El destacado político y socialista Jean Longuet fue entrevistado en 1929 por el socialista norteamericano J. Pancen en Nancy, provocando una serie de reflexiones en Anatole Sixte-Quenin, político, diputado y alcalde socialista de Arlés, y muy activo en la prensa.
Por Eduardo Montagut | 6/12/2023
La historiografía lleva un tiempo cuestionando algunos aspectos de los factores económicos con los que se ha intentado explicar el fenómeno del imperialismo. Uno de estos cuestionamientos nos ha parecido siempre muy interesante. Se refiere a que el imperialismo no benefició por igual a toda la población ni a todos los sectores económicos de la metrópoli británica. Los principales beneficiarios habrían sido los sectores económicos que invirtieron en las empresas coloniales mientras su contribución a pagar los costes de la administración colonial había sido muy reducida. Las clases medias fueron las que contribuyeron para costear ese elevado coste con sus impuestos, recibiendo muy pocos beneficios o ninguno del inmenso imperio colonial de su país.
Pues bien, el destacado político y socialista Jean Longuet que, además de sus propios méritos, fue nieto de Marx, fue entrevistado en 1929 por el socialista norteamericano J. Pancen en Nancy, provocando una serie de reflexiones en Anatole Sixte-Quenin, político, diputado y alcalde socialista de Arlés, y muy activo en la prensa. El lector español pudo saber de todo esto porque El Socialista se encargó de publicarlo en junio de 1929.
A Sixte-Quenin le llamó la atención, como a nosotros tantos años después, el cuestionamiento desde el punto de vista económico de la utilidad del imperio británico. Longuet había llegado a decir que había muchos ingleses que estaban ya poniendo en duda dicha utilidad, que había oido aplaudir en los mítines obreros a oradores que afirmaban que las colonias costaban a Inglaterra más de lo que le producían. Sixte-Quentin afirmaba que esta declaración de Longuet podía llegar a hacer encoger de hombros a muchos franceses, socialistas incluidos, porque parecía un artículo de fe que la prosperidad británica se basaba en su imperio colonial.
Sixte-Quenin estaba de acuerdo con Longuet, al aplicar el razonamiento al caso francés, aunque también afirmaba que seguramente no sería admitido en los auditorios obreros del país porque los defensores del colonialismo habían llegado a convencer a la opinión pública sobre la utilidad para el país de abandonar las mejoras que podían introducirse en la propia Francia, y emplear los recursos en equiparar a los países nuevos. Había sido una gran labor de propaganda. Es más, acusaba a los estalinistas de seguir, en cierta medida, esta teoría, porque, al parecer, Stalin afirmaba que un país capitalista no podía vivir sin colonias. Para Sixte-Quenin las colonias no eran “columnas de sostén” del régimen capitalista, no eran indispensables para la existencia de ningún país capitalista. Opinaba que los contribuyentes franceses debían comenzar a pensar que era más conveniente comprar el algodón en América, que ir a buscarlo a las colonias.
El artículo se publicó en el número 6361 de El Socialista de 29 de junio de 1929.
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