La izquierda racionalista

Si la izquierda ha fracasado hasta el momento ha sido por gobernar desde lo racional

Por Puertos33

¿La razón es de la izquierda o la izquierda es racionalista? La pregunta parece estúpida pero marca el comportamiento de determinados movimientos. A menudo, nos encontramos con los jóvenes marxistas que bajo la dogmática del pensador alemán, justifican el estancamiento de sus viejas ideas. Es decir, ni se piensa ni se tiene pretensión alguna por hacerlo.

Es común en conversaciones clandestinas con cierta militancia (sobre todo de estrato fabril-obrero) ver como se critica el modo obediente de los actuales partidos comunistas. No obstante, el paradigma ideológico fuera del refugio comunista no es mejor. En cualquier debate “político” que se tenga con la izquierda nos encontramos con discursos herméticos sin intención alguna por hallar una síntesis común. En esta dirección apunta Bernabé, pecando él mismo de dicho dogmatismo, cuando describe la fragmentación de la izquierda en su libro.

Sin bucear mucho en Twitter nos encontramos con el cientificismo de la izquierda; la cual está dispuesta a entregar la vanguardia del pensamiento a expertos y tertulianos olvidándose así de las emociones de base. Como me comenta uno de los compañeros de Nueva Revolución, siguiendo la afirmación de Eddy Sánchez, en el debate sobre Comité invisible que tuvimos en nuestro canal de Youtube: “Hay que bajar al suelo…”. Yo me pregunto: ¿No tendrá que ver ese bajar con un sentir olvidado? Puede parecer una utilización común del lenguaje, pero cuando decimos bajar, es imposible sobrentender el distanciamiento de lo “político” y lo “real”.

Zizek plantea, con cierto optimismo, una posible solución comunista al varapalo socio-político que ha supuesto, o está suponiendo, la pandemia que nos azota. Dicha solución puede ir en dos direcciones: La primera de ella es un “comunismo supranacional” (el cual humildemente no veo por ningún lado) o un microcomunismo inspirado en las comunidades autogestionadas que puedan ir surgiendo.

¿Esas comunidades no tenderán a unirse por los vínculos que nuestro pensamiento racional ha abandonado? Si la izquierda ha fracasado hasta el momento ha sido por gobernar desde lo racional. No hay posibilidad alguna de revolución en un pensamiento que se desentiende de ciertas intimidades que ya inquietaban a pensadores como Benjamín o Gramsci. Quien haya leído a Lenin al pie de la letra y no haya comprendido su inquietud por la revolución, no ha entendido nada. Evidentemente, desde el prisma marxista, las emociones son apartadas pero se pretende la construcción de una nueva racionalidad. Está nueva racionalidad tiene que surgir desde la superación dialéctica de la idea actual. Aunque particularmente pueda o no estar de acuerdo con dichas intenciones ¿Solo preguntárselo no es más de lo que está ocurriendo?

Analizar la polarización del voto desde el rigor del politólogo, sin la perspectiva del ciudadano, es, de alguna manera, sacar a la izquierda de la realidad en la que vive. Es imposible comprender la historia de lo obrero sin comprender los vínculos de su clase. En este sentido el feminismo adelanta al reivindicar (aunque de manera equivocada) ciertos cuidados olvidados. Lo importante es comprender que la idea de individuo es el pilar de un capitalismo que necesita responsabilizar a cada uno de nosotros el resultado de la sociedad. Es el ciudadano quien, sin abrazar a nadie, tiene que salvar heroicamente a sus vecinos. Cuando el pecado del mundo en el que vivimos es compartido por todos, se vuelve más soportable. Es curioso como Zizek en este libro se asusta con el rumor de la selección de la muerte… solo hace falta releer mis últimos artículos para ver que aquello por lo que él se asustaba, terminó ocurriendo. No es que Ayuso haya actuado bien o mal, es que cualquier vecino ha aceptado que la muerte de la tercera edad era un mal menor que abrazar.

Vivir no se vive, se sobrevive. El parón global nos ha recordado que nuestras casas no eran los apartamentos de lujo con los que soñábamos de jóvenes. La separación que nos asalta entre el sujeto político y el discurso político es natural en tanto se comprende que la vanguardia necesita de la formación estatal para ser respetada. Un discurso emancipador tiene que surgir en las grietas del sistema… por ese motivo el 15m no era la institución que se quiso hacer de él (Política a corto o largo plazo, Podemos…) sino los lazos que surgieron de manera autónoma entre quienes dormimos allí. De alguna manera, la política se suspendió y todos queríamos vivir. Luego llegaron los partidos y los militantes, enseñándonos lo que es vivir.

Que nuestros aliados estén en el gobierno y defiendan la idea de “nueva normalidad” solo nos alerta de lo alejados que viven de la “normalidad” ¿no era aquello un infierno? ¿Por qué somos nosotros quienes borramos el cambio del mapa? ¿No hay en la “razón” un miedo a las formas de gobierno autónomas? La normalidad, hasta donde yo sé, era una lucha insaciable por llegar a final de mes. Cuando se gobierna con un elemento neutro como objeto del discurso obviamos las particularidades de cada uno de nuestros votantes. Es cierto, hacer política es infiltrarse, ganar adeptos e ir sumando ¿En qué dirección se va cuando es el discurso quien va aumentando los límites y no quien libera de la alienación?

Muertes, despidos y ERTEs después, la salvación resulta ser volver a lo de antes. Como si la cercanía del abismo, aunque no hubiese abismo, no hubiese supuesto ningún aprendizaje. La racionalidad de la izquierda es justamente la que impedirá el desarrollo del microcomunismo que inspira a Zizek. En este sentido Agamben o Han están más cerca de la realidad que viene que el optimismo de nuestro amigo esloveno. Lamentablemente, por todo esto resulta imposible la decepción ante una izquierda cuyo fin es estabilizar las bases del sistema y acallar el rugido de la población sometida aquí o en cualquier otra parte del mundo.  

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