Una historia más de abandono por parte de las instituciones

Los derechos humanos nunca pueden ser negociables.

Por Lyudmila

Hace unos meses tuve el enorme privilegio de conocer a la familia de Juanjo Castell. Digo enorme privilegio, porque hacía tiempo que no se cruzaba en mi camino gente con tanto espíritu de lucha. Me viene en estos momentos a la cabeza la teoría de La Reminiscencia de Platón, sí esa que habla de la virtud humana. Esa teoría que nos muestra que la virtud no se enseña, se despierta.

Creo que alguien tuvo que despertar en la familia de Juanjo la virtud, esa virtud que nos convierte en seres humanos con empatía, con ganas de que siempre se haga justicia. Definitivamente en su vida, les hicieron “las preguntas correctas” y despertaron en ellos la virtud. Después de estas divagaciones filosóficas, no estaría de más ponernos en antecedentes sobre el caso de Juanjo.

Cuando Juanjo Castell contaba con tan  solo 15 años, sufrió un fatídico accidente de moto que dio un giro de 360 grados a su vida, y como no a la vida de su familia. Tras el accidente, Juanjo permaneció 9 meses en coma. Al despertar del coma, los daños que quedaron como secuela fueron considerables.

Juanjo tenía un 95% de discapacidad derivado de un fuerte traumatismo craneoencefálico. En términos médicos, una discapacidad del sistema neuromuscular, es decir una paraparesia espástica residual, lo que se denomina una lesión traumática medular.

Juanjo recibió durante un año, tratamiento fisioterapeútico, algo totalmente insuficiente. Este tipo de lesiones necesita de continua intervención de profesionales de la fisioterapia. Pero parece ser que las instituciones decidieron que no destinarían más recursos para dar una vida digna a Juanjo.

A partir de ahí se sucedió un ir y venir por residencias no preparadas para la situación de Juanjo, excepto la primera en la que residió. Residencias para personas mayores, residencias para enfermos mentales, cuando la discapacidad de Juanjo no respondía a ningún tipo de enfermedad mental. Todo un despropósito, y toda una serie de incompetencias por parte de la administración.

La última residencia en la que las instituciones decidieron volver a condenar a Juanjo, “Edad de Oro” en la localidad de la comarca de Camp de Turia de Ribarroja del Turia (Valencia), tiene sobre sus hombros la responsabilidad de la muerte de Juanjo. Pero aquí no acaba todo, no solo es responsable la residencia, existe un hilo aún mayor.

La familia de Juanjo, con las cabezas más visibles de los movimientos de lucha en dos de sus miembros Debora Castell e Isabel Castell, llevaban tiempo denunciando al departamento de Inclusió de la Generalitat valenciana, cuya responsable es Mónica Oltra, la situación extrema de Juanjo.

Esta residencia desatendió de tal forma los cuidados esenciales a los que Juanjo tenía derecho, es una cuestión de derechos humanos, que incluso contrajo sarna. En este caso nos encontramos ante un gravísimo caso de numerosas negligencias, tanto por parte de la residencia, como `por parte de las instituciones, que han hecho caso omiso a las numerosas llamadas de socorro hechas por los familiares de Juanjo.

El día 6 de abril, Juanjo hizo una broncoaspiración mientras comía. Entonces fue trasladado al Hospital La Fe de Valencia. Había sospecha de Covid-19, según informaron a sus familiares, se le practicó a Juanjo un primer test que dio negativo. En un segundo dio negativo de nuevo. Pero su situación era de extrema gravedad.

Juanjo presentaba un cuadro de neumonía bilateral grave, pero aún así el hospital decidió no ingresarlo en UCI . ¿Descartaron a Juanjo por tener un 95% de discapacidad? En los protocolos médicos ante estados de alarma, se recoge que las personas con discapacidad se han de descartar.

Se procedió entonces a poner un tratamiento paliativo a Juanjo, para evitar su sufrimiento. Juanjo falleció el día 8 de abril. Su familia pidió la autopsia, a lo que el hospital no accedió. ¿Estamos ante un caso de vulneración de los derechos humanos de las personas con discapacidad?

A los días del fallecimiento de Juanjo, la familia recibió la noticia, por parte del Hospital, de que habían congelado el plasma de Juanjo porque carecían de reactivos para una tercera prueba del Covid-19, y una vez recibidos los reactivos, volvieron a hacer la prueba dando positivo.

Sorprendentemente, ninguno de los familiares de Juanjo ha sido sometido a la prueba del Covid-19 a excepción de una hermana que trabaja como cajera. La clase política goza de todos los tests que guste, pero una familia de clase obrera no. Estas son las maravillas, así como las enormes diferencias que nos brinda el sistema capitalista. Hasta siempre Juanjo.

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