Entrevistamos a Camino Alonso, una nieta con Memoria, que hace dieciséis años inició la busqueda de su abuelo, en colaboración con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica
Por Sol Gómez Arteaga
Camino Alonso Díez, natural de Trobajo del Camino (León) y residente en Sopeña de Curueño, es una nieta con memoria. Hace dieciséis años inicia un periplo de búsqueda de su abuelo, Francisco Alonso Alonso, cuyos restos fueron encontrados y exhumados por la ARMH el 19 de septiembre de 2018. Su compromiso con la memoria es inquebrantable, pues suma y sigue investigando. El sábado 15 de abril hizo un alto en el camino para celebrar un homenaje a 98 represaliados de la localidad de San Andrés del Rabanedo –todo lo que se nombre existe y esos 98 nombres fueron nombrados por Camino en ese acto–. Ella nos cuenta, para Nueva Revolución, los trabajos realizados hasta el momento y proyectos futuros.
En 2007 inicias la búsqueda de los restos de tu abuelo, Francisco Alonso Alonso, de 29 años de edad, casado, con dos hijos, de profesión carnicero, que huyó de casa a los pocos días de estallar el golpe de Estado pues iban tras él, luego desaparecido. Cuéntanos para Nueva Revolución el origen y motivación de esa búsqueda y los pasos que fuiste dando hasta encontrar, once años más tarde, sus restos en una cuneta de Geras de Gordón a Aralla, para que pudiera descansar junto con los restos de su esposa, Nicolasa, en el cementerio de Trobajo del Camino.
Desde muy joven fui un tanto especial, en casa no se hablaba de lo ocurrido, solo sabía que no tenía abuelos por parte de padre y que a mi padre le crio desde los 13 años su tío Alonso en San Andrés, pero yo quería saber más.
Ya con 14 años comencé en La Torre (antigua Maestría Industrial) a ver cosas que no me gustaban y a interesarme mucho por el tema social y cultural y, en consecuencia, a hacer más preguntas en casa.
Es cierto que mi padre jamás nos marcó políticamente para dejarnos ser librepensadores.
Comenzó a contarme poco de lo poco que él sabía. Hay que decir que él tenía nueve meses cuando pasearon a su padre y que no lo conoció, y trece años cuando su madre murió.
Una vez que supe algo de la historia siempre le decía a mi padre por qué no buscábamos al abuelo, una locura pues hablamos de cuando aún era impensable. Cuando se creó la ARMH insistí de nuevo, pero el miedo estaba en el tuétano de los huesos metido.
Como siempre digo, el universo es el mayor maestro de ceremonias y se puso de mi lado, con un hecho lamentable, pero las casualidades son así. En el año 2007 unos gamberros entraron en el cementerio de Trobajo y rompieron alguna cruz y lápidas, movieron otras, una gamberrada. La policía municipal nos avisó para que subiéramos al cementerio y ver los daños ocasionados en la sepultura de mi abuela, fue llegar y ver que habían movido la lápida y algo dentro de él se rompió. Entonces me dijo: “Camino, hay que encontrar a mi padre”.
Y comencé, como la mayoría de los nietos que buscamos, dando palos de ciego. No tenía nada, solo una foto y la referencia de que estaba por la zona de Gordón.
Entonces busqué en los archivos de la iglesia por si hubiera un certificado de defunción. Casualmente, como siempre, se habían quemado en un incendio. ¡Qué mala suerte tiene la Iglesia que todos sus archivos se suelen quemar!
Recurrí a gente conocida de la zona que me puso en contacto con distintas personas que me decían que tal o cual familia habían recogido a alguien que luego se había entregado. Ahí llegaba yo: “Buenas tardes, soy Camino Alonso, busco los restos de mi abuelo, creo que usted o su familia me pueden facilitar información”. De primeras quedaban parados, no sabían si darme la mano o un portazo, pero después todo el mundo me atendió, ayudó y contó historias impresionantes. La que más me impactó fue la de María de Barrios de Gordón. Se puso a llorar y me contó la historia de su padre, que no había contado a sus hijos para que no sufrieran.
Seguí puerta por puerta en busca de una respuesta. El alcalde de la zona me organizó una entrevista con el cronista oficial y él me dio bastantes apuntes. En el Registro de Pola conseguí ver los archivos y localizar su partida de defunción.
El universo de nuevo se puso de mi lado y en una calle de Pola me encontré con a una persona, Beni, con la que había colaborado mucho con un tema medioambiental. Le expliqué lo que estaba buscando, me organizó una cita con una mujer conocida suya que era del pueblo donde se suponía que podían estar los restos de mi abuelo.
