Por Javier DG con ilustración de Bezerradas Nocturnas
Hoy es el día.
El día en que
murió Montesquieu,
otra vez.
El día de calima en el interior
de una justicia ciega
y desnuda,
ultrajada por un Gobierno
que en lugar de fiscales
prefiere peleles sin ideales.
El día en que
junto a las calles de Goya
y García Gutiérrez
se desdibuja
el rostro de la cordura.
Fluida sangría
recogida tras el terremoto
de unas sentencias de olor rancio
vertidas como niebla
sobre mis ojos.
No escribas en las redes
lo que piensas,
piensa en pegar mujeres,
robar con guante blanco,
emparentar con reyes,
y te saldrá más barato
¡qué vergüenza!
Sin descansar en el símil
de una hoja que vuela,
veo huir despavorida
una sombra parda
junto al umbral
que en casa del juez
me da la bienvenida,
para hacerse la huidiza.
Hogar de la justicia,
con un cesto sobre la mesa
lleno de manzanas
salidas de temporada.
En esta casa vuelta del revés
se marchita el tiempo.
Se cruza el camino
bajo un escándalo germinado
en la Audiencia del sobresueldo,
donde campa a sus anchas
la vanidad blasfema
del financiero blasfemo
que mira con desprecio
al millón de almas
que grita y empuja y fastidia
pidiendo justicia real y ciega.
Fieras enjauladas en la ruina,
vapuleadas en el aire a cada gesto
de nuestra justicia moribunda,
también desahuciada por ellos,
políticos y banqueros.
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