Baeza, 20 de febrero de 1966

Baeza fue el lugar elegido para realizar el primer homenaje al poeta en España, bajo el titulo Paseo con Antonio Machado en Baeza

Por María Torres

«En la mitad de la calle, ya no queda nadie./Son los Guardias de la Porra quienes la limpian y barren./Todo el mundo se esconde en los portales,/y yo, como soy tonto, les pregunto: «¿Qué pasa?»/Dos amigos me cogen de golpe por la solapa,/me meten en un rincón, a empujones,/y mal, me explican cosas raras en voz baja./Es difícil de entender, porque no hablan en inglés,/y aunque citan a Machado, no emite la BBC./Es difícil de aceptar, escondido en un portal,/que otros aguanten lo malo de la vergüenza mortal/mientras algunos, cobardes, nos tratamos de salvar/de los palos arbitrarios y el diluvio general». Gabriel Celaya, Lo que faltaba, 1967

Este poema de Gabriel Celaya, bien pudiera ser una crónica de los hechos ocurridos el 20 de febrero de 1966 en Baeza, ciudad a la que llegó Antonio Machado en noviembre de 1912 y en la que desempeñó la cátedra de Lengua Francesa del Instituto de Bachillerato.

Baeza fue el lugar elegido para realizar el primer homenaje al poeta en España, bajo el titulo Paseo con Antonio Machado en Baeza. Fue bien acogido y apoyado por Fernando Viezma, alcalde del municipio. Uno de los actos programados era la inauguración de un monumento, realizado por Fernando Ramón, hijo de María Moliner, destinado a albergar un  busto de bronce del poeta obra de Pablo Serrano. Se trataba de La cabeza de Machado, de 90 kilos de peso y ochenta centímetros de altura. El cartel del homenaje había sido pintado por Miró y también se había confeccionado para la ocasión un disco de vinilo con poemas de Machado a los que habían puesto voz Fernando Rey, Francisco Rabal y Fernando Fernán Gómez.

Según José Manuel Caballero Bonald. «En aquellos años, Antonio Machado empezaba a ser usado por el régimen como poeta químicamente puro, sin connotaciones políticas. Años antes, parte de su obra había estado censurada, sobre todo la parte de Juan de Mairena. Pero en los años sesenta, algunos prebostes del franquismo pensaron que el Machado poeta podía ser hábilmente asimilable».

La idea del homenaje a Machado surgió del fiscal Vicente Chamorro: «Cuando me enteré de que un compañero mío de carrera, Manuel Gómez Villaboa, era juez de Baeza, se me ocurrió que se le podía rendir un sencillo homenaje al poeta en aquella ciudad en la que Antonio Machado vivió siete años enseñando francés. Y así se lo insinué a Villaboa, pero sin pensar que iba a ser algo inmediato» En un viaje de Chamorro a Baeza en 1965 el alcalde, entusiasmado con la propuesta, le alentó para poner en marcha el proyecto prometiendo toda clase de facilidades.

Universidades, instituciones e intelectuales aceptaron apoyar el homenaje. Se habían cursado invitaciones tanto a intelectuales que residían en España como a los transterrados de la España peregrina, con el siguiente texto:

«Paseo con Antonio Machado en Baeza. Se trata de pasear con Antonio Machado –con su recuerdo vivo– por el mismo camino que, en sus años de Baeza, hacía casi a diario, tras las murallas viejas. De llegar con él –con su recuerdo vivo– hasta el punto en el que, acaso, se sentaba a contemplar, meditando, la tarde piadosa, cárdena y violeta, sobre el ancho paisaje. Y paseando con él –con su recuerdo vivo– en torno a Baeza, se trata, también, de acompañarlo en todos los pasos de su clara vida.»

