El neoliberalismo depredador y causante de los saqueos de los países de Nuestra América no se detiene solo en el aspecto económico y social, sino que va más allá todavía.
Por Carlos Prigollini
«¿Y si los representantes del orden capitalista global existente de alguna manera se están dando cuenta de lo que los analistas marxistas críticos llevan señalando desde hace muchos años: que el sistema tal como lo conocemos, se halla sumido en una profunda crisis, ¿que ya no puede continuar en su forma liberal permisiva existente? ¿Y si esos representantes están explotando de manera despiadada la epidemia a fin de imponer una nueva forma de gobernanza?»
Slovan Zizek. (Pandemia. La covid-19 estremece al mundo. Cuadernos Anagrama).
Es cierto que las grandes mayorías han perdido poder adquisitivo con la reciente pandemia. Muchos debieron cerrar o perder sus negocios, más de 375 millones de habitantes quedaron desocupados en los últimos dos años, y los pobres se empobrecieron más.
La mayoría de los Estados fusionaron a sus Gobiernos con los grandes corporativos financieros, tecnológicos y sobre todo con la industria farmacéutica, por lo tanto, la última crisis sanitaria resultó más ser una crisis política en dirección al fascismo.
Se suprimieron en nombre de la pandemia los derechos civiles, humanos y ambulatorios, bajo advertencia en algunos casos de represión o encarcelamiento directo.
Sin duda que la dictadura globalizada nos llevó a una guerra sin cuartel contra los seres humanos que habitan el planeta Tierra.
Sin embargo, no todos perdieron, ya que las mencionadas megacorporaciones agrandaron considerablemente sus fortunas al igual que los grandes jerarcas tecnológicos (Facebook, Twitter, Google) y por ende la industria farmacéutica, más preocupada por sus enormes utilidades que por la salud de los ciudadanos.
Para pruebas de lo mencionado, solo Pfizer espera ganar 29 mil millones de dólares en 2022, gracias a su vacuna anti Covid-19.
Es decir que los poderosos y multimillonarios acrecentaron considerablemente sus fortunas, mientras que los pobres, marginales y una gran composición de clasemedieros aspiracionales vieron reducirse sus esperanzas de sobrevivir en un mundo cada vez más totalitario, llegando a inocular el miedo que producen los temores clásicos de la vida cotidiana.
Tal vez no sea casualidad que en estos dos años las expresiones neo fascistas hayan cobrado singular importancia tanto en Europa como en Latinoamérica.
Consecuencia de la restricción de libertades, el miedo prefabricado y las amenazas proferidas por grupos extremistas de derecha como los casos de Vox en España, Salvini en Italia, Si por México en este país, el represor Duque en Colombia, el neo fascista depredador de Bolsonaro en Brasil, o la reacción pinochetista del presidente Piñera en Chile, son las expresiones más acabadas de la conformación de una creencia en las que aquellos que no piensen igual no son consideradas personas y por lo tanto deban ser sancionados o castigados severamente, tal como lo expresa la carta en señal de advertencia del empresario Claudio X González a los simpatizantes y adherentes del presidente Andrés Manuel López Obrador.
El neoliberalismo depredador y causante de los saqueos de los países de Nuestra América no se detiene solo en el aspecto económico y social, sino que va más allá todavía.
Sabemos desde hace décadas que la contaminación ambiental y la imparable deforestación practicada por los países imperialistas, llamados desarrollados, constituye la principal causa del lamentable calentamiento global.
Hoy se encuentran reunidos en Glasgow, Escocia, en la COP 26 (Cumbre del Cambio Climático) las principales potencias que lejos de resolver el problema de fondo, persisten en acuerdos de cúpulas que muy lejos están de resolver el problema de los principales afectados como los pueblos originarios, y los desplazados por las minerías y otras actividades extractivas.
Tal como lo denunciara la indígena mixteca Ita Mendoza «esta COP es un gran negocio, es la continuación del colonialismo donde la gente no nos escucha, salvo para hacer negocios con nuestras tierras y nuestros recursos naturales».
Un mensaje similar al que diera el presidente de Bolivia, Luis Arce, cuando alertó de que «la comunidad internacional busca imponer el colonialismo del carbono».
Mientras los países imperiales buscan alianzas y gestionan el asedio a través de sus grandes corporaciones, el principal líder mundial, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se queda dormido en las conferencias, demostrando el desdén de su país a las medidas tomadas.
El mismo desdén que se mostró años pasados por la promesa de reducción de contaminantes en los protocolos de Kioto y posteriormente en los Acuerdos de París, sin que ninguna de las metas de reducción haya sido cumplida. Agreguemos a todo ello la salida intempestiva del inefable expresidente Donald Trump en una de las últimas cumbres realizadas.
De manera hipócrita y vil, los reunidos en Glasgow intentan a través de una máscara verde tapar las grandes ofensivas mega mineras impuestas en América Latina, sobre todo, causando serios males respiratorios a sus habitantes por el uso del cianuro, así como también un derrame de agua que hace peligrar en el futuro la capacidad hídrica de sus regiones.
Por lo tanto, no somos «todos responsables» como suele decirse entre bambalinas cuándo pretenden omitir el nombre de los principales causantes de estos efectos catastróficos.
Debemos ante tantos estados de emergencia gestar la unidad de los países de Nuestra América para combatir los ceses intempestivos del planeta, como vimos gran beneficiario de los multimillonarios y empobrecedor de nuestros pueblos. Simultáneamente, desafiar estas cumbres preconcebidas por los poderes reales para seguir colonizando nuestros pueblos.
Nada de estos cambios será factible mientras no seamos los propios ciudadanos, de abajo hacia arriba, con debates abiertos, en busca de la nacionalización de la industria energética y que la ecología de nuestros países – bosques, mares, ríos, fauna y flora -sean controladas por los mismos Gobiernos, exigiendo a nuestros representantes que tantas veces no nos representan en absoluto, la inmediata exclusión de empresas extranjeras o extractivistas que se llevan las ganancias a sus países de origen, dejando tierras abandonadas en nuestras regiones.
Solo con información adecuada, coraje civil, autodeterminación y soberanía, somos nosotros mismos los encargados de marcar el rumbo a futuro.
Las palabras que años antes fueran expresadas por Fidel Castro y Hugo Chávez en diversos foros internacionales como antesala de lo ocurrido, hoy suenan más que nunca. «Debemos cambiar el sistema para poder frenar el cambio climático».
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