Alfonso Domingo: “El momento de oro de la música popular española se truncó con la guerra”

Entrevistamos al escritor, periodista y documentalista Alfonso Domingo, director de «Cantata de la guerra civil», una radiografía de la música popular que se escuchaba tanto en el lado franquista como en el republicano

Por Angelo Nero

“Cantata de la guerra civil” es un completo caleidoscopio que, gracias al documentalista Alfonso Domingo, nos ofrece las canciones que se escuchaban a un lado y al otro de la línea del frente, cuando cesaba el ruido de las bombas, también en la retaguardia donde se padecían los efectos secundarios de la contienda, “la gente cantaba para soportar aquel infierno”. Hablamos una vez más con este auténtico hombre del renacimiento: novelista, director de cine, reportero de guerra, poeta… un habitual de las páginas de NR, al que entrevistamos por cuarta vez a propósito de uno de sus trabajos.

El primer día que los españoles entraron en guerra civil, el 18 de julio de 1936, también sus canciones partieron hacia los frentes de batalla. Algunas sirvieron como propaganda política y formaron parte del arsenal bélico, ya que encendían el ardor guerrero, otras muchas melodías, se quedaron en la retaguardia par hacer más soportable la angustiosa vida cotidiana, en muchos casos se adaptaron las canciones al esfuerzo movilizador que exigía la guerra.

El hilo argumental encuentra un buen conductor en el actor Javier Gutiérrez, que nos ira llevando por los escenarios de la contienda. ¿Fue muy difícil conseguir que el actor asturiano se sumara al proyecto?

Lo primero es darte las gracias por lo que dices de mí, mi ego te queda muy agradecido. Pero respondiendo la pregunta, Javier Gutiérrez es un buen amigo. Fue también vecino mío, y cimentamos una amistad a lo largo de los años, en la que no hace falta verse mucho, pero cuando lo hacemos, festejamos la vida con nuestras respectivas parejas o amigos. Puso la locución también al documental sobre Melchor Rodríguez, “El ángel rojo”, y qué voy a decir de Javier, qué es una gran persona, además de un gran profesional, un actor maravilloso. Le gustó el reto y lo hizo encantado cuando se lo propuse. Es increíble que él, con tantas películas y tantos premios, se pusiese a mis órdenes para la locución de Cantata, y que aceptase los tonos y matices que yo le decía. Es un grande, al que siempre agradeceré esa colaboración desinteresada. Ojalá la vida nos de la dicha de poder trabajar en algún proyecto juntos, que tenerlos, los tengo. Y por cierto, él se siente tan asturiano como gallego, ferrolano por más señas. Hace un tándem maravilloso con Luis Zahera en una película que aún no se ha estrenado, “Pájaros” (momento publicitario para mi amigo Javier, je je).

¿Cómo fue de importante la música en la guerra civil, tanto como entretenimiento como instrumento de propaganda? ¿Había canciones que fueran comunes a los rebeldes fascistas y a los que defendían a la República?

Sí, todas las que en ese momento se oían en el cine y por la radio, que empezaba a tener ese carácter de medio de comunicación de masas que luego, sobre todo en la postguerra, tuvo. La copla era igual a los dos bandos, las canciones que estaban de moda, que había popularizado el cine, como “Morena clara” de Imperio Argentina, estrenada tres meses antes del principio de la guerra o “la hija de Juan Simón”, de un año antes, de Buñuel (que no firmó él). También las populares, los tangos, las habaneras, las que venían de un tiempo anterior y se mantenían y trasmitían de generación en generación.

Además de un profundo estudio sobre las canciones de la época, en el documental hay un soporte de imágenes de archivo que las ponen en contexto. ¿Cómo fue ese proceso de documentación gráfica, de búsqueda en los fondos audiovisuales?

