Por Domingo Sanz
Según avanzan las sesiones de confinamiento aumenta la tensión ambiental en cada encierro. Es la ley de las situaciones indeseables. Por suerte, comienzan las redes a traficar con un humor negro que, de momento, no ha pasado a mayores porque, aunque no hayamos podido atravesar el umbral que nos separa de la primavera, las noticias no hablan de cadáveres sembrando las aceras.
Epidemias hay, casi, desde que los seres vivos comenzamos a poblar nuestro planeta, pero nos cuesta imaginar que ocurriría en un entorno de 5.500 personas por kilómetro cuadrado, “pongamos que hablo de Madrid”, si no fuera por los avances tecnológicos que nos permiten ahorrar millones de movimientos sin perder por ello ni el contacto con casi todo lo que nos interesa, ni incluso la sensación de que nos movemos.
Por eso, puestos a limitar los movimientos de la gente para evitar contagios, me sorprende que, en lugar de las nuevas tecnologías, se esté priorizando el uso de unas fuerzas de seguridad que, a fin de cuentas, están formadas por personas que son víctimas potenciales del bicho. No sabemos a nivel estatal, pero Catalunya informa de 700 Mossos confinados, con 10 positivos.
Pero, además, es que a nadie le gusta que le paren por la calle. El Ministerio del Interior informa que, como resultado de las actuaciones de todas las policías, Nacional, Guardia Civil, autonómicas y locales, desde el 16 hasta el 20 de marzo se han producido 315 detenciones y 31.100 denuncias por incumplimiento de las medidas de confinamiento. Pero, con toda seguridad, y lo escribo “sin acritud”, han sido muchas más las veces que se ha detenido el tráfico andado y rodado que solo han servido para interrumpir, no terminando en expedientes administrativos.
A pesar de los grandes avances tecnológicos, tantas veces celebrados, y de tanta geolocalización gracias a la cual ya no nos perderemos ni por el Barranco del Miedo, no parece que esté funcionando la imaginación para poner orden y seguridad jurídica en los desplazamientos fuera de casa que no podemos evitar porque, antes o después, todos terminamos saliendo a la calle. Y casi todos lo hacemos en compañía de nuestro teléfono móvil. Y más ahora.
El Gobierno debería enviar a todos los móviles una APP para que cualquier persona que tenga que salir de su casa, tanto si lo hace a pie como en coche, pueda responder, en menos de 30 segundos, a un cuestionario que le permita obtener un código de desplazamiento que llevará en su teléfono o, si quiere, dibujado en su mascarilla o en un cartel colgado del cuello. O colocado, bien visible, en su vehículo.
Así, los agentes de seguridad podrían centrarse en los “sospechosos habituales” (acabo de reincidir con “Casablanca”) porque, para todos los demás, incluso con una simple foto, discreta y a distancia, podrían comprobar al instante si sus movimientos son legales, o no.
No es el momento de entrar en los detalles del cuestionario de la APP, que de eso saben los del Departamento de Movilidad. Y que no nos vengan con lo de las leyes de privacidad, que tecnológicamente se pueden respetar, aunque las están violando cada día.
El Coronavirus se ha atrevido a atacarnos cuando disponemos de un amplio mapa de estructuras políticas que van, desde el cercano ayuntamiento, hasta la distante ONU a la que, en su versión OMS, ahora vemos aparecer cada día en nuestras pantallas.
Con las posibilidades casi infinitas que nos proporcionan las nuevas tecnologías, sería un error, en mi opinión, puentear las estructuras territoriales en el diseño de una APP para movilidad.
Bien al contrario, como la APP interpretaría perfectamente si la persona que quiere desplazarse deberá cruzar o no fronteras municipales, provinciales, autonómicas o estatales, hablo de España, lo lógico sería que la coordinación tecnológica entre instituciones, siempre en tiempo real y sin intervención de personas de carne y hueso en la tramitación de las autorizaciones concretas, permitiera la implicación de todos los niveles administrativos en la lucha por acabar con la pandemia que nos agarrota.
Además, las actualizaciones de la APP permitirían implementar las nuevas restricciones de movimientos que se vayan estableciendo para confundir al Coronavirus que pretende diezmarnos.
Ahora es cuando me paro a leer lo que acabo de recibir por wapp y recuerdo que vivo en una España que solo sabe ser española de una manera. Me resisto, y en lugar de mandar a la papelera de reciclaje todo lo que usted ya ha leído, decido compartirlo. Y también el mensaje informativo, que dice lo siguiente:
“China: cerramos Wuhan
Alemania: cerramos Baviera
Austria: cerramos Tirol
Italia: cerramos Lombardía
EEUU: cerramos California
España: qué cabrón es Quim Torra”.
Si, es cierto, “todos unidos venceremos al Coronavirus” pero, cuantas veces no hemos oído aquello de que “unidad” no es lo mismo que “uniformidad”.
Según la OMS, a las 12:30 de hoy, 21 de marzo, aunque España solo es el 0,67% de la población mundial, en contagiados y fallecidos por el Coronavirus tiene el 9,84% y el 9,12% respectivamente. En cambio, los recuperados son el 1,74%. Señor Tezanos, del CIS, me importa un bledo que usted me llame también “carroñero oportunista” en la web de la Fundación Sistema.
No pudiendo presumir de resultados ejemplares en la lucha contra esta plaga, creo que al Gobierno de Sánchez le haría falta una cura de humildad.
Precaución: Seguro que a usted no se le escapa que esta APP que pido nos acerca al “Gran Hermano” de verdad que quizás nos está esperando a la vuelta de la esquina. Es cierto, pero soy de los que piensan que los avances de la ciencia y la tecnología terminan fortaleciendo más a cada persona, y a toda la sociedad, al potenciar su capacidad de autoorganización y respuesta contra las intenciones autoritarias de los que mandan para defender a los poderosos.
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