El anarcosindicalismo ante la llegada de la Segunda República | Especial Segunda República

Por Eduardo Montagut

Los anarcosindicalistas de la CNT vivieron una dura etapa de represión y de clandestinidad durante la Dictadura de Miguel Primo de Rivera, y que les afectó de forma evidente. El dictador buscó siempre el entendimiento con el socialismo, buscando legitimar su régimen, pero con el anarcosindicalismo no cabía acercamiento.

Los más activistas anarcosindicalistas encontraron serias dificultades para la labor de los grupos de acción terrorista y su enfrentamiento con el sector más posibilista, encabezado por Ángel Pestaña, contribuía, además, a complicar el desarrollo de la central sindical.

En plena crisis del anarcosindicalismo por los dos factores señalados, es decir por la represión gubernamental y por los enfrentamientos internos, surgió la FAI, la Federación Anarquista Ibérica en Valencia en el mes de julio de 1927. Como indica su nombre, su ámbito incluía toda la Península, aunque, en principio, se le quiso dar una dimensión europea y americana a esta federación. Se trató de reunir a todas las tendencias del anarquismo. La reunión de Valencia culminaba un proceso de reuniones previas en Barcelona, Francia y Portugal. En dicha reunión se integraron la Unión Anarquista Portuguesa, la Federación Nacional de Grupos Anarquistas de España y la Federación de Grupos Anarquistas de Lengua Española en Francia. La FAI pretendía asegurar la hegemonía anarquista en la CNT, frente a la influencia de la minoría comunista y de los dirigentes sindicalistas reformistas más moderados. Se estableció la fórmula de la «trabazón», es decir el enlace entre la línea sindical y la de los específicamente anarquistas.

En el intenso período que va desde la caída de Primo de Rivera a la proclamación de la República, los anarcosindicalistas comenzaron a movilizarse. En febrero de 1930, la CNT seguía en la clandestinidad, pero se celebró un pleno de regionales, que se pronunció por la colaboración con los republicanos aunque en términos un tanto ambiguos. Se basaba en la necesidad de que se convocaran unas Cortes Constituyentes, se afirmase la libertad sindical y se amnistiase a los presos políticos. Pestaña protagonizó un acto clave para que la CNT volviera a ser legal, al entrevistarse con el general Mola, director general de Seguridad. La legalización de la central sindical permitió el resurgimiento de la actividad anarcosindicalista. Pestaña, Juan Peiró y otros dirigentes movieron a la CNT hacia una cierta colaboración con los conspiradores republicanos. De forma paralela, se volvía a la estrategia de la huelga y la movilización. Pero en la CNT seguía siendo poderoso el sector contrario a la colaboración con los republicanos y a aceptar compromisos con fuerzas que no fueran obreras. Por otra parte, los republicanos no se atrevieron a dar el paso de invitar a los anarcosindicalistas a la conjunción antimonárquica que se estaba formando, prefiriendo a los socialistas.

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