¿Voy bien, Camilo?

Por Daniel Seijo

«La Historia demostrará que si al fin y al cabo, las fortalezas llenas de aspilleras y de soldados sucumbieron ante el empuje de nuestro pueblo que luchaba por una causa justa; en cambio, nuestras escuelas, representación del pensamiento y la cultura, jamás caerán bajo las fuerzas de los que nos la quieran quitar para convertirlas en cuarteles defensores de privilegios, porque esas escuelas las sabrá defender nuestro pueblo; porque esas escuelas las defenderá nuestro pueblo con trincheras de ideas y trincheras de piedras.»

Fidel Castro

«Para verdades trabajamos, y no para sueños. Para libertar a los cubanos trabajamos, y no para acorralarlos.»

José Martí

 

Después de dos días de sesiones en la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), el hasta ahora primer vicepresidente del Gobierno, Miguel Díaz Canel, ha sido finalmente designado para desempeñar la presidencia de Cuba con el 99, 83 % de los votos. Con el nombramiento del nuevo presidente de la República, parece abrirse en la isla, tras 50 años de revolución, un período de gobierno todavía encabezado por el peso político y la experiencia como estadista de Raúl Castro, pero en el que por primera vez ya no será un líder de la llamada generación histórica quien se sitúe al frente de los órganos de poder en la isla. La generación de cuadros dirigentes que habían formado parte activa de la revolución comienzan de este modo a ceder su testigo a una nueva generación nacida prácticamente con los primeros compases del movimiento encabezado por los hermanos Castro el 1 de enero de 1959.

«Seremos fieles al legado de Fidel Castro, líder histórico de la Revolución y también al ejemplo, valor y enseñanzas de Raúl Castro, líder actual del proceso revolucionario»

Con la Asamblea Nacional –con una edad promedio de 49 años en esta Novena Legislatura- como vivo ejemplo del cambio político que la isla se dispone a encarar en los próximos años, y con el legado de Fidel Castro, líder histórico de la revolución, todavía muy presente, Miguel Díaz Canel asume desde el pasado 19 de abril el reto de encabezar una remodelación estructural en el socialismo cubano, cuya línea general deberá ser en última instancia ratificada soberanamente por el pueblo.

Manteniendo una inversión social cercana al 36% del PIB, el sistema político y social cimentado por la revolución cubana ha logrado que un país que hace apenas cincuenta años se encontraba dominado por el analfabetismo y la extrema pobreza, hoy pueda ver garantizado el acceso  a la educación –inclusive la universitaria– a todos sus ciudadanos, al tiempo que sus avances científicios y médicos le permiten poseer uno de los índices de mortalidad infantil más bajos del mundo. Con una tasa de alfabetización en adultos del 99.8% y un sistema de salud que sigue suponiendo un ejemplo incluso para gran parte de los países desarrollados, parece claro que los retos a los que hoy se enfrenta el gobierno y la sociedad cubana, se centran esencialmente en los desafíos propios de una isla rodeada y sometida a los reflujos de la sociedad capitalista y de consumo predominante. Absortos por el embeleso del turismo occidental, una parte importante de la generación de jóvenes cubanos hoy comienzan a olvidar rápidamente la práctica inexistencia de clases sociales durante los primeros años del proceso revolucionario, los logros en la emancipación de la mujer, la sensación de seguridad dominante en la isla o unos índices de bienestar en el desarrollo de la infancia que todavía hacen de Cuba un lugar privilegiado para los más pequeños. Los importantes logros sociales ya no parecen funcionar como contrapartida a ciertas restricciones en las libertades civiles de la población, en la actualidad muchos cubanos parecen mostrarse reacios a vivir alejados de las lógicas de consumo moderno, y por ello comienzan a exigir unos cambios políticos y económicos a los que los dirigentes de generación histórica se mostraban hasta hace muy poco reacios.

