Todos los vivos y los muertos

Este libro va más allá de la anécdota personal, supone una exploración de quienes hacen de la muerte su oficio: embalsamadores, directores de funerarias, limpiadores de escenas del crimen e incluso verdugos.

Por Dani Seixo | 31/10/2024

«La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos.»

Antonio Machado

En vísperas de una festividad como el Día de Todos los Santos, cuando tantos de nosotros miramos de reojo hacia la muerte, el libro «Todos los vivos y los muertos» de Hayley Campbell, publicado por Capitán Swing, es una ofrenda renovada y fascinante, un recordatorio de nuestra fragilidad y de aquellos que en su trabajo mantienen viva la relación con un destino tarde o temprano inevitable. Hayley Campbell, hija del ilustrador Eddie Campbell, cuyo violento trazo imaginó los oscuros callejones de From Hell sobre Jack el Destripador, estuvo desde muy joven impregnada por el denso peso de la muerte, marcada por el temprano fallecimiento de una amiga y expuesta al lado más tenebroso del mundo. Aquel al que muchos quisieran darle la espalda, per que resulta inevitable. Este libro va más allá de la anécdota personal, supone una exploración de quienes hacen de la muerte su oficio: embalsamadores, directores de funerarias, limpiadores de escenas del crimen e incluso verdugos.

En su pluma sin ornamentos, Campbell nos invita a una inmersión que mezcla curiosidad y respeto por la parca. Para esta autora la muerte no es solo un macabro tema de interés, sino que supone un campo de estudio y empatía, un mundo cotidiano que merece atención más allá del morbo que a menudo la rodea. Es particularmente relevante en una sociedad que, como en estas fechas, honra a los muertos pero se aleja del verdadero significado de la etapa final de este viaje. En estas páginas nos enfrentaremos con la muerte de manera directa y pragmática, recordándonos que es algo que todos, tarde o temprano, enfrentaremos. A pesar del poder emocional de esta época, las sociedades occidentales han desarrollado una relación contradictoria con la muerte: mientras imágenes de tragedias inundan pantallas, los cuerpos y rituales fúnebres se ocultan. Ese tabú nos distancia de una comprensión más humana de la muerte, funciona como una barrera que profundiza en nuestro desconocimiento.

A lo largo de Todos los vivos y los muertos, Campbell relata el impacto profundo de su investigación. Para ella, este recorrido no fue un ejercicio clínico; cada interacción con la muerte dejó una marca en su vida. Ver el cadáver de un bebé o entrevistar a una comadrona de duelo no fueron encuentros fáciles, ni tampoco entrevistas que pudiera cerrar sin más. La experiencia, según cuenta, le volvió “más delicada” con el dolor ajeno. “Ahora me molestan menos cosas,” confiesa, una respuesta que deja entrever cómo este acercamiento le cambió la perspectiva sobre la vida y sobre lo que verdaderamente importa. No es casual que, en medio de esta experiencia, haya comenzado a ayudar a amigos y conocidos en situaciones de pérdida, sintiendo que este conocimiento podía tener un propósito social y práctico.

Campbell busca respuestas a estos silencios, preguntándose constantemente si quienes trabajan en esta industria están inmunizados de la carga psicológica. Personas como los identificadores de víctimas de catástrofes o los escultores de máscaras mortuorias se convierten en guardianes de lo sagrado, individuos que mantienen una relación con la muerte que va más allá de lo meramente lucrativo. La autora inglesa descubre que hay un vacío emocional, una desconexión que dificulta el enfrentamiento personal con la muerte, como si verla de cerca fuese solo para “morbosos y góticos,” pero no para el ciudadano común.

Todos los vivos y los muertos recorre los campos oscuros de los modernos rituales fúnebres sin perder de vista lo humano y lo natural de la muerte. El ensayo resulta una invitación a la introspección y la reflexión sobre la memoria, el duelo y el misterio de lo que no podemos evitar. Con su trabajo, la autora nos impulsa a que no dejemos solo a la muerte para las fechas señaladas o abandonada al contacto con los profesionales de lo innombrable, nos invita a integrar en nuestra vida esa presencia inevitable, ofreciéndonos de este modo una oportunidad para reconciliarnos con la fragilidad humana.

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