Como atestiguan los archivos históricos y recuerdan a ambos lados del mediterráneo en el 79’, con la guerra incesante, se ponía en marcha el proyecto que desembocaría en lo que terminó por conocerse por Vacaciones en Paz.
Por Ricard Jiménez
En la niñez se esconde la potencialidad de la humanidad, la esperanza de la búsqueda del caramelo, aún en la huida, el éxodo, escapando de las bombas, como escribió la novelista saharaui Mahyouba Mohamed.
Tras el colonialismo español, el fallido proceso de descolonización. El 16 de octubre de 1975 el rey Hassan II anunciaría, mediante un discurso emitido por la radio y televisión marroquíes que, debido a que el Tribunal Internacional de Justicia había confirmado la existencia de vínculos históricos de vasallaje entre el Sáhara y Marruecos, era el momento de que el reino recuperara aquello que consideraba que le pertenecía. De este modo anunciaba la preparación de la Marcha Verde, que más tarde se revelaría consensuada con Estados Unidos.
Civiles marroquíes se movilizaban de forma pacífica hacia la región en un acto simbólico. Los datos del majzen hablan de 350.000 personas, pero el historiador Alberto Maestre, Doctor en el Sáhara, afirma rotundamente que “la cifra es exagerada y carente de cualquier fundamento”.
Maestre manifiesta que este fue meramente “un acto de propaganda y de presión hacia España para que les cediera, al margen de la ley internacional, el Sahara Occidental”.
De forma simultánea se preparaba un despliegue militar, al que se uniría Mauritania, y que se materializaría en los bombardeos de febrero de 1976 en Umm Draiga, Tifariti, Guelta y Amgla.
Miles de saharauis serían evacuados por el Frente Polisario hacia Tinduf, al sur de Argelia. El avance de las tropas marroquíes fue fulgurante, ocupando los puestos que iban abandonando los Legionarios españoles.
No obstante, fue destacada y reseñable la resistencia. El 27 de febrero de 1976 fue proclamada en Bir Lehlú la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).
Estallaba una guerra, que sigue latente en la actualidad después de romperse los arreglos del alto al fuego firmados en el año 1991.
“Llovió y mucho, desde aquella fecha en la que el Sahara Occidental pasó de ser una parte histórica y geográfica española, a convertirse en un asunto espinoso y difícil de digerir para la clase política, militar y empresarial de este país. Sin embargo, las huellas españolas en el desierto aún persisten. Ni el abandono, ni la descolonización inconclusa, ni el olvido, ni la inclemencia del tiempo, han podido borrar esa presencia. Pero sobre todo, ese vínculo ha perdurado gracias a las relaciones humanas; a las personas ajenas a las decisiones políticas y militares que se firmaron hace ahora 46 años”, resume ágil Salamu Hamudi Bachri, periodista saharaui.
“Durante los años más difíciles, algunos saharauis recibían, a través de periodistas o comisiones médicas, cartas de sus excompañeros del Tercio; o del Colegio de La Paz de El Aaiún; o de exnovias. Hubo quienes se esforzaron en no romper esa amistad. Y gracias a ese empeño y perseverancia, nació uno de los proyectos de solidaridad más bello y humano: Vacaciones en Paz. Un programa donde los hijos y nietos de aquellos, pudieron continuar ese hilo amical entre dos pueblos”, añade.
1979, los inicios de lo que terminó siendo ‘Vacaciones en Paz’
Como atestiguan los archivos históricos y recuerdan a ambos lados del mediterráneo en el 79’, con la guerra incesante, se ponía en marcha el proyecto que desembocaría en lo que terminó por conocerse por Vacaciones en Paz.
“La idea – recuerda Miguel Castro, militante del PCE y activista por la causa saharaui en Sevilla – se irradió a partir de Marcos Ana, quien al salir de la cárcel franquista lo primero que hizo fue exiliarse en Francia, desde donde empezó a llevar niños de represaliados políticos españoles de veraneo allí. Así que él tenía cierta experiencia en ese tipo de cosas, de trabajar con niños y de gratificar a sus padres”.
