Terrorismo informativo

Algunos de los terroristas informativos más peligrosos del Estado español (si, faltan Ferreras y muchos más)

Por Juan Teixeira / Eulixe

Según la RAE, «terrorismo» es «la actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos». Pues bien, atendiendo a esta definición, lo que hacen los grandes medios de comunicación hoy en día bien se podría considerar como terrorismo informativo: las bandas organizadas de la comunicación (Atresmedia, PRISA y Mediaset) han secuestrado a la opinión pública, y con ella a la democracia, utilizando para ello una indiscriminada campaña de desinformación y alarma social. Sus reivindicaciones (los «fines políticos») son claras: «aquí las decisiones importantes las toman nuestros accionistas mayoritarios». 

LAS BANDAS ORGANIZADAS

Uno de los principales problemas del periodismo hoy en día es que si no perteneces a una de las tres bandas principales, simplemente no existes. En EULIXE sabemos muy bien lo que significa intentar hacer periodismo al margen de estas mafias informativas que manejan el cotarro y se encargan de que nadie asome la cabeza en su territorio:

  1. ATRESMEDIA. Con una cuota de pantalla de casi el 27%, agrupa dos canales generalistas (Antena 3 y La Sexta) y otros cuatro temáticos (Mega, Nova, Neox y Atreseries). Dentro de la línea de negocio de radio, las tres ofertas radiofónicas de Atresmedia (Onda Cero, Europa FM y Melodía FM) alcanzan una audiencia conjunta de 3,5 millones de oyentes. Sus accionistas mayoritarios son el gigante de la comunicación alemana UFA/RTL (18,65%) y el grupo Planeta (41,7%) el cual también está ligado a los otros dos grandes grupos a través de la fundación Telefónica y el fondo de inversión Invesco. El 11% de su capital restante está en manos de fondos de inversión y el grupo mantiene al menos otro 25% de capital flotante en bolsa. Además, en su consejo de administración se sientan directivos como Aurora Catá, consejera del banco Sabadell desde 2015, Patricia Estany, Managing Director en JP Morgan, María Entrecanales Franco perteneciente a uno de los clanes familiares de constructores más importantes de España o Mónica Ribé Salat, vocal de la Junta de la Asociación Española de Corredurías de Seguros (ADECOSE).Accionistas Atresmedia
  2. MEDIASET. Sus buques insignia son Telecinco y Cuatro, entre otras cadenas como Energy, Divinity, Factoría de Ficción o Boing. Su máximo accionista es Silvio Berlusconi, líder del partido conservador Forza Italia. Sin embargo, gran parte de sus acciones son propiedad de diversos fondos de inversión como Invesco o BlackRock, grupo que vincula a esta banda con la en teoría competidora PRISA, al ser el principal accionista de Telefónica. Además, el banco BBVA y el Banco Santander también son accionistas principales de Telefónica, cercando así más aún la red de la mafia informativa. 
  3. PRISA. Compuesta por medios como El País, AS, The Huffington Post, Le Monde, Cadena Ser, Movistar Plus, etc. Entre sus propietarios está la familia Polanco, fondos de inversión irlandeses, de Luxemburgo, de las islas Caimán o el Banco HSBC (acusado lavar dinero negro por todo el mundo), entre otros. Su cadena de televisión Canal+ fue comprada por Telefónica por 750 millones de euros, convirtiéndose en Movistar+. Además, el Grupo Prisa ha tenido que ser rescatado en diversas ocasiones por entidades bancarias como el Banco Santander, Caixa Bank, Fondo Liberty Group y HSBC a través una cantidad equivalente a 600 millones de euros. En estos procesos de rescate, el presidente del Grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, tuvo el respaldo de organismos políticos reguladores, es decir, los respectivos Gobiernos del PP y el PSOE.Los dueños del grupo PRISA

Como vemos, entre estas tres organizaciones controlan la práctica totalidad de la audiencia en el Estado español. Sus dueños son grandes fondos de inversión, bancos, empresas del IBEX35…

El oligopolio que controla los medios de comunicación a nivel nacional está en manos de las personas que más dinero y poder tienen. Y no lo hacen porque les guste el periodismo o la comunicación precisamente, sino que para ellos es una herramienta imprescindible para perpetuar su privilegiada situación de poder, y si es posible, aumentarla.

