Cronología de la izquierda española: América Latina y del 15M al COVID-19

«Todas las noches salen a las rejas, ¡oh cielo de mil pisos! y hacen líricas señas a los mares de sombra que las rodean.» Federico García Lorca

Ricard Jiménez

Martillea y retumba en los senos un presente ocioso, pero a su vez altamente productivista, encerrado. Encerrado, que no es nuevo, pero cambia el continente que nos alberga. Hemos cambiado el trabajo por casa, si a cuatro paredes que parecen derrumbarse se le puede llamar casa.

Es lo que a veces quisimos tantas veces, pero no de este modo. Ahora que tenemos tiempo para pensar nos ahoga la vertiginosa realidad. Os adelanto que esto no es un sueño, ni una distopia. Sin embargo, y pensando fríamente, aunque cueste, nos encontramos ante el justo preciso instante que probablemente empiece a gestarse aquello, la historia, que se narrará los próximos, quizá, cuarenta o cincuenta años.

Es cierto que la historia futura no empieza ahora, pero si es en estos momentos que puede originarse un fuerte momento de inflexión. Si, aunque Francis Fukuyama predijera y dictaminara, cual farandulero petulante, el fin de la historia.

Para seguir con aire, y no empezar a hiperventilar antes de tiempo (aunque a muchos por redes ya os veo jadeando) propongo pisar el freno y echar la vista hacia atrás, hacia la última vez que creímos que todo iba a ser distinto. No sin antes realizar un viaje transnacional para comprender lo que después ocurrió.

En medio de esta crisis se exacerba y se abre un nuevo escenario de lucha, que puede acelerar la necesidad de considerar una distinta distribución de la riqueza, por ejemplo. Pero esto ya lo vivimos hace unos años con la crisis de 2008 y el 15M y no terminó de ser todo lo fructífero que esperábamos. Por no hablar de la necesidad imperiosa que acontece de un retorno de un discurso plenamente anticapitalista de todo partido que se postule como de izquierdas.

Si, hay que ser conscientes que un solo país no puede derrotar al capital, pero no debe perderse la senda y «caminante no hay camino, se hace camino al andar».

Además, ahora enfrente tenemos una ultraderecha en pleno auge en redes, que sin pasar a analizar el cómo, puede constatarse que no refleja una realidad tangible en la realidad, pero cuidado que es un escollo a tener en cuenta.

Haciendo las maletas, y ya inmersos en lo que aquí se atiende, debe ponerse el foco en América Latina, que finalizó el siglo pasado (y se inició el XXI) inmerso en fuertes esfuerzos, no definitivos, de búsqueda de un nuevo horizonte posible y de rechazo a una injusta organización social y económica.

Oleada de gobiernos de progreso en América Latina (1999 – 2005)

Desde la caída del muro de Berlín y la Unión Soviética pudo quedar en entredicho el papel de todo partido político de la izquierda, absorbidos por la voracidad capitalista. De este modo, desde ese instante, hasta finales del siglo XX (excepto pequeñas pinceladas aisladas) el mundo estaba caracterizado por un único modelo de organización económica, el neoliberal. Modelo que años atrás desde los gobiernos Occidentales, sobre todo el de EEUU y UK, se habían encargado de apuntalar.

América Latina supuso una ruptura, una vez más, con personalidad propia y fuerza colectiva para tratar de redirigir los cánones preestablecidos. Esto según los datos del CEPAL supuso una reducción drástica de la pobreza.

Claro, esto no puede permitirse y de ahí las campañas mediáticas, ataques, bloqueos, golpes de estado, etc. Pero esta no es la cuestión ahora, lo relevante es que alguien demostró que era posible un revertimiento de la distribución de la riqueza, un mayor gasto social, quedando en entredicho que la inversión en los pobres no es rentable.

Las situaciones de victoria de gobiernos progresistas en América Latina vinieron articuladas por un momento de excepcionalidad sostenidos bajo varios elementos indispensables para el surgimiento de estos procesos.

