La vuelta a las multitudes del bipartidismo

El Congreso del PSOE es un acontecimiento que no aporta nada nuevo a la política de partidos más clásica: recintos multitudinarios, globos, sintonías y eslóganes y el partido aprovecha para sacar pecho de su historia y logros de gobierno

Por Manuel V. Fernández / Estudiante de Grado en Sociología en la UNED

Los recientes congresos de los máximos exponentes del bipartidismo español han sido noticia en los últimos días y en este artículo trataré de analizar su repercusión mediática.

La convención del PP nos sirvió para constatar que el partido, al menos en la grandilocuencia y en el baño de multitudes, no se ha resentido tras los últimos años de escándalos judiciales de corrupción, ni a sus tropiezos electorales en clave estatal. Lo más destacable a nivel mediático ha sido la frase sobre votar bien de Vargas Llosa y la actitud eurocéntrica de Aznar ridiculizando al presidente mexicano López Obrador por sus orígenes españoles. Si esto es lo que más ha despertado interés de esta convención, es síntoma de que no tienen nada mejor que aportar al debate político, han mostrado lo que es el PP en su esencia: falta de rigor intelectual, cinismo, oposición descarnada al Gobierno y superioridad con los países de América Latina, a pesar de tener a todo un premio Nobel latinoamericano entre sus filas.

El PSOE, en cambio, celebró su 40 Congreso, y nos ha dejado titulares e imágenes que tampoco destacan por una originalidad o introducción novedosa en el campo político del contexto actual.
Pedro Sánchez ha demostrado una vez más su predilección por la imagen y la teatralidad en la política institucional. Para ello, ha vuelto a poner en funcionamiento la maquinaria mediática de su partido. Una maquinaria que se acciona como por arte de magia y que es capaz de borrar cualquier otro acontecimiento relevante a nivel nacional o internacional que pueda estar sucediendo en el momento presente. El congreso del PSOE es la noticia que más se ha difundido estos días y lo vemos en las portadas de los principales medios de la prensa escrita, artículos, tertulias en radio y extensas columnas de opinión que analizan la vuelta a las esencias del PSOE y la reconciliación con la vieja guardia que en 2016 impulsó su defenestración y caída a los infiernos del hoy presidente Sánchez.

Hemos sido testigos de un exagerado interés mediático por este 40 Congreso, tanto desde la prensa progresista hasta los medios conservadores. Es un acontecimiento que no aporta nada nuevo a la política de partidos más clásica: recintos multitudinarios, globos, sintonías y eslóganes y el partido aprovecha para sacar pecho de su historia y logros de gobierno. Se respira un ambiente triunfalista, festivo, de reivindicación de los valores socialdemócratas. El debate y la autocrítica brillan por su ausencia.

Si algo ha demostrado este congreso es que el PSOE es el mismo partido de siempre, una suerte de partido-Estado, de naturaleza hegemónica y atrapalotodo, y Sánchez representa perfectamente esta definición a través de su praxis política. Puede surfear entre políticas sociales, ser pionero en la recogida de refugiados de Afganistán y al mismo tiempo volver al centro político cuando el guion lo requiere, como por ejemplo elogiar y dar un premio a Angela Merkel, que no nos olvidemos, fue la misma que propició el ahogamiento de la economía española con su dogma austeritario y la imposición de la doctrina neoliberal en la política económica europea durante la crisis de 2008. A su vez, Sánchez se vistió de socialista siendo capaz de formar gobierno con Unidas Podemos, formación con raíces en las plazas, los movimientos sociales, anticapitalistas y miembros del PCE entre sus dirigentes.

Sus contradicciones son una seña de identidad, y a la vez, nunca éstas han sido una rémora para su electorado, vistas las últimas encuestas del CIS. El discurso es el mismo, hablan de sus valores republicanos y al mismo tiempo defienden la monarquía parlamentaria. Hablan de Estado de Derecho, de justicia e igualdad mientras que impiden que se investigue al rey emérito sobre su fortuna. Se vanaglorian de haber sido el partido en la vanguardia feminista de cada época, y la imagen que va a quedar la protagonizan cuatro señores, dirigentes, todos mandaron y mandan mucho, y ninguna mujer.

El PSOE vuelve a rescatar a su icono Felipe González, y nos entristece enormemente escuchar su discurso como máximo representante del régimen del 78. Si su partido ha decidido darle esta importancia, es porque en definitiva tiene un interés en seguir los resortes intactos del sistema político español tal y como se configuró, pactando los órganos judiciales con el PP, y tomando las principales decisiones del Estado y sobre la Casa Real sin tener en cuenta a su socio minoritario de Gobierno.

Por último, destacar la retórica política que está utilizando la futura candidata de Unidas Podemos, Yolanda Díaz. El entusiasmo inicial de tener una vicepresidenta comunista se ha ido diluyendo al ver sus últimos tuits elogiando a las fuerzas armadas, citando al Papa y felicitando al Partido Socialista. Esto nos da pistas sobre cuál será la hoja de ruta de su estrategia política, para acercarse a grupos como Más País y construir una plataforma agregadora de distintos estratos sociales. A mi juicio, este modus operandi corre peligro de no conseguir la movilización que quieren conseguir y tanto los desencantados como las nuevas generaciones no se vean representados por ese discurso tan excesivamente institucional y políticamente correcto.

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