El 47 es un filme imprescindible en un momento en el que el fascismo y los discursos reaccionarios están resurgiendo con fuerza.
Por Isabel Ginés | 12/02/2025
La película El 47 trasciende el mero relato de un secuestro de autobús para convertirse en un testimonio vibrante de la lucha de una generación de vecinos, trabajadores e inmigrantes que, frente a la desidia de las autoridades, decidieron tomar las riendas de su propio destino. Este filme captura con crudeza y realismo las condiciones de vida en los barrios periféricos de Barcelona durante los años 70, donde la ausencia de servicios básicos como agua, electricidad y transporte público era el pan de cada día para miles de familias obreras.
Sin embargo, pese a su indudable valor cinematográfico y social, la película omite aspectos cruciales que enriquecerían su narrativa. El secuestro del autobús 47 no fue un acto aislado ni improvisado, sino parte de una estrategia de lucha vecinal organizada, estrechamente vinculada a movimientos sindicales y políticos que desempeñaron un papel fundamental en la resistencia contra el franquismo.
Una lucha colectiva: más que un secuestro
El secuestro del autobús 47 no fue un hecho fortuito ni el resultado de la acción de unos pocos. Fue una medida planificada dentro de un movimiento más amplio de reivindicaciones vecinales. En el corazón de esta lucha se encontraba Manuel Vital Velo, un sindicalista, militante del PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya) y de Comisiones Obreras (CCOO), cuya figura fue clave en la organización de las protestas.
Vital no era simplemente un conductor de autobuses; era un líder comunitario que había estado trabajando con los vecinos desde mucho antes. Junto a otros compañeros del PSUC y las asociaciones de vecinos, encabezó batallas esenciales para lograr servicios básicos como agua potable, alcantarillado, electricidad y transporte público en barrios marginados como Torre Baró.
La película pasa por alto el papel central que desempeñaron las organizaciones políticas y sindicales en esta lucha. Fue el PSUC quien, ante la negativa de las autoridades a proporcionar transporte público a Torre Baró, decidió secuestrar el autobús 47 el 7 de mayo de 1978. Manuel Vital informó a la Asociación de Vecinos de Torre Baró, que movilizó a todo el barrio para respaldar la acción. Esta protesta logró la ampliación de las líneas de autobús y demostró que la movilización vecinal podía arrancar conquistas al poder.
Pero la historia de Manuel Vital es aún más profunda. Llegó a Torre Baró en 1947, con apenas 24 años, cuando el barrio ni siquiera era reconocido como tal. Como muchos otros inmigrantes del sur de España, tuvo que construir su propia casa en un terreno sin urbanizar, en una Barcelona que crecía sin planificación ni servicios. La comunidad se organizaba en un esfuerzo colectivo: los vecinos se ayudaban mutuamente a levantar sus viviendas en una sola noche, porque si la policía encontraba una casa sin techar al amanecer, la derribaba.
Este espíritu de solidaridad, nacido de la necesidad, fue lo que impulsó a Manuel Vital y a otros líderes a encabezar las luchas vecinales. En 1972, organizó el corte de la autopista de entrada a Barcelona por la Avenida Meridiana, una acción masiva en la que hombres, mujeres y niños del barrio bloquearon la carretera para exigir agua corriente. La presión popular obligó al ayuntamiento franquista a comprometerse a construir canalizaciones para llevar agua a las viviendas.
Memoria histórica: la sombra de la represión franquista
La historia de Manuel Vital está marcada no solo por la resistencia al franquismo, sino también por la represión. Su padre, Diego Vital Díaz, fue una de las miles de víctimas de la dictadura. En 1936, en plena Guerra Civil, Diego, que trabajaba como contable en el ayuntamiento de Valencia de Alcántara (Cáceres), fue asesinado por las tropas franquistas y su cuerpo arrojado a una mina conocida como Terría, junto con otros 49 republicanos.
Durante décadas, las familias de los asesinados tuvieron que vivir en el silencio y el miedo. No podían hablar de sus muertos ni preguntar por ellos. No fue hasta 2017 que los restos de Diego Vital fueron recuperados en los trabajos de exhumación de la fosa común.
Este es otro aspecto crucial que El 47 deja en la sombra: la conexión entre la lucha vecinal de los años 70 y la memoria histórica de la represión franquista. La resistencia de Manuel Vital no se entiende sin la historia de su padre y la de miles de familias que vivieron la dictadura no solo como una opresión política, sino también como un castigo social y económico.
“Gallo Negro, Gallo Rojo”: un himno de resistencia En la película suena “Gallo Negro, Gallo Rojo”, una canción con un profundo significado en la lucha antifranquista. Compuesta por Chicho Sánchez Ferlosio, este tema se convirtió en un himno de la resistencia republicana y obrera.
El “gallo negro” simboliza el fascismo y la opresión, mientras que el “gallo rojo” representa la lucha del pueblo por la justicia y la libertad. La letra refleja la dura realidad de la represión franquista y la esperanza de que, algún día, la lucha obrera y popular triunfe. Su inclusión en El 47 refuerza el mensaje de la película y la vincula con la memoria de la resistencia.
Conclusión: una película necesaria, pero con omisiones significativas
El 47 es un filme imprescindible en un momento en el que el fascismo y los discursos reaccionarios están resurgiendo con fuerza. Su retrato de la lucha de la clase obrera y de los barrios populares es más relevante que nunca. Sin embargo, la omisión del contexto político de la acción y del papel del PSUC y CCOO en la organización del secuestro del autobús es una carencia importante.
La historia real no trata solo de un secuestro simbólico, sino de un movimiento de lucha vecinal profundamente organizado, ligado al comunismo y al sindicalismo obrero, que consiguió mejoras concretas para los barrios trabajadores de Barcelona. La película da visibilidad a la resistencia, pero deja fuera elementos esenciales que nos permiten comprender la magnitud de estas luchas.
En tiempos donde la extrema derecha intenta borrar la memoria histórica y desacreditar las luchas sociales, es crucial reivindicar la verdad. No basta con contar historias de lucha; hay que contar quiénes las hicieron posibles, qué ideas las sostuvieron y cómo enfrentaron la represión del Estado.
Hoy, más que nunca, necesitamos recordar que las mejoras en nuestras vidas no nos las regalaron: fueron conquistadas con organización, sacrificio y lucha. Y la memoria de quienes las hicieron posibles debe ser contada con toda su verdad, sin omitir su dimensión política ni su compromiso con la justicia social.
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