En primer lugar, obviamente, una crisis económica a nivel global, pero que se reflejaba exponencialmente superior en América Latina por el endeudamiento de la región, la caída precio del petróleo, minerales y productos alimentarios de exportación.

De forma colectiva también se produce una crisis de expectativas. La globalización y el desarrollo primermundista, que iba a llegar, se quedó por el camino generando frustración. La falta de valores morales del mercado queda latente en las incapacidades de los antiguos gobiernos, que pierden todo crédito político.

La esperanza, que una vez más repito no es definitiva porque como veremos, se halla maniatada, empieza a llamarse con otro nombre.

La izquierda europea, y la española (también la griega) en concreto, empieza a recibir gozosamente los influjos y aprendizajes de estos procesos. Pero olvidando un matiz importante y es que allí muchos de estos procesos también venían alentados por el sometimiento identitario de los indígenas y de que aquí la narrativa es y debe ser distinta, somos clase media (o algo por el estilo), porqué somos occidentales, del primer mundo (o algo así nos han vendido).

Estos matices y puntos también han sido atacados por quienes ostentan el poder, tratando de influenciar y dirigir hacia América Latina a una occidentalización radical. Ahí reside uno de los posteriores problemas de estos gobiernos de progreso ante lo que cabe preguntarse: aunque se esté en el gobierno, asumiendo y aceptando el marco capitalista de forma momentánea ¿quien ostenta el poder?

Partiendo de que los medios y la capacidad comunicativa en un mundo globalizado se encuentra en manos centralizadas de las élites oligárquicas. Del mismo modo pudiera tratarse las redes y entramados judiciales, tráfico de influencias (por no hablar de otro tipo de tráfico).

Retomando el hila, fueron estas excepcionalidades que empezaron a gestar movimientos sociales, acción colectiva y creación de una multitud discrepante con lo que se venía llevando a cabo. Fueron generándose, mediante el debate, nuevos discursos contrahegemonicos.

Como proceso homónimo estas nuevas expectativas y apertura de posibilidades empezaron gestarse en Europa a a partir de la crisis de 2008.

La crisis de 2008, el 15M y el fenómeno Podemos

Con un proceso semejante, aunque con distintas características, en España, como se ha dicho, en 2008 se produjo un punto de inflexión hacia la creación de nuevos modelos de acción.

Todos recordamos el movimiento indignado, que paulatinamente fue creándose. Un grito de auxilio se tornó en un descontento generalizado y a una nueva dialéctica por el cambio. Que sin ser un «asalto a los cielos» ponían en relieve la posibilidad de dirigir los acontecimientos hacia otro puerto.

Por aquel entonces la izquierda española diezmada por un gradual acercamiento a los postulados del PSOE y una burocratización inoperante mantenía el destino por los mismos cauces que venían forjándose a fuego desde el 78.

Pero la crisis creó una nueva apertura a la posibilidad. Este proceso en el período de excepcionalidad, que también se dio en América Latina, acabó convirtiéndose en el fenómeno Podemos tras una ruptura con IU de varios de sus militantes.

La distinción entre la casta y la clase trabajadora de forma aguerrida constituía un nuevo marco de lucha como punto de confluencia de los movimientos sociales. Y quizá la construcción posterior de un proyecto cultural de emancipación de la clase trabajadora, porque por muy puristas que nos pongamos, que una mayoría asuma que es clase trabajadora es un éxito (o debería serlo). Tampoco os veo a ninguno coger el fusil por eso.

Las primeras elecciones fueron favorablemente bien, pero el sector que ahora conocemos como errejonista, creyó necesario el paso a una ampliación de la recepción. Es decir, se produjo un exasperante abandono de la discursiva aguerrida para abandonar el núcleo fuerte que los sustentaba, la clase trabajadora, para ampliar su registro, de forma dialogante y sosegada.

