Recordemos Halabja, no olvidemos Shengal

Una nueva amenaza se cernió sobre Shengal cuando a principios de octubre del año pasado el KRG, el gobierno autónomo del Kurdistán iraquí, y el gobierno de Bagdad, firmaron un acuerdo, con la bendición de Turquía y de EEUU, para que las tropas iraquís recuperaran el control de esta región y desarmara a las milicias yazidís

Por Angelo Nero

Entendemos comúnmente que el genocidio es la voluntad total o parcial de destruir un grupo humano por razón de su etnia, raza, por su religión o su orientación política. Etimológicamente proviene de los términos griego génos, estirpe, y latín, caedere, matar, y fue acuñado en 1944 por Raphael Lemkim, para definir al holocausto judío, del que había huido unos años antes.

Aunque en la historia antigua hay documentados varios casos de genocidio, será en la época contemporánea cuando se registren estos crímenes contra la humanidad, tal como fueron definidos por la Asamblea General de la ONU, recién creada, en 1946. El genocidio armenio, cometido por el Imperio Otomano, entre 1915 y 1923, que borró de la faz de la tierra –especialmente de la que quedaría dentro de las fronteras del nuevo estado turco- a dos millones de hombres, mujeres y niños. El genocidio camboyano, que fue programado y ejecutado por los Jemeres Rojos de Pol Pot, entre 1975y 1979, en el que perecieron otros dos millones –algunos informes dicen que hasta tres millones- de personas. O los genocidios congoleños, el primero, entre 1885 y 1908, donde los colonizadores belgas exterminaron a tres millones de personas, o el segundo, donde otros tres millones perderían la vida, entre 1998 y 2004, durante la Guerra Mundial Africana.

Poco se conoce, sin embargo, de los genocidios, así, en plural, del pueblo yazidí, que han sumado 74 progromos e intentos de exterminio a lo largo de su historia. Su pecado es venerar a Melek Tanus, el Ángel del pavo real, al que los fundamentalistas islámicos identifican con Satán, por lo que son considerados “adoradores del diablo”, y objetivo prioritario en su labor de liberar las tierras árabes, de los “enemigos del Islam”.

Este grupo étnico habita, mayoritariamente, en una región en el Kurdistán iraquí – aunque también tiene presencia en el sudeste de Turquía y el norte de Siria-, Shengal, al norte de Mosul, donde, después de que el ISIS ocupase esta ciudad en 2004, fueron atacados por los mercenarios del Califato y, ante la huida de los peshmergas de Barzani, que debían protegerlos, fueron masacrados, las mujeres secuestradas, vendidas como esclavas, violadas, los hombres torturados, ejecutados y arrojados a fosas comunes, niñas que fueron vendidas por poco más de cien euros.

Shengal no despertó la solidaridad de Europa, mientras los yazidís eran exterminados, no fue auxiliada por las tropas iraquís ni por los peshmergas de la autonomía kurda, sino por los guerrilleros y las guerrilleras del Fuerzas de Defensa del Pueblo (HPG), vinculadas al PKK y de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG/YPJ), que combatieron al Estado Islámico hasta liberar la región, a finales de 2015. Los yazidís,  siguiendo el ejemplo de Rojava, crearon sus propias fuerzas guerrilleras,  las Unidades de Protección de Shengal (YBS, Yekîneyên Berxwedana Şengalê) y las Unidades de Mujeres Yezidíes (YJE, Yekinêyen Jinên Êzidxan),  y con la derrota del ISIS pusieron en marcha la Asamblea Autónoma Democrática de Shengal, apostando por una sociedad en la que se respetara la diversidad étnica y religiosa, y abrazando el Confederalismo Democrático, teorizado por Abdullah Öcalan.

Una nueva amenaza se cernió sobre Shengal cuando a principios de octubre del año pasado el KRG, el gobierno autónomo del Kurdistán iraquí, y el gobierno de Bagdad, firmaron un acuerdo, con la bendición de Turquía y de EEUU, para que las tropas iraquís recuperaran el control de esta región y desarmara a las milicias yazidís. Como era de esperar, la mayoría de los yazidís mostraron su rechazo a este acuerdo, para el que no fueron consultados, que, de facto, anularía su incipiente autonomía, recelosos tanto de Erbil como de Bagdad, que los abandonaron a su suerte cuando fueron atacados por el Estado Islámico. En el acuerdo también se apunta al desarme de las milicias pro-iranís de Al-Hashd Al-Sha’abi (Unidades de Movilización Popular, UMP), cuyo fuerte implantamiento inquieta por igual al gobierno americano como al iraquí.

Desde entonces han sido continuas las movilizaciones del pueblo yazidí, en forma de manifestaciones masivas, pero también de encuentros políticos, con la finalidad de darle una solución pacífica al conflicto, como señaló Heso Birahim, vicepresidente de la Asamblea Autónoma Democrática de Shengal: “No estamos en contra de las leyes iraquíes. También queremos nuestros derechos dentro del marco de las leyes del Estado iraquí. Tenemos derecho a la descentralización de acuerdo con la Constitución iraquí. Además, las amenazas de genocidio también nos dan derecho a la autonomía”. Realmente lo que se quiere evitar es que, con el desarme de las unidades de defensa yazidís, la población de Shengal quede desprotegida ante un nuevo ataque yihadista, que sigue teniendo redes activas en la zona,  la amenaza de una invasión turca, cuyas tropas lanzaron,  en los últimos meses, una fuerte ofensiva para hacerse con las regiones de Heftanîn y Garê.