“Cuando ya pudo volver a España y tras viajar a los Campamentos ya asentados en Tindouf – continúa Castro – él se comprometió a empezar a traer niños saharauis, para enseñar y concienciar a los hijos de aquellos represaliados del franquismo”.
Un histórico en los círculos de la solidaridad con el pueblo saharaui, Pepe Taboada, también alude a la “impresionante personalidad” del poeta y su importante papel al respecto. Junto a este, añade, también jugaron un papel crucial personalidades como Santiago Carrillo o Marcelino Camacho.
Al relato de Castro, Pepe Taboada, aporta un dato crucial y es que el Partido Comunista de España había adquirido, a través de los años, la experiencia colectiva vivida con los niños de la guerra española que eran enviados a la Unión Soviética, “algo que se dieron cuenta de que servía para sensibilizar y explicar la situación a la ciudadanía”.
La crónica de Mundo Obrero recogió las palabras de Ana para con esta iniciativa: “Esta iniciativa no es meramente humanitaria, sino que nosotros la valoramos en su aspecto político. No se trata solo de que estos cien niños conozcan nuestros paisajes y descansen con nuestros hijos. Se trata de que sean un testimonio vivo, emocional, de la lucha que un pueblo mantiene por su libertad. Son algo más que unos invitados. Son un símbolo político”.
El proyecto se recibió con entusiasmo en el seno del movimiento comunista español. Dolores Ibárruri, la ‘Pasionaria’, escribía de su puño y letra al respecto para un pasquín informativo que publicaría el PSUC en Cataluña: “Me parece maravillosa la iniciativa de invitar a niños saharauis a pasar las vacaciones en España. Me imagino la alegría de estos niños del desierto al conocer las playas y sierras de nuestro país, rodeados de admiración y el afecto de nuestros hijos. En estos niños, que son el futuro del Sáhara, rendimos el mejor homenaje a sus padres, que luchan por su derecho a tener una patria libre e independiente. Abrid vuestros brazos a esta bella idea. Estoy convencida de que entre todos contribuiremos generosamente en convertir este sueño en una bonita realidad”.
Bachir Hadad, por aquel entonces, era miembro del Consejo de Dirección de la escuela Nacional del ciclo de primaria ‘9 de Junio’ y el Ministerio de Educación saharaui lo designó como responsable de esta primera expedición, como él lo llama. Su papel sigue teniéndolo muy claro, aún hoy en la diáspora, “acompañar al grupo, junto con otros 5 compañeros profesores y ayudar en lo que se me requería”.
Ese primer verano llegarían 100 niños, que se hospedaron en Cataluña, la Comunidad Valenciana, Madrid y Andalucía. “El Ministerio de Educación de la RASD, conjuntamente con UJSARIO, hicieron la selección, tanto de los menores como de los medianos y monitores”, explica Lehad. “La mayoría de los niños, en general, eran menores de 12 años, pero también hubo mayores, que tenían entre 12 y 15”.
“Recuerdo con respeto, consideración y admiración el afanoso trabajo que hicieron los y las militantes del PCE en Valencia, Madrid y Sevilla, así como los y las compañeras del PSUC de Cataluña, que acogieron a un grupo de casi 40 niños en la hospitalaria ciudad de Arenys de Mar. Me quedé con el nombre de una gran mujer del PSUC que coordinaba y revisaba todas las actividades destinadas a los niños saharauis, Palmira se llamaba. Si vive aún le deseo larga vida y con salud, como ella en su día deseó a nuestros niños, con los que tuvo un tacto especial. Y si ya no está, que en paz descanse”.
Las reminiscencias, una vez desvelado el más puro sentir, dejan de tener filtro. Hadad rememora la despreocupada y feliz experiencia que supuso la invitación por parte de TVE al programa de Barrio Sésamo. “Fue todo un acontecimiento para ellos”.