«El mandato dado por el pueblo a esta legislatura es dar continuidad a la Revolución cubana en un momento histórico crucial, que estará marcado por todo lo que logremos avanzar en la actualización del modelo económico y social, perfeccionando y fortaleciendo nuestra labor en todos los ámbitos de la vida de la nación.»

Plenamente conscientes de los futuros desafíos a los que se enfrenta la República, la toma de mando de Miguel Díaz Canel ha sido programada un 19 de abril, fecha en la que se conmemora la incursión en 1961 de cerca de 1.500 exiliados cubanos –entrenados y financiados por la CIA– a la Bahía de Cochinos, una gran ensenada aislada en la costa sur de Cuba. La operación militar diseñada por Eisenhower para derrocar a Fidel Castro y terminar de ese modo con la Revolución cubana, fue finalmente ejecutada bajo el mandato del presidente de John Fitzgerald Kennedy, y supuso la primera gran derrota  del imperialismo en América. Con más de 1.000 combatientes anticastristas, integrantes de la Brigada 2506, hechos prisioneros y con los planes para el cambio de gobierno en Cuba seriamente tocados en el corto plazo, la batalla de Girón supuso para muchos cubanos la salvación de la Revolución. No en vano, tras el intento de invasión, Fidel Castro comenzó a refugiarse en la órbita soviética, declarando abiertamente el socialismo como horizonte para la Revolución Cubana. En un país en donde el la memoria revolucionaria y el simbolismo político dibujan una guía para la revolución y su futuro, la toma de poder de Miguel Díaz Canel durante la conmemoración de una histórica batalla contra un vecino del norte siempre hostil, señala no sólo  el firme compromiso con los valores socialistas adquiridos aceleradamente tras las agresiones imperialistas, sino también una clara señal de dignidad y una advertencia ante una administración estadounidense excesivamente agresiva en su contacto con la isla. Con un gobierno crevolucionario centrado en encarar las reformas económicas y sociales necesarias en su país, las restricciones de la administración Trump al turismo, el fortalecimiento del embargo o las tramas diplomáticas destinada a aislar a Cuba para de ese modo intentar propiciar un cambio estructural en la isla, no obtendrán del gobierno rcubano otra respuesta que el fortalecimiento de sus principios ideológicos.

«En esta legislatura no habrá espacio para los que aspiran a una restauración capitalista. Esta legislatura defenderá la revolución y continuará el perfeccionamiento del socialismo».

Con la crisis venezolana golpeando fuertemente a los intercambios con un país que hasta hace muy poco era su principal socio comercial y un crecimiento de apenas el 1,6% en el PIB interanual durante 2017, el principal reto para el gobierno de Cuba pasa por transformar el modelo socialista dotándolo de una mayor capacidad para proporcionar bienestar a los ciudadanos, al tiempo que se garantiza el crecimiento económico del país y su relativa independencia de los organismos internacionales. Una tarea ciertamente compleja que tiene su primer reto a la hora de poner fin a la convivencia del Peso Cubano y el Peso Cubano Convertible, una atípica circunstancia con dos monedas en circulación que ha comenzado a agravar la desigualdad social en el país, al tiempo que producía serias distorsiones económicas internas. Sin la legitimidad otorgada por la lucha guerrillera contra el régimen de Batista, pero con el firme apoyo de Raúl Castro, el ex profesor universitario y nuevo presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel, tiene ante sí el reto de guiar a un país y a una revolución que ya ha trascendido en la historia, pero que con la renovación en los liderazgos y manteniendo los principios ideológicos del socialismo, busca adecuar el viejo sueño de un hombre nuevo, a los tiempos permeables de internet y el influjo de la globalización.

«Nos corresponde ser más creativos en la difusión de nuestras verdades, emplear más y mejor las posibilidades de la tecnología para inundar de verdad los infinitos espacios del planeta internet, donde hoy reina la mentira.»

 

 

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