Por Puño en alto
Juan Carlos Girauta, a quien afortunadamente, diga lo que diga, la política le abandonó a él y no él a la política, muy activo en las redes sociales desde entonces, no sabe hacer otra cosa, con tono provocador va metiéndose en todos los charcos que ve, diciendo chorrada tras chorrada.
El último charco conocido, donde se ha metido hasta el corvejón, ha consistido en llamar “camarero” a un tercero a modo de insulto. Este hecho, debe servirnos, no solo para hacernos una mayor idea de la baja estopa del susodicho, sino también para conocer la baja consideración, más o menos extendida, que tienen algunas de aquellas personas que se dedican a esa noble profesión que dicen respetar, pero que a la postre le traiciona el subconsciente cuando la utilizan para descalificar a un contrincante dialéctico. Se desconoce si ha pedido disculpas.
Girauta, un político venido a menos hasta ser considerado un MINDUNDI, debería saber que ser camarero o dedicarse a la hostelería en general, es una profesión muy castigada por la precariedad, a la que muchos hombres y mujeres se dedican en su mayor parte por no tener otra alternativa, porque entre otras cosas nuestros gobernantes siguen apostando casi en exclusividad por el turismo, a pesar de ser una actividad económica de bajo valor añadido, en la que la precariedad laboral y el fraude es la tónica general. Lo de Girauta, lejos de ser una anécdota, tiene su trasfondo que conviene dedicarle una mínima reflexión.
El Instituto de Estudios Económico y Social en un reciente informe publicado refleja que los cursos más demandados por los desempleados, sobre todos jóvenes, son los relacionados con la hostelería, este dato debería hacer pensar a nuestros gobernantes. Sin embargo, todos, Gobierno y oposición siguen en lo fácil, esto es, queriendo volver a la normalidad de antes de la pandemia, a pesar de que la economía española está siendo la más castigada, precisamente por el sobrepeso que la actividad turística y de servicios tiene en el PIB nacional.
La pandemia, a pesar de los dramas personales, sociales y económicos que está ocasionando, puede ser una oportunidad para repensar el modelo productivo y económico nacional, pero nada de ello está ocurriendo. Una oportunidad, no para despreciar la industria turística, sino todo lo contrario, para darle un nuevo enfoque en el que se le aporte valor añadido lejos de la precariedad laboral, además de apostar por nuevas industrias más sostenibles social, económica y medioambientalmente, y recuperar el terreno perdido en el I+D+i desde el 2009 debido a los recortes de los sucesivos gobiernos del PP.
Hace unos días en el programa “El Intermedio” de la Sexta, su presentador disfrazado de la canciller alemana, Angela Merkel, con su habitual tono humorístico y sarcástico daba en la diana. Al ser preguntada por las expectativas económicas que tiene para España, contestó: “Acabareis todos de camareros en nuestros bares”. Aunque abnegada profesión y digna de todos los respetos, no debe ser la mayor alternativa laboral para nuestros jóvenes, sobre todo en las condiciones de precariedad que actualmente la caracteriza.
Ya ven, la Merkel de Wyoming y Girauta coinciden en su pensamiento al respecto. La derecha clasista es la derecha clasista.
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