En la experiencia primigenia, Miguel Castro pone énfasis en las actividades que se llevaron a cabo, que recuerda con la magnificencia que logró atraparlo hasta la actualidad : “Los niños estuvieron visitando prácticamente todas las capitales andaluzas, especialmente la parte de la costa, también vinieron a Sevilla. Yo estuve en esa época con ellos, con esos niños y le hicimos una visita por algunos pueblos de Sevilla, en especial la Algaba, Rinconada, pues ahí había mucha sensibilidad política y nos acogieron a los chiquillos muy bien. Estos niños pernoctaron en el hogar de San Fernando, que era un antiguo colegio interno que había por la parte de la Macarena a la espalda de lo que hoy es el Parlamento, y allí estuvieron alojados durante 2 o 3 días, porque luego después también visitaron la capital, estuvieron también en la parte de San Juan de Aznalfarache… Yo donde estuve más vinculado con ellos fue porque les hicimos una visita a la antigua fábrica de cajas de cambio que tenía Renault en San Jerónimo, en Sevilla, que todavía existe y yo trabajaba allí, entonces, en esa época los invitamos a que vinieran a la fábrica, le dimos un desayuno, hicimos una asamblea inmensa… Allí éramos cerca de 1.000 y pico de trabajadores y en un turno solo había más de 600… Así que se hizo una asamblea con ellos. Luego fueron a Córdoba, recibidos por Julio Anguita, que entonces era alcalde y desde ahí regresaron a Madrid, a la fiesta del PCE, que se organiza anualmente, y ya después volaron de vuelta a Argelia”.
Desde Madrid las vivencias fueron distintas, pero no así como los adjetivos y la gratitud expresada. Taboada aún tiene presente aquellos primeros niños, de quienes incluso le siguen llegando buenas nuevas: “El otro día me contaron que este año había venido el hijo de uno de los niños saharauis que vinieron aquellos primeros años”. Retomando el tema, en la capital, “los niños se alojaron al lado de la Casa del Pardo, que es un centro juvenil. Es un lugar rodeado de un jardín muy grande, así que lo pasaron muy bien acompañados de monitores españoles y saharauis. “Fue una nueva experiencia bastante positiva, aunque no sean conscientes de su alcance solidario, político y humano”, reitera de manera sincera y agradecida.
Las evocaciones, a pesar de la distancia en el tiempo, siguen a flor de piel, como una marca imborrable que se iría trazando con el fulgor infantil a través de los años. Una marca, que lejos de supurar suturaba un dolor real, que sigue rezumando, pero con aflicciones compartidas con lazos anudados.
“Con el tiempo – procede Taboada – nos dimos cuenta que sería mejor proporcionarles un trato personalizado, para que aprendieran la lengua, vieran nuestras costumbres, nuestra cultura, así que se comenzó a hacer con familias de acogida durante dos meses… Así surgió, comenzando con cientos hasta tener aproximadamente 9.500 niños, aunque con la crisis de 2008, la pandemia y todo hemos descendido a 2.350 que han venido este año”, lamenta, pero por poco tiempo, ya que cree que “el proyecto sigue siendo original, como al principio y, además, no podemos olvidar su importancia, se saca a los niños de la guerra, del desierto, de los 50º, se les hace un chequeo médico completo, dentista, oftalmólogo, un seguimiento de la anemia generalizada que traen todos y se les marcan unas pautas nutricionales fuertes para este tiempo… Les tratamos mejor que a nuestros hijos y aprendemos de ellos y ellos de nosotros y algo que es ya imborrable entre familias”.
Vacaciones en Paz con un alto al fuego incipiente con Lehbib
Lustros después, el 29 de abril de 1991 el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el Plan de Paz propuesto por su Secretario General. Este Plan de Arreglo, recopila Maestre, “aprobado por la Resolución 690, preveía, entre otros, el alto el fuego a partir del 6 de septiembre de 1991, la celebración del referéndum para la autodeterminación del territorio, el intercambio de prisioneros, la elaboración del listado de electores, sobre la base del censo español de 1974 y la creación de la MINURSO (Misión de las Naciones Unidas para la celebración del referéndum del Sahara Occidental)”.
