Algunos expertos señalan que, aunque los fijos discontinuos son indefinidos, no eliminan la intermitencia ni la precariedad en sectores estacionales, ya que los trabajadores no cobran durante los periodos de inactividad.
Por Gabriela Rojas | 7/05/2025
En España los contratos fijos discontinuos han ganado protagonismo tras la reforma laboral de 2022 (Real Decreto-ley 32/2021) como una alternativa usada por la patronal para seguir empleando a trabajadores de manera temporal, reemplazando en muchos casos a los contratos temporales.
Contexto de la reforma laboral
Según el Gobierno, la reforma laboral tuvo como objetivo principal disminuir la alta tasa de temporalidad en España, que históricamente ha sido una de las más elevadas de Europa. Para ello, se limitaron los supuestos en los que se pueden utilizar contratos temporales, restringiéndolos a circunstancias muy específicas, como incrementos ocasionales e imprevisibles de la producción (máximo 6 meses, ampliable a 12 por convenio) o sustituciones de trabajadores. También se eliminó el contrato por obra o servicio, que era comúnmente utilizado para trabajos temporales.
Paralelamente, la reforma promovió el contrato fijo discontinuo como una herramienta para cubrir trabajos estacionales o intermitentes, pero con carácter indefinido, otorgando mayor estabilidad a los trabajadores. Estos cambios han provocado un aumento considerable de este tipo de contratos, que se utilizan para trabajos de naturaleza estacional en turismo, agricultura, hostelería, actividades productivas de temporada, o trabajos intermitentes con periodos de ejecución ciertos, ya sean determinados o indeterminados.
También se aplica a servicios en el marco de contratas mercantiles o administrativas previsibles que formen parte de la actividad ordinaria de la empresa, así como en contratos de Empresas de Trabajo Temporal (ETT). De esta manera se ha permitido que muchas actividades que antes se cubrían con contratos temporales ahora se gestionen con contratos fijos discontinuos.
Un gran auge
Según datos de 2022, se firmaron 2,3 millones de contratos fijos discontinuos, y a finales de ese año había aproximadamente 830.000 trabajadores con este tipo de contrato, lo que representa un aumento significativo respecto a años anteriores, cuando su uso era marginal y rondaba alrededor de los 400.000 en 2021.
En 2024, los fijos discontinuos representaron el 14% del total de contratos, con un 45% de ellos firmados por menores de 30 años, y concentran el 52,7% del empleo creado en meses como abril, especialmente en sectores estacionales como la hostelería.
La afiliación a la Seguridad Social de trabajadores fijos discontinuos se duplicó entre diciembre de 2021 y abril de 2022, alcanzando 640.111 empleados, y en 2023 se estabilizó en torno a 864.000.
De cara a las estadísticas, la reforma laboral redujo la tasa de temporalidad del 27,9% en 2021 al 11,9% en 2023, en parte debido a la conversión de contratos temporales en fijos discontinuos. Sin embargo, en la práctica, este cambio es más estadístico que real, ya que los trabajadores fijos discontinuos en periodos de inactividad no figuran como parados, aunque no estén trabajando ni cobrando salario, lo que en realidad ‘maquilla’ las cifras de desempleo.
Diferencias clave entre ambos contratos
Los contratos temporales tienen una fecha de finalización definida y se extinguen al concluir el motivo que los justificó, con una indemnización de 12 días por año trabajado. Los contratos fijos discontinuos son indefinidos, sin fecha de finalización, y la relación laboral se suspende en periodos de inactividad, reactivándose mediante un llamamiento. No hay indemnización al finalizar un periodo de actividad, pero sí mayores derechos, como antigüedad completa y una indemnización por despido equivalente a la de un indefinido (20 o 33 días por año, según el caso).
Los fijos discontinuos ofrecen algo más de estabilidad laboral, ya que el trabajador forma parte de la plantilla fija y puede ser llamado en los periodos de actividad, además de poder acceder a prestaciones por desempleo durante la inactividad si cumple los requisitos. Los temporales, en cambio, no garantizan continuidad y suelen implicar una mayor rotación.
Para los trabajadores, los fijos discontinuos proporcionan derechos equiparables a los de un contrato indefinido, como mayor protección frente al despido, antigüedad completa y acceso al paro. Las empresas los están usando de facto como contratos temporales, evitando tener que formar a nuevos empleados cada temporada. De cara ‘a la galería’, este tipo de contratos han contribuido a reducir la temporalidad contractual, especialmente en sectores como la hostelería (43% de los fijos discontinuos en 2024) y el turismo.
La trampa de los fijos discontinuos
Algunos expertos señalan que, aunque los fijos discontinuos son indefinidos, no eliminan la intermitencia ni la precariedad en sectores estacionales, ya que los trabajadores no cobran durante los periodos de inactividad.
La falta de datos precisos sobre cuántos fijos discontinuos están inactivos dificulta evaluar su impacto real en el empleo. El Ministerio de Trabajo ha reconocido esta limitación, pero sostiene que la contabilidad estadística no ha cambiado desde 1985.
Aunque el contrato es ‘fijo’, los periodos de inactividad no generan ingresos, lo que dificulta la planificación financiera. Los trabajadores dependen de la demanda del empleador, que puede ser impredecible. Durante los periodos sin trabajo, los empleados no acumulan ciertos derechos laborales, como vacaciones o antigüedad, y su acceso a prestaciones (como el desempleo) puede ser limitado o complicado.
Por otro lado, algunas empresas utilizan este contrato para evitar la contratación indefinida ordinaria, llamando a los trabajadores solo en picos de actividad, lo que precariza el empleo y reduce costes laborales a expensas de los derechos del trabajador. Hay que tener en cuenta que este tipo de contrato se concentra en sectores como la hostelería, el turismo o la agricultura, donde la temporalidad ya es alta, perpetuando la precariedad en estas industrias en lugar de fomentar empleos más estables. Además, la incertidumbre sobre los periodos de actividad complica la conciliación familiar y personal, ya que los trabajadores no tienen un horario estable ni predecible.
En definitiva, los contratos fijos discontinuos están sustituyendo a los contratos temporales en España, especialmente en sectores estacionales, como parte de la estrategia de la reforma laboral para reducir la temporalidad. Han aumentado significativamente en número y han contribuido a una caída de la tasa de temporalidad, aunque persisten debates sobre si este cambio refleja una mejora real en la calidad del empleo o si es un ajuste estadístico que no elimina la precariedad en ciertos sectores.
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