Dicha persona me confirmó que sabía donde estaban y me dio el contacto de dos hermanas que nos confirmaron la misma historia.
Estas hacedoras de memoria son Toña, Sofía y Salomé. Alguna ya no está, pero sigue y seguirá en nuestra memoria por siempre, porque fueron el recuerdo oral de lo ocurrido. Importantísimo el recuerdo y la memoria oral que, poco a poco, vamos perdiendo.
Como dato, ellas eran unas niñas muy pequeñas, pero escucharon la historia de boca de sus mayores cuando encerradas en casa en las noches se contaba y la mantuvieron en su recuerdo.
Tu historia de búsqueda tiene mucho de amor de hija que trata de aliviar el dolor de un padre que toda su vida quiso averiguar el destino del suyo. Háblanos de lo que significaron para tu padre, Luis Alonso, fallecido en agosto de 2022, los descubrimientos que ibas haciendo: el certificado de defunción en el Registro Civil de Pola de Gordón de Francisco Alonso, fechado el 25 de noviembre de 1937, el hallazgo de la fosa, la exhumación de sus restos y posterior inhumación junto a tu abuela.
Para mi padre el poder saber dónde estaba ya fue un mundo. Subimos ese mismo día que nos confirmaron que estaba en la revuelta de Linares a la salida de Geras con dirección a Aralla. Lloró, rió, recordó cuantas veces siendo cicloturista había subido en bicicleta esa cuesta.
En 2010 me puse en contacto con la ARMH. No había presupuesto para la exhumación. Hay que ser conscientes que cuesta lo mismo exhumar un cuerpo que diez y sabíamos que allí estaba solo él. La ARMH se nutre de las cuotas de sus socios y sus voluntarios, y no podíamos exigir sacar a uno cuando tenían cientos por sacar. Así que, con toda nuestra alegría por saber y toda nuestra pena por no poder exhumar, nos fuimos conformando a esperar.
Pero con motivo de una publicación de la exhumación de una fosa en Asturias me puse en contacto con alguien que a su vez me dio el contacto de Luis Miguel Cuervo. Le envié un artículo que había escrito en el 2010 titulado “Buenos días, abuelo”, en el que le cuento a mi abuelo quienes somos, la familia que tiene y qué pasó en estos años.
Desde Asturias, a su vez, están buscando por la zona a una partida de asturianos y le rebotan a la ARMH mis datos de nuevo y todo fue como la yesca, encender y prender.
Se pusieron en contacto conmigo y como yo tenía todo datado, en un par de meses comenzó la exhumación.
El primer día, 18 de septiembre de 2022, fue agotador. Cada hora que pasaba más nervios había, saltan las dudas, los miedos, las emociones se apoderan del más templado.
Hay que vivir una fosa para saber lo que es. Fue emotivo, doloroso, satisfactorio, expectante. Caben todas y cada una de las emociones.
Cuando apareció la primera vertebra mi padre solo decía: “Es verdad y está ahí, es él”. Fue como si de repente le hubiéramos liberado de una mochila de 50 kilos de su espalda. Increíble. Esa tarde tenía que marchar porque al día siguiente ingresaba para cambiar su marcapasos y aun lo hizo más intenso todo. Se despidió de él. El equipo de la ARMH le aseguró que lo sacarían y se lo mostrarían. Y así fue. Cuando ya tenían el ADN sacado y cotejado con el resultado positivo fuimos a llevar la caja a la Universidad para colocar en ella sus restos. Hablé con Laura, antropóloga. Le dije que como mi padre no pudo acariciar nunca a su padre ni amortajarle, sería bonito que depositara los restos en la caja.
Uf, lo estoy recordando y lloro de nuevo al evocar ese amor de hijo con el que fue poniendo todos y cada uno de los restos en la caja, cómo cogió esa calavera y la besó, la acarició, las cosas que le decía.
En el cementerio ocurrió casi lo mismo. Abrió la caja de nuevo y fue depositando los restos de su madre y les dijo: “Al fin juntos los dos”. Ahora ya están al fin juntos los tres.
Para mi padre fue concluir una historia de AMOR así en mayúsculas. Amor de su padre por su madre y de su madre por su padre y AMOR de él por los dos. Poder ver que estaban juntos fue como ver su misión de vida concluida.
