1972-2022, aprender las lecciones del eclosionar del proletariado gallego

En este aniversario es necesario estudiar, analizar, verificar y actualizar las tesis de nuestra dependencia nacional

Por Carlos Morais

1972 fue un año crucial en la historia contemporánea de Galiza. Sin los acontecimientos que tuvieron lugar hace medio siglo no podemos comprender los desafíos del presente.

En 1972 emerge la clase obrera gallega como clase para sí, tal como describe el marxismo, convirtiéndose en sujeto articulador y vanguardia de la resistencia y de la oposición popular a la dictadura fascista.

En 1972 el proceso de auto-organización del estudiantado universitario avanza imparable, haciendo de las aulas de la USC un hervidero antifascista. A la constelación de grupos y partidos de “extrema izquierda” estatal, hay que destacar la fundación de ERGA, la primera organización estudiantil de ámbito gallego. Fue en diciembre, después del asesinato de Chema Fuentes en una calle de Compostela.

En ese mismo año sale de la imprenta la primera edición del “Atraso económico de Galiza” donde Xosé Manuel Beiras analiza los mecanismos de la opresión nacional, caracterizando la dependencia como colonial, denunciando el rol periférico que nuestro país tiene asignado en la división internacional del Trabajo impuesta por el capitalismo.

En 1972 se podrían haber sentado las bases fundacionales teórico-prácticas del todavía inexistente partido comunista combatiente, patriótico y revolucionario gallego, de genuina composición, programa y orientación proletaria.

Las profundas mudanzas operadas en la morfología de clases en Galiza a lo largo de la década de los sesenta, con un destacado incremento del proletariado fabril, básicamente concentrado en los principales núcleos urbanos de la costa atlántica, unido al progresivo debilitamiento y señales de obsolescencia del modelo de la dictadura burguesa emanada del golpe de estado de julio de 1936, son los dos principales factores que permite entender los acontecimientos de 1972.

Habían pasado tan solo cuatro meses de la realización del XX Congreso del PCUS, culminado con la oficialización de la línea revisionista de la coexistencia pacífica, cuando la principal fuerza política de oposición al franquismo, el PCE, aprueba en junio de 1956 la declaración “Por la reconciliación nacional, por una solución democrática y pacífica del problema español”. La llegada de Carrillo a la secretaría general en el 6º Congreso (Praga, enero de 1960), ratifica la firme orientación liquidacionista cristalizada en los ignominiosos pactos de la Transición.

El documento, cuyas tesis están inspiradas en las propuestas realizadas por el PCI de Togliatti en 1947, marca las directrices de la estrategia de renuncia a la vía insurreccional para derrumbar el fascismo, apostando en la negociación con aquellos sectores y fracciones disidentes del aparato franquista (monárquicos, liberales, demócratas cristianos, falangistas) fundacionales para representar los intereses de aquella burguesía, que con lucidez sabía que era imprescindible realizar mudanzas cosméticas en el modelo del capitalismo monopolista para asegurar y perpetuar su dominación de clase.

El PCE necesitaba demostrar que tenía una influencia ascendente entre la clase obrera y el estudiantado, y que por su renuncia a una estrategia revolucionaria, había logrado penetrar entre los sectores más jóvenes de las profesiones liberales y de la intelectualidad vinculadas al “desenvolvimientismo franquista”.

El abandono de los objetivos de la reinstauración de la República de la etapa guerrillera, de ruptura democrática y de la retórica del horizonte socialista, por la aséptica y engañosa demanda de “democracia”, facilitaba el pactismo con esa fracción burguesa que necesitaba desprenderse del arcaico modelo de dominación franquista, que dificultaba la integración del Estado español en la CEE y en la OTAN, por tanto facilitar el alargamiento de mercados e inserción en el espacio económico de las burguesías de Europa occidental.

De marzo a septiembre, estado de permanente efervescencia obrera

La brutalidad policial con que el franquismo sofocó el conflicto laboral por un convenio colectivo propio en la factoría Bazán de Ferrol, asesinando a Amador y Daniel a tiros, e hiriendo de bala a varias docenas de obreros, generó un amplio movimiento solidario a lo largo del país, en el que destacó Vigo.

El marzo sangriento de 1972 demostró el incremento exponencial de las condiciones subjetivas en amplios sectores del pueblo trabajador gallego para avanzar en la lucha de clases y antifascista, en la necesidad de agudizar las contradicciones y profundizar en la complementación de los métodos de lucha.

Las huelgas de mayo de 1962, que sacudieron una década antes las principales fábricas y centros de trabajo de Vigo, son el punto de inflexión que permite la fulgurante reorganización del movimiento obrero, en lo que posteriormente serán las CC.OO., como espacio reivindicativo de demandas laborales, aglutinante del pluralismo ideológico.

La línea pactista del PCE tenía generado un reguero de escisiones, continuaba produciendo fisuras y rupturas en sus filas, mayoritariamente inspiradas en el maoísmo, que en este momento intentaron sin éxito disputar la hegemonía eurocomunista en el movimiento obrero.

