Un partido de fútbol, en el que participó el principal equipo de la región kurda de Turquía, finalizó en medio de un escándalo por los ataques racistas contra los jugadores.
Por Lucía Páez / La tinta
Hace ya algunos años, asistimos en Latinoamérica, como en el resto del mundo, a una apertura y consolidación de partidos políticos de derecha. Mientras algunos de ellos proponen una gestión neoliberal de las políticas públicas, otros basan sus eslóganes y propuestas de campaña en el racismo, la islamofobia y el rechazo a las políticas de inclusión de sectores LGTBIQ+ (cada grupo se adapta al discurso según su coyuntura local). Incluso, hay casos como el de Fratelli d’Italia, partido con el que Giorgia Meloni llegó a presidenta del Consejo de Ministros italiano, que sostienen discursivamente un rechazo a las políticas económicas de corte neoliberal. Es por ello que Enzo Traverso explica que, en la actualidad, es necesario distinguir a los neo-fascismos actuales de los fascismos clásicos, puesto que muchos de ellos reniegan de algunas cuestiones que las derechas tradicionales no.
Algunos de estos grupos emergentes de derecha, con tendencia a la intolerancia política, tienen un discurso claro: los problemas que le aquejan a las sociedades en el capitalismo actual parecen ser, más bien, consecuencia de la falta de “mano dura” y represión, las dificultades empresariales para producir por el obrar de los sindicatos o las políticas estatales frente a olas de migrantes y refugiados provenientes de Oriente Próximo (en Europa), entre otros argumentos. Las plataformas políticas de estos grupos atienden cuestiones coyunturales de actualidad, a la vez que muchos retoman un legado político negacionista.
Con profundizar un poco en lo discursivo, se puede notar rápidamente que existe un rescate de los años más oscuros de la historia de los países del Cono Sur. Para estos grupos de “nuevas derechas”, la culpa de los problemas que aquejan a nuestras sociedades -como el desempleo, la inflación, las condiciones de vida deterioradas de una parte importante de la sociedad, entre otras cosas- recaen en todo aquel o aquellos que se organicen en contra de las desigualdades de un capitalismo crecientemente financiero, regresivo económicamente para las mayorías trabajadoras y concentrador de las riquezas en sectores cada vez más minoritarios de la sociedad.
Lo interesante de estas nuevas derechas es que, a la hora de atacar mediante agravios a sus opositores políticos –constituidos por un variopinto conjunto de actores sociales y movimientos populares como el feminismo, el progresismo, el comunismo, el peronismo (en el caso argentino), el sindicalismo u otras expresiones de izquierda-, llegan a reivindicar a los genocidas y la persecución política de la dictadura, clausurando, de esta forma, cualquier tipo de debate e intercambio de ideas. Es ahí donde surge la posibilidad de relacionar un pasado común entre Turquía y la Argentina.
Fútbol y racismo
El domingo 5 de marzo, un partido de fútbol en la localidad de Bursa (Turquía) fue el escenario para el amedrentamiento fascista y xenófobo, con tintes negacionistas, que llevaron a cabo grupos nacionalistas de derecha contra una minoría étnica milenaria, que cohabita el territorio de la República de Turquía: los kurdos.
El pueblo kurdo es una minoría étnica que comparte una historia común, una cultura que incluye mitos, danzas, festividades, una serie de dialectos o lenguajes, y, al mismo tiempo, una historia de persecución por parte del Estado turco desde su fundación en 1923. Durante las últimas décadas, particularmente a partir la dictadura turca de 1980 en adelante, las kurdas y los kurdos en general, y quienes pertenecen al Partido de Trabajadores de Kurdistán (PKK, por sus siglas originales) en particular, son perseguidos, asesinados, secuestrados y desaparecidos como consecuencia de esto. La narrativa del Estado turco en estas últimas décadas es la de “persecución contra el terrorismo”. Bajo esta justificación, comente crímenes atroces contra la población kurda.
El proyecto de nación turca es unificador o asimilacionista, buscando resaltar el nacionalismo turco, su cultura y su idioma. Sin embargo, los sectores kurdos, con una larga trayectoria de lucha y resistencia, buscaron distintas formas de defensa a sus derechos. Una de ellas es la lucha armada, que tuvo sus momentos álgidos de enfrentamiento al Estado turco, por lo que a los kurdos se los acusa de terroristas, aun cuando sus milicias propusieron procesos de paz en numerosas ocasiones, negociaciones con el Estado y altos al fuego unilaterales que solo reciben respuestas evasivas de los gobiernos de turno.
Esta historia común entre kurdos y turcos se abrió paso en el partido del 5 de marzo, en el que se enfrentaron el club Amedspor, perteneciente a la región con fuerte mayoría kurda de Diyarbakir (sudeste turco), contra el Bursaspor, de la ciudad de Bursa, ubicada en el norte.
