Ante la trascendencia de un genocidio, cualquier reivindicación pierde valor y puede ser silenciada. Pero curiosamente con ese razonamiento solo se intenta callar a las mujeres.
Por Reme Madrona | 12/06/2024
Dice Silvia Federici, reconocida teórica y activista crítica del capitalismo, al final de la entrevista concedida recientemente al diario Público, que “el movimiento feminista debería dejar de perseguir a las mujeres que ejercen el trabajo sexual y centrarse en generar un movimiento que diga claramente ‘no’ a la guerra”. Es la misma frase que, ligeramente modificada, reproduce el titular y que llama la atención por la contundencia en amonestar a un movimiento, del que supuestamente forma parte la entrevistada, y por el recurso (mil veces empleado, mil veces desmontado) de utilizar el genocidio de Israel en Gaza para minimizar la importancia de cualquier lucha de las mujeres.
Hagámoslo una vez más, desmontemos el titular y, si es posible sin caer en la cansina repetición, el contenido de la entrevista.
Lo primero resulta fácil: es falso que el feminismo, que es abolicionista, persiga a las mujeres en prostitución. Todas las medidas planteadas protegen los derechos de las mujeres prostituidas y persiguen al putero y al proxeneta. No hay sanciones para ellas, no hay penalización ni persecución. Toda propuesta feminista exige soluciones de vida para las mujeres, especialmente las migrantes, que son la mayoría de las explotadas sexualmente. No podría ser de otro modo o no serían planteamientos feministas.
Y respecto al “no a la guerra”, por supuesto que el movimiento feminista lo promueve. Siempre. Y especialmente ahora, ante el impune exterminio que está perpetrando Israel contra el pueblo palestino. Pero eso no impide que nos ocupemos además de otros asuntos, de la misma manera que seguimos defendiendo salarios dignos o denunciando el abuso de horas extras en el mercado laboral. Si el feminismo debe aparcarlo todo para pronunciarse contra las guerras ¿no deberían hacer lo mismo los demás movimientos políticos?
Ante la trascendencia de un genocidio, cualquier reivindicación pierde valor y puede ser silenciada. Pero curiosamente con ese razonamiento solo se intenta callar a las mujeres.
En cuanto al contenido de la entrevista, parece mentira que, con todo el conocimiento que posee Federici sobre explotación capitalista y opresión por sexo, acepte llamar trabajo sexual a la prostitución, cuando la sexualidad no es un producto ni se compran las relaciones sexuales, como no se compra el provecho que obtenemos de cualquier relación personal, ya sea larga o efímera, de amistad, familiar o de camaradería.
Relaciona prostitución con “sexualidad no normativa”, pero la industria sexual y todo lo que la rodea (vestimenta, juegos, ambientes y, sobre todo, las prácticas sexuales demandadas por los puteros) son de lo más normativo: hombre dominante, mujer sometida, macho cazador, hembra apresada.
Pone al mismo nivel putero y amante, relaciones eróticas deseadas por mujeres libres y prácticas consentidas por dinero para poder vivir, emancipación y servidumbre.
Da a entender que las instituciones son abolicionistas porque criminalizan la prostitución. Debe ser porque de vez en cuando se promueven leyes contra el proxenetismo que afectan a las mujeres prostituidas en su modo de vida. En cualquier caso, no hay una normativa que se acerque lo más mínimo a ser abolicionista en todo el territorio español, ni expectativas de que vaya a haberla próximamente. Así que las críticas a las instituciones no deben mezclarse con las demandas del abolicionismo feminista.
En otra parte de la entrevista Silvia Federici mantiene que “es necesario decir que el trabajo sexual no es el trabajo más degradante. ¿Por qué no hablamos de lo degradante que es el trabajo de las propietarias o de las mujeres que trabajan en la venta de armas? Vivimos en una sociedad de mercado y cualquier persona que trabaja por un salario comercializa parte de su capacidad: se comercializa la mente, las emociones, la imaginación artística… ¿Es menos degradante vender tu mente? ¿O publicar noticias falsas para que no te despidan?
No sabemos a qué se refiere con el trabajo de las propietarias y su degradación. Sí puede parecernos aborrecible vender armas y acabaríamos con esa práctica si estuviera en nuestras manos. El hecho de que no podamos acabar con las guerras no es impedimento para luchar contra la explotación sexual. Por esa misma razón tampoco deberíamos luchar contra la contratación en negro de inmigrantes o la utilización de personas con discapacidad en espectáculos, actos que son degradantes, pero cuya eliminación puede impedir a esas personas acceder a lo indispensable en esta sociedad de mercado en que vivimos.
Resulta, además, que no rechazamos la prostitución porque sea indigna, sino porque no es ni un trabajo ni un producto.
Las personas no venden su mente, venden el producto de su mente. Y nadie compra noticias falsas sabiendo que lo son. Una vez más se emplean malas analogías por hablar siempre de este tema desde el punto de vista de la oferta de sexo y no poner ni una vez el foco en el putero, ese “cliente” abusador y desentendido que no se menciona ni una vez en la entrevista.
Creemos , por supuesto, que engañar al público en algo tan fundamental como es el derecho a la información y hacerlo para poder vivir es un tipo de esclavitud que debe ser abolida, por el bien del periodista y por el del pueblo.
Así que concluimos con lo que nos parece la consecuencia lógica de todo esto y que Federici ha olvidado por completo: ¿cuándo empezamos de una vez la Revolución?
Se el primero en comentar