La huelga proletaria que durante dos semanas, en el septiembre rojo vigués, puso en jaque a la dictadura, fue en su concepción inicial un ensayo, un simulacro, para perfeccionar la “Huelga General Pacífica”, con la que la dirección del PCE pretendía acelerar la Transición reforzando su posición en las mesas de negociación.

Las rupturas en el seno del PCE, Juventudes Comunistas y CC.OO., un año antes, después de un turbulento proceso interno, tenían cristalizado en la creación de Organización Obreira, un híbrido entre partido-fuerza sindical, que hábilmente, al igual que Galicia Socialista posteriormente integrada en la UPG, apoyó el movimiento huelguista generado por los despidos del conflicto “artificial” promovido para demandar la supresión de la semana laboral “inglesa” en Citroën.

A medida que la huelga se iba extendiendo por las principales empresas de Vigo y comarca, y por tanto el PCE veía peligrar su movimiento táctico, desbordado por la dimensión alcanzada por la respuesta obrera, la cada vez mayor combatividad de los sectores más avanzados de la misma y la disputa hegemónica de OO, va progresivamente replegando fuerzas, divulgando derrotismo, forzando la desconvocatoria.

La huelga que paralizó la industria, el transporte, e implicó a una buena parte del pueblo trabajador, a diferencia de la de mayo, finalizó sin victorias tácticas porque el PCE ya había logrado su verdadero objetivo de demostrar su influencia y capacidad. Pero también por el cansancio y los efectos de la represión policial ejercida por la sanguinaria BPS y las unidades especiales de la Policía Armada, y las intimidaciones del empresariado mediante cientos de cartas de despido.

“Roma no paga traidores”

El PCE demoró más de ocho décadas en volver a situar militantes en el Consejo de Ministros del gobierno español.

Son indiscutibles sus responsabilidades en facilitar el éxito de la operación camaleónica de sustituir el fascismo por el actual régimen postfranquista sin depuración ni cambio alguno en las estructuras de dominación. Por ello, paradoxalmente el PCE fue una de las principales víctimas políticas de los acuerdos que firmó. La burguesía incumplió el pacta sunt servanda, en un progresivo proceso visado para conducirlo a la irrelevancia política y al permanente fuera de juego en el tablero institucional.

En los cuarenta y cinco años del régimen borbónico, salvo en concretos, discontinuos y localizados momentos, las castas pequeño-burguesas que dirigen el PCE no lograron administrar el pedazo del pastel que la burguesía les prometió a cambio de servir como muro de contención, de fuerza estabilizadora de la dictadura burguesa.

En estas cuatro décadas sus políticas han contribuido para desmovilizar y desarmar a la clase obrera, y facilitar la penetración en su seno de las diversas lacras posmodernas que intentan sustituir la contradicción Capital-Trabajo por los modismos del momento.

Conmemorar y recuperar el 72

Las iniciativas en marcha conmemorativas del 72 en su sentido más amplio, no deben quedar en un mero homenaje nostálgica a la generación que hace medio siglo luchó contra la forma concreta que adoptaba en aquel momento la explotación capitalista.

Debemos recuperar las principales lecciones del año que marcó un camino para cambiar Galiza, un espíritu rebelde que permite comprender su pegada en la larga, intensa y combativa huelga de Ascón (febrero-octubre de 1978), o en el movimiento estudiantil de enseñanza media en favor de los pases pro bus, que entre octubre y diciembre de 1980, y ya de forma intermitente en los primeros meses de 1981, dejó fuera de circulación a la mitad de la flota de Vitrasa.

Es la clase obrera la única con potencialidades revolucionarias y con la capacidad real para conformar el conjunto del pueblo trabajador y empobrecido en una estrategia de lucha, que en base a las reivindicaciones tácticas de cada segmento oprimido y explotado, confluya en un horizonte de transitar cara a una superación de la explotación y dominación de clase y emancipación nacional.

El 50 aniversario del 72 debe ser aprovechado para rescatar del olvido la memoria histórica proletaria, estudiando su significado y aprendiendo de sus aportaciones teórico-prácticas.

Este 50 aniversario debe servirnos para avanzar en el combate ideológico del amorfismo ciudadanista y del ilusionismo electoral, caracterizador del conjunto de estas “esquerdinhas” que incluso niegan la existencia de la clase trabajadora.

Debe ser útil para edificar una alternativa con vocación de masas y ese desfigurado progresismo pequebu de confeti, purpurina y besitos, ajeno y negador de la realidad material de la lucha de clases.

El ejemplo de 1972 debe ser inspiración para que los modestos destacamentos del comunismo revolucionario gallego avancemos en la recuperación de los espacios políticos y sociales hegemónicamente obreros, con plena independencia de clase. Dando pasos firmes en el ensamblaje de piezas con las que construir el cada vez más necesario partido del proletariado y de todos los oprimidos.

Pero también en este aniversario es necesario estudiar, analizar, verificar y actualizar las tesis de nuestra dependencia nacional, la imprescindible imbricación de conquista de la soberanía e independencia en las tareas de la Revolución Socialista Gallega.

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