Pero darse de bruces se queda corto para explicitar lo que supuso esta decisión. Poco a poco fue sintiéndose la desmovilización, cedida y propiciada por este suceso, ya que la masa empezó a no sentir respaldada sus demandas. Nadie podía comprenderlos de nuevo.

Este punto es uno de los constantes frentes de conflicto en América Latina (por ejemplo en Bolivia). Es complicado hacer ver que requieres de un mayor apoyo social de quienes aún están alienados (que somos mayoría por cierto), porqué si no todo se puede venir en tu contra desde la oposición creciente en los demás estratos sociales, sin que todo se resquebraje y la clase trabajadora se sienta traicionada por ti.

Los medios de comunicación tradicionales y la falta a veces de capacidad para explicar todo esto a aquellos que orbitan fuera de la militancia no ayudan. ¿Cual es el fin? ¿Porqué esto y no lo otro? Y de nuevo lo mismo, ¿quién tiene el poder realmente?

Aun así el proyecto siguió a delante, pero descafeinado. La búsqueda de modas efímeras identitarias (¿quizá tras los pasos de América Latina?, pero allí son algo más) empezó a establecerse como razón de ser. Los mismos que hoy están escondidos y escondidas bajo las piedras pasaron a formar el gran núcleo urbanita de la formación.

La falta de cuadros (que posteriormente analizaremos) preparados para la actividad política que en un principio fueron el núcleo rector, la movilidad social, el movimiento sindical y las organizaciones de gente interconectada por una misma preocupación (Las PAH, las Kelly, el taxi, etc.), debido a la perdida del entusiasmo inicial empezó a hacer mella.

La lealtad a un proyecto empezó a ser percibida en el seno social. Cada uno por su lado y todo empezó a quedar en un mero retrato desdibujado, una caricatura casi dantesca del proyecto original. Lo que propició un posterior distanciamiento de la izquierda catalana con los problemas concretos del conflicto nacional. Los cantos de sirena…

Disgregación morada, el gobierno y la falta de cuadros políticos.

Elección tras elección, el partido morado ha ido perdiendo respaldo de la población, pero el resquebrajamiento por batallas internas no ha estado exento de conflictividad (a pesar de su unión con la herida IU).

No cabe olvidar tampoco las campañas de las cloacas del estado, los ataques, incluso personales, que no han hecho más que propiciar un declive constante. Pero no todo debe ser lanzar balones fuera, no puede, época tras época, y año tras año analizarse todo lo que ocurre desde lo externo. La autoresponsabilidad de los errores no puede ser evadida indefinidamente. El momento de cambio nunca encuentra las condiciones necesarias.

No obstante, y tras las últimas elecciones de 2019, Podemos llegó a formar gobierno junto al PSOE (recordad como y porque antes de 2008 la izquierda estaba desorientada). En estos momentos de crisis la mayoría de sus miembros «relevantes» se encuentran en el equipo de gobierno y la pérdida de cuadros políticos en movimientos sociales, medios de comunicación, redes y las calles (aunque no se pueda salir) le hacen situarse como gato panza arriba frente a los ataques de la ultraderecha.

Aquí podemos analizar la que ha sido, es y será una de las carencias plausibles de un partido político de progreso (que no de asalto a los cielos), que no posee cuadros políticos más allá de los que surgen, y se desvanecen, en los movimientos de excepcionalidad.

Errejón, el paria oportunista, trató de repetir la gesta, pero ni era el momento ni el discurso adecuados (y la hostia que se pegó así lo confirmó). Tiempo hace que se viene avisando de una nueva recesión en el horizonte y el COVID19 no ha hecho más que adelantarla.

¿Y ahora que perspectivas tenemos? Por lo pronto la tarea ahora es de defensa de un espacio, que pese a todo hemos echado por tierra durante años y que asumíamos como contingente y ante la reacción puede retrocederse.

Luego, por su puesto, el ataque frontal, la reorganización de los conceptos de debate, los márgenes y los límites, pero desde luego no puede seguirse como un cangrejo frente al capitalismo que nos engulle.

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