ALARMA SOCIAL

El miedo es una de las herramientas de control social más poderosas que existen. Esto no es nada nuevo, ya lo sabía Tsun Zu varios siglos antes de nuestra era, y los grandes líderes y dictadores de la historia siempre lo han tenido en cuenta a la hora de planificar sus estrategias de dominación. Hoy en día los dictadores ya no necesitan comandar ejércitos a la vieja usanza, sino que sus huestes están compuestas por analistas, políticos o periodistas. Estos últimos son los encargados de moldear la opinión pública para lograr los objetivos marcados. Y para ello el miedo sigue siendo una herramienta tan válida y utilizada como lo era para los vikingos.

Los ejemplos de la utilización del miedo para lograr objetivos es amplia y variada. Uno de los más llamativos y recientes quizás sea la campaña contra los okupas de este verano pasado. Toda la maquinaria al alcance de los terroristas informativos se utilizó sin piedad: prensa, radio, televisión e internet se fundieron para atemorizar a la población e infundirles la sensación de que si salían de casa mucho rato podrían tener a cuatro jipis parapetados en su ex-hogar al llegar.

La realidad no tenía nada que ver en esta campaña, pero eso ya es lo de menos. Lo importante era defender las propiedades de los jefes de estas bandas informativas: Blackstone, Banco Santander o CaixaBank son algunos de los mayores propietarios de viviendas del Estado español, y los que realmente tienen problemas con los okupas.

Además, empresas como Securitas Direct (tras la que se encuentra la todopoderosa familia March) han disparado sus acciones gracias a esta campaña, así como también los partidos políticos de extrema derecha han utilizado a los okupas como chivo expiatorio en el que centrar su punto de mira para desviarlo de otros que le interesan menos y poner así en marcha la vieja estrategia nazi de señalar a un enemigo causante de todos los males. En el caso de la vivienda, según esta campaña mediática los culpables de todos los males son los okupas, y no los fondos buitres de inversión que se pasan por el forro el derecho constitucional a una vivienda digna para especular y lucrarse un poco más.

Pero el de los okupas no es más que uno de los múltiples ejemplos de cómo actúa la maquinaria de control de opinión pública en la que se han convertido los medios de comunicación. Quizás más repulsivo todavía sea el caso de los «menas», a los que la extrema derecha ( con la connivencia de los grandes medios) consiguió señalar ante la opinión pública como causantes de la inseguridad existente en el país, convirtiéndolos incluso en centro de su campaña política.

Utilizar políticamente a niños que han pasado por situaciones traumáticas y que no tienen familia es quizás lo más repulsivo que hemos olido en los últimos tiempos de toda la basura procedente de estas cloacas informativas. Y lo peor de todo es que su mensaje cala en una gran parte de la población.

Lo mismo sucede en los extraños casos en los que las protestas sociales salen de las redes sociales y llegan a las calles. Ahí la maquinaria mediática se engrasa mejor que nunca para lograr el objetivo común de criminalizar a los manifestantes. Y es que cuando un movimiento social pone en tela de juicio el modelo económico actual, los que manejan los hilos de poder de ese mismo modelo lo persiguen con dureza con todas las herramientas a su alcance. Y nada mejor que tener a tu disposición todos los canales de televisión, periódicos, radio y portales de internet para dejarle claro a la opinión pública que esos que piden cambios son peligrosos criminales a los que hay que perseguir con dureza. No vaya a ser que logren su objetivo y se les acabe el chollo…

Si analizamos el panorama de la cobertura informativa internacional, el panorama es similar: la profesionalidad periodística se deja a un lado siempre que la verdad choque con los intereses de los dueños de la imprenta.

Tenemos el actual caso de Colombia por ejemplo, donde existe un gobierno aliado de las tesis neoliberales que está literalmente asesinando a su propio pueblo cuando este salió a las calles ahogado por la situación de pobreza a la que le han llevado dichas tesis. En apenas 5 días se contabilizaron 21 homicidios de manifestantes por parte de las fuerzas del orden. Entre 1973 y 2019, 3.300 sindicalistas fueron asesinados en el país, y 1.091 personas más fueron asesinadas desde finales de 2016 por haber realizado labores de defensa de los derechos humanos y desarrollar acciones por el bien común en su territorio. Unos datos realmente estremecedores, a los que la prensa occidental apenas hace caso por el simple hecho de que son «aliados». ¿Se imaginan que estos mismos números se produjeran en Venezuela?

