Por Rafael Borràs Ensenyat / Sin Permiso
Entre poco y nada ha influido que recientemente se aprobara en el Parlamento de las Illes Balears (sin el apoyo del Partido Popular y Vox) la Ley de bienestar para las generaciones presentes y futuras de las Illes Balears, ni la gran colección de fotos entorno a un hiperbólico “Dialogo Social Autonómico”, la retórica entorno a la sostenibilidad, o las políticas de transición ecológica que, dicho sea de paso, han tenido un considerable sesgo al business y poco al autoconsumo de energías limpias.
Parece que ocho años de “paz social” educativa, gestión no desastrosa de la sanidad pública y de la atención a la situación de dependencia han sido tenidos muy poco en cuenta. Menos en cuenta se ha tenido la gran inversión estatal en ayudas para remontar la crisis socioeconómica de la pandemia. No es arriesgado sostener que, sin los ERTES y las coberturas especiales para las personas Fijas Discontinuas, las Illes Balears difícilmente hubieran superado la cuasi paralización total de la economía provocada por la crisis del coronavirus. En cualquier caso, hay pocas dudas de que el riesgo de convertirse en unas islas arrasadas por un “efecto Detroit” (del “milagro” turístico, a la ruina/ del monocultivo turístico y a la nada) fue real y evitado.
Acabemos, porque estos “a pesar de…” se están alargando en exceso, diciendo que de nada ha servido para movilizar el voto progresista que las dos últimas legislaturas autonómicas la presidenta del Gobierno de Baleares se haya situado en el bando más “progre” del PSOE en asuntos como la defensa del feminismo, la solidaridad con el Pueblo Saharaui, o –muy importante-, la defensa del Gobierno de Coalición Progresista del Reino de España, y la mayoría parlamentaria plurinacional que lo posibilitó. Para acabar, ahora sí, de nada ha servido que el gobierno tripartito (PSOE, MÉS, UNIDAS PODEMOS) haya sido muy cuidadoso en no externalizar, salvo escasas excepciones, las normales discrepancias en todo gobierno de coalición
A pesar de aciertos y errores en la gestión, por encima de las políticas concretas en el ámbito autonómico, insular y local, se impuso el marco y los significantes de la campaña estatal de la extrema derecha, representada por la coalición programática PP-Vox. Los resultados electorales del 28 de mayo en las Illes Balears son, en mi opinión, una combinación del triunfo del “hay que derogar el sanchismo” (como continuación del trumpismo sintetizado en la consideración de ilegitimidad del Gobierno de Coalición Progresista desde el inicio de la legislatura española), y, cómo no, de elementos endógenos. Citaré sucintamente sólo algunos de ellos:
*A pesar de los indicadores macroeconómicos, el proceso de precarización de la vida de muchísima gente no se ha detenido, ni mucho menos revertido. La precariedad, como es sabido, es mucho más que precariedad en el mercado de trabajo. Siguiendo a Robert Castel, nos enfrentamos a un problema de erosión y de fragilidad creciente del edificio del Estado social. Una erosión ejemplificada en la crisis habitacional, pérdida de poder adquisitivo de los salarios, prestaciones sociales condicionadas, modelo económico (monocultivo turístico) que, a diferencia de una cierta diversificación, provoca incertezas sociales. Y, sin embargo, frente a la inseguridad, fragilidad y precariedad vital, las administraciones “progresistas” jamás incluyeron como elementos determinantes en la ecuación del análisis de la situación socioeconómica la pobreza laboral, la ausencia de un empleo verdaderamente seguro (con coste de despido disuasorio), bien pagado, sin riesgos para la salud, y escasamente alienante, o la consolidada sensación vital de incerteza en un contexto de desigualdad creciente. En definitiva, olvidaron que, en palabras de Judith Butler, “las poblaciones se definen ahora, no por la crítica y la resistencia, sino por la necesidad de paliar su inseguridad”. Una inseguridad social en parte electoralmente abstencionista, y, muy probablemente, captada en otra parte por PP-Vox.