Bueno, esa es una de las principales aportaciones de Cantata. El hallazgo es poner la música con unas imágenes –muchas casi inéditas- que la complementan o no tienen nada que ver y funcionan por contraste. Algo de eso hizo ya Basilio Martín Patino en Canciones para después de una guerra y nosotros hemos desarrollado más. Cantata complementa el trabajo del gran Basilio. Me gusta decir que soy un estudioso de la guerra civil, más que un experto, y como director de otros documentales de esa época he investigado mucho todos los fondos fílmicos existentes. Aparte de las imágenes que se han usado una y mil veces, del franquista NO-DO (que aunque fue creado en 1942 incautó muchos de los fondos republicanos de la guerra), utilizamos en Cantata fondos que apenas se habían visto, como archivos de Cartier Bresson, de la CNT, no sólo de propaganda o de combates (como la maravillosa película musical Nuestro culpable) O una cola de Paco Martínez Soria de una comedia que había hecho la CNT para entretenimiento. Luego, de archivos dispares, de la Brigada Lincoln, rusos, de noticieros (Pathé, Paramount, etc), incluso de brigadistas extranjeros, en 16mm. Todas las fuentes fílmicas se pueden apreciar en los créditos del documental, que, por cierto, se puede ver en RTVE a la carta: https://www.rtve.es/play/videos/somos-documentales/cantata-guerra-civil-espanola/5858694/

Es increíble que muchas canciones, de tanto repetirse, llegaran hasta mi generación, la nacida a finales de los sesenta. ¿La memoria de la guerra se transmitió, a pesar de los silencios de los derrotados, a través de las canciones?

Bueno, no sé si podría definirse así, pero sin duda la memoria musical persistió, y canciones que se habían usado en el bando republicano, creadas o recreadas para la resistencia a los sublevados (En el frente de Gandesa, Los cuatro generales, Anda jaleo jaleo, por ejemplo) se convirtieron en un símbolo de la lucha antifascista. Y otras persistieron porque eran geniales, como La falsa moneda, Mi jaca, El día que nací yo, los tangos de Gardel, etc. La lista es larga, y aunque pusimos muchas de esas canciones, nos faltaron algunas.

La música siempre ha sido un arma de combate importantísima. Lo saben muy bien los herederos del franquismo que perdieron esa batalla clarísimamente”, afirma el crítico musical José Ramón Pardo, ¿Por qué cree que el franquismo perdió ese combate ideológico?

Porque la música era un escape, un enganche para poder resistir ese tiempo, y la memoria musical, lo saben muy bien los terapeutas que tratan el alzheimer, es lo último que se pierde. Era una manera de identificarse en un determinado campo, cantar esas canciones –sobre todo las de combate-, como lo era cantar Bella Ciao en la postguerra o el tardofranquismo. Y porque también muchos de los intérpretes de esas canciones, como Angelillo, o Miguel Molina se exiliaron, y las coplas, aunque luego se blanquearan, muchas veces hablaban de conflictos sentimentales que no eran del agrado del régimen. Pero en las canciones se podía decir que “él vino en un barco de nombre extranjero”, “tú eres la bien pagá”, o cualquier letra equívoca y las historias que contaban desafiaban la férrea moral de la época.

Importante es también la aportación a nuestra música de las Brigadas Internacionales, que trajeron las canciones de sus países de origen, y que pusieron la semilla de ritmos desconocidos, aunque también los fascistas italianos dejaron su impronta, en los himnos del bando franquista. ¿Cómo fue de importante esta aportación de los combatientes extranjeros a nuestra música popular?

Importante en aquel momento, y desaparecida después de la guerra en nuestro país. En ellos, los brigadistas, sí dejó impronta el paso por España, como se puede apreciar en las canciones de Woody Guthrie, Paul Robeson. La fraternidad de los pueblos se dio en la parte musical también, y fue más importante en el bando republicano, porque había más nacionalidades, y se podían oír canciones francesas, inglesas, rusas, mexicanas, norteamericanas, del este de Europa… En el lado franquista solo se podían oír las alemanas e italianas. Lili Marlene, por ejemplo, sí la cantan mucho en la II Guerra Mundial los españoles de la división azul en Rusia, con su letra. Pero aquí las alemanas e italianas solo se oían en los desfiles, o los garitos donde se reunían los soldados nazis alemanes y fascistas italianos.

