Violencia obstétrica y estigmatización de la menstruación

Por Virginia Vulpes

Para la medicina llevamos siendo, desde hace siglos, invisibles. Desde siempre se ha dado considerando el cuerpo masculino representativo de todas las personas, con las consecuentes pérdidas para nuestra salud y el absoluto abandono del cuidado de nuestra sexualidad y capacidad reproductiva.

Como dato curioso, para hacernos una idea, la primera reproducción de un clítoris para su estudio se hizo en 2012.

Además del abandono, se nos impone una paternalización que considera que somos unas ignorantes de nuestros propios procesos naturales, forzándonos en algunos casos a tratamientos con los que no estamos de acuerdo, que no conocemos a fondo o que no son los adecuados, resultado de una información precaria y de una investigación subjetiva y con prejuicios.

Existe un ideario machista y muy anticuado dentro de los hospitales que sólo parecen conocer las mujeres.

Cada vez se oye más hablar de la violencia obstétrica. La violencia obstétrica, para quien no lo sepa es, según wikipedia:

«Cualquier acción que patologice los procesos reproductivos naturales y biológicos. Estos se expresan mediante un trato deshumanizado por parte de los profesionales de la salud, relacionadas con todo el procedimiento que conlleva un embarazo.»

La medicalización de un proceso no patológico, nos lleva a un protocolo de actuación desconocido por la parturienta y en muchos casos, no autorizado. Una mujer dando a luz no es una enferma y por tanto, no hay que tratarla como tal.

¿Sabíais que existe una píldora anticonceptiva para hombres, pero nunca se comercializó porque se registró como efecto secundario cefaleas ocasionales?

Los partos programados y los inducidos, responden más a la planificación del personal hospitalario que a la necesidad de aplicar estos procedimientos. Según el sistema nacional de salud los partos inducidos con oxitocina sintética están por encima del estándar de la OMS (19,4 sobre 10) y el 53% de los partos del sistema público se realiza con estimulación con oxitocina, por encima del estándar deseado, de menos del 10%.

En algunas ocasiones se firman consentimientos que incluyen o imponen la posibilidad de aplicar tratamientos que pueden tener importantes efectos secudarios. Uno de los más graves y más comunes es la episetomía, que consiste en cortar el perineo (piel y músculos entre la vagina y el ano) para agrandar el canal vaginal. Se estima que se aplica en un 52% de los casos en los hospitales públicos españoles, a más de 150.000 mujeres al año, a veces sin previa comunicación (por estar incluido en el consentimiento sin dar opción a excluirlo del mismo). Esta “mutilación” acorta la distancia vaginal y puede tener consecuencias graves sobre la salud sexual y el aparto excretor.

Cuerpo Político

Dentro de la desinformación que envuelve estos procesos, se incluye la estigmatización de la menstruación. Nos enseñan a ver nuestros cuerpos a través de una mirada masculina que no nos permite simplemente ser lo que somos. Se nos dice que nuestros ciclos son un tema tabú y ante la falta de información y la dificultad para compartir experiencias en el ámbito público, nos quedamos indefensas.

Entre las varias concepciones erróneas de lo que es la menstruación, una de las más comunes, es que duele. La propia medicina actual considera que forma parte del proceso, obviando y subestimando síntomas que podrían responder a afecciones como la endometriosis o la dismenorrea.

Las mujeres llevamos sufriendo los dolores menstruales (en muchos casos acompañados por cólicos, cefaleas o síncopes) desde los albores de la humanidad y sin embargo, no existe aún un tratamiento específico para ello. Lo habitual es recetar estrógeno o porgestina (principales componentes de la píldora anticonceptiva), es decir, hormonas para paliar el dolor o regular el ciclo, sin siquiera tratar de averiguar qué lo provoca. Se utiliza un sistema concebido para evitar el embarazo, para cualquier cosa, con todos los efectos secundarios que incluye. Algunos de ellos: problemas renales, circulatorios, perdida de deseo sexual, ataque cardíaco, accidente cerebrovascular, coágulos, tumores en el hígado e incluso depresión.

Nos enseñan a ver nuestros cuerpos a través de una mirada masculina que no nos permite simplemente ser lo que somos

La píldora fue muy liberadora para las mujeres y el control de nuestros cuerpos y nuestra sexualidad, pero no vale para todo, ni es inocua. Es muy útil y muy recomendada en algunos casos, pero no es tan benévola como la fama que tiene.

¿Sabíais que existe una píldora anticonceptiva para hombres, pero nunca se comercializó porque se registró como efecto secundario cefaleas ocasionales?

No es raro que además se achaquen estos dolores a estados emocionales que ni siquiera tienen porqué ser ciertos. Se da por hecho que estamos de mal humor o demasiado sensibles, subestimando los síntomas descritos, al asociarlos más con sentimientos que con hechos descritos de forma objetiva. (Cito palabras textuales de un facultativo de urgencias de un hospital madrileño: – «Cuando estamos tristes, las cosas nos duelen más.» Acto seguido me recetó antidepresivos).

Es decir, existe la creencia de que la menstruación nos deja en una especie de estado de minusvalía transitoria. Y ni siquiera así, parece ser lo suficientemente importante como para buscar un remedio o paliativo.

Por suerte, porque se está hablando de ello y por desgracia, porque sigue ocurriendo, nos llegan noticias de países como Japón, o India, donde se expulsa de sus hogares a las mujeres durante la menstruación, no se les permite el acceso a ciertas localidades o la escuela. Esta situación ha acabado con la vida de varias niñas, por la falta de vigilancia, de atención médica y de cuidados (en algunos casos a penas se les facilita comida o agua). Además las expone a violaciones y maltrato.

Como todo lo que a igualdad se refiere, no lo hemos roto, pero nos toca arreglarlo. Os invito a todas a hablar alto y claro de nuestros cuerpos. Os invito a no esconderos, a hablar con vuestro padre, vuestro hermano, vuestro médico y a dejar de daros compresas o tampones como si de droga se tratase. Os invito a normalizar lo que siempre debió ser normal.

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