Gramsci sugirió que el Estado debe obtener un consentimiento general de las masas además de depender únicamente de la fuerza o coerción, esto es lo que él denominaba «hegemonía».
Por Isabel Ginés | 16/10/2024
El concepto de «hegemonía» según Antonio Gramsci, destaca que el poder no se limita al Estado, sino que se mantiene a través de la sociedad civil mediante la generación de consensos. Según Gramsci, la dominación cultural significa que las clases dominantes no ejercen el poder solo por medio de la fuerza, sino también influenciando ideológica y culturalmente. Esto convierte el poder en un conflicto que no solo se relaciona con la economía, como planteaba el marxismo tradicional, sino también con la influencia sobre ideas, valores y creencias presentes en la sociedad.
Gramsci sugirió que el Estado debe obtener un consentimiento general de las masas además de depender únicamente de la fuerza o coerción, esto es lo que él denominaba «hegemonía». Con el fin de alcanzarlo, la clase dominante impone un liderazgo cultural, presentando sus valores como los de toda la sociedad y legitimando su poder. La dominación, por lo tanto, implica tanto poder como acuerdo, con la educación, la religión y los medios desempeñando un papel crucial en mantener la ideología predominante.
Una parte fundamental de su teoría es la diferencia entre sociedad civil y gobierno. Mientras el Estado emplea métodos coercitivos, la sociedad civil, a través de la hegemonía cultural, influencia las opiniones, creando un consenso que respalda la autoridad de las élites. De acuerdo con Gramsci, las revoluciones y transformaciones sociales verdaderas no solo ocurren al tomar el poder estatal, sino al crear una «contrahegemonía», a través de la cual las clases subalternas generan y difunden nuevos conceptos y perspectivas que cuestionen la estructura vigente.
En la actualidad, la relevancia de la teoría sobre la hegemonía permanece alta. La influencia cultural dominante se refleja en cómo los medios de comunicación y la industria del entretenimiento fomentan un estilo de vida de consumo, presentándolo como la clave para alcanzar la felicidad, la abundancia y el éxito. Aunque no es impuesto por la fuerza, este discurso predominante ha sido asimilado como parte del pensamiento general contemporáneo, normalizando las diferencias económicas y sociales y bloqueando la crítica al sistema capitalista.
Hoy en día, las redes sociales y los medios de comunicación tradicionales son claves para mantener este dominio. A pesar de dar la impresión de promover la libertad y la participación, refuerzan la ideología principal al difundir historias que fomentan el consumo, el individualismo y la competencia. Así como la publicidad, estos lugares promueven principios que respaldan el sistema capitalista, aunque se presenten como formas de entretenimiento o cultura popular.
No obstante, también hay evidentes esfuerzos para crear contrapoderes en el mundo de hoy. Iniciativas como el sindicalismo, movimientos por paliar el cambio climático y las reivindicaciones de los derechos humanos buscan confrontar esas narrativas predominantes, proponiendo nuevas maneras de reflexionar y de actuar que desafían el sistema económico y social imperante. Estas acciones fomentan una reflexión crítica que busca, al igual que postulaba Gramsci, desmantelar las desigualdades y crear oportunidades para un cambio social efectivo.
La teoría de Gramsci sobre la hegemonía proporciona recursos útiles para examinar la forma en que el poder funciona en nuestras sociedades. Se nos anima a explorar más allá de las instituciones visibles del gobierno y a entender que las creencias que aceptamos como comunes y innatas son, en ocasiones, resultado de una influencia cultural dominante.
Gracias por este interesante artículo.