¿Por qué gana la derecha?

La abstención tradicionalmente favorece a la derecha y extrema derecha y, es por ello, que el voto a la derecha se potencia más con la abstención. De tal manera, hoy en día abstenerse es darle un plus al voto de la derecha.

Por Puño en Alto

Los resultados electorales de Italia, en los que ha ganado la derecha y ultraderecha, viene a refrendar lo que llevamos observando en otros comicios. 

La derecha y la ultraderecha gana o avanza electoralmente porque en cada proceso electoral se le vota de dos formas. Una, directamente, por los votos que los ciudadanos depositan en las urnas y la otra, indirectamente, por la abstención. Ambas tan incomprensibles como ciertas.

La abstención tradicionalmente favorece a la derecha y extrema derecha y, es por ello, que el voto a la derecha se potencia más con la abstención. De tal manera, hoy en día abstenerse es darle un plus al voto de la derecha.

Votar a la derecha o extrema derecha es una legítima opción democrática, sobre todo si perteneces a los colectivos que se suelen beneficiar de sus políticas cuando gobierna. Lo que no se entiende de forma alguna es votar a una formación política sabiendo que va contra tus propios intereses o los del colectivo al cual perteneces. De la misma manera, más allá de la legitimidad de la decisión, no se entiende la abstención, sabiendo que va a favorecer a quien en modo alguno va a legislar en tu favor o al del colectivo al cual perteneces.

La experiencia y los datos electorales nos dice que esa desafectación de la política o a los políticos que se pretende dar con la abstención a los partidos, y políticos al final, terminan siendo una patada en culo propio.

Sería interesante saber qué piensan los que se dejaron engatusar con los señuelos primarios e identitarios de la derecha y extrema derecha en Madrid, Andalucía o Murcia y ahora se sienten no engañados y sí agraviados, así como, los que se abstuvieron y ahora comprueban que indirectamente con su abstención favorecieron en gran medida a quienes ahora le perjudican con sus políticas.

El electorado progresista en su conjunto debe saber que el electorado de derecha participa mayoritariamente, no fallan. Por lo que quedarse en casa en una votación, además de favorecer a la derecha, no soluciona ninguno de los problemas que padecen y si no encuentran una formación en la que confiar de forma plena, elijan aquella que más se aproxime a la defensa, al menos, del interés general.

La abstención es tan legítima como participar votando, pero deja de ser legítima, cuando de antemano se sabe que va a favorecer a quienes la van a utilizar de forma perversa. En Madrid, Murcia, Andalucía y recientemente en Italia, se sabía que la abstención del electorado progresista favorecería a las opciones de la derecha y, sin embargo, en gran medida decidieron quedarse en casa y no participar.

Este hecho inequívoco debe ser objeto de reflexión entre el electorado progresista y, por supuesto, en los partidos y formaciones de izquierda que en gran medida están colaborando con esta desafección entre su electorado natural, al estar más entretenido en sus luchas intestinas que en plasmar de manera efectiva los derechos conseguidos o recuperados.

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