Cantar a coro un himno permite unir a una comunidad. Una canción no puede cambiar el mundo, pero los grandes cambios sociales que se dan en el mundo, siempre están acompañados de canciones.”, sostiene otro de los expertos que participan en el documental, Fidel Moreno, un musicólogo que también repasó la historia de España, desde la Guerra Civil a la Transición, a través de la música popular, en su libro “¿Qué me estás cantando?”. ¿En los cambios sociales que se produjeron en aquella época en España, cuales dirías que fueron las canciones más importantes que ayudaron a esos cambios?

Si no hablamos de canciones políticas, como La internacional, A las barricadas, Cara al sol, Hijos del pueblo, o las utilizadas para enardecer o cantar hazañas, como Ay Carmela, de uno y otro bando, es decir, si nos adscribimos a las canciones populares, es evidente que tienen mayor papel, un papel relevante, en los tiempos anteriores a la transición y después, caso de L´estaca, Libertad sin ira y demás. En aquella época, las canciones que abrían la mentalidad –y que en muchos casos al principio no fueron aceptadas- fueron Tatuaje, La bien pagá, Ojos verdes, Échale guindas al pavo, La hija de Juan Simón, En tierra extraña, El día que nací yo. Más tarde Mi casita de papel, la vaca lechera, la Gallina papanatas, Raskayú, Bésame mucho, en fin, están muy bien analizadas, éstas y otras más en el libro de Fidel Moreno, “¿Qué me estás cantando?”, una obra magnífica.

La represión fue especialmente dura con el mundo de la cultura que había apoyado a la causa republicana, muchos escritores, artistas y todo tipo de intelectuales fueron encarcelados, asesinados, otros se vieron obligados al exilio. ¿Esta represión también alcanzó al mundo de la música?

Sí, hemos hablado de Angelillo, que tuvo que salir de España con la derrota republicana y no volvió, o la posterior de Miguel Molina, al que no perdonaban su homosexualidad. También la actriz y vedette catalana Carmelita Aubert, republicana convencida, que tuvo que exiliarse a Portugal, o alguno de los más famosos letristas de coplas, como el maestro Ramón Perelló, libertario, el autor de Mi jaca, que purgó varios años de cárcel. Podía extenderme más, pero con esta muestra es suficiente. El momento de oro de la música popular española, con la llegada además de ritmos foráneos, se truncó con la guerra. Lo que se desarrolló después, a pesar de algunas canciones e intérpretes con mucha calidad, fue un poco pastiche.

Un caso excepcional en esta batalla musical, es una canción que compartían los fascistas y los republicanos, el himno de los leones rojos, de la selección de fútbol, ¿no es así?

No es que diera mucho tiempo a que se oyera el himno de “los leones rojos”, que había sido grabado por Pablo Herzog en 1935, pero nosotros lo pusimos como homenaje a nuestro deporte nacional en esa época. Nos hubiera gustado poner imágenes de algún partido de fútbol entre franquistas y republicanos, que los hubo al menos en el frente de Madrid, pero por supuesto, no hay imágenes. Pero sí de soldados de uno y otro bando jugando detrás de sus líneas. Fue una pena la guerra porque entre otras cosas, la selección nacional de aquellos años podía haber hecho historia, pero tuvimos que esperar hasta 2010 para ser campeones del mundo.

También tuvo su importancia la música en las películas que se proyectaban en el Madrid sitiado por las bombas, o en la zona conquistada por el ejército rebelde, ¿cuál era la producción cinematográfica española, durante los años que duró la contienda?