Lo mismo sucede por ejemplo en Israel, que está cometiendo un genocidio contra el pueblo Palestino ante la impasible mirada de la comunidad internacional. El estado sionista ha establecido un apartheid contra los palestinos, a los que además bombardea sin piedad en cuanto tiene ocasión, como estamos viendo en directo estas últimas semanas ¿Qué dice la prensa española ante esta atrocidad? Que la violencia aumenta en el conflicto entre Israel y Palestina. No señores, no es un conflicto, es una masacre. Pero el criminal en este caso también está del lado de los dueños de las imprentas, así que sigamos centrando las denuncias de derechos humanos en Cuba…

Sáhara OccidentalUcraniaBielorrusiaSiria… miremos hacia donde miremos, la profesionalidad periodística de los grandes medios existentes hoy en día en el Estado español se pliega casi siempre a los intereses de las empresas que pagan las nóminas a fin de mes. Y eso tiene como consecuencia la muerte del periodismo y por tanto la configuración de una sociedad desinformada, sumisa, acrítica y permeable a los discursos neofascistas.

De este modo, si nuestra única ventana al mundo exterior es alguno de los numerosos medios en manos de esta oligarquía de la comunicación, la visión que tendremos será exactamente la que ellos quieren que tengamos. La realidad en los países sumisos a las tesis neoliberales ( los «aliados») será lo más parecido a un paraíso sobre la tierra, mientras que aquellos que buscan modelos alternativos ( el «eje del mal») están sumidos en el mayor de los caos.

En el panorama más próximo, la realidad se plantea como un riesgo permanente. La inseguridad, la incertidumbre y el miedo son los ingredientes principales en los medios de comunicación de masas, lo que unido a la incesante campaña de desinformación deja un campo perfectamente abonado para la consolidación de las posturas políticas de extrema derecha, último bastión de defensa del neoliberalismo.

LOS FINES POLÍTICOS

Toda organización terrorista lucha por una causa que considera justa, y en el caso del terrorismo informativo no podía ser menos. Sin embargo, en este caso la causa que defiende el oligopolio de la comunicación es que no haya demasiados cambios. El sistema actual está perfectamente asentado, y los canales de comunicación son una de las principales formas de lograr que eso siga así y no se produzcan cambios que puedan alterar la pirámide de poder. Porque no nos confundamos, por muy avanzados que nos creamos, la organización social no ha cambiado demasiado en su esencia en los últimos siglos. Para ejemplo, la siguiente representación del sistema capitalista realizada en 1911, y que con algunas actualizaciones sigue perfectamente vigente:

Piramide del capitalismo

Es como la eterna lucha entre el bien y el mal, el yin y el yang, los sith y los jedi. En este caso el lado oscuro lucha despiadadamente por mantener su privilegiada posición de poder en la sociedad, acaparando la mayor parte de las riquezas del planeta y generando también la mayor parte de los problemas que nos acechan.

El sistema que defienden a capa y espada los que se sitúan en la cúspide aboca a toda la pirámide a la destrucción, ya sea por razones medioambientales o por una insostenible desigualdad. Y sin embargo los que cargan la mayor parte del peso desde la base sufren un síndrome de Estocolmo tan pronunciado que ellos mismos se autoflagelan para convencerse de que todo va bien y defender a su amo mientras este les pisa el cuello.

Imagen

Y es que el miedo al cambio es tan pronunciado que el clásico «más vale malo conocido que bueno por conocer» es ya toda una forma de vida. Y en este aspecto es donde los oligopolios de la comunicación tienen mucho que ver. Un ejemplo de esta misma semana lo podemos ver en uno de los principales diarios impresos del Estado español:

elMundo

Para este diario los que golpean el coche del Presidente del Gobierno (ante la inacción policial) son «personas», mientras que los ciudadanos que muestran en público su repulsa al fascismo son «radicales». Obviamente los partidos de derechas son la punta de lanza de la oligarquía económica, puesto que son quienes defienden con más ahínco las tesis neoliberales, que son las normas del juego del sistema actual. Por eso los medios (en manos de esa misma oligarquía) defienden a capa y espada a esos partidos políticos, como en el caso que vemos. Para los incautos que no sigan demasiado la realidad a través de estos medios podría parecer una simple anécdota. Nada más lejos de la realidad. Esta es la forma diaria de informar a través de la inmensa mayoría de medios de comunicación, ya sea de modo más o menos evidente.