*El monocultivo turístico de las Illes Balears se ha basado históricamente en el producto de “sol y playa” y precios razonables compensados por la cantidad de turistas. Ha sido un modelo estacional y de masas. En las últimas décadas el capitalismo turístico ha impulsado dos dinámicas de crecimiento: Diversificación para desestacionalitzar y “calidad” para subir precios. Ambas dinámicas han sido acompañadas por los gobiernos de estos últimos años con los siguientes resultados:
1. El turismo está ahora más estacionalizado que en los años 90. Según un reciente informe del Consejo General de Economistas de España, en 1997 el 47,21% del total de turismo llegado a las Illes Balears se concentraba en los meses de julio, agosto y septiembre, la sorpresa es que los turistas llegados en los mismos meses veraniegos del pasado año constituyeron el 48,73 % del total. No se ha desestacionalizado, pero se ha crecido –y mucho- en los doce meses del año. Esto ha producido un agravamiento de los problemas ecológicos, de vivienda, de masificación turística, de saturación de infraestructuras, de mal estar de las personas residentes… La derecha y la extrema derecha han sabido transmitir que estamos ante un asunto de mala gestión por parte de los “progresistas”. Y estos no han sido capaces de poner en marcha una autentica transición justa de decrecimiento turístico. Electoralmente ha ganado el partido del crecimiento sin límites.
2. La concreción sustancial de la apuesta por el turismo de “calidad” para subir precios ha sido: el impulso a la industria del lujo con la consecuente elitización del mismo, de zonas de las ciudades y de espacios comunes, y una generalizada subida de precios que empobrece más a las clases subalternas. Es la “luxificación” que acrecienta las desigualdades. Acompañado de lo anterior, se ha producido una estigmatización de un turismo de no ricos o, por decirlo en otras palabras, de los proletarios europeos. No son queridos los excesos etílicos, y, sin embargo, son bien venidos, sin límite alguno, los jets privados. En una sociedad en la que se ha turistificado hasta la mente y la forma de ser, esta dinámica genera unos marcos cognitivos poco propicios a las ideas de progreso igualitario.
*El “Dialogo social autonómico” no ha dado resultados. Creo que por las siguientes razones: a) Ha sido tal la inflación de diálogos y acuerdos entre gobierno, patronales y sindicatos mayoritarios (UGT, CCOO) que ante la opinión pública han perdido importancia, incluso se ha dado la imagen de una cierta utilización espuria (las reacciones de alegría incontenida y de ataque al gobierno autonómico de estas dos últimas legislaturas por parte de las patronales la misma noche electoral dan una idea de la escasa solidez de tanta foto). b) Un dialogo social sin conflictividad social no favorece electoralmente, per se, a las fuerzas políticas progresistas, ni a la consolidación de avances sociolaborales. c) El carácter excluyente ha sido grave y claramente perjudicial para frenar el triunfo electoral de la coalición PP-Vox. No dar cabida al movimiento ecologista en época de emergencia climática y de necesario diálogo sobre transiciones ecosociales, ha sido uno de los mayores errores de estos últimos años.
*Se acaban de publicar los primeros resultados de la Encuesta a la Juventud de las Islas Baleares realizada por el gobierno autonómico. Hay un dato especialmente relevante para lo que estamos analizando: Alrededor del 65% de encuestados (personas de entre 15 y 34 años) afirman que les interesa «poco» o «nada» la política. He aquí una posible clave de la victoria de las extremas derechas y la constatación de un gran error de las fuerzas políticas progresistas al no advertirlo. Tengo la impresión de que para este segmento de edad comprar los macos ideológicos de Vox es sinónimo de interesarse poco o nada por la política, y, por otra parte, me parce obvio que, habiendo transcurrido escasamente una década del 15M, el exceso de institucionalización y el abandono por parte de la izquierda con teóricas pretensiones impugnadoras del statu quo de la militancia en los movimientos sociales y en la construcción de organización de base es parte de las causas de la ola creciente del fascismo 2.0.
La debacle electoral –y más allá de lo estrictamente electoral- del espacio político de Podemos y Unidas Podemos es, como puede observarse en la tabla siguiente, muy ilustrativa.