Hay casos curiosos, como por ejemplo, en la zona rebelde, donde se filma una curiosa versión de “Mambrú se fue a la guerra” en Puebla de Sanabria, en 1938, por unas mujeres que están hilando. Estuvimos a punto de utilizarla, pero no lo hicimos al final. O la ya citada Nuestro culpable, una curiosa película musical filmada en Madrid, con ritmos de jazz, con secuencias que ahora, en nuestro tiempo, se denominarían flash-mob, y producida por la CNT, que pensaba, al contrario de otras organizaciones del frente popular, que lo que había que hacer era no machacar con la concienciación sino procurar el entretenimiento y que la gente se olvidara un poco de la guerra. La productora Laia, de la Generalitat, produjo muchos noticieros, y hay piezas curiosas, de otros partidos y organizaciones, Socorro Rojo, organismos de solidaridad. En el lado franquista se filma un auto sacramental en los enlosados de la Catedral de Segovia, así como alguna boda en Salamanca. En Cantata hemos contrapuesto algunas de esas filmaciones, como esa boda de falangistas y otra de republicanos. Una película extraña, que aunque tiene un número musical muy interesante, es “carne de fieras”, rodada en Madrid en los primeros meses de la guerra, con una francesa, Marlene Grey, que bailaba casi desnuda ante los leones, y la vedette Tina de Jarque (que desapareció al poco) cantando una canción de salsa. Conté la historia de Tina y esa película en mi novela El enigma de Tina, pero no la utilizamos, a pesar de ser, como digo, una película curiosa producida por un empresario en el Madrid republicano. Hubo producción en los dos lados, sobre todo con fines bélicos o de propaganda, pero no era nada fácil conseguir material, películas. No hay que olvidar tampoco Carmen la de Triana, dirigida por Florian Rey, con Imperio Argentina y filmada en Berlín en 1938.

El problema es el vacío y la ignorancia de nuestra propia historia. Era tal el miedo que había inoculado la guerra y la represión después de la guerra, que nadie contaba nada. Se cantaba pero no se contaba”, dice el cantautor Luís Pastor -que participa en el documental junto a Pedro Guerra-, ¿crees que ese empeño en silenciar nuestro pasado, que se mantiene, en cierta manera, hasta hoy, en esos sectores que dicen que “no hay que abrir heridas”, nos ha negado una parte importante de nuestro patrimonio cultural?

Desde luego. Hicimos Cantata para cubrir un hueco evidente, como existen todavía aspectos apenas abordados de nuestra guerra civil y de nuestra memoria. He de decir que Cantata, como la inmensa mayoría de los documentales, es una obra colectiva, o mancomunada, en este caso de Gregorio Roldán, Miguel López, y yo mismo, en la idea, guion y dirección, pero detrás hay un gran equipo, y una serie de personas que nos han facilitado el trabajo, como la CNT que nos cedió mucho material, o los archivos de la Brigada Lincoln que ya había utilizado en otros documentales. Y también tengo que agradecer además de la locución de Javier Gutiérrez, la participación de Fidel Moreno, José Ramón Pardo, Pedro Guerra, Luis Pastor y José Antonio Martín Otín. Son destacables la imagen de Óscar Villasante, la producción de Mar Olmedilla, la edición de Daniel Tarriño (que hizo una cabecera preciosa), la postproducción de Benito Macías –ese tratamiento de las imágenes de época- y el cartel de Isabela Roldán. Es importante que las televisiones públicas apuesten por este tipo de documentales, que recuperen memoria, en este caso musical. El documental lo realizamos en 2019, aunque se estrenó dos años después, en plena pandemia. Y ha tenido mucho éxito, nos han dado un premio en el festival Wica de Nueva York en 2022. Asumir nuestra historia es todavía asignatura pendiente para muchos, aunque es cierto que se han hecho y que se siguen haciendo muchas cosas. Brindemos por que la tendencia continúe.

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