Formaban parte de la Comisión de Honor Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, José Luis Aranguren, Buero Vallejo, Camilo José Cela, Miguel Delibes, Salvador Espriú, Paulino Garagorri, Blas de Otero y Dionisio Ridruejo, entre otros. Junto a Vicente Chamorro, que implicó en el proyecto a Fernando Ramón y Pablo Serrano, formaban la comisión organizadora: Aurora de Albornoz, Valeriano Bozal, José Manuel Caballero Bonald, Enrique de Castillo, Jesús López Pacheco, Manuel Gómez Villalba, Ernesto Hontoria, José Antonio Hernández Jiménez, José Molina Hipólito, Jesús López Pacheco, Fernando Ramón, Pablo Serrano y Jesús Vicente Chamorro, así como el juez, el titular de la cátedra de francés del instituto y dos arquitectos de Baeza.

La prensa se hizo eco de su celebración y se publicaron diversos artículos de adhesión. En el periódico ABC de 17 de febrero publicaba la siguiente noticia:

«Homenaje a Machado. Está anunciado, para el día 20 de este mes, un grandioso homenaje a nuestro inolvidable poeta Antonio Machado, en la ciudad andaluza de Baeza, bajo la convocatoria “Paseos con Antonio Machado”. A la iniciativa, surgida de un modo particular, se han sumado las autoridades de Soria y Baeza, y cuenta con la adhesión entusiasta de una gran número de escritores españoles que así pretenden demostrar su admiración y su recuerdo al gran lírico. Los actos consistirán en el descubrimiento de una placa de bronce en el aula de lengua francesa donde enseñó Machado, acompañado de un discurso a cargo del actual titular de la misma; descubrimiento e inauguración del monumento público del que se hará entrega al pueblo de Baeza por la comisión correspondiente, cuya cabeza en bronce de Antonio Machado es obra original de Pablo Serrano. El proyecto del citado monumento corresponde a Fernando Ramón. En la comisión de honor de este homenaje figuran, entre otros famosos escritores, Vicente Aleixandre, Miguel Delibes, Dámaso Alonso, Buero Vallejo, Luis Rosales, Cela, Ana Mª Matute, etc.»

En el ABC de 19 de febrero de 1966, página 3, podemos leer: En Baeza, con Antonio Machado, un artículo de Miguel Pérez Ferrero. La Vanguardia publicó noticias sobre la celebración del homenaje el domingo 6 de febrero  y el jueves 10 de febrero de 1966. Hubo una tercera nota en la edición del 18 de febrero informando del aplazamiento a causa de las copiosas lluvias, que transcribimos:

«El homenaje de Jaén a Machado se aplaza a causa de las copiosas lluvias. Jaén, 17 (De nuestro corresponsal, Vicente Oya).— El fuerte régimen de lluvias que desde hace dos meses viene padeciendo la provincia de Jaén, no sólo ha continuado, sino que en los últimos días se vio aumentado de forma considerable. Concretamente, en la ciudad de Baeza, donde estaba proyectado para el 20 de este mes, un homenaje en memoria de Antonio Machado, las precipitaciones fueron muy intensas, y por este motivo, viendo que se aproximaba la fecha de dicho homenaje sin perspectiva de que mejorara el tiempo, toda vez que el cielo permanece cubierto y caen frecuentes chubascos, la comisión organizadora del citado acto, ha tomado el acuerdo de suspenderlo. Por otra parte, precisamente también por causa del mal tiempo, no han podido terminarse los trabajos del monumento que se va a erigir a Machado, por quien la población de Baeza y la provincia entera de Jaén sienten gran devoción.»

Dos días antes de la celebración del homenaje a Machado, el gobernador civil de Jaén había procedido a su suspensión cumpliendo órdenes de Camilo Alonso Vega, ministro de gobernación. Aunque la prensa manifestó que la suspensión era a causa del mal tiempo. La excusa oficial fue que las obras del monumento que acogería la cabeza del poeta no estaban finalizadas, algo totalmente falso, según Fernando Ramón, el arquitecto, que declaró en acta notarial que estaba en condiciones de ser inaugurado.