Representación en número de escaños en el Parlament de les Illes Balears
AÑO | 2015 | 2019 | 2023 |
PP | 20 | 16 | 25 |
CIUDADANOS | 2 | 5 | 0 |
VOX | – | 3 | 8 |
S’UNIÓ (1) | 0 | 0 | 1 |
EL PI (2) | 3 | 3 | 0 |
PSIB-PSOE | 14 | 19 | 18 |
PODEMOS Y (UP) | 10 | 6 | 1 |
MÉS x MALLORCA (3) | 6 | 4 | 4 |
MÉS x MENORCA (4) | 3 | 2 | 2 |
GENT X FORMENTERA (5) | 1 | 1 | 0 |
(1) Formación insularista de Formentera de derechas. Se suele presentar a las elecciones en coalición con el PP. (2) Formación regionalista que se autodefine “de centro”. 3 Formación ecosoberanista de Mallorca. 4. Formación ecosoberanista de Menorca. 5 Formación insularista de izquierdas de Formentera hermanada con el ecosoberanismo mallorquín y menorquín. Se suele presentar a las elecciones en coalición con todas las fuerzas progresista de la isla.
No sigo con las posibles causas endógenas de esta victoria de la extrema derecha, aunque pienso que acertar en este diagnóstico es un asunto capital para organizar la resistencia mobilizadora, la discusión programática y de marcos cognitivos alternativos a lo que se nos viene encima.
Y… ¿qué se nos viene encima? Pues una etapa de políticas institucionales de gran contenido reaccionario en todos los ámbitos.
PP y Vox son la expresión institucional de lo que alguna literatura ha acuñado como «reverencia religiosa a las élites económicas». En las Illes Balears esto se concreta en dogmatismo anti límites al turismo, y pleitesía al desmadre inmobiliario. De la lectura del «Acuerdo conjunto de PP y VOX para el Gobierno de las Islas Baleares” y del Discurso de Investidura de la que ya es presidenta, no cabe esperar ninguna modulación de esta pleitesía reverencial. Es el programa de la derecha de siempre: Turismo y ladrillo. Con el agravante de que se desplegará en plena emergencia climática, y en base a un acuerdo y un programa de investidura que obvia cualquier mención al cambio climático. «A más intervencionismo, menos bienestar» ha proclamado la presidenta Marga Prohens en su discurso de investidura.
Por tanto, sospecho que asistiremos al despliegue de una cosmovisión turbo neoliberal. Es decir, de todo aquello que hace referencia a la rebelión fiscal de la población rica y que provocará más injusticia fiscal y recortes sociales; la regulación económica a favor de los poderosos y las poderosas; la externalización de la responsabilidad pública al sector privado en materia de derecho a una vivienda digna; la consideración de la falacia de la «meritocracia» como casi único ascensor social; la negación de la ciencia para abrazar el mito del mercado que lo regula todo –abrazo absolutamente evidente en cuanto a la crisis climática-; la ideología privatizadora de todo aquello que pueda ser negocio; la privatización directa o indirecta de los servicios públicos de sanidad (vuelve a estar en peligro la asistencia sanitaria pública a las personas inmigrantes en situación administrativa irregular), la atención la dependencia y, muy importante, la enseñanza. El pacto PP-VOX establece la “libre elección de centro” que no es otra cosa que segregación escolar al por mayor (Al “estilo de Madrid”).
Un aspecto importantísimo del pacto PP-VOX es la articulación de un plan de ataque en toda regla a la lengua propia de las Illes Balears, el catalán. Una lengua que precisa de una decidida intervención de los poderes públicos para evitar su paulatino desuso social. Por eso, la política lingüística tendente a impulsar el uso de la lengua catalana en las Illes Balears es un rasgo fundacional de nuestra autonomía. Dicho plan de ataque no tiene otro sentido que fomentar el discurso de odio, la descohesión social y negar el derecho a ser atendido en catalán en la administración pública, la sanidad, etc.
Se nos viene encima, también, una práctica institucional sustentada en discursos -más o menos chillones- de odio a los feminismos, a las personas pobres, a las sexualidades y familias no hegemónicas, a los ecologismos, a los migrantes, y a las personas racializadas no ricas, al pensamiento crítico, a la lengua catalana, a los Derechos Humanos. El PP, con toda probabilidad, intentará modular y disimular (“centrar”) estas políticas de odio, pero lo cierto y seguro es que lo pactado lleva el inconfundible sello de VOX que ejercerá una implacable vigilancia para que la modulación y disimulación no desfigure el fondo. La portavoz parlamentaria de la franquicia de Abascal en Baleares lo dejó claro en el debate de investidura al advertir que estarán “atentos y vigilantes” al cumplimiento de lo pactado. Incluso se permitió exigir a la candidata del PP ir “más allá” de lo pactado.
