La intención del Pentágono desde la llegada de Putin al poder en mayo del dos mil, fue quitarlo de ahí y colocar algún artefacto a control remoto, tipo Boris Yeltsin
Por Guadi Calvo / Línea Internacional
El estadounidense Joe Biden durante su brevísima visita a Polonia, el pasado 26 de marzo declaró alegremente, demostrando que no tiene la menor idea del poder de Rusia, que el presidente Vladimir Putin: “no puede permanecer en el poder”, una declaración que muestra claramente dos cosas: la primera que la esfinge sonriente, todavía cree que el mundo sigue siendo un condado norteamericana, en el que desde Washington puede digitarse cualquier cambio y la otra que no tiene la menor consciencia de que banalidades como la que ha eructado en Varsovia, pueden hacer desbarrancar la situación en Ucrania a un crisis nuclear de lo que desconocemos todo, menos el final: ya que no habrá tiempo para nada.
Por lo que el exabrupto presidencial, que sobrepasó cualquiera de las brutalidades dichas durante la Guerra Fría, rápidamente tuvo que ser diluido por una declaración casi anónima desde la Casablanca que traduce a Biden explicando que no quiso decir lo que dijo, sino que se refería a que: “no se puede permitir que Putin ejerza el poder sobre sus vecinos o la región” subrayando que no hablaba del poder de Putin en Rusia, ni de forzar un cambio de gobierno. Para blanquear el graznido de Biden, hasta su propio Secretario de Estado, Antony Blinken, tuvo que desdecir lo que todos escuchamos: “Como saben, y como nos han escuchado decir repetidamente, no tenemos una estrategia de cambio de régimen en Rusia, ni en ningún otro lugar”.
La declaración de Blinken, se desmiente, solo hurgando en cualquier periódico del mundo, editado semanas antes del veinticuatro de febrero, donde con vocación pornográfica se describían las sanciones que Estados Unidos y los macarras europeos, contra Moscú, con un solo y único objetivo hacer inviable su economía. Con lo que se busca el derrumbe del rublo, la disparada inflacionaria y el incremento de manera negativa de todas las tasas estadísticas: desocupación, desabastecimiento y un largo etcétera, lo que produciría un malestar generalizado en la sociedad rusa, para que a el presidente Putin solo le quedará dimitir. O como lo ha mentido la inteligencia ucrania, oxímoron si los hay, su propio entorno preparaba un atentado para asesinarlo. Lo que uno imagina que el presidente Putin habrá agradecido de sobremanera lo oportuno de la alerta.
La intención del Pentágono desde la llegada de Putin al poder en mayo del dos mil, fue quitarlo de ahí y colocar algún artefacto a control remoto, tipo Boris Yeltsin, para esta vez sí y sin perder la nueva oportunidad entrar a saco en Rusia, hasta logran la tan ansiada balcanización para aniquilar a la nación que desde siempre le aportó muy malas noticias a occidente.
Hoy cuando todos los medios informativos de comunión diaria con el Departamento de Estado y/o con la CIA, señalan al presidente Putin como el gran genocida del siglo XXI, omiten, explicar que ni una sola vida perdida, ni un solo cristal roto en Ucrania se habría producido de haberlo querido Washington, evitado la contraofensiva rusa, cuando el trámite era tan sencillo como aplicar los acuerdos de Minsk de 2014, impedir el crecimiento de las bandas nazis y participar a Rusia de las discusiones para rediseñar, sin parches, ni mentiras la seguridad en Europa. Cuestión vital para Moscú, su soberanía y sobre todo su existencia.
La chorreada de agravios que ha expelido en estas últimas semanas la esfinge sonriente, seguramente han hecho ruborizar hasta el propio Donald Trump.
Víctima de esos mundos paralelos en que el presidente norteamericano suele navegar, durante la video llamada con el presidente chino Xi Jinping, el viernes dieciocho, Biden “advirtió” sobre las “consecuencias” que sufriría Beijing, si algún tipo de apoyo material a Moscú, como si estuviera tratando no con el gobernante de más de 1400 millones, sino con el caudillejo de una tribu remota y perdida en el último rincón del mundo. Lo que, sin duda ni a Xi, ni a los generales del poderoso Ejército Popular de Liberación (EPL), le habrán caído en gracia.
Los últimos descalabros de Biden, a quien ya solo le cree su nueva mascota Volodímir Zelenski, después de haber abandonado, desnudo y en medio de la ruta, al otrora presidente venezolano Juan Guaidó, también causaron escozor en París y Berlín, que rápidamente salieron desmarcarse de las declaraciones de Biden, ya que el presidente Emmanuel Macron y el canciller Olaf Scholz, tras un curso veloz de geografía, descubrieron que el presidente Putin vive en su mismo continente, por lo que las consecuencias de una profundización de la crisis la vivirán en directo, por lo que aclararon que ni ellos, ni la OTAN, tienen como objetivo un cambio en el Kremlin.
Una cosa es cierta, que hasta ahora los únicos ganadores de la crisis ucraniana, son los especuladores, es decir Wall Street, que como siempre saben sacar buenos beneficios de las grandes debacles pongamos por caso las últimas: Afganistán, Irak, Siria, Libia y Yemen.
A consecuencia de las medidas económicas contra Rusia, la propia economía europea se degrada a pasos agigantados. Mientras las faltantes de productos de primera necesidad, entre ellos nada menos que la gasolina, está entrando en un espiral inflacionario que la retrotrae cuarenta años atrás. Lo que podría acelerar algunos cambios de gobiernos, en poco más de una semana se realizaran las presidenciales en Francia y ese resultado podría marcar nuevos rumbos para toda Europa.
Si bien Estados Unidos sufre algo similar, Washington cuenta con espaldas muchos más anchas para atravesar la crisis, aunque con ochenta millones de desocupados, altos índices inflacionarios y el gasto desbordado de asistencia militar para Ucrania y otros países de la ex órbita soviética, solo con el fin de extender la contraofensiva rusa, intentando debilitar políticamente al presidente Putin, para lo que Biden podría estar construyendo, si se diera, una victoria, pero lo a Pirro.
Por su parte Rusia, con su contraofensiva, totalmente justificada, y a partir de las innumerables sanciones económicas que desde la Casablanca le están disparando, intentando generar la ansiada crisis financiera y política, que acabe con el presidente Putin, quien a su vez las contrarresta, con jugadas de ajedrez, no le dejan a el Kremlin otra opción que seguir con su plan en Ucrania.
Si dadas esas circunstancias el presidente ruso tendría que abandonar Ucrania, sin lograr sus objetivos, algo que a esta altura podría considerarse imposible, ya que prácticamente los ha logrado todos, Moscú, antes de dar un paso atrás, evaluará muy seriamente la opción nuclear.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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