Intelectuales, artistas, editores, escritores, estudiantes, obreros, amantes de la poesía y otras gentes del pueblo se dirigieron desde varias ciudades de España para tomar parte en el homenaje. La Guardia Civil les esperaba en las carreteras de acceso a Baeza, donde impidió el paso de los autocares. Los que pudieron romper el cordón policial hicieron el viaje a pié hasta llegar a la ciudad. Cerca de dos mil quinientas personas se aproximaron al lugar de la cita. Allí fueron recibidos por la policía armada.

Nada mejor que conocer lo sucedido entonces a través de las palabras de alguien que participó en primera persona. Transcribimos un texto aparecido en Il Ponte (Firenze XXII, 3 de marzo de 1966) y traducido del italiano por Antonio Chicharro.

«Para el día 20 del presente mes de febrero, con el permiso de la autoridad, se había fijado el homenaje al gran poeta español Antonio Machado, muerto en 1939 en el sur de Francia, poco tiempo después de su forzado exilio. El homenaje iba a consistir en la inauguración de un monumento, un busto de bronce, de Pablo Serrano, en la pequeña ciudad de Baeza (Jaén), donde Machado había enseñado francés en un instituto situado en un bello espacio de la ciudad, con agradables calles por las que el poeta solía pasear frecuentemente. El homenaje llevaba por título «Paseos con Antonio Machado». La comisión organizadora, algo compleja, estaba compuesta por el juez de Baeza y por escritores y artistas residentes en Madrid. Algunos días antes de su celebración se publicó a toda página en el semanario Triunfo de Madrid una foto del busto acompañada de un artículo de Moreno Galván. También se publicaron otros artículos de adhesión a dicha celebración en algunos periódicos, así como otros testimonios públicos de solidaridad con el proyectado homenaje. Pero el día anterior apareció en algunos diarios una breve nota, de fuente desconocida, que anunciaba la supresión de la celebración. En aquel momento, la mayor parte de las personas que había decidido asistir al acto había partido ya desde diversos puntos de España: Alicante, Sevilla, Córdoba, Valencia, Barcelona, Bilbao, Madrid. La Guardia Civil esperó la llegada de los asistentes en las entradas de las diversas carreteras, cerrándolas. Dejó pasar a los turistas en un primer momento tras haber tomado nota de su documentación. Muchos, una vez apeados, continuaron el viaje en fila india. En estas condiciones llegaron a Baeza el día 20 cerca de 2.500 personas, mientras otros no consiguieron romper el cordón policial. El diario Jaén de aquel día anunciaba que «hoy Baeza homenajeará a Machado». Se inició el desfile hacia el lugar de reunión. Era una larga fila silenciosa de admiradores del poeta. Antes de llegar al punto de encuentro había algunos policías armados (llamados vulgarmente «grises» por el color de su uniforme) que impedían el acceso. Algunos participantes se adelantaron para pedir explicaciones, que los policías no dieron. Llegó un teniente y otros refuerzos. El ambiente era muy tenso. El teniente dijo solamente que el homenaje había sido suspendido y que tenía orden de impedir el paso a quienes quisieran reunirse en dicho lugar. Él ignoraba las razones de esa orden. Se le pidió que hiciera llegar a cualquier autoridad (el alcalde u otro) el deseo unánime de obtener una aclaración. Pero el teniente no aceptó y amenazó con hacer que cargaran sus hombres. La gente se agrupó y manifestó su abierta decisión de esperar la llegada de cualquier autoridad que diera una clara explicación. El teniente retrocedió un paso e hizo una señal: los policías se alinearon y sacaron sus porras. El teniente citó un apartado referente al incumplimiento de la Ley de Orden Público y anunció que a la tercera señal la policía cargaría sobre la gente. Algunos se mostraron impasibles, dispuestos a mantener la anterior decisión. La policía, entonces, cargó. Los «grises» vacilaron ligeramente, pero el oficial tomó la pistola y gritó: «¡Cargad! ¡Cargad!». Un policía de la Brigada Político-Social tomó también su pistola, fuera de sí: «¡Cargad! ¡Cargad!». Todo lo demás fue violencia y brutalidad. La multitud gritaba: «¡Asesinos! ¡Asesinos!». Muchos cayeron bajo los golpes; se oían gemidos, gritos y muchos niños lloraban aterrorizados. Los «grises» persiguieron, implacables, a los pocos que al comienzo echaron a correr y golpearon brutalmente a los que se paraban enfrentándose para ayudar a los que se habían caído.