Este no reportó ninguna vía, ni reparación, para una población saharaui que continuaba exiliada en los Campamentos de Refugiados de Tindouf, donde la ayuda humanitaria siguió siendo indispensable.
Lehbib Sidhamed nació en este contexto, en el año 94, “el año de las famosas riadas”, cuenta, “que arrasaron con material, personas..”.
“Aún así los recuerdos que tengo de mi infancia son de felicidad, sucio, con la ropa rota, pero daba igual, la inocencia… Hacíamos rodar un neumático, jugando con una bici que le habían regalado al hermano de algún amigo que fue de Vacaciones en Paz…”, tranquiliza.
“Vine por primera vez en el año 2.000, que entonces era extraño, porque se solía venir a partir de los 7 o 8 años. Fue un momento muy esperado, porque antes ves a las demás familias que ya han participado, que los vienen a ver, que te explican como es, etc.”, alude con la ilusión que vivió entonces.
“Comencé a venir con seis años a Alicante, con una familia con la que estuve viniendo cada verano durante 5 años y con los que hacía lo que hacen los niños que vienen aquí, porque las familias aprovechan para cogerse vacaciones y piensas ‘ostras, ¿qué tipo de vida es esta?’, porque ves que no trabajan, salen, cenan… Claro, no piensas que el resto del año ya están pringando 8 o 10 horas al día”, añade.
Su caso es particular, como el de la mayoría de niños saharauis, hijos del exilio, donde la normalidad brilla por su ausencia, pero, en concreto, su vivencia establece un nexo con la actualidad debido a un “accidente”, como lo llama: “Yo volvía a salir en las listas por sexto año, que no me tocaba… Pero bueno, se llevó a cabo un proyecto con menores en los Campamentos y mi tío estuvo haciendo de traductor de los educadores, enfermeras, el personal, y como no tenían donde quedarse, mi tío, los repartió entre su casa y la nuestra, la de otra tía… Yo no recuerdo pasar mucho tiempo con ellos, pero sí recuerdo que hizo buenas migas con mi madre, que viéndome a mí, una bala perdida, le dijo entre bromas que a ver si se me llevaba. Claro, lo que no se esperaba era una respuesta de ‘ostras, vale, el año que viene volvemos con mi pareja y lo hablamos’”.
“En este último viaje llaman a la familia de Alicante y, bueno, me dicen que sí que harán todo lo posible para quedarse conmigo otro verano y ya se había hablado con ellos cuál era el objetivo, todo pactado. Mientras mis padres ahorran y mi madre viene a Barcelona, para facilitar las cosas con la enfermera, ya estaban preparando todo… En esto que cuando yo viajo, llegó al aeropuerto, comienzan a recoger niños y yo esperando con los monitores y comienzo a desesperarme, la paranoia… Que se confirma cuando viene el de la Asociación y me dice ‘Lehbib, la familia no te puede acoger, que han tenido muchos problemas y que no pueden’… Empiezo a llorar y llorar… Pido que llamen a la familia, que me dejen hablar con ellos, porque ya habíamos quedado…Pero no quisieron hablar conmigo”, manifiesta rememorando, viendo, como un ‘cliché’, un sueño roto.
“Cuando ya me harté de llorar, cansado de tanto gritar y llorar, comienzo a mentalizarme y darme por vencido, pero con la esperanza de que apareciera mi madre, que estaba en Barcelona, pero al cabo de tres horas viene una pareja que dice que me voy a quedar en su casa, pero yo desconfiaba hasta que me dijeron que me iban a comprar la pelota del Mundial”, recobra la inocencia y el brillo en sus ojos.”El famoso y polémico Mundial en el que Zidane dio un cabezazo a Materazzi”.
La peripecia no podía más que enrevesarse: “al día siguiente les digo que quiero llamar a mi madre y le explico todo, ella llorando porque llamaba a la otra familia, que le decía que no me habían acogido y yo pues le dije que tranquila que estaba con otra familia, que me iban a comprar una pelota… Luego yo le explico a esta familia, con mi castellano, la situación… ‘No es que mira, yo tengo una familia y mi madre en Barcelona para quedarme a estudiar. Entonces ellos llaman a la Asociación y claro, ‘no, no, no lo dejéis’…”. Y es que entonces, como ahora, solamente podían permanecer en España aquellos niños realmente enfermos que requieran de una atención exhaustiva, en lo que se conoce el proyecto Madrassa.