Para quien desconozca el entramado institucional de las Illes Balears, conviene advertir que es falso que el PP gobierne en solitario. Los consells insulars (consejos insulares) son las instituciones de cada una de las islas, elegidas por sufragio universal (a diferencia de las diputaciones provinciales de las comunidades autónomas peninsulares) con importantísimas competencia, como por ejemplo: medio ambiente, ordenación y promoción turística, políticas de igualdad, infraestructuras viarias, cultura y política lingüística, servicios sociales, etc. Pues bien, el Gobierno del Consell de Menorca y el de Mallorca tendrán un gobierno compartido de PP-VOX. Es decir, miembros de VOX se sentaran en los gobiernos de estas dos instituciones claves para la vida de las personas y del territorio, por tanto, un 86% del total de la población balear estará gobernaba, en estos ámbitos competenciales, por gobiernos PP-VOX. No es esta una cuestión baladí. Por ejemplo, el pacto de las extremas derechas en el Consell de Mallorca incluye la eliminación de las Dirección Insular de promoción del catalán, la de políticas de igualdad (y se crea una de Familia), el departamento de Medio Ambiente queda en manos de un hombre de VOX (hasta ahora presidente de una asociación de cazadores y radical negacionista del cambio climático), en el ámbito de Mallorca PP-VOX se constituyen en un verdadero “partido del coche” poniendo a su servicio todo lo necesario, o se acuerda impulsar “la celebración de la Fiesta de la Familia [en singular] en el mes de mayo” (sic). Esperemos que esta astracanada ideológica no la hagan coincidir con el Primero de Mayo.
Se nos vienen encima la necesidad y responsabilidad de organizar la resistencia a las agresiones a la identidad (territorio, cultura, lengua, autogobierno, cohesión social) de cada una de las Illes Balears, y la oposición a cada uno de los recortes de derechos. Y, al tiempo, empezar a imaginar futuros mejores. En este sentido, lo que se haga desde la oposición en las instituciones será importante. El resultado de las elecciones legislativas españolas del inminente 23 de julio será trascendental. Pero lo definitivo será la movilización social. No queda otra. Con Gabriel Celaya: “¡A la calle!, que ya es hora / de pasearnos a cuerpo / y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo”.
Empiezan los primeros síntomas de movilizaciones: El pasado 6 de julio, coincidiendo con la votación final de la sesión de investidura de la nueva presidenta, se presentó un manifiesto titulado “Por la democracia, la libertad y la convivencia”, firmado por una treintena de entidades y organizaciones entre las que están las más representativas de la sociedad civil mallorquina (desde los sindicatos mayoritarios, las más veteranas -y con demostrada capacidad de movilización- entidades ecologistas y culturales, o el Movimiento Feminista de Mallorca-, en el que se puede leer: “El Partido Popular se ha decantado por una opción perversa a la hora de garantizarse el gobierno y ha pactado ‘poder’ a cambio de malvender derechos y valores fundamentales de los ciudadanos. Derechos y valores que han costado décadas de esfuerzo y lucha lograr y que se han convertido en los pilares básicos de nuestra convivencia”. Después de advertir que estamos en presencia de “una regresión impuesta por la extrema derecha y ejecutada por el Partido Popular”, se advierte en el texto del manifiesto que “las entidades más representativas de la sociedad civil mallorquina sabremos estar a la altura de las circunstancias para responder, desde la concordia, pero con contundencia, cualquier agresión que nos haga retroceder en avances y libertades, logrados en 40 años de historia democrática”. El mismo día de la presentación de éste importante y comprometido manifiesto, el Movimiento Feminista de Mallorca (entidad convocante de las grandes movilizaciones feministas de estos últimos años) realizaba la primera concentración callejera para denunciar que el pacto entre PP y VOX «pone en riego a todas las mujeres”.
Son solo ejercicios de precalentamiento de una resistencia que se antoja tan, lamentablemente, imprescindible, como larga y dura para defender derechos y libertades para todos y todas. Para defender las identidades de esta tierra, es decir, autogobierno, cohesión social, memoria democrática, lengua propia, especial atención a los colectivos minorizados. En definitiva, resistiremos en la defensa de esta tierra del saqueo ético, social, cultural y medioambiental porque, como le dijo en 1855 el Jefe Seattle al presidente de EEUU, Franklin Pierce: «La Tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la Tierra».
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