Turquía quiere cortar la línea de la frontera entre Bashur y Rojava, con la ayuda del gobierno de Barzani, desde que se inició el proceso revolucionario en el norte de Siria.

Hace tan solo unos días se produjeron también varias protestas en las calles de Hamburgo, Berlín y Burdeos, pidiendo que se respete la voluntad del pueblo de Shengal. En la manifestación de Hamburgo, el sindicalista Hüseyin Ararat declaró: “El pueblo yazidí quiere vivir en sus propias tierras en Shengal con su libre voluntad y su derecho a la soberanía. Quienes no dijeron nada cuando Shengal era ocupado por los mercenarios bárbaras del ISIS en 2014, mientras las mujeres eran violadas y vendidas en mercados como esclavas, no tienen derecho a decir nada hoy sobre Shengal y los yazidíes que viven allí. El pueblo yazidí quiere protegerse a sí mismo y defenderse por medio de su propia fuerza”.

Sumando a esto la Oficina de Relaciones de las Mujeres Kurdas (REPAK) lanzó una campaña internacional de recolección de firmas para una petición que será enviada al presidente de Irak, Barham Salih, y al primer ministro del país, Mustafa Al-Kadhimi, en la que recuerdan: ““En agosto de 2014, el ISIS cometió un genocidio contra la comunidad yazidí de Shengal (Sinjar en árabe), matando a miles de personas y obligando a otras cientos de miles a huir de sus tierras ancestrales en la Alta Mesopotamia. Aunque esta masacre está reconocida por las Naciones Unidas, los supervivientes siguen esperando justicia. El genocidio del ISIS contra los yazidís en Shengal fue y sigue siendo cometido, en gran parte, en forma de feminicidio. Es bien sabido que el ISIS se basa en una visión del mundo extremadamente misógina. Se calcula que el grupo yihadista secuestró a unas 7.000 mujeres y niñas yazidís como ‘botín de guerra’, las vendió en mercados de esclavos para someterlas a esclavitud sexual y las trasladó a lugares de todo Siria e Irak. Casi 3.000 mujeres y niños yazidís siguen desaparecidos. Si tenemos en cuenta el papel de las mujeres en la protección y preservación de la cultura y la identidad de los pueblos amenazados, parece claro que el ISIS pretendía aniquilar la creencia yazidí, que considera un culto al diablo, mediante el feminicidio.”

En la petición, las mujeres yazidís recalcan como curaron sus heridas auto-organizándose, creando unas unidades de autodefensa y una administración autónoma, en base a la coexistencia pacífica, al pluralismo democrático y a la igualdad de derechos, que ahora están amenazados por el acuerdo de principios de octubre pasado, en el que no participaron, ni fueron consultados. “Los yezidíes de Shengal volvieron a sentirse profundamente heridos porque no se los reconoce como sujetos políticos, sino como objetos, cuyo futuro es debatido y decidido por terceros”.

El Consejo Autónomo Democrático de Shengal (MXDŞ) conmemoró estos días el  aniversario de la masacre de Halabja, cometido por las fuerzas iraquíes entre el 16 y el 19 de marzo de 1988, en el transcurso de la Operación al-Anfal, también conocida como el genocido kurdo, aunque esta campaña de exterminio también se dirigió a los asirios, shabaks, turcomanos, mandeos y judíos, y por supuesto contra el pueblo yazidi. En Halbja fueron asesinadas en un ataque con armas químicas, al menos 5000 personas, en su mayoría mujeres y niños. En el conjunto de la Operación al-Anfal el número de víctimas se estima entre 50.000 y 180.000 personas, según las diversas fuentes.

“Las fuerzas de ocupación continúan reelaborando el proyecto que iniciaron en Halabja hace 33 años. Los enemigos del pueblo kurdo quieren reanudar la masacre de Halabja siempre que tengan la oportunidad. En este contexto, el pueblo de Kurdistán debe organizarse y prevenir todos los intentos del enemigo. Lo que se hizo en Halabja hace 33 años se reanuda hoy en Afrin, Serekaniye y se reanudó hace 6 años en Shengal. Así como el pueblo de Halabja pasó por una masacre, hoy los pueblos que viven en las regiones del norte y este de Siria bajo la ocupación del estado turco se enfrentan a las mismas atrocidades. Sin embargo, esto sucede con un nombre diferente. Sentimos el dolor que experimenta la gente de Halabja. Lo que se hizo a la gente de Halabja también se hizo contra la comunidad Yazidi en 2014”. Señala en un comunicado el El Consejo Autónomo Democrático de Shengal (MXDŞ).

La comunidad internacional no debe permitir que se repita un nuevo genocidio en Shengal, esta vez con la amenaza combinada de Turquía, la KRG de Barzani y los herederos del ISIS, deseosos de tomarse la revancha contra este pueblo que se resiste, cada vez con menos fuerzas, a ser exterminados.

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