“Por suerte se quedó el número grabado y Pilar, la enfermera, llamó con su móvil, explicándoles que llevaban dos años planificando, que mi madre se había gastado todo su dinero… Pero claro, ellos debían pensar que me querían secuestrar, pero aún así accedieron a quedar una semana después, hablarlo… Vinieron mi madre, Pilar, su pareja y acordaron que pasaría con esta familia el verano y una vez se terminara verano… La familia no quería asumir responsabilidades… Mi madre volvió a Barcelona pensando en cómo se podría hacer, pero no había manera, el Polisario se negaba rotundamente diciendo justamente que los únicos chavales que podían quedarse era por tema salud…”
Lehbib había perdido ya la esperanza y se había preparado las maletas para regresar a los Campamentos al día siguiente, pero… “Me ‘secuestraron’. ‘Tu no vas a ninguna parte, tú te quedas aquí’… No entendía nada… Pues resulta que mi madre llamó al Ministerio y yo no constaba en ninguna lista de Vacaciones en Paz, pero tampoco constaba que estuviera en los Campamentos, entonces le dieron la posibilidad de firmar un tipo de acuerdo, junto con la Asociación y la familia, pero ‘nosotros no queremos saber nada’ y claro, la familia tampoco iba a tener ningún problema porque el niño que se suponía que tenían acogido estaba en los Campamentos, así que nadie iba a reclamarlo…”.
Desde entonces, alude ufano y orgulloso, “tengo dos madres ahora”… “Pilar se responsabilizó de mí, hasta que me he casado y ya me he independizado del todo. Así que quieras o no es también mi madre, me ha tratado como un hijo… Yo se lo agradezco mucho, porque el hecho de coger este rol de madre y todo lo que ello comportaba a nivel legal, económicamente, tiempo, etc. no es fácil”.
Lehbib cierra el círculo
Como suele suceder, Lehbib creció, no mucho, puesto que tiene mi misma edad y, a pesar de que “al principio no era demasiado consciente”, por lo que vivió una especie de proceso de desarraigo, finalmente, gracias a sus amistades, “que estaban sensibilizados con la causa saharaui”, encontró un aliciente por saber.
“Ya de más mayor empecé un proceso de autoconocimiento, reflexión, mis orígenes, la familia y conforme te vas conociendo surgen más preguntas sin respuesta, que te acaban afectando de algún modo, termina movilizando…”.
Este año 2022, tras dos años de paralización del proyecto debido a la pandemia mundial del Covid-19, aproximadamente 2.350 niños han regresado a diversos puntos de España, con retraso burocrático y marcados en el contexto del giro de Pedro Sánchez y el PSOE sobre el Sáhara.
Cabe recordar que el pasado mes de marzo desde Marruecos se desvelaba una carta enviada por Pedro Sánchez al rey Mohamed VI, en la que el jefe del Ejecutivo español le reconocía al país vecino que su propuesta para la creación de un régimen de autonomía para el Sáhara es «la más seria, realista y creíble» para resolver el conflicto. Una muestra, dijo entonces el Frente Polisario, de que España sucumbía «ante la presión y el chantaje» del país magrebí.
El acuerdo posterior del Ejecutivo que autorizó la estancia en España de estos menores durante el verano se publicó en el Boletín Oficial del Estado (BOE) el pasado 1 de julio, días después de que lo aprobase el Consejo de Ministros, algo que ha producido el retraso de los viajes, con lo que eso conlleva.
Dos de estas niñas llegadas a España lo han hecho a casa de Lehbib, quien nunca imaginó que acabaría acogiendo, pero que gracias a la concienciación de su pareja, Clara, y que “se han confabulado diversas situaciones” le han permitido llevarlo a cabo.
