Cultura | Las ideologías para una Italia unificada

Por Eduardo Montagut

Aunque la unificación italiana fue un complejo proceso con claras vinculaciones  y facetas o causas económicas, políticas y sociales, en este artículo queremos centrarnos en los aspectos ideológicos del mismo, planteando los distintos principales proyectos.

El romanticismo, fiel aliado del nacionalismo, tuvo en Italia destacados representantes. Los escritores de sensibilidad romántica se dedicaron a ensalzar la idea de la patria italiana. En este sentido, es importante destacar al poeta Leopardi y al novelita Manzoni. Por su parte, el sentimiento antiaustriaco encuentra en Mis prisiones de Silvio Pellico un claro exponente. El autor relata su propia experiencia al ser encarcelado duramente por los austriacos por su lucha como carbonario. La obra fue muy popular, y algunos consideran que fue fundamental en el combate moral contra uno de los principales poderes enemigos de la unificación.

Gioberti sería un personaje clave en la defensa de una determinada concepción de la unidad italiana. En 1843 escribe Del primado moral y civil de los italianos, donde defiende la existencia de una raza italiana con lazos comunes de sangre, religión e idioma. Pero, sobre todo, propugnaba que los italianos se agrupasen en torno al Papa, aunque era consciente de que la política pontificia no abogaba precisamente por la unificación porque la misma podía terminar con la existencia de los Estados Pontificios.

Cesare Balbo, por su parte, escribe en 1844, es decir, de forma casi simultánea a la obra del abate Gioberti, La esperanza de Italia, obra que propone una solución federal para Italia, habida cuenta de la diversidad de estados y entidades políticas italianas. En todo caso, Balbo siempre fue un moderado.

El modelo de nacionalismo progresista y republicano tiene en Mazzini uno de sus más importantes intelectuales y activistas. La unificación solamente podría producirse con un levantamiento del pueblo italiano y siempre luchó por ello con las organizaciones que creó, como la “Joven Italia”, con su lucha por la República romana, y hasta en el exilio. Frente a este modelo republicano había la opción monárquica en torno a la Casa de Saboya de un Massimo d’Azzeglio.

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