A la espera de otros abriles en serio

Era una gente que nunca había vivido en democracia, nunca se había metido en política, pero era quien tenía encendido una luz, la luz que hace comprender que la burguesía temblaba

Por Ana Barradas / Bandeira Vermelha

Por más que se diga lo contrario, hay muy buena gente en la izquierda que no se mete en la cabeza que no fue gracias a Otelo ni a la Copcon que se hicieron las ocupaciones de casas, las limpiezas de fascistas, informadores y chivatos, la caza de los Pides, las manifestaciones “nem mais um soldado para as colónias”, innumerables otras manifestaciones de protesta, huelgas para exigir aumentos de salarios, condiciones laborales y fin de los despidos, secuestros y ocupaciones de centros de trabajo, la resistencia activa contra los fascistas, la toma de latifundios por los campesinos… La lista no tiene fin.

Todo esto pasó cuando Otelo o la Copcon menos lo esperaban, cuando Otelo ni soñaba como vivía en desgracia aquel pueblo distante que el mal conocía –palabras de el mismo- y cuando las fuerzas spinolistas, con el apoyo de los partidos institucionales, nombraran a ese Otelo y a la Copcon para establecer la orden superior en la secuencia imparable de actos incontenidos, espontáneos, impulsados por la voluntad y la energía descontroladas de la gente que por primera vez irrumpía en la vida del país.

Era una gente que nunca había vivido en democracia, nunca se había metido en política, pero era quien tenía encendido una luz, la luz que hace comprender que la burguesía temblaba, estaba abierta una brecha en la dominación de los de arriba que les permitía hacerse oír, gritar por sus derechos, golpear al patrón y a la policía, transgredir para conquistar terreno.

El cortejo de agradecimientos conmovidos al capitán de Abril es la prueba lamentable de cómo fue fatal y continua a ser la minoría de aquel movimiento popular que, a pesar de todos los méritos, no fue capaz de asumir su propia grandeza y potencialidad y produjo, cincuentas años después, una izquierdita timorata, menor, de sombrero en la mano, reverente y contando historias deprimentes sobre la santidad otelista.

Tontamente olvidados del verdadero motor del proceso revolucionario, eses implorantes procuran en un oficial de las fuerzas ex-coloniales-fascistas las virtudes que no consiguen divisar en el movimiento real que hace este país transitar para un nivel político inicialmente inconcebible para nuestra neodemocrática burguesa, para con los bloques imperialistas, la CIA, la 5ª escuadra, y Carlucci (el superespía de servicio.

Todos estos farsantes, de un modo u otro venidos del universo salazaristas, se unieron en la creencia vana de que podrían remendar el imperio colonial, mantener la supervivencia de los trabajadores en el nivel miserable en que estaba, contener los excesos de los que querían ser alfabetizados, exigían salud, luz, agua, y carreteras para las aldeas y villas, viveros y refectorios en las fábricas, casas decentes en vez de barracas, festivos pagados, transportes aceptados.

Tengan juicio, oh huestes otelistas de izquierda. Agradecen antes, manos en alto, las masas despertadas del sueño de medio siglo, que se dispusieran a la lucha contra los contra las ordenes venidas de arriba, sin jefes ni dueños ni comandantes, y generan una energía que solo os de abajo, los oprimidos y explotados, consiguieran acumular y hacer explotar en un mar de reivindicaciones más que justas y hace mucho merecidas, los cuales Otelo y compañía tuvieran que ceder, aunque temporalmente. Si no fuera por tal milagro que tan temprano no volveremos a ver, no estaríamos aquí.

Entretanto, calma, que esto todavía no acabó. Otros abriles vendrán, pero eses mismo en serio.

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