La gente, en masa, tras una carrera de dos kilómetros, llegó a la plaza en un clima cólera, exasperación y terror. Algunos se refugiaron en un bar, pero los policías los sacaron violentamente a la calle de nuevo, siendo recibidos con una violencia todavía más terrible: golpes, insultos y todo tipo de brutalidad. Muchos fueron detenidos y después comenzaron las redadas, la caza del hombre por todas partes: nuevas detenciones. El pueblo asistió atónito a este horror. Los «grises» gritaron «A los coches», empujando a todos con violencia y siendo ayudados por los «sociales». Aquellos que no disponían de coche para alejarse de Baeza fueron sacados de cualquier modo. Un grupo huía por la carretera. Los que llegaron a Úbeda (una ciudad próxima) vieron que en el cuartel de la Guardia Civil los oficiales esperaban órdenes para dirigirse a Baeza. De este modo acabó el homenaje a Antonio Machado en Baeza (Jaén), el 20 de febrero de 1966. Fueron detenidas 27 personas. Entre ellas, Moreno Galván (autor del citado artículo), Pedro Caba (médico), Eduardo Úrculo (pintor), Alfredo Flores (abogado), J.A. Ramos Herranz (ingeniero), Pedro Bicenta (maestro), Carlos Álvarez (poeta), etcétera.

Este es el relato de un testigo ocular. La prensa española no ha publicado nada sobre estos hechos.

Las agencias extranjeras han dado bien poca información. La mayor parte de las noticias, a través del propio ministro. Algunas de ellas son ignominiosas, como las redactadas por una agencia americana que tergiversaba los hechos, presentándolos como un enfrentamiento entre dos grupos, lo que había obligado a la policía a intervenir para mantener el orden.

De los 27 detenidos, 16 fueron puestos en libertad por la noche; 11 fueron retenidos y conducidos a Jaén, donde fueron puestos en libertad al día siguiente tras haber pagado una multa que oscilaba, según los casos, de 5.000, 10.000 y 15.000 pesetas a las 25.000.»

La Cabeza de Machado regresó a Madrid protegida en el «dos caballos» de Fernando Ramón Moliner. Permaneció en el estudio del escultor hasta 1970, fecha en la que fue depositada en la librería Antonio Machado en el día de su inauguración. Esta librería sufrió tres atentados de la extrema derecha en 1971, lo que aconsejó sacar de allí el busto del poeta que fue escondido en el sótano de la casa de José Vicente Chamorro «como el símbolo de que la cabeza de Machado aún no tenía sitio en este país». Fue en 1983 cuando puedo salir de la clandestinidad para ser instalada con todos los honores en Baeza.

El homenaje prohibido el 20 de febrero de 1966, impidió reivindicar a Machado, que representaba no sólo un símbolo de la izquierda y de la España peregrina. También representaba una actitud: la de un hombre íntegro que en un momento terrible de la historia supo estar a la altura de las circunstancias.

Y a los 77 años transcurridos desde su muerte, le pese a quien le pese, su memoria permanece inalterable, es más que un recuerdo. Esa luz nos sigue iluminando, sigue hablándonos con tanta fuerza como cuando se subió a la tribuna de agitación y propaganda de la Plaza Emilio Castelar de Valencia, porque su pensamiento aún expresa los sentimientos del pueblo, porque «a España, hoy como ayer, la defiende el pueblo, es el pueblo mismo, algo muy difícil de enajenar. Porque por encima y por debajo y a través de la truhanería inagotable de la política internacional burguesa, vigila la conciencia universal de los trabajadores.»

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