenaza que busca despojar a los nativos de su cultura y derechos.
4. Justificación de actos violentos
Los Protocolos fueron utilizados por los nazis para legitimar el Holocausto, mientras que la teoría del Gran Reemplazo ha sido citada por perpetradores de ataques violentos contra comunidades musulmanas y minorías, como en los atentados en Christchurch y El Paso.
5. Desinformación y Propaganda
Tanto los Protocolos como la teoría del Gran Reemplazo se han difundido ampliamente a través de canales de desinformación y propaganda, aprovechando temores sociales para ganar adeptos entre grupos extremistas y nacionalistas.
6. Rechazo por parte de expertos
Ambas teorías han sido desacreditadas por expertos. Los Protocolos han sido identificados como un fraude creado por la policía secreta zarista, mientras que la teoría del Gran Reemplazo es considerada una construcción falsa sin base empírica que busca alimentar el racismo y la xenofobia.
Para finalizar a modo de resumen: en Francia se creó una tradición conspiranoica originada en el movimiento reaccionario contra la revolución francesa. A lo largo de sus tres etapas – conspirativa jesuítica, teoría del gran reemplazo, y su fase intermedia exógena de los «Protocolos de los Sabios de Sión»- los bulos, la difusión de desinformación en un contexto pánico moral y la justificación de violencia, han sido las características comunes usadas para extender la propaganda del antisemitismo y la xenofobia adaptándola a funciones políticas distintas.
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