Opinión | Los Borbones y sus putas

Por Manuel Tirado | Ilustración de ElKoko 

Decir que la historia de los Borbones, como la de casi todas las casas reales de Europa, está repleta de hijos bastardos, escarceos amorosos extramatrimoniales, gusto por visitar lupanares en barrios bajos y excesiva predilección por la pornografía y la promiscuidad, no es nada nuevo. Hay una extensa bibliografía sobre el asunto que lo atestigua.

En esta línea, estos días nos hemos levantado con la noticia de que una de las “míticas y supuestas amantes” del Rey Don Juan Carlos I, la artista Bárbara Rey, recibió supuestamente unos 500 millones de las antiguas pesetas directamente del antiguo servicio de inteligencia español (CESID) para que no hablara de la relación que mantenía con el monarca. La historia, independientemente de que haya sido revelada por OK Diario, ese medio digital que dirige Eduardo Inda y que no me ofrece mucha confianza, es, aunque sea difícil de demostrar, bastante fácil de creer, conociendo la historia en “estas lides” de esta saga familiar.

Y es que de casta le viene al galgo, como diría mi abuelo. Todas las crónicas nos hablan del excesivo apetito sexual de los Borbones. Desde Felipe V, del que cuentan que mientras su esposa agonizaba él seguía manteniendo relaciones sexuales con ella, pasando por el exacerbado apetito sexual de la Reina Isabel II, a la que llamaron la reina ninfómana, de cuya relación con un capitán de la guardia, se dice que nació nada menos que el rey Alfonso XII. Al parecer se sabe que fue así por la correspondencia vaticana y en concreto por una carta manuscrita de Isabel II a Enrique Puigmoltó y Mayans asegurándole que el hijo era suyo.

Tampoco podemos olvidar el gusto de Alfonso XIII por la pornografía. Román Gubern, catedrático de comunicación audiovisual de la Universidad Autónoma de Barcelona y el mayor experto en historia del porno que hay en España, asegura que el monarca encargó al Conde de Romanones la tarea de buscar una productora para la realización de tres cortometrajes pornográficos que hoy en día están a disposición de cualquier investigador tras ser restaurados por la Filmoteca de la Generalitat Valenciana. Y es que cuentan que el monarca no sólo pagaba por estas películas, sino que ofrecía sus propias ideas para los argumentos.

Sea como fuere, lo cierto es que cada uno es libre de hacer con su vida lo que le de la “real” gana, pero claro, que cada uno se pague sus vicios de su propio bolsillo. No podemos irnos de picos pardos con el dinero público por muy monarca que sea uno. No podemos ser monarcas católicos, apostólicos y romanos y al mismo tiempo usar la doble moral de “en público soy pulcro y en privado un libertino”. Una doble moral que por otro lado la iglesia ha silenciado durante toda la historia, quizá porque muchos de sus altos cargos hacían exactamente lo mismo.

A los monarcas la suerte del nacimiento les otorgó el trono por derecho hereditario, cosa que algunos creemos que es totalmente incompatible con un sistema democrático, pero no les dio la potestad de tratar a la gente como escoria. Me refiero a que los monarcas han usado a las mujeres, a sus amantes, a sus putas, como se usa a un caballo, para montarlas y poco más.

Lo que me extraña de toda esta historia es que haya sido silenciada por los grandes medios durante tanto tiempo. Bueno, no me extraña tanto, después de oír a Cebrián decir que tras el intento fallido de golpe de estado del 23F, hubo un pacto tácito entre los medios de comunicación para de alguna forma no atacar a la Familia Real y por lo tanto a la monarquía.

Todo esto no hace más que refrendar mi idea de que la monarquía es una institución desfasada, que a pesar de los tiempos, sigue anclada en la barbarie del derecho divino, ya que no ha modificado sus actitudes, sólo las ha dulcificado. No podemos confiar en una institución antidemocrática por principios. Y lo de las amantes y escarceos sexuales que se han dado a lo largo de la historia no son más que otros episodios que llevan por estandarte la filosofía del “yo hago lo que me da la gana porque soy Rey y por encima de mí sólo tengo a Dios”.

Lo cierto es que mantener una institución así, silenciar sus abusos y posibles corruptelas, sólo ayuda a perpetuar sus privilegios. Así nunca viviremos en una auténtica democracia. A veces me pregunto si no hemos sido todos de alguna manera las putas de los monarcas (con todos mis respetos a las prostitutas).

Visto lo visto, cada vez más me llena de orgullo y satisfacción decir: Yo soy Republicano.

1 Comment

  1. Estos borbones, degenerados geneticamente por matrimonios sucesivos con consanguineos, nunca han tenido otra cosa que hacer para divertirse. Vaya casa real de petardos y petardas

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