En 2014, este club municipal cambió su nombre de “Diyarbakir Belediye Spor” a “Amedspor”. La razón radica en que Diyarbakir es la denominación turca que recibe la localidad en la que se encuentra el club, mientras que Amed es el nombre con el que los kurdos se refieren a la localidad en su propio idioma. Hasta hace muy pocos años, hablar en kurdo en el territorio turco estaba prohibido por el Estado, tanto en el ámbito público como en el ámbito de la intimidad. Si bien ahora no está formalmente prohibido, la persecución a quienes eligen hablar en su lengua materna es constante.
Durante los últimos años, el club presentó notables avances en materia futbolística, posicionándose como una promesa en la Segunda División de la Federación Turca de Fútbol (TFF), lo que le llevó a enfrentarse en ocasiones con el Bursaspor, entre otros destacados equipos de fútbol masculino. Sin embargo, la persecución a los hinchas kurdos, las sanciones inéditas por parte de la TFF al club y los linchamientos nacionalistas-racistas por parte de seguidores de otros clubes son moneda corriente para el Amedspor. El anterior presidente del club, Ali Karakas, denunció en numerosas ocasiones el hostigamiento que el club recibe desde diversos frentes por cuestiones políticas y producto del racismo.
En esta ocasión, el amedrentamiento fascista contra los jugadores de la región kurda comenzó antes del partido. La noche anterior al encuentro, los jugadores del Amedspor fueron hostigados fuera de su hotel en Bursa, debido a que jugarían al día siguiente como visitantes. Estos agravios se trasladaron al campo de juego una vez comenzado el partido, que no se interrumpió a pesar de la dificultad que representaba jugarlo en esas condiciones.
Irkçılık insanlık suçudur, sizde bu suça ortak oldunuz, sizin taraflı olduğunuz resmiyet kazandı onurunuz varsa istifa edin. @TFF_Org #tffistifa pic.twitter.com/LuNy8mYNTt
— AMED SK (@AmedsporSK) March 7, 2023
Los jugadores del Amedspor fueron linchados desde las tribunas, desde donde les arrojaron todo tipo de objetos. Las fuerzas de seguridad tuvieron que intervenir para sacar a los jugadores de la cancha, que luego serían atacados por personal del Bursaspor dentro de los vestuarios del estadio Timsah Arena.
Durante el partido, se levantaron pancartas que hacían clara alusión a autos Renault 12 (Toro Blanco, como se los conoce en Turquía) utilizados durante la década de 1990 por grupos paramilitares turcos (JITEM) para secuestrar a militantes kurdos. También se levantaron pancartas con el rostro de Mahmut Yıldırım, responsable de asesinatos de militantes pro-kurdos.
Las dictaduras
La dictadura argentina de 1976 y la de Turquía en 1980 fueron contemporáneas. Incluso, finalizado el régimen militar turco, organismos de derechos humanos denunciaron el secuestro y desaparición forzada de personas durante la década de 1990 por parte de grupos paramilitares, que nunca fueron juzgados por ningún tribunal turco. Por el contrario, estuvieron en connivencia con el Estado, utilizando metodologías similares a las de los genocidas argentinos.
Aquí resulta interesante preguntarse por qué estas expresiones de negacionismo a los crímenes de lesa humanidad, haciendo alardes de los vehículos en los que se secuestraban militantes políticos, hacen mella en un sector de la sociedad, que adoptó en estos últimos años un discurso reaccionario y alineado a las derechas políticas, cuando no abiertamente neo-fascistas.
Podemos establecer un paralelismo con el momento al que asistimos en Argentina, donde ciertos influencers de la derecha libertaria postean en sus redes sociales fotos de los Ford Falcon verdes, que se utilizaban para el secuestro y traslado a centros de tortura y exterminio de militantes políticos durante la dictadura argentina.
Beyaz toroslarınızı da yeşilinizi de yeneceğiz! #Amedspor pic.twitter.com/HUbGofaBXd
— AMED SK (@AmedsporSK) March 5, 2023
La reivindicación de lo más siniestro de nuestra historia se refleja ante los sucesos en Turquía. De forma homóloga, los nacionalistas de la derecha turca retoman un pasado de violencia política hacia los kurdos para amedrentarlos, recordándoles -al igual que lo hace una parte no despreciable de dirigentes e influencers de la derecha política argentina- que se enorgullecen de los crímenes de lesa humanidad, dando muestras de su negacionismo y advirtiéndonos que no están dispuestos a discutir programáticamente en qué clase de país queremos vivir y cómo construirlo bajo las instituciones democráticas. Al contrario, hacen alardes del exterminio físico de sus opositores políticos.
La aparición de estas nuevas derechas corre los ejes de discusión política y los acuerdos sociales básicos para vivir en una sociedad democrática. Por otro lado, se instala como un fenómeno global que pasó de la marginalidad a ocupar espacios institucionales y de gobierno.
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