Toda búsqueda implica que al tirar del hilo de la memoria salgan a la luz otros nombres e historias, en tu caso la de tu tío, Gregorio Alonso, hermano pequeño de Francisco. Sigues indagando hasta rescatar del olvido 47 nombres más en una investigación que aun no ha concluido. Háblanos de todos estos hallazgos y en qué punto te encuentras ahora de la investigación.
La búsqueda supuso encontrar historias, amigos, sentir como cada uno aportó su granito de arena. Marco (ARMH) consiguiendo archivos que yo no podía ni imaginar, ver con qué dedicación y altruismo trabaja el equipo de voluntarios (ARMH). Mi amiga Iciar consiguiendo documentos que ni pensamos que existieran, Salomé con su memoria oral, Beni con el contacto para datar la fosa, Luismi y Maribel, Eugenia, Mónica, Ana Cristina, Nuria, Sergio, Anuska, Ángeles , Luis, Ana, Estefanía, Isamil9 con su voz y sus palabras, y todas y cada una de las personas que pasaron por la fosa a dar apoyo, o enviar un wsp o un audio, o un abrazo. Si me olvide de alguien perdonadme.
Ahora sigo con el resto de investigación sobre los Represaliados de San Andrés. Comencé con 48, voy por 98, llegaré posiblemente a los 150. Nuevas historias, nuevos amigos, nuevas personas altruistas que desde el minuto cero se prestaron a colaborar: Simón, Armando, Ángeles, Roberto, Anselmo, Paloma, Nacho (que sin pedirle permiso le hice notario de la documentación, por si me pasaba algo y no podía seguir), Hedy, Alejandro, Guillermo, Pablo, Alfredo, Rosón, Castor, José, Katya, Maxi, los administradores de las RRSS donde pedí ayuda, Carmen…. y no sigo porque alguno se me olvidara, cada número que he marcado ha sido: ¿Qué necesitas? ¿En qué puedo ayudar?
Se ha conseguido que una familia pueda hacerse las pruebas de ADN para intentar localizar los restos de su familiar represaliado en Pamplona, participó en la gran fuga del 38 y murió allí en el intento. Hay un sentimiento muy profundo al poder contactar con familias que tenían ese dolor de no saber o saber poco de lo ocurrido, calmar ese duelo, esa vergüenza… ¡Cómo si hubiera algo de lo que avergonzarse!
La Memoria es identidad, nos ayuda a saber de dónde venimos, quieres somos, adonde queremos dirigir nuestros pasos. El proceso de búsqueda y descubrimiento de tus raíces, ¿cambió de alguna manera tu vida, tu forma de sentir?
Tengo claro quién soy y adonde encamino mis pasos pero ésta experiencia marca un antes y un después en la forma de sentir. Esta experiencia deja un poso que es difícil de olvidar es una experiencia que añades a tu biografía de persona, no te cambia pero sí te enriquece.
El pasado día 15 de abril tuvo lugar un homenaje a los hombres y mujeres represaliados de la localidad frente al Ayuntamiento de San Andrés del Rabanedo en el que Raimunda Mundi, 87 años, y Adrián, de 4 años, hija y biznieto de Joaquín Fernández García, represaliado de San Andrés, descubren el monolito árbol de la Memoria forjado, en palabras de la periodista Ana Gaitero, con voluntad de hierro. En el mismo se puede leer la frase de la periodista y escritora Ángeles Caso, que también participó en el acto de reconocimiento y que define el espíritu y sentido de dicho homenaje, y que dice: “A vosotros, mujeres y hombres de 1936, que luchasteis por nuestra libertad. Que nadie diga que os derrotaron. Vuestro legado esta en nosotros. Gracias”. Detrás de este acto de reconocimiento y reparación hay un gran trabajo y contribuciones y sumas y colaboraciones que me gustaría que nos desvelaras.
El trabajo comenzó con la investigación y la investigación hizo por sí sola que todos participaran de una manera muy generosa y especial.
En el año 2018 propuse al ayuntamiento de San Andrés el hacer un acto de homenaje a los represaliados. Para mí represaliados son todos, encarcelados, perseguidos, paseados y fusilados, todos ellos y sobre todos, como dije en el acto, todas esas heroínas que no salen ni se cuenta de ellas: las mujeres, madres, hijas y compañeras, que salieron adelante sacando familias en las condiciones que se las impuso. Condiciones terribles.
En el momento que tomó forma la investigación se presentó al concejal de cultura y con la ayuda de grupos de RRSS y sus administradores fue, pasito a pasito, tirando de contactos, pidiendo ayuda y colaboración a amigos.