Si algo sucede una vez no es más que una anécdota. Si sucede dos veces es una casualidad. Si sucede tres veces o más estamos ante un método. Y este es sin duda el método habitual de informar en el Estado español.

Otro ejemplo reciente de este modus operandi de los terroristas informativos podría ser el éxito de Ayuso en Madrid y el consiguiente abandono de la política de Pablo Iglesias. En primer lugar, me gustaría destacar que no es éxito exclusivo de los medios de comunicación. Sin duda alguna la «izquierda madrileña» ha cometido innumerables errores: no se trata aquí de echar balones fuera o patalear por la victoria de Ayuso. Personalmente, y como orgulloso provinciano ajeno a la vida política madrileña, me la pela bastante lo que suceda en la capital de la libertad para irse de cañas. Lo que sí me preocupa en gran medida es el papel que los medios de comunicación han jugado en estas elecciones. No es que sea algo nuevo la influencia de los medios en la configuración de la opinión pública, en parte es su labor.

Lo que resulta inadmisible para aspirar a una democracia plena es que todos los medios existentes cojeen del mismo pie. Y en el caso del Estado español, podríamos decir que existe una parálisis total y absoluta en la parte izquierda del cuerpo.

Lo cierto es que en Madrid ha arrasado un partido cuyo programa electoral enviado a los ciudadanos era una hoja en blanco. Literalmente. Ni propuestas ni argumentos lógicos, tan solo odio contra el oponente y una palabra: LIBERTAD. Ha arrasado claramente un partido corrupto hasta la médula y cuyo objetivo es destruir los servicios públicos para beneficiar a esa oligarquía que ya maneja casi todos los hilos de poder que tejen la bandera española. La misma que maneja todos los hilos de los medios de comunicación que han hecho la campaña de Ayuso y que han retratado a su principal oponente como el Annibal Lecter de Galapagar.

Sin duda alguna, la cobertura mediática de la campaña electoral madrileña en los grandes medios estuvo muy alejada del periodismo, e incluso de la propaganda, llegando a unos niveles de burdo panfletismo que asustan, tanto por lo que supone para el periodismo como por su efectividad entre la población.

Y es que Madrid es el principal laboratorio neoliberal del Estado español, el centro neurálgico desde donde se tejen todas las redes de poder y corrupción desde hace décadas, y no podía caer en manos de alguien que, con todas sus sombras, ha sido de los pocos políticos honestos que ha intentado hacer una limpieza en las pestilentes cloacas del Estado. Lo pagó caro. La maquinaria mediática se puso manos a la obra hasta lograr lo imposible: convencer a la ciudadanía de que Pablo Iglesias es un corrupto manipulador, mientras que los responsables de décadas de corrupción y desmantelamiento de los servicios públicos se convirtieron en los únicos garantes de la libertad. Realmente increíble, y a buen seguro un caso de estudio paradigmático sobre la influencia política de los medios.

Los terroristas informativos están muy contentos con la victoria de Ayuso, y no solo por la satisfacción del trabajo bien hecho. En la semana siguiente de su victoria, Ayuso privatizó la gestión de los fondos europeos a la multinacional Deloitte, el plan de vacunación a los hospitales privados HM y Quirón, recortará más de 2000 empleos de la sanidad pública y cerrará decenas de centros de salud…. y muchas más privatizaciones y corruptelas que están por venir y que harán que las cuentas bancarias de los jefes de los terroristas informativos aumenten considerablemente, con las consiguientes migajas de las que se aprovecharán sus útiles siervos.

Los que sufrirán las consecuencias de esta peculiar forma de entender la libertad y la democracia son los mismos que la eligieron en las urnas, así que en principio parece que no hay mucho de lo que preocuparse. La duda está en saber si esa decisión fue tomada de modo realmente libre, o coaccionada por las organizaciones terroristas-informativas que operan en el Estado español. Yo me inclino más por esta segunda opción. No tengo pruebas para demostrarlo, pero tampoco demasiadas dudas.

Decía Gramsci: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos». El mundo que conocimos los nacidos en el siglo XX se está muriendo. Y al nuevo todavía no se le vislumbra con claridad. Así que los monstruos están cómodamente instalados, y lo hacen utilizando las principales herramientas de dominación existentes en la sociedad de la información, haciendo ya real aquella visionaria advertencia de un tal Malcolm X: «Si no estáis prevenidos ante los medios de comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido». Pues bien, ya lo han conseguido, y ahora quieren más.

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