Su llegada, dice, le ha traído alegría y reflexión. Para ellas, que ya no estaban en edad de venir, ha supuesto poder llevar a cabo diversas analíticas y seguimiento médico que necesitaban.
La hermana pequeña, de diez años, es muy pequeña para su edad y durante este mes exiguo se han ido descartando posibles dolencias, pero al andar el cansancio le llega pronto: “Necesitaríamos más tiempo para poder seguir haciéndole pruebas, pero el retraso de este año…”.
Ambas, en su consciente inocencia, sonríen al preguntarles si lo están pasando bien y mientras que una explica lo mucho que le está gustando estar aquí, donde puede ver perros grandes, las dos concuerdan que han descubierto más comidas que les gusta, que en ningún caso es el “arroz con bichos”, con lo que se refieren a la paella, ya que les resulta extraño el comer pescado… El pueblo saharaui, relegado al desierto perdió la posibilidad de recurrir a los productos del mar, explotados por el Gobierno marroquí en las costas del Sáhara Occidental.
En El Aaiún se descargan cientos de cajas de sardinas plateadas y pulpo, prácticamente a diario, y junto al fosfato o las presuntas reservas de petróleo y gas, suponen las riquezas que sufragan y alimentan el conflicto.
En un reportaje de 2011 desde la BBC afirmaban que “la pesca se ha convertido en la industria políticamente más sensible en la controversia del Sahara Occidental, sobre todo por el acuerdo pesquero entre Marruecos y la Unión Europea, de 2006. El acuerdo, enmarcado en un protocolo renovable anualmente, cuesta casi 47 millones de dólares y da acceso al banco canario-sahariano a más de cien barcos europeos. Sus críticos dicen que ofrece poco a cambio de un precio demasiado alto y que es antiecológico. Además, aseguran que es ilegal porque Naciones Unidas no le reconoce a Marruecos la soberanía del Sahara Occidental, y porque no está claro que beneficie al pueblo saharaui”.
«Está extremadamente claro que Marruecos sólo quiere mantener los acuerdos pesqueros con Europa por una razón: legitimar la ocupación ilegal del Sahara Occidental haciendo a la UE su cómplice en su comportamiento criminal», denunciaba en un mismo sentido reprobatorio Isabela Loevin, europarlamentaria sueca del Partido Verde.
Los Eurodiputados españoles de Unidas Podemos, Miguel Urbán y Estefanía Torres, también denunciaron fervientemente en 2019 que los sucesivos acuerdos que se han votado desde aquella vez son “una flagrante vulneración no sólo de los acuerdos de las Naciones Unidas sino también de las sentencias emitidas del propio Tribunal de Justicia de la UE sobre esta cuestión”.
“El Acuerdo de Colaboración para la Pesca Sostenible – SFPA, por sus siglas en inglés que sería aprobado aquel mismo 2019 – entre la UE y Marruecos no tiene, en realidad, nada de sostenible. Se trata de una opaca negociación en la que Marruecos cede aguas que no son suyas a cambio de embolsarse 50 millones de euros anuales. Como trasfondo: el refuerzo de la Europa Fortaleza, ya que Marruecos es clave en la retención y apresamiento de miles de personas que huyen del hambre, la muerte y la miseria”, manifestaban.
Retomando la cuestión de Vacaciones en Paz Lehbib argumenta que durante este tiempo ha estado pensando sobre los orígenes del proyecto, en contraposición con la actualidad, y es que es tremendamente crítico con el devenir de este debido a la falta y pérdida de contenido político, de algo que ha quedado más bien siendo mera caridad, sin que esto permita dejar un poso y sedimento de conciencia social.
Con esta reflexión prudente y la propia historia de Lehbib se cierran diversos círculos tangentes de una linealidad, que ha perdido el sentido de emergencia, aunque siga siéndolo, debido a la “monotonía” de una lucha que perdura y el abrazo de occidente a las extravagantes y paupérrimas situaciones de vida, que relegadas al destierro, como la del propio pueblo saharaui, solo sirven para saciar el nimeo egoísmo de aquello que por dejación, omisión, descuido y postergación termina siendo ajeno.
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