El monolito lo tenía metido en la cabeza. Sabía lo que quería que representara. Lo conté, lo dibujé y comenzaron los voluntarios a llegar. Simón hizo la estructura y el árbol, Armando transportó y hormigonó, Javi “de la marmolería” debió de pensar que estaba loca cuando le pedí una piedra rota que para mí era una forma de cómo se rompió la sociedad, pero lo entendió y nos donó un granito perfecto. Cuando ya estábamos en el proceso de fabricación nos llama Roberto, hermano de Raimunda y me dice que si me parece bien colocar una piedra que está tallando con una paloma y la palabra memoria. Dicho y hecho, se colocó a los pies del árbol. Guillermo, que me aguanta día a día mis ratos dedicada a esta búsqueda, hizo las hojas y le puso el cerco final en el suelo, Ángeles escribió para la placa. Y ya en conjunción con todo lo que hablé del universo y sus caprichos o coincidencias, Armando encuentra en el monte ese trozo de cadena que debe de pesar 10 kilos y la carga en la mochila hasta llegar a los pies del monumento.
El servicio de obras del ayuntamiento asienta, coloca la placa y las piedras blancas finales.
¿Conoces un monumento en el que tanta gente esté implicada y que saliera así sin un solo problema? Eso solo se consigue desde el amor y la voluntad.
La participación de Ana Gaitero, Ángeles Caso, Emilio Silva, Marco González, Carlos Balbuena, Isamil9 y tú, Sol, ya fue un extra añadido.
Imagino que esta larga andadura de 16 años para sacar a la luz lo enterrado no ha sido fácil, pero yo que estuve en el acto del 15 de abril solo oí hablar de amor, de un acto de amor. ¿Qué valores humanos rescatas en el camino de la memoria? Cuéntanos alguna historia, anécdota, con lo más bonito o gratificante que te has encontrado.
¿Valores? Pues he visto como muchas familias cerraban heridas, heridas muy enquistadas.
Siempre que paso documentación a las familias les digo lo mismo, leer con los ojos de aquellos años. Los que denunciaron, los que represaliaron, los que pasearon, los que fusilaron no tuvieron piedad, y nosotros no podemos ni debemos olvidar pero sí perdonar a sus descendientes, y estos han de hacer un acto de conciencia y reconocer lo ocurrido. Nosotros ahora no vamos a pedirles cuentas.
Amor por los nuestros, por sus historias, por lo que pasaron y por como siguieron adelante.
No tendría páginas para relatar anécdotas, historias o cosas bonitas, pero me quedo con dos muy especiales y sorprendentes.
En el primer consejo de guerra que leí en el que declaran prófugo a mi abuelo y sale también el primer condenado a muerte de San Andrés -se trata de un hombre llamado Tomás-, me impactó ver la defensa que hizo el abogado defensor Carlos Álvarez Cadórniga, director un tiempo del periódico “Proa”. Tuve que leerlo dos veces porque no daba crédito a la defensa que planteó al tribunal, estaban condenados de mano, pero él intentó por todos los medios atenuar el proceso.
La otra ocurrió el día del acto. Se acercaron los hijos de un represaliado llamado Isidro de Trobajo del Camino y me facilitaron unos documentos. Días después sigo comunicándome con ellos y me hacen llegar unas hojas manuscritas de Isidro y encuentro que este hombre pasó los últimos días de vida de mi abuelo con él. Ahora ya sé qué ocurrió, cómo los detuvieron. Después de 16 años conozco la historia final.
La memoria tiende un puente entre pasado y futuro. El pasado señala el profesor de la facultad de Educación en la Universidad de León, Enrique Javier Díez Gutiérrez, autor de “La historia silenciada”, tiene un largo futuro, y en palabras de Emilio Silva, Presidente de la ARMH, cuando la memoria echa a andar es imparable. ¿Qué les dirías -y esta es una pregunta que hago siempre pues me parece importante- a las generaciones más jovenes en materia de memoria?
A las generaciones más jóvenes les diría que pregunten, que lean que pasó en aquellos negros años. Nos han privado de esa información en las escuelas y creo necesario hacer actos de enseñanza para aprender a no repetir errores nefastos.
El día 15 en el acto hablé con dos profesoras de instituto y estábamos de acuerdo en que hay que hablar de ello, exponerlo, explicarlo, que vean las dos caras de la moneda pues llevamos 87 años viendo solo la cara que nos quisieron enseñar.
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