Por Javier DG
Las mentiras
no caen del cielo.
No vuelan
por el espacio sideral
sin destino conocido.
Más bien,
se crean para esquivar
el luminoso entramado de estrellas
que estorban a su paso.
Se inventan con mucho cariño
para buscar con sigilo
planetas y meteoritos
guardados en el bolsillo.
Mentiras profesionales
de algunos hombres y mujeres
de aquél fino Gabinete,
capaces de aparentar
que bajo unos techos muy altos
tienen un mundo frío, triste, vacío
y oscuro,
pero relleno de
hipocresía liberal subvencionada
y nada proclive
a la verdad.
Las mentiras, querida Esperanza,
como un imán, van
hacia los contadores de historias
cubiertas de maquillaje
y trazan líneas torcidas
por el carril bus
de la Gran Vía,
para luego venderlas
en la prensa